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Con las clases de zumba del 'profe' Andrés, los parques de Cali se llenan de energía y sabor

Una clase de zumba en el Parque del Ingenio atrapa cada vez más seguidores. Los alumnos ya están superando al maestro. Multiplicadores de vida.

10 de julio de 2016 Por: Isabel Peláez R. | Reportera de El País

Una clase de zumba en el Parque del Ingenio atrapa cada vez más seguidores. Los alumnos ya están superando al maestro. Multiplicadores de vida.

Viviana Martínez tenía 25 kilos de sobrepeso cuando llegó hace cuatro años  al Parque del Ingenio. Durante ese tiempo no faltó ni un día a las clases de zumba de  Andrés Lerma, un   bailarín  de Buenavenaventura con unos músculos tan impactantes como su energía y su sonrisa.

Viviana siempre está en primera fila entre ese público cautivo que tiene este personaje  tan carismático como disciplinado. Unas  100 personas acuden a  las clases de día y 150 a las de la noche; aún en los fines de semana cuenta con 120 asistentes. 

Entre los más constantes ha estado justamente ella, Viviana, a la que el  ‘profe’ ahora  llama ‘su alumna VIP’ o ‘Number one’: “Bonito-bonito, no bailaba; me fueron puliendo y  lo hago con mucha fuerza. Eso me ayudó”, recuerda hoy día ella, con un cuerpo escultural. Nadie cree que detrás   haya quedado una mujer   obesa  que fue un  tronco para tirar paso. 

“Bailaba más un poste que ella, pero lo hacía todos los días. Era de verdad obesa. Al mes  de estar en zumba, no solo había bajado varios kilos, sino que su autoestima cambió, su ánimo y hasta su forma de hablar”,  cuentan     Andrés y su blanca sonrisa.

Él lidera el grupo Rumba y Salud, integrado por 20  alumnos que ya se certificaron como instructores, o multiplicadores, de su proceso. En todo Cali hay   unos 60 instructores de zumba. “Uno no se imagina que haya tantos alumnos que quieran ser instructores; algunos me dicen que los he inspirado a certificarse, que no saben a qué hora se volvieron maestros”, dice.

Entre quienes siguieron esos pasos también está Viviana:   “Andrés nos ha inyectado  esa pasión por el baile y por enseñar. Tanto así que varios  nos certificamos en mayo como instructores. Siempre me están preguntando cómo adelgacé y al ver nuestros testimonios,  cada vez llegan más al parque. De esto nadie deserta”.

Ella, entonces, ha sido testigo del cambio de muchos: “Hay personas que llegaron tomando antidepresivos y ya  no los necesitan. La zumba es antiestresante,  divertida,  no necesitas ser gran bailarín, solo tener la disposición  de divertirte”.

Es el caso de una señora que estaba pasando por una depresión profunda y abordó  al final de la clase a Andrés  para regalarle unas palabras que él no olvida: “Muchas gracias profe. Yo he tenido mucha depresión estos días y el verte bailar me llenó de tanta alegría. Con esa pasión que transmites, me cambiaste en un momentico el ánimo”. El ‘profe’ dice que cosas como esa le dan más ganas de seguir trabajando.  

Por eso no se da el lujo de descansar. “Siempre quiero ir a trabajar, poco de lo contrario me enfermo.  Mantengo  un estado físico muy bueno y vivo feliz porque hago lo que me apasiona. Y agradecido de  ayudar a tanta gente”, confiesa el hombre, de unos treinta y tantos años, que llegó al Parque del Ingenio hace unos cinco.

“Empecé con dos personas que se convirtieron en un gran apoyo y se fueron multiplicando a lo que somos hoy por hoy”, relata quien a los 18 años desertó de estudiar Ingeniería Topográfica en la Universidad del Valle, motivado por   el baile, que de  pasión, pasó a ser su  oficio y su vida. 

Así que un día se le ocurrió dar clases al aire libre de rumba y luego se certificó en zumba, disciplina que no discrimina edades  ni condiciones sociales: “Aquí puede bailar el niño,  el adulto mayor, el negro, el blanco, el que tiene, el que no tiene...”

Las clases a ritmo de salsa, samba, bachata, reguetón, salsa choke,  música árabe, entre otros ritmos,  tienen un costo voluntario de dos mil pesos, aunque hay gente que insiste en pagar un poco más porque se siente agradecida con los resultados y la diversión, que es mucha,  en una hora y media de clase.

Muchos asistentes ven todo como un show; para  otros es  un concierto; para todos, una rumba saludable en la que se pueden tocar  congas y timbal y, de paso, quemar de 800 a 1000 calorías. “Para bailar cada género musical te debes mover de diferente forma; incluso partes del cuerpo que uno a diario no mueve, no hay  ningún músculo que no se trabaje, hasta el alma la  ejercitas”, dice Andrés.

Él recuerda otro  caso de una señora que después de tres meses de ir a sus clases, le dijo: “Ustedes me  cambiaron la vida. Yo acababa de salir de un cáncer de mama, de muchas quimio, y me ponía muy triste cuando el médico me decía que no podía venir a bailar; cuando lo hacía  sentía cambios en mi cuerpo y en mi vida”.

Otra mujer,  que padecía diabetes, le dijo que desde que empezó su clase le habían mermado las dosis de insulina, porque con la adrenalina que él le inyectaba a  diario se sentía motivada, saludable y feliz.  “Me sorprendió. Uno qué se va a imaginar  que puede cambiarle la vida a una persona bailando, y haciendo,  su trabajo con amor y  preparación...”

[[nid:554248;http://contenidos.elpais.com.co/elpais/sites/default/files/imagecache/270x/2016/07/zumbacorrinche.jpg;left;{María Angélica Barreto, Angie Villalba y Viviana Martínez son replicadoras del proceso de Andrés Lerma. Sus cuerpos, su ánimo y su salud lo dicen todo.Foto: Anthony Bocanegra | Especial para El País.}]]

La comunicadora social Angie Villalba cuenta que llegó al Parque del Ingenio en  2013: “El profe vio mi pasión por el baile y  me dijo que me capacitara.  Inicié  ayudándole  y  estoy certificada hace dos años como instructora de zumba”. Así se curó de sus  alergias. “Estaba en un tratamiento médico, pero con la zumba no tuve que volver a la EPS. Te sientes y te ves bien por dentro y por fuera. Tu salud física, emocional y mental se equilibran”.

María Angélica Barreto Sánz también forma parte del “corrinche” de Andrés, como  llama él su grupo más cercano. Esta periodista caleña, exporrista y bailarina de danzas, llegó a las clases en el Ingenio hace cuatro años,  se vinculó a la aerorrumba y luego a la zumba, disciplina creada y patentada por el colombiano Beto Pérez: “La  rutina de baile  se convierte en un  ejercicio fitness, pensado para fortalecimiento de los músculos y un  trabajo  focalizado hacia una meta”. 

Tanto Andrés como Angie fueron de los primeros instructores de zumba en Cali. A ellos se unieron músicos, contadores, administradores de empresas, comunicadores, empresarios, que se certificaron como maestros.

Ellos ahora comparten la tarima con este personaje  que ha hecho que toda una ciudad se contagie con la zumba. La fiebre se ha expandido a centros comerciales,  parques, empresas e incluso otros países, donde Andrés se prepara para   llevar todo el sabor de su ‘corrinche’.

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