El profesor Néstor Alberto Medina Whitaker apela a una metáfora para describir lo que es hoy Providencia, cuando se cumple un año del paso del huracán Iota, que en la noche del 16 de noviembre de 2020 lanzó al mar las 1787 casas que tenía la isla. Si fuera una planta, dice el profesor, Providencia sería entonces una que apenas comienza a reverdecer después de una larga sequía, pero que aún requerirá de mucho tiempo para florecer.
Unas horas antes, de pie sobre la loma donde hay señal de celular, el industrial Alberto Baiz también conversaba sobre las tonalidades de la isla. El día antes del huracán, es decir el 15 de noviembre de 2020, “todo era verde, con grandes y frondosos árboles, una vegetación resplandeciente, unas islas semejantes a dos gigantes gemas de esmeraldas decoradas por un mar de siete colores”. En la mañana del 17 de noviembre el paisaje era muy distinto.
— ¡No quedó ni un solo árbol con hojas, ni uno solo! Como si hubieran sido consumidos por un incendio provocado por una bomba nuclear – decía Alberto.
Son las 4:00 de la tarde y el profesor Medina recorre su nueva casa, una de las 910 que hasta ahora le ha entregado el gobierno a los damnificados. Con evidente orgullo, describe que las paredes son de concreto y las vigas de acero, con anclajes gruesos y profundos para evitar que un nuevo huracán de categoría cinco, como Iota, haga lo mismo que con su antigua vivienda de madera, donde vivió desde niño: desaparecerla en apenas horas con lo que pudo haber conseguido durante más de 40 años.
— Mi nueva casa es muy cómoda, fresca. Tiene su baño, su cocineta, su lavadero. Aún faltan detalles como una cisterna que se está construyendo, y los canales que me están instalando para recoger agua lluvia en tanques de 2000 litros. Son casas mucho mejores a las que teníamos antes del huracán, hubieran sido muy difíciles de construir por nuestra cuenta debido a lo costoso que es traer los materiales en una isla tan alejada del continente.
La casa del profesor Medina corresponde al tipo de vivienda que, en un principio, el gobierno de Colombia tenía presupuestado entregar en toda la isla: con estructuras de acero, en concreto, robustas para resistir la embestida de los vientos del caribe. El problema que se encontraron los 2200 obreros que hoy trabajan en la reconstrucción de Providencia es que no en todos los lotes caben ese tipo de casas (las más pequeñas son de 85 metros cuadrados y las más grandes de 108) y además, por la irregularidad, no es posible construirlas en todos los terrenos.
La decisión que tomaron los ingenieros la llamaron ‘viviendas ajustadas al lote’. Lo que hacen es aprovechar los cimientos o bases de las casas que arrancó el huracán para construir encima la vivienda en los materiales que elija su propietario, y la mayoría, por la rapidez que eso supone, salir de una carpa lo antes posible, dicen ‘madera’.
— Sin embargo, es un tipo de construcción segura, hecha por personas especializadas. Las viviendas cumplen la normatividad internacional y le garantiza a las personas la seguridad ante los huracanes – asegura Susana Correa, la funcionaria designada por el presidente Iván Duque para la reconstrucción de la isla.
El profesor Medina vuelve a su metáfora. Si Providencia está “reverdeciendo” es porque en definitiva la reconstrucción de la isla, después de meses de retrasos, desorden, promesas que no se cumplieron, “ya se está viendo”. Según las cifras oficiales, el porcentaje de entrega de casas nuevas o reparadas es del 54%, (962 casas, entre nuevas y reparadas, aunque la cifra cambia cada día) y se espera llegar al 70% al final de diciembre.
Eso quiere decir también que un año después del huracán casi la mitad de la población continúa durmiendo en carpas, en contenedores, en casas de amigos o donde puedan. Tienen un temor: si el gobierno logró levantar la mitad de las casas en un año, lo más probable es que en marzo de 2022, la fecha que se trazó para terminar las obras, no alcance a hacerlo. Restan apenas cuatro meses para cumplirse el plazo.
Susana Correa, la gerente de la reconstrucción de Providencia, asegura que cumplirlo es la prioridad. Y aclara que jamás pensaron que sería posible lo que el país entendió después de un discurso del presidente Duque, en el que aseguró que la isla se reconstruiría en 100 días.
Para empezar, todos los materiales, desde una puntilla, deben traerse en barco desde Cartagena. Y en promedio, desde que se compra la puntilla, pasa por las revisiones en muelles, el viaje, la descarga, pueden pasar 25 días.
La isla, además, no contaba con canales de acceso dragados que permitieran el ingreso de barcos de gran calado, por lo que aquello también se debió hacer. Y se construyeron muelles alternos para que los contratistas pudieran agilizar la entrega de suministros en barcazas.
También debieron reforzar los puentes de la isla para que soportaran el peso de las grúas y las volquetas que la recorren a diario.
La pandemia del coronavirus ha sido el otro obstáculo para acelerar los trabajos, según el gobierno. Hay reportes de 150 trabajadores en aislamiento preventivo. Los datos del Ministerio de Salud dicen que son 416 los casos de covid confirmados en la isla desde el inicio de la pandemia, y siete fallecidos. Hace unos días murieron tres patriarcas por covid. Aunque la vacunación en Providencia está en alrededor de un 80%, las autoridades de salud reclaman que se aplique el tercer refuerzo a las personas mayores de 60 ante el nuevo pico.
En el colegio Junín, donde da sus clases el profesor Néstor Alberto Medina Whitaker, hay una decena de alumnos contagiados. Para garantizar el distanciamiento, dividieron a los alumnos en grupos que asisten en distintos horarios. Las clases las ven en el patio, donde se construyeron aulas provisionales, mientras se intervine la estructura del colegio, golpeada por el huracán.
La periodista Amparo Pontón, radicada en la isla, concluyó en sus informes que difunde por Facebook que un año después del Iota, Providencia es embestida “por un huracán de virus”.
El profesor Medina advierte entonces que si algo impide afirmar que la isla ‘florece’ es la crisis de la salud pública. Recuerda que en pleno pico de la pandemia no se ha iniciado la construcción del hospital de segundo nivel que prometió el presidente Duque, ni la reconstrucción del viejo hospital, que en realidad era un puesto de salud. Por ahora los pacientes son atendidos en el hospital de campaña de la Defensa Civil.
— No hay cómo atender un paciente grave porque los servicios de salud son precarios. Cuando una persona se enferma, debe pagar su tiquete y el de un acompañante para ir hasta el hospital de San Andrés. Y con los precios para salir de la isla, se termina de enfermar - dice el profesor.
El hospital de nivel dos tardará en levantarse. El gobierno calcula una inversión de entre $40 mil y $50 mil millones. Por ahora se están terminando los diseños. El plan es empezarlo a construir en 2022. El hospital de campaña se piensa trasladar, mientras, también, se reconstruye el antiguo hospital, con un presupuesto de $8.800 millones donados por empresas y gobiernos extranjeros.
Robert Newball, un pescador de 59 años, añade que la represa de la isla continúa en mantenimiento, “por lo que conseguir agua está duro”. En Providencia se recoge el agua lluvia a través de canales en las casas. Los que aún esperan la suya, como Robert, se anotan en un registro para que los carrotanques los surtan.
Robert se pregunta porqué si ya está próximo a cumplir los 60 años, lo han sacado en tres ocasiones del “listado” de víctimas del Iota a quienes les darán una nueva vivienda. Según el gobierno, las personas de la tercera edad son priorizadas, así como quienes tengan alguna discapacidad física, madres gestantes o lactantes, y las casi 100 personas que continúan durmiendo en carpas.
— Por ahora, después de dormir dentro de un carro con un calor desesperante (no se podía bajar la ventana por los mosquitos), un cambuche y una carpa en la que tampoco se descansaba porque había que levantarse a barrer el agua que entraba por el suelo cuando llovía, estoy donde mi mamá. Pero necesito tener un sitio fijo dónde llegar para pensar con tranquilidad en el proyecto que quiero hacer, que es retomar la pesca. Por ahora sobrevivo. Como un poquito donde un amigo, y donde otro, y así – dice Robert.
Conseguir los alimentos no es tan fácil para todos. Como llegan en barco, los precios son elevados. Una libra de papa puede costar $6.000. El huracán arrasó con los árboles frutales, los mangos, los naranjaleles, las palmas de coco, por lo que el 98% de los alimentos que se consumen, a excepción del pescado, se traen de otros departamentos.
Además, hay una alta demanda de comida y la oferta es limitada. Providencia está llegando al límite de ocupación debido a las 2200 personas que llegaron a levantarla, lo que por otro lado ha reactivado la economía. El turismo estará cerrado hasta la Semana Santa del 2022, entonces los habitantes de la isla se dedican a ofrecer servicios a quienes trabajan en la reconstrucción, desde lavado de ropa hasta almuerzos a domicilio o escapadas al mar los días de descanso para bucear.
El instructor de buceo Malcon Barker menciona un asunto que poco se ha tratado. La noche del huracán aún está muy presente, arraigada, en los habitantes de la isla. Sigue siendo el tema de conversación a diario. Todavía hay personas enfermas y se desconoce las consecuencias del Iota en la salud mental de la población.
– Se ven discusiones entre las familias, pero tal vez es por lo que estamos viviendo: no estamos en la mejor situación con la alimentación, hay mucha gente en la isla, no estamos acostumbrados a ver tantas personas, tantos carros, tanto movimiento, pero con el tiempo sé que eso va a cambiar. Lo que quiero decir es que el huracán cambió la cultura en Providencia. Pero también, hay que decirlo, con la reconstrucción está quedando mucho mejor, mucho más bonita, de lo que era. Las casas que están entregando son mucho mejores a las que teníamos.
Malcon nació en la isla hace 37 años. Aprendió a bucear desde niño. Ahora tiene una escuela: Malcon’s dive shop.
El día antes del huracán, él aún terminaba de construir su casa. Su esposa y su hija viven en Bogotá y el plan de la familia es regresar algún día y para siempre a vivir frente al mar. Ante el anuncio de la llegada de vientos de más de 250 km por hora, amarró el techo, puertas, lo que pudo. Después se fue a pasar la noche en la casa de sus hermanas. Cuando llegó el huracán, hicieron lo que hizo la mayoría para salvarse: se refugiaron en los baños y en las cisternas, los únicos espacios construidos en concreto.
Al siguiente día, en la tarde, cuando Malcon se dirigió a la casa que había construido para recibir a su esposa y a su hija, no vio nada. Ni una puerta, ni una ventana, ni una chapa, nada. Gritó mientra se le escurrían algunas lágrimas.
Los primeros días tras la tragedia dormía en una hamaca. Durante los siguientes 9 meses, en una carpa. Ahora está en un hotel mientras terminan de construir su casa. Es por salud. En su rostro tiene 15 fracturas debido a un accidente de moto, por lo que le está contraindicado recibir sol por mucho tiempo. Por fortuna la reconstrucción de su casa está a punto de finalizar, y Malcon espera que pase lo mismo con su escuela de buceo, también destruida por Iota.
Sin embargo, habla de la paciencia. El mensaje que les transmite en la isla a quienes aún no tienen su vivienda después de un año del huracán es que es imposible que les ayuden a todos al mismo tiempo, “pero a todos, no me cabe duda, nos van a ayudar”.
Obras en San Andrés, retrasadas
Un año después del huracán Iota, los avances de la intervención en San Andrés son mínimos. En total se tiene un registro de 2543 viviendas afectadas. A la fecha se han entregado 74 viviendas nuevas, gracias a las donaciones de empresas como Postobón o Eternit. De las 2469 viviendas que se deben reparar, apenas se han entregado 181, mientras que en 141 los arreglos los han debido hacer sus propietarios.
“La verdad es que nos dedicamos mucho a Providencia y Santa Catalina por el impacto que habían tenido, y dejamos en manos de la Gobernación la ejecución de las obras en San Andrés. Pero ante los retrasos, esta semana volvimos a retomar el control de la situación”, reconoció Susana Correa, directora de Prosperidad Social y Gerente para la Reconstrucción de la Isla de Providencia.