La mayoría de los seres humanos somos débiles ante el dulce. Todo se explica por la evolución, dice la nutricionista y docente Mercedes Mora Plazas. Durante cinco millones de años, el Homo Sapiens bebió lo que encontraba en la naturaleza – agua y leche - y el cerebro se adaptó a ello. En los últimos 150 años, en cambio, el ser humano comenzó a consumir bebidas con cantidades de azúcar demasiada altas, muy por encima del dulce que se encuentra de manera natural, y esa explosión estimuló al cerebro que pide más de esos sabores artificiales.

Con un problema: también, por evolución, como tomábamos agua y leche, el Homo Sapiens conseguía las calorías que requería para sobrevivir de los alimentos sólidos. Eso hizo que, al empezar a tomar líquidos con altas cantidades de azúcar, el cerebro no se diera por enterado de ese exceso de calorías – todavía no las detecta en los líquidos - luego nos sigue dando hambre. En otras palabras, tomar bebidas azucaradas jamás nos sacia, seguimos comiendo como si esas calorías de la gaseosa o del jugo de caja o del energizante o de la bebida preparada con polvos saborizados no hubieran ingresado al cuerpo.

– Y, por otro lado, como las calorías de las bebidas azucaradas son vacías, es decir que no tienen ni proteína, ni grasas, ni carbohidratos, como la leche, solo azúcar, pues pasan al intestino y enseguida a la sangre de manera muy rápida. Cuando llega azúcar a la sangre en cantidades extremas, el cerebro lo asume como una emergencia. ¿Qué hace el cerebro? Producir insulina. Es una hormona que tiene como tarea guardar esa glucosa, el azúcar en exceso, en las células, porque a nivel circulatorio los altos niveles de azúcar les hacen daño a los vasos sanguíneos. En parte por eso los diabéticos sufren de ceguera, porque se dañan estos vasos. El cerebro lo sabe y dice no, es demasiada azúcar en la sangre, hay que meterla rápido a la célula. Pero esa glucosa también es una emergencia dentro de la célula, porque es demasiada. ¿Qué hace la célula con esa glucosa? La convierte en grasa – continúa la nutricionista Mercedes Mora Plazas.

El consumo habitual de bebidas azucaradas es una de las principales causas de la obesidad tanto en niños como en adultos. En Colombia, seis de cada diez personas adultas sufren de obesidad o sobrepeso.
Y no se trata solo de sedentarismo. Un estudio de la Universidad Javeriana y el programa Global Food Research de la Universidad de Carolina del Norte dice que para gastar la energía que proporciona las 252 calorías que contiene una gaseosa de tamaño personal, se requieren 51 minutos de bicicleta.

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Carolina Piñeros es la directora ejecutiva de Red Papaz, una corporación sin ánimo de lucro fundada en 2003 para proteger los derechos de los niños y jóvenes tanto en Colombia como en América Latina. Debido a los altos riesgos para la salud que implica el consumo habitual de bebidas azucaradas, comenta, la corporación viene trabajando para lograr la formulación de políticas públicas con respecto a estas bebidas y a la comida chatarra en general.

Una de las propuestas de Red Papaz que ya empieza a hacerse realidad es el etiquetado; que se indique en el empaque del producto ultraprocesado si es alto en sodio o en azúcares añadidos y edulcorantes no calóricos y que sea el consumidor el que tome una decisión de compra basado en la información nutricional real, y no en los engañosos eslóganes publicitarios.

Desde Red Papaz también se propone que se restrinja la publicidad de los productos no saludables, sobre todo bebidas ultraprocesadas, a niños y adolescentes, así como que se garantice entornos alimentarios saludables en los colegios, es decir que no se ofrezca en las tiendas escolares ni comida ni bebidas chatarra. En Cali, según un reciente informe de la Secretaría de Salud, el 18,6% de los niños de los colegios tiene obesidad y el 16,7%, sobrepeso.

Red Papaz también ha propuesto el impuesto a las bebidas azucaradas para desestimular su consumo, como lo ha logrado el impuesto a las bolsas plásticas en los supermercados.

– Lo que recomienda la evidencia es que las personas no consumamos bebidas con azúcares añadidos y que ojalá la forma de hidratarnos sea con agua, leche, o infusiones como café (este último no para los niños) que son bebidas que se encuentran naturalmente, sin necesidad de procesarlas– dice Carolina.

La mayoría de quienes consumen de manera habitual bebidas azucaradas son personas de escasos recursos, de ahí la polémica de gravarlas. De hecho, quienes se oponen al impuesto señalan que se está afectando un producto que hace parte de la canasta básica familiar, y es cierto: ha crecido tanto el consumo de estas bebidas endulzadas de forma artificial, que entraron a formar parte de la canasta básica familiar de los colombianos.

Aunque quienes defienden el impuesto recuerdan que el tabaco, igualmente perjudicial para la salud, como las bebidas azucaradas, también hace parte de la canasta familiar, ¿luego por esa razón no se debe hacer nada para disminuir su consumo?, se preguntan.

La lógica del impuesto a las bebidas azucaradas es que, al aumentarles el precio, hacerlas más difícil de comprar para los hogares pobres, estos las sustituirán por bebidas saludables, como el agua, lo que a largo plazo resulta más económico para las familias: entre las personas con menos recursos baja la carga de gastos que se deben asumir para tratar las enfermedades asociadas al consumo habitual de las bebidas azucaradas como la diabetes, la hipertensión, algunos tipos de cáncer (endometrio, ovarios, mama y próstata) o los ataques cardiacos.

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La nutricionista Mercedes Mora Plazas explica que el alto consumo de azúcares hace que se aumente en la sangre un tipo de colesterol llamado LDL, que se relaciona con mayores riesgos de sufrir enfermedades cardiovasculares. En Cali, son la principal causa de muerte.

Incluso personas que no tengan obesidad pueden sufrir graves daños por consumir en exceso estas bebidas endulzadas, pues la fructosa que se agrega de forma artificial es un tipo de azúcar que se metaboliza en un 95% en el hígado, lo que a largo plazo causa lo que se conoce como ‘hígado graso’, un diagnóstico que aumenta el riesgo de sufrir diabetes o hipertensión arterial.

– Este es un impuesto que solo tiene beneficios: para los hogares vulnerables, que al cambiar sus hábitos alimenticios van a reducir el riesgo de desarrollar enfermedades. Y gana también el sistema de salud. Si hace cuatro años se hubiera implementado el impuesto a las bebidas azucaradas en Colombia, se le hubiera ahorrado $220 mil millones al Estado en tratamientos de enfermedades relacionadas con el consumo habitual de estas bebidas – dice la economista Martha Janeth Sandoval Salazar, investigadora de la Red Académica por el Derecho Humano a la Alimentación y Nutrición Adecuada, Dhana.

Cada año, se lee en un informe del Ministerio de Salud, Colombia invierte alrededor de 25 billones de pesos en tratamientos de enfermedades prevenibles, como la diabetes. Solo para tratar esa enfermedad el sistema de salud invierte $800 mil millones anuales. Según el mismo informe del Ministerio de Salud, las bebidas azucaradas son causantes del 13% de la mortalidad por diabetes y el 5% de la mortalidad por enfermedades cardiovasculares.

La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), en su estudio ‘La pesada carga de la obesidad’, asegura además que la obesidad, y las enfermedades que genera, no solo tiene implicaciones para la calidad de vida de la población, sino que termina afectando la salud de las economías. Debido a las incapacidades y al ausentismo laboral, el producto interno bruto de los países disminuye en promedio en un 3.3%.

“Las personas que sufren como mínimo una enfermedad crónica asociada con el sobrepeso tienen un 8% menos de probabilidades de estar empleadas el año siguiente. En caso de que tengan un empleo, tienen un 3,4% más de probabilidades de ausentarse o de ser menos productivos. Y los menores de edad están pagando un precio muy alto por la obesidad. Los niños que padecen sobrepeso muestran un menor rendimiento académico, tienen más probabilidades de faltar al colegio y, cuando crecen, tienen menos probabilidades de acabar los estudios de educación superior. Además, muestran una menor satisfacción ante la vida y tienen hasta el triple de probabilidades de sufrir acoso escolar, lo que a su vez puede repercutir en un menor rendimiento académico”, dice el estudio de la OCDE.

Sin embargo, hay organizaciones que se oponen a que las bebidas azucaradas sean gravadas, precisamente por razones económicas. La Federación Nacional de Comerciantes, Fenalco, asegura que con ese impuesto podrían desaparecer 250 mil tiendas de barrio, además de que se pondrían en riesgo 150 mil empleos de la industria de bebidas no alcohólicas.

Un informe del Dane indica además que el nicho de las gaseosas es el de mayor preferencia del consumidor colombiano, al punto que mueve anualmente alrededor de 2.5 billones de pesos, y vende aproximadamente 400 millones de cajas de botellas.

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Pero lo ocurrido en otros países que ya implementaron el impuesto a las bebidas azucaradas es muy distinto a los temores que expresa Fenalco: es cierto que baja el consumo de estos refrescos endulzados, pero aumenta el de sustitutos como el agua embotellada, que también venden las tiendas de barrio y la industria de bebidas.

En Berkeley, California, por ejemplo, el consumo de agua se incrementó en un 63%. En México aumentó la demanda de agua mineral, agua carbonatada y los jugos sin azúcar y leche sin azúcar. En ninguno de los países que adoptó el impuesto hay evidencia de pérdida de empleos o que cerraran las tiendas de barrio.

– Lo que han mostrado los estudios en los países donde ya se cobra el impuesto es que el mismo logra disminuciones en el consumo de estas bebidas perjudiciales para la salud en el corto plazo, un año, a diferencia de la educación nutricional, que tarda hasta dos décadas para lograr transformaciones en los hábitos de los ciudadanos – comenta la economista Martha Janeth Sandoval.

Lo paradójico es que el impuesto que está proponiendo el gobierno colombiano para las bebidas azucaradas no convence ni a quienes se oponen, ni a quienes están a favor de que se graven.

La propuesta del gobierno es aumentar el precio de estas bebidas entre un 5% y un 10%, lo que incrementa su valor en unos $200 por cada litro. Para que un impuesto sea efectivo a la hora de lograr reducciones en el consumo de un producto – lo ha dicho la OMS- se requiere que el aumento del precio sea del 24%, es decir $750 más por cada litro de una bebida azucarada en el caso de Colombia.

– Se necesita un impuesto a las bebidas azucaradas, pero no cualquier impuesto. Hay voluntad política del gobierno para hacerlo, pero hace falta llevar este impuesto a los requerimientos de salud pública en relación a cuál es la tasa que debe hacerse. Y es muy importante que el Congreso haga un debate juicioso que incorpore a todos los actores de la sociedad civil y no solo escuche las voces del empresariado – agrega la economista Martha Janeth Sandoval.

Según una encuesta de Red Papaz, del 62% de los colombianos está de acuerdo con un impuesto a las bebidas azucaradas; el 78% está de acuerdo con la destinación especifica de este impuesto para la prevención de enfermedades crónicas no transmisibles, la financiación al sistema de salud pública y la instalación de bebederos de agua en los colegios; el 97,8% de los encuestados a su vez reportó consumir productos ultraprocesados “por su bajo costo”.

¿Por qué no se recomiendan los jugos caseros?

Los nutricionistas recomiendan comer la fruta como tal, que prepararla en un jugo casero, así no se le eche azúcar.

Todo tiene que ver con la fibra y los minerales. Cuando se cuela el jugo, la fibra de la fruta termina en el colador, se desperdicia.

“En el líquido se concentra el azúcar propio de la fruta. En el zumo de naranja, por ejemplo, lo que se hace es concentrar el azúcar de varias naranjas, y pasa como con la gaseosa: es tanta azúcar al mismo tiempo en el líquido, que la fructosa pasa a la sangre rápido, porque no se utiliza la fibra de la fruta que ayuda a que estos procesos sean más lentos en el organismo”, explica la nutricionista Mercedes Mora Plazas.

¿Qué pasa con las bebidas light o cero azúcar?

Aunque la propuesta de entidades de la sociedad civil es incluir dentro del impuesto a las bebidas con edulcorantes no calóricos añadidos – siguen siendo bebidas ultraprocesadas y que afectan la salud - el gobierno al parecer no las incluirá de momento.

Estas bebidas que se venden como light o cero azúcar, tienen en cambio alto contenido de sal.

Y hay sospechas de que dañan la microbiota, bacterias presente en el intestino fundamentales para la salud.

Se espera que con la exigencia del etiquetado se informe adecuadamente de los contenidos de este tipo de bebidas.