Diez años son un suspiro: torero Luis Bolívar
Ha pasado ya una década desde que el matador caleño tomó la alternativa en España. Luis evoca aquella tarde en Valencia, que pudo terminar en tragedia. Tendrá dos corridas en Cali.
Ha pasado ya una década desde que el matador caleño tomó la alternativa en España. Luis evoca aquella tarde en Valencia, que pudo terminar en tragedia. Tendrá dos corridas en Cali.
Hace diez años, la ilusión de Luis Bolívar de marcharse a hombros en una plaza de primera categoría de España, tras recibir la alternativa, terminó en la enfermería. Navideño, un toro de Montalvo, lo cogió y lo puso en manos de los cirujanos, mientras la ovación de la gente se perdía en el cielo azul de Valencia.Desde su casa a las afueras de Madrid, el torero que lleva a Cali como emblema habló con El País. Luis devuelve la cinta de sus propios recuerdos para hacer un paralelo entre dos momentos: aquel de quien quería ser y este otro, el hombre que ahora mismo enseña la madurez que dan los años y los toros.¿Cómo evoca ese día de la alternativa, 24 de julio de 2004? ¿Qué sentimientos rondan el recuerdo de una fecha de todas maneras inolvidable?Un día duro. Incluso desde antes del paseíllo. Muchos toros devueltos, hasta el punto de que la corrida estuvo cerca de no darse. Y luego de ese instante sin igual en que Julián López, a quien por entonces le hacían la guerra algunos sectores, me concede la alternativa, con César Jiménez como testigo. Tengo en mi mente, cómo no, las dificultades de un toro que apretaba para las tablas e impedía cualquier lucimiento. Entré por derecho a matar y me cazó Han pasado diez años que, frente a los toros bravos, son muchos Muchas horas, semanas, meses, años de recorrido. De jugarse la vida, porque aquí se muere de verdad. Años de trabajo y de buscar madurar. Sin duda, hay un abismo entre ese muchacho de 19 años que toma la alternativa y quien ahora habla desde el oficio que dan las tardes.No es fácil, en medio de altas y bajas, una década de vigencia, menos en estos tiempos El toreo se parece mucho a la vida. Es bonito sentir que muchos de los propósitos se van cumpliendo. Además, soy un privilegiado. Estoy activo, vivo de mi profesión y vivo como soñé vivir. Pero eso mismo estimula a seguir adelante, a no desfallecer.¿Y qué recuerda del antes de la alternativa, de los comienzos? Tuve la inmensa fortuna de vivir una gran etapa como novillero. En 2003 había triunfado en casi todas las plazas importantes de España. Desde Madrid hasta Pamplona, pasando por Sevilla, Bilbao, Málaga, Valencia, y en esa Francia tan taurina y tan especial. Usted tiene un sello aparte del de Cali, el de Victorino, esa ganadería fundamental en su formación y, ahora mismo, en su presente La casa Victorino es, como Cali, mi casa. No me alcanzan las palabras para agradecerle a Victorino Martín, y todos los suyos, lo que han hecho por mí. Todos saben cómo me abrieron sus puertas, pero no conocen, por ejemplo, la forma como él se dedicó a cuidarme durante la larga convalecencia fruto de la cornada aquella. Él me dio su hombro en esa oportunidad y en muchas más. Hay un vínculo imposible de romper. ¿Cuántas tardes con los toros de Victorino en los carteles?Con los de este año en Santander y Bilbao llegamos a las 50. Cincuenta corridas de Victorino tienen tela y no hay muchos casos similares.Quédese con un victorino...Bombero. Lo lidié en Santander en 2006. Ese año no teníamos sino esa tarde y otra en Bilbao. Victorino sube a mi habitación y me dice: Luis, como no sea esta, vas a tener que irte a trabajar en la finca. Lo cuajé, triunfé en la feria y muchas cosas cambiaron.Aparte de la faena a ese Bombero, ¿cuáles tres episodios elige en estos diez años?Una, la de la oreja que le corté a un toro de Las Ramblas en San Isidro en 2009. Sigo creyendo que era de dos. La otra, la del toro de Palha, en esa misma plaza. Si hubiese rematado bien aquello, la vida me habría cambiado mucho antes. Y la tercera, una en Málaga, a un ejemplar de El Pilar, en tarde en la que alterné con José Tomás.En estos diez años, mucha gente y muchos toros han pasado delante .Con todos he aprendido algo. Hoy tengo más mundo. Agradezco las lecciones que me da la vida. Tengo más oficio y al mismo tiempo sé más sobre la lealtad. He vivido la dureza de la profesión. Tengo más conocimiento de muchas cosas, esa mismo conocimiento que me sirve para tomar decisiones. Ya lo decía, el toreo es como la vida.Y en medio de todo, una ciudad: CaliMás que una ciudad, un oasis o un paraíso. Cuando me iba, o me voy, a la puerta de chiqueros significaba en algo ese compromiso con Cali, con su afición, esa que va a verme y a apoyarme. Cali sigue creciendo como centro urbano, sin dejar de querer esta fiesta, con su feria se impone a quienes quieren coartar la libertad y el derecho a disfrutar de una herencia que nos dejaron los mayores.A propósito, el costo de diez años de actividad no debe ser poco en el seno familiar Cuando uno se mete en eso, arrastra a su familia. No es fácil para uno, pero es menos fácil para ellos. Están al lado de uno en los éxitos, pero más están en la soledad de las derrotas, de los percances, de las situaciones complejas que debemos afrontar quienes mantenemos viva esta tradición.¿Cuáles maestros le han marcado este camino? Mucha gente me ha apoyado, pero en ese plan de maestros armo mi propia trinidad. Comienzo por el maestro Enrique Calvo. Cuando me levanto a entrenar, a prepararme, recuerdo cada una de sus palabras, de sus sabias enseñanzas. Por supuesto, Victorino. Y el tercero, el maestro César Rincón. Tuve la enorme suerte de coincidir con él en el tiempo, de alternar en mano a mano con un torero de los iluminados, como lo ha sido él.¿Cuál es el momento actual, diez años después de ese día soñado?De disfrute, de paz interior, de tranquilidad. Los años no vienen solos. Todos vivimos la juventud a plenitud y, luego, comenzamos a entrar en la esquiva madurez. Algunos la encuentran más rápido y eso, en el toro, significa la posibilidad de tocar pronto ese cielo que todos anhelamos, el que arropa a las figuras.¿Los riesgos para la fiesta?Muchos, pero en especial esos tan en boga hoy: el uso politiquero del asunto taurino y la intolerancia. Ahí está el caso de la administración de Bogotá, que, incluso, ni siquiera garantiza el derecho a la protesta de esos valientes novilleros, a quienes extremistas han atacado de manera feroz por el simple derecho de defender nuestros derechos con una pacífica huelga de hambre. A propósito de novilleros, usted ha anunciado que este año premiará a los mejores Sí, voy a entregar capotes y muletas a los mejores en esas suertes en el ciclo preferia de Cali, al igual que a los más destacados de las novilladas oficiales de Manizales, Medellín y Cartagena.Bueno, en resumen, ¿qué son estos diez años?Viéndolos en perspectiva, un suspiro.Y ahora, por delante, la Feria de Cali Muy feliz de volver y de tener ante mí ese reto de dos tardes, más aún al lado de figuras. Es mi Feria y ojalá sea la de todos. Y la Feria taurina es un patrimonio de esta tierra que debemos cuidar y mantener bien arriba.
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