Es un amigo de infancia. Después de graduarse del colegio, en Cali, viajó a Estados Unidos donde obtuvo la residencia y se vinculó al Ejército estadounidense. Estuvo en Kuwait. En el chat me dice que puede hablarme de lo que acaba de ocurrir en Afganistán, la retoma del poder por parte de los talibanes, pero sin publicar su nombre. Los soldados del Ejército estadounidense, incluso los retirados, deben pedir permiso para hablar con los periodistas.
Bajo esa condición me cuenta que la moral de sus compañeros que combatieron en Afganistán durante dos décadas está por el piso.
— Se sienten derrotados. Sacrificaron amigos, partes de su cuerpo algunos, navidades y cumpleaños de su familia, de sus hijos, para que en apenas horas los talibanes ocuparan Kabul. El comentario entre los soldados es que 20 años de guerra en Afganistán sirvieron para tres cosas: mierda, mierda y mierda. Y la cuarta, es que no hubo un ataque terrorista grande en USA.
Si el Ejército afgano se entregó tan fácil, agrega, se debe a que no eran pocos los miembros que jugaban “a dos bandas”: simpatizaban con los talibanes. También estos les pagaban o amenazaban a sus familias para que se infiltraran en las bases estadounidenses con el disfraz de miembros de las Fuerzas Militares afganas y cometieran atentados.
— En una ocasión un integrante del Ejército afgano entró, en tarritos de tabaco, lo que necesitaba para fabricar un artefacto explosivo improvisado. Mató a dos soldados de una base americana. Le habían dado acceso porque trabajaba en el comedor. En Afganistán cualquiera podría ser el enemigo.
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El ambiente en las bases ahora es de preocupación, continúa escribiendo. Sobre todo porque el presidente Joe Biden, tras la orden de retirada, dijo más o menos: “agarren lo que puedan y salgan del país”. Así que no son pocas las armas que se quedaron, ahora en manos de los talibanes. Desde fusiles, hasta munición, vehículos y helicópteros.
— Parte de los equipos que se quedaron en Afganistán son considerados ‘objetos sensibles’. Por ejemplo, los lentes de mira en la oscuridad. Los llaman ‘sensitive ítems’ porque es tecnología militar de punta que, si cae en manos de enemigos, pueden usarlos en contra nuestra. Así que en este aspecto también vamos mal.
La Casa Blanca reconoció que los talibanes se quedaron con una cantidad generosa de equipo militar del Ejército estadounidense. Incluso un helicóptero UH-60 Black Hawk. “No tenemos todos los detalles de dónde ha ido a parar cada artículo del material de defensa. Pero una buena parte ha caído en manos de los talibanes. No creemos que nos los vayan a devolver fácilmente”, dijo Jack Sullivan, consejero de seguridad nacional de la Casa Blanca.
Un informe de Los Ángeles Times cita a Linda Bilmes, de la Universidad de Harvard, y el proyecto Costos de la Guerra de la Universidad Brown, que evaluaron los costos humanos y económicos del conflicto en Afganistán.
Según la investigación, 2448 miembros de las fuerzas estadounidenses murieron en suelo afgano; 3846 contratistas; 66.000 militares y policías afganos; 1145 soldados de la Otán y países miembros. También murieron 47.245 civiles afganos, 51.191 combatientes del Talibán, 444 trabajadores humanitarios, 72 periodistas. Se calcula que entre las guerras de Afganistán e Irak, Estados Unidos invirtió 2 billones de dólares.
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Óscar Palma es profesor de la Facultad de Estudios Internacionales, Políticos y Urbanos de la Universidad del Rosario. Para entender el origen de la guerra de Afganistán, comenta, hay que devolverse 42 años, cuando, el 27 de diciembre de 1979, la Unión Soviética invadió al país, supuestamente para protegerlo “de los invasores de Occidente”. Eran los años de la Guerra Fría entre URSS y Estados Unidos.
Diez años después, y con el apoyo de EE.UU., los afganos derrotaron a los soviéticos, que pretendieron implantar un Estado ateo en una sociedad donde el islam es el centro de todo. También había cristianismo, una minoría, pero los soviéticos cerraron las iglesias. Si no lograron cerrar las mezquitas del islam fue porque eran demasiadas, dice la antropóloga y escritora colombiana Karonlains Alarcón Forero (Tolima, 1984), quien es musulmana (se convirtió al Islam hace 12 años) y estudió ciencias islámicas en Egipto.
En el contexto de la Guerra Fría, entonces, Estados Unidos entrenó y financió a los guerreros muyahidines (persona que hace la yihad, es decir, alguien que lucha por su fe), y lideró un movimiento anticomunista para derrocar a los soviéticos de Afganistán. Entre los combatientes estaba quien sería años más tarde uno de sus más grandes enemigos: Osama Bin Laden, fundador de Al Qaeda. También, entre los muyahidines, estaban los talibanes, que en lengua pastún significa ‘estudiantes’. Era un movimiento estudiantil que se sumó a la lucha contra los soviéticos.
A finales de los 90, cuando en Afganistán no se había implantado la 'sharía' o las leyes islámicas, Mohamed Omar, fundador del Talibán, se tomó el poder. Lo logró en 1996, al ocupar Kabul. Enseguida impuso una serie de restricciones entre los afganos.
Según la Asociación Revolucionaria de Mujeres de Afganistán (RAWA), las mujeres en la época tenían prohibido salir de su casa a no ser que estuvieran acompañadas de un pariente cercano, que debía ser hombre. No podían tratar con comerciantes hombres, ni ser atendidas por médicos varones; no podían estudiar ni en escuelas o universidades. Las escuelas para niñas fueron convertidas en seminarios religiosos. Tampoco podían usar cosméticos, salir en televisión, practicar deportes, andar en moto, salir a un balcón, publicar fotografías de mujeres en periódicos o libros.
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A los hombres les exigían tener barba. Quien apenas le saliera dos o tres pelos en la cara debía ponerse barbas postizas. Los talibanes de finales de los 90 practicaban el islam sunita, la vertiente que se práctica en el 90 % del mundo islámico, pero con una ideología o escuela de pensamiento fundamentalista.
La antropóloga Karonlains Alarcón Forero explica que lo que hacían era semejante a lo que realizaron los seguidores del Ku Klux Klan, quienes, fundamentados en la Biblia, promovieron la violencia, el racismo y la xenofobia.
— Así como el Ku Klux Klan no representa a los cristianos, los talibanes no representan a los musulmanes.
El régimen talibán de finales de los 90, que hasta ordenó explotar los Budas de Bamiyan, dos estatuas monumentales ubicadas sobre un acantilado a 230 kilómetros de Kabul construidas en los siglos V o VI, comenzó a desmoronarse con el ataque a las Torres Gemelas de Nueva York por parte de Al Qaeda el 11 de septiembre de 2001 (aunque todavía hay teorías conspirativas que lo desmienten).
Como respuesta, EE.UU invadió a Afganistán, el refugio de la organización terrorista. El 2 de mayo de 2011, durante la presidencia de Barack Obama, las fuerzas militares estadounidenses acabaron con la vida de Osama Bin Laden.
La guerra terminó 20 años después, el pasado domingo 15 de agosto de 2021, con la caída de Kabul en manos, de nuevo, de los talibanes, tras la retirada sostenida de las tropas estadounidense y la fácil rendición del Ejército afgano.
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Estados Unidos, explica el profesor Óscar Palma, no logró el objetivo de establecer un Estado central en Afganistán porque la organización del país es muy distinta a la de occidente. Es una nación de multitud de etnias, idiomas, una patria de patrias tribales, con poderes muy pequeños locales, por lo que en la práctica nunca ha existido un Estado central.
Ahora la pregunta que el mundo se hace es qué ocurrirá con los talibanes en el poder.
— Durante estos 20 años de conflicto hubo un debilitamiento de Al Qaeda con la intervención de Estados Unidos en territorio afgano, que logró reducir sus redes. Sin embargo, nunca se han dado unas declaraciones o una ruptura oficial entre los talibanes y Al Qaeda. No sabemos hasta qué punto el regreso del movimiento talibán al poder va a permitir el florecimiento de esas redes de terrorismo transnacionales que existieron a finales de los 90. Es uno de los escenarios posibles, aunque lo que dicen los talibanes en esta nueva etapa, y tiene cierta lógica, (necesitan la aprobación del mundo, una legitimación interna), es que su gobierno será distinto al de los años 90. En la rueda de prensa que ofreció su portavoz hablaba de una amnistía para quienes apoyaron a los estadounidenses, un respeto a los derechos de la mujer, el mensaje de que no quieren entrar en conflicto con nadie. Pero aún es temprano para saber si van a seguir esa conducta o si vamos a ver al talibán de siempre – dice el profesor Palma.
Amer Hassan es el Shehj, o líder de la mezquita An – Nur ubicada en el barrio Miraflores de Cali. Nació en Egipto hace 39 años, y desde niño practica el islam. La mezquita se fundó en 2006 con un grupo de cinco caleños musulmanes. Al principio se reunían en un restaurante. Después debieron alquilar casas para los encuentros. Entre caleños y extranjeros, la congregación llega a unas 500 personas.
Amer dice que es cierto que cuando los talibanes gobernaron a finales de los 90 impusieron una ideología extremista. Pero también, advierte, en Occidente se han divulgado demasiadas noticias falsas al respecto. En alguna ocasión leyó que los talibanes le amputaban los dedos a la mujer si se pintaba las uñas, “lo que no es cierto”.
— Algo que se debe tener en cuenta es que los que talibanes que estuvieron en el poder desde 1996 hasta 2001 eran unos jovencitos. No tenían experiencia para gobernar. Y de repente se encontraron gobernando un país estratégico. Ahora han evolucionado. Los talibanes de 2021 hicieron cambios en sus ideologías. Por eso se espera un gobierno diferente. Y no son pocos los musulmanes en el mundo que están contentos con la salida de los estadounidenses de Afganistán. Eran invasores y cometieron muchos crímenes. Fue un desastre para el pueblo afgano. El mundo debe dejar que los pueblos vivan de acuerdo a las creencias que eligieron – dice Amer.
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La antropóloga musulmana Karonlains Alarcón no está contenta con la salida de Estados Unidos de Afganistán por lo que eso puede representar para la mujer. Y en el resto del mundo, incluido Colombia – ya le ha sucedido – las musulmanas deben volver a responder las mismas preguntas de siempre y eso la agota. Preguntas como si puede trabajar – tiene, con su esposo, una editorial de textos islámicos, Máktaba,– o si puede estudiar (cursa la maestría de escrituras creativas en la Universidad central).
— Todo eso nos golpea en especial a las musulmanas porque somos más visibles por nuestro Hiyab o velo y tenemos que ponernos a defendernos y explicar de nuevo nuestra religión y estilo de vida. Es complicado. Ya habíamos avanzado en eso, por lo menos en Colombia. Pero personalmente no estoy feliz con la llegada de los talibanes al poder. El problema es que no hay otra opción. Los afganos estaban mal bajo el gobierno títere de Estados Unidos, entonces, me alegra que al menos los afganos estén siendo gobernados por afganos. Y eso puede generar unos cambios en la estructura social. Yo si espero que este segundo gobierno talibán sea menos extremista, que no sean misóginos, y que puedan generar algo bueno para el pueblo afgano que al final es el que está metido en el zaperoco. Los talibanes, en su lucha en las zonas rurales, han tenido 20 años para interactuar con la población. Afganistán es un país sin industria, pobre en la zona rural, entonces suponemos que todo este recorrido por el campo ha contribuido a que los talibanes hayan escuchado las quejas de los afganos y eso da un rayo de esperanza para que no repitan estas normas extremistas. Pero tenemos que tener los ojos puestos en Afganistán para que no cierren a la población y la repriman.
Édgar Varela, el rector de la Universidad del Valle y quien ha estudiado el conflicto en Afganistán, considera que el regreso al poder de los talibanes deja un aprendizaje para quienes todavía proponen que EE.UU. intervenga en Venezuela.
— La lección que deja la toma de Kabul por los talibanes es que nunca ha sido una buena idea invadir u ocupar un país de forma indefinida. Eso es colonialismo.
El profesor Óscar Palma, de la Universidad del Rosario, agrega que, para el caso de Colombia, las consecuencias de la retoma del poder de los talibanes serían muy remotas. La política exterior del país no tiene un interés enfocado hacia medio oriente. Lo que sí puede pasar es que se generen perturbaciones en occidente: como que Estados Unidos le dé mayor prioridad a Afganistán, y reduzca su atención en los problemas de América, un escenario todavía lejano. Y, en caso de un renacimiento de las redes del terrorismo, Latinoamérica podría estar en el blanco. Pero también es un escenario poco probable.