Cali es una ciudad donde la mitad de quienes trabajan son informales: el 48.6%, según las mediciones del Dane. Aunque los economistas aún no se ponen de acuerdo para definir con exactitud qué es la informalidad laboral, y cómo se mide, todas las definiciones y mediciones apuntan a lo mismo: ser informal traduce estar expuesto, vulnerable, con un empleo de mala calidad. También se traduce en miles de personas que no aportan económicamente al sistema de seguridad social, ahorrar para la vejez, tener cierta seguridad para lo que pueda pasar en el futuro.
Para algunas encuestas, entonces, es informal aquel que no cotice salud y pensión. Para el Dane, ser informal es trabajar en empresas de menos de cinco personas, incluyendo sus socios o patrones, lo que las hace vulnerables a eventos externos como la pandemia del coronavirus o los paros. También son considerados informales las personas que trabajan por cuenta propia, los jornaleros, las empleadas del servicio doméstico, los trabajadores sin remuneración, los vendedores ambulantes, los recicladores, incluso los free lance.
Le puede interesar: ¿Qué tipo de empleos hay disponibles en Cali?
En Cali, cálculos del Observatorio Cali Cómo Vamos dicen que son 553 mil las personas que están en esa condición de informalidad, de vulnerabilidad. La brecha, explica Marvin Mendoza, el coordinador del Observatorio, se venía reduciendo de manera lenta pero sostenida entre 2017 y 2019, hasta que llegó la pandemia del coronavirus, los cierres de empresas debido a las cuarentenas.
— En 2019, la tasa de informalidad entre marzo y mayo en Cali se ubicaba en 45.8%. En 2021 es de 48.6%. Es decir: había más gente que se pasaba al sector formal, aunque todavía estábamos hablando de una cifra muy cercana al 50% de informalidad laboral. Cuando llega la pandemia todo se afecta. En Cali empezamos a tener múltiples despidos, lo que hizo que mucha gente tuviera que buscar su sustento en la informalidad.
Entre las 23 principales ciudades del país para el periodo abril – junio de 2021, Cali ocupa el puesto 18 en proporción de población ocupada en informalidad laboral. Donde más hay informalidad es en Cúcuta, con el 68.3%, Riohacha, con el 66.2%, y Sincelejo, con el 66.1%. Le siguen Valledupar, Santa Marta, Armenia, Montería, Cartagena, Florencia, Barranquilla. Por debajo de Cali, es decir ciudades con menos proporción de personas trabajando en la informalidad, están Pereira, Tunja, Bogotá, Medellín y Manizales.
En Cali, la tasa de desempleo mensual registrada en junio de 2021 fue 20,1%; hubo una disminución de 4,2 pps frente al mes anterior (mayo de 2021: 24,3%)
Aunque la informalidad laboral en Cali tiene algunas particularidades. Afecta sobre todo a las mujeres y a los jóvenes, advierte Jhon James Mora , el coordinador del Observatorio Regional del Mercado de Trabajo, Ormet, del Valle del Cauca, y profesor titular de la Universidad Icesi.
Para mayo de 2021, por ejemplo, la tasa de informalidad entre las mujeres que trabajan fue del 59.74% y en los jóvenes, del 61.52 %, es decir que está muy por encima de la tasa general de la ciudad. El informe de juventudes del Observatorio Cali Cómo Vamos agrega otros datos al respecto.
También puede leer: Perspectivas positivas de los empresarios en segundo semestre del año
En Cali y Yumbo habitan 531 mil jóvenes, y 87 de cada 100 viven estratos 1, 2 o 3, lo que da una idea de las condiciones en las que se encuentran; 65 de cada 100 jóvenes viven en estrato 1 y 2.
En 2020, entre los jóvenes que trabajan, el 67.7% no cotizó seguridad social, y entre las mujeres jóvenes con postgrado, la tasa de desempleo fue tres veces más alta que la de los hombres jóvenes con postgrado. Además, apenas 6 de cada 100 jóvenes en Cali y Yumbo alcanzaron títulos universitarios.
Son pistas de una paradoja que viene ocurriendo y de la que poco se habla. Por un lado, en 2021, Cali figura entre las principales ciudades de Colombia que más rápido lograron recuperar los empleos que se perdieron en 2020, el año del inicio de la pandemia del coronavirus. La tasa de desempleo en la ciudad fue de 21,4% en abril-junio 2021, una disminución de 6,3 puntos porcentuales frente a igual trimestre de 2020.
Sin embargo, pese a esa recuperación, la ciudad también registra la tasa de desempleo juvenil más alta entre las 13 ciudades principales del país: 31.2%
Carlos Andrés Pérez, el director de Competitividad de la Cámara de Comercio, explica que la razón de ello, en parte, está en la calidad de la educación que están recibiendo los jóvenes en el departamento.
—El Valle del Cauca tiene la estructura productiva más sofisticada y diversa de Colombia en servicios, la agro industria y la manufactura. Eso demanda cualidades importantes de capital humano en las empresas. Sin embargo, la calidad de la educación que se le está brindando a los niños y jóvenes es muy baja, lo que contrasta con esa sofisticación de la estructura productiva. El Valle no figura entre los primeros 20 departamentos con mejor desempeño en el pilar de calidad de la educación básica y media para el periodo 2020 – 2021, por ejemplo. (Lo superan, entre otros, Vichada, Meta, Arauca, Casanare, Vaupés). A los niños y jóvenes les estamos dando educación de muy mala calidad, y las empresas van a seguir creciendo, pero con gente que llega de otras regiones que sí tienen las capacidades para vincularse a estas dinámicas productivas. Cali y el Valle viven un auge en la instalación de empresas de capital extranjero que buscan población joven con habilidades especiales en bilingüismo, prestación de servicios de soporte de tecnología y desarrollo de software, pero se requiere que los jóvenes estén preparados para vincularlos a estas posibilidades de empleo formal.
Entre las principales ciudades y áreas metropolitanas del país, Cali registró la mayor tasa de desempleo juvenil (31,2%) en abril-junio 2021.
El profesor de la Universidad del Rosario, Juan Carlos Guataquí, en una investigación sobre informalidad laboral elaborada por el Observatorio de Políticas Públicas, Polis, de la Universidad Icesi, escribe a propósito que entre más bajo sea el nivel educativo de las personas, mayor será la incidencia de la informalidad laboral, que se ubica en niveles cercanos al 90% entre individuos con ningún nivel educativo; se reduce al 80% entre quienes hicieron la primaria; al 60% entre quienes tiene bachillerato; al 25% entre quienes tienen educación superior, aunque una de cada cuatro personas ocupadas que tiene educación superior, tiene un empleo informal.
En el mismo estudio de Polis, Eduardo Lora, investigador asociado del Centro de Desarrollo Internacional de la Universidad de Harvard, agrega que las “tasas de informalidad tan elevadas implican que en las ciudades colombianas, incluso las más grandes, se desperdicien las posibilidades productivas de la gente (al tener que rebuscarse el sustento en lo que pueden y no en lo que saben). Para que una ciudad se haga más rica, se debe encontrar la fórmula para reducir la informalidad”.
Y continúa: “los costos laborales son una razón marginal para explicar la magnitud de la informalidad. De hecho, la informalidad es muy baja en países desarrollados, donde cada año agregan páginas a los códigos tributarios. Para que haya empleo formal la fórmula no es reducir costos laborales, sino facilitar el desarrollo de aquellos sectores productivos que puedan aprovechar la experiencia laboral y las capacidades productivas que ya tiene la gente, y que puedan contribuir al desarrollo de nuevas capacidades. Las empresas prosperan en las ciudades más grandes no tanto por el tamaño del mercado, sino porque allí encuentran la diversidad de trabajadores que necesitan”.
Y es lo que no está ocurriendo en Cali.
***
En todo caso, la pandemia del coronavirus, la calidad de la educación y las limitadas posibilidades de acceder a ella, no es lo único que explica la alta tasa de informalidad laboral en la ciudad. Julio César Alonso, director del Centro de Investigación en Economía y Finanzas, Cienfi, de la Universidad Icesi, comenta que esas tasas de informalidad cercanas al 50% también están diciendo que en el aparato productivo de Cali no solamente tienen predominancia las grandes empresas, sino también las micro y pequeñas, de menos de cinco empleados, que las hace más inestables y vulnerables a situaciones externas como las cuarentenas o los paros: las peluquerías de barrio, las misceláneas, el puesto de arepas o de empanadas.
Lina Martínez, directora de Polis, explica que el informal es, de hecho, el gran sector que mueve la economía de Cali.
— No es un sector marginal. Los pequeños negocios donde sus trabajadores no pagan la seguridad social son los que generan el grueso de los trabajos en Cali. Por eso desde Polis insistimos: la informalidad no es un sector minoritario; es EL sector económico de Cali. Y nos preocupa que de este sector económico se conozca tan poco. Sí es posible saber con exactitud cuántos empleos formales desaparecieron en el último año, o cuántas empresas accedieron a beneficios del gobierno en la pandemia, hay registros del mercado formal a través de las Cámaras de Comercio pero, ¿qué sabemos de la informalidad? No hay datos confiables. Y no tener información sobre la informalidad es un problema grandísimo porque es no saber cómo intervenirla.
Que la mitad de la economía de una ciudad sea informal genera enormes problemas. Por un lado, como ya se dijo, aquello se traduce en miles de personas, 553 mil en el caso de Cali, que no solo no tienen asegurados ingresos para la vejez porque no cotizan a pensión, sino que no aportan recursos al sistema de salud, por lo que el Estado debe subsidiar su atención.
— La informalidad a la larga implica contar con menos recursos para educación, infraestructura, porque se debe destinar gasto público a garantizar la atención en salud de las personas que no hacen sus aportes al sistema de salud. Además, la informalidad representa más personas con menores ingresos en sus casas, lo que limita el consumo. Es un círculo vicioso del cuál es difícil de salir – dice Julio César Alonso, el director del Centro de Investigación en Economía y Finanzas, Cienfi, de la Icesi.
Jhon James Mora, coordinador del Observatorio Regional del Mercado de Trabajo, Ormet, agrega que una tasa alta de informalidad como le sucede a Cali tiene repercusión en el crecimiento económico de la ciudad, la condena a la pobreza.
—Para superarlo, se necesitan políticas a nivel nacional que implique revisar el subsidio al desempleo y aproximarnos a los modelos europeos, donde al trabajador se le paga un porcentaje (80%) de su salario durante los tres primeros meses de desempleo e irlo reduciendo. El sistema que tenemos ahora no sirve para reducir la transición de la formalidad a informalidad cuando hay despidos. Por otro lado, se necesita mejorar los canales de acceso a la información de las vacantes, y apoyo a las empresas con menos de tres trabajadores. Igualmente se requieren recursos adicionales locales a los brindados por el Programa de Apoyo al Empleo Formal, PAEF, - dice Jhon James.
En la discusión de cómo salir de la informalidad laboral, Carlos Andrés Pérez, el director de Competitividad de la Cámara de Comercio, insiste en que es clave que los procesos de formación para el trabajo se diseñen de manera adecuada.
Cali y el Valle requieren un plan de corto, mediano y largo plazo, para que la población joven acceda a procesos de formación en las áreas que requieren las empresas, y reducir con ello la tasa de desempleo juvenil, sobre todo por lo que se tiene pronosticado para los próximos meses: la consolidación de un crecimiento económico en el departamento.
— Entre más trabajadores formales existan en las empresas medianas, grandes y pequeñas, más capacidad de consumo se va a tener, lo que a su vez permite soportar la operación de micro y pequeñas empresas especializadas en el comercio, servicios o la manufactura de bienes. Por eso es muy importante también tener en cuenta que una condición necesaria para alcanzar la formalidad laboral es promover la formalidad empresarial. Desde la Cámara de Comercio trabajamos con micro y pequeñas empresas, para acompañarlas en su camino hacia el crecimiento, lo que a su vez lleva a la formalización. Uno de los beneficios de la formalización de las empresas es la formalización de sus trabajadores.
Lina Martínez, la directora de Polis, insiste sin embargo en que, para reducir la informalidad laboral, el primer reto de Cali es conocer la dimensión del animal que se enfrenta.
— Desde Polis hemos hecho todo lo que está en nuestras manos para acercarnos a la Administración y abordar la informalidad laboral, pero al parecer es un tema que el gobierno de Cali no entiende. Se tiene la conciencia de que es un asunto muy serio, pero nadie sabe cómo coger el animal. Y en política pública, cuando los gobernantes no saben coger el animal, lo dejan como está. Es lo que siento: que la administración pública no tiene un entendimiento de la dimensión del fenómeno con el que están lidiando. Esto requiere una integración de todos. Políticas nacionales, locales, la creación de una Cámara de Comercio local de los informales para entender cómo operan, hacer un diagnóstico. Cerrar la brecha de la informalidad laboral es un reto que pasa por lo nacional, pero a nivel local se pueden hacer muchas cosas, empezando por conocer el tamaño del ‘monstruo’.
“Vendedores informales de la ciudad requieren atención urgente”: Polis
El Observatorio de Políticas Públicas, Polis, de la Universidad Icesi, dio a conocer su más reciente estudio sobre los vendedores en el espacio público de Cali, una de las ‘caras’ más visibles de la informalidad, y uno de los grupos poblacionales y económicos más vulnerables a las cuarentenas y restricciones que obligó la pandemia del coronavirus y el paro nacional.
En Cali, según un estudio de la Alcaldía en 2019, son diez mil los vendedores en las calles. Tras la pandemia, y el aumento de la informalidad, lo más probable es que ese número haya aumentado. Pero se conoce poco más.
“La carencia de información técnica sobre los vendedores en el espacio público, en una crisis como la actual, ha sido una limitante para realizar intervenciones focalizadas y, por ende, la vulnerabilidad de este grupo ante las circunstancias es cada vez más crítica”, dice el estudio de Polis.
Entre los resultados, se encontró que los vendedores informales de Cali son una población que cada vez se acerca más a la vejez. El 36% y el 27% de las mujeres y los hombres respectivamente superan la edad de pensión, y el 90% de la población dentro de ese rango de edad no cotizan ni a salud ni a pensión, lo que los hace vulnerables.
De otro lado, el 22% de los vendedores que tienen hijos en edad escolar afirmaron que sus hijos abandonaron el colegio durante la pandemia, debido a que no tenían acceso a la educación virtual.
Uno de los hallazgos más preocupantes tiene que ver con la disminución de sus ingresos. “En años anteriores, los vendedores del Centro, Santa Helena y el MÍO, devengaban ganancias superiores a un mínimo o, al menos, próximas a este valor, pero actualmente, sus ingresos equivalen al 55% de un salario mínimo”.
Además, el 33% de los vendedores del espacio público de Cali perciben ganancias inferiores a la línea de pobreza: $331.688. “La intervención gubernamental para esta población es urgente con el fin de evitar que su calidad de vida y la de sus familias se vea cada vez más deteriorada”, concluye Polis.