Cali
Fila desde la 1:00 a.m.: el calvario diario de los pacientes para reclamar medicamentos
Afiliados a la SOS denuncian que reclamar sus fórmulas “es un martirio”. Tienen que hacer ‘cola’ desde la madrugada, a la intemperie, expuestos a la inseguridad. Muchos pierden la ida: no les entregan sus medicinas. También hay quejas por otras EPS.
Cornelio Hoyos encabeza la fila que se extiende como una culebra en la droguería Ramédicas, el dispensario de medicamentos que eligió la EPS SOS después de que finalizara el contrato con el anterior operador, Medcol.
Cornelio llegó a este punto, la Calle 16 # 73-42, del barrio Limonar de Cali, a la 1:00 de la madrugada. Como no vio a nadie rondando, caminó un rato por los alrededores para no aburrirse. Hasta que, 30 minutos después, se ubicó al lado de la reja de la droguería.
– Si uno no madruga para reclamar sus medicamentos, dura toda la mañana acá, hasta pasado el mediodía. En ese caso tendría que traer almuerzo. Por eso, es mejor llegar temprano – dice Cornelio, un hombre de la tercera edad delatado por su dentadura, quien no debería estar en estas circunstancias, sino en su casa, descansando.
Para protegerse del frío y de una posible lluvia que amenaza la madrugada de este martes 21 de enero de 2025, lleva puesta una chaqueta. A veces Cornelio se estrecha las palmas de las manos o se las lleva al bolsillo. Pese a ser el primero de la fila, no se siente tranquilo. Ya le ha sucedido que madruga a la 1:00 a.m. para reclamar los medicamentos de su esposa y, cinco horas después, cuando por fin abren la droguería y lo atienden, le dicen que no hay las medicinas.
Edward Herrera, el segundo en la fila – llegó a las 2:20 de la madrugada – asiente. Hace ocho días, cuenta, hizo esta cola para reclamar su droga para la diabetes. Cuando por fin lo atendieron, cuatro horas después, le dijeron que debía comprar una nevera de icopor para conservar los medicamentos y poder llevarlos. Edward la compró y, a su regreso, ya no había medicinas.
– El segundo día que abrieron esta droguería para la entrega de los medicamentos llegué a las 4: 00 a.m. y salí a las 7:00 p.m. Me tocó almorzar en la esquina – cuenta Edward, al tiempo que el tercero en la fila, Yelby Ramírez – llegó a las 2:25 a.m. – hace cuentas.
Entre su papá, su esposa y él pagan cada mes casi un millón de pesos en planes complementarios de salud, el Plan Bienestar de la EPS SOS, y sin embargo no solo debe pasar por la tortura de esta fila a la madrugada, sino que, tras dos meses, aún tiene pendientes medicamentos que le debieron haber entregado. La promesa de SOS y Ramédicas es que “los pendientes”, como les llaman a las drogas que no se entregan, se deben enviar a domicilio a la casa de los pacientes.
– ¡Eso es paja, no le mandan nada a nadie! – alega Hernando Tejada, quien está en la mitad de la fila (llegó a las 3:30 a.m.). Vino a reclamar los medicamentos de su esposa y los suyos, ambos pacientes diabéticos e hipertensos.
– El tratamiento no me lo estoy tomando completo porque no me entregan las fórmulas. La cardióloga me dijo que era peligroso, que hiciera el esfuercito de comprarlos particular. La dije: ‘para usted es muy fácil porque tiene con qué, yo no’. Me gano el mínimo y la droga me costaría alrededor de $ 600 mil. ¿Con qué como? Aquí en Ramédicas, de diez medicamentos, entregan tres, a veces cinco. El resto queda pendiente. Llamo a la SOS y dicen que el responsable es Ramédicas. En Ramédicas no responden. ¿A quién se le queja uno? Mi sobrina acudió a la Supersalud y no ha pasado nada – comenta Hernando mientras saca de su morral la fórmula de sus medicinas. Como aún no sale el sol, hay que alumbrar las fotocopias con la linterna del celular.
Jhoanna Valencia también asegura que las quejas en la Superintendencia de Salud no las responden. Ella puso una el 2 de octubre de 2024 contra el operador de medicamentos de SOS del barrio Versalles, Genhospi, y esta es la fecha, tres meses después, que no han contestado.
Jhoanna es enfermera profesional, de las pocas personas que no superan los 60 años en la fila, que cada vez se hace más larga; ya supera casi la cuadra y media.
Jhoanna llegó a las 4:00 de la madrugada para reclamar tres fórmulas y dos medicamentos pendientes desde diciembre tanto suyos, debido a un desorden hormonal y estreñimiento crónico, como de su esposo, que sufre de ácido úrico.
– La semana pasada vine y perdí la madrugada porque me dijeron que, como había venido un día antes de que se completara el mes, no me entregaban los medicamentos. Las barreras son enormes. Con mi esposo tenemos Plan Bienestar, pagamos más de $ 500 mil cada mes, y no hay una atención diferenciada. Cuando los medicamentos los entregaba Cruz Verde, no era muy a menudo que quedara un pendiente y cuando quedaba, de verdad, lo mandaban a la casa. La atención era 24 horas, de domingo a domingo, por lo que no era necesario hacer semejantes filas, como la que estoy haciendo a la madrugada. Uno se expone mucho a esta hora – dice Jhoanna, con el rostro adusto de quien ha dormido poco.
En Ramédicas la atención es de 6:00 de la mañana hasta las 8:00 de la noche. Lo sábados atienden hasta las 5:00 de la tarde y el domingo no abren.
Un hombre a su lado comentó muy seguro que cuando los ladrones se den cuenta de que hay una cola diaria de adultos mayores a esta hora, sin nadie que los cuide, “se vendrán para acá”.
Las quejas a lo largo de la fila se repiten. Ricardo Lozano, 62 años, taxista, detuvo su carro a las 3:00 a.m. para hacer la fila y reclamar biperideno, el medicamento que le recetaron a su hijo para tratar la esquizofrenia. Si le va bien, calcula, saldrá cuatro horas después, a las 7:00 de la mañana.
– Esto es una tortura. Y una aventura también, porque uno hace esta fila y no sabe si habrá o no el medicamento. Puede perder el tiempo. Y en mi caso, como taxista, pierdo plata, teniendo el carro quieto.
Jorge Lesmes también es taxista. A sus 73 años viene a reclamar sus medicamentos para la tiroides y la presión. Hernando Mosquera, por su parte, llegó para reclamar losartán, la droga que necesita su esposa para prevenir accidentes cerebrovasculares. Todos en la fila cargan fólderes repletos de papeles, historias clínicas, fotocopias de la cédula.
– Esto es una mendicidad; es inhumano tener que reclamar los medicamentos de esta manera. No hay teléfono para comunicarse y preguntar si el medicamento que uno necesita está. Muchas veces le toca a uno comprarlo de manera particular. Llegué a las 5:00 de la mañana, lo más seguro es que salga de aquí a las 10:00 a.m. Soy pensionado. No es justo este trato – dice Hernando, al tiempo que Wilson Trujillo interviene: a su mamá, una señora de 90 años, le ha comprado la medicina de manera particular en los últimos tres meses, porque desde entonces no se lo entregan. Hacer la fila es una cuestión de fe para que, ojalá, esta vez sí ocurra el milagro y le entreguen el medicamento.
Gerardo Pichica viene desde Tuluá. El mes pasado perdió la venida. Su mamá está postrada en cama debido al parkinson y ni siquiera le entregan los pañales que necesita.
A las 6:00 a.m., Humberto Trujillo, 71 años, caminó desde el último lugar de la fila hasta la puerta de Ramédicas. Allí analizó la situación: lo más seguro es que no me atiendan hoy, dijo. Una colaboradora de la droguería, vestida con traje de enfermera, reparte 100 turnos. En pleno 2025, esos turnos se entregan en una cinta azulada, con un garabato que escriben a mano, como si se fuera a jugar bingo. Lo llaman “ficha”. Humberto miró la fila y calculó más de 500 personas, así que concluyó que no le entregarían el turno.
Después miró hacia las estanterías de los medicamentos. Son apenas dos y con pocas cajas exhibidas. “No creo que en esas dos estanterías esté la droga de todas las personas que hacen fila”, comentó.
Cornelio Hoyos, el primero en la fila y quien al parecer conoce al dedillo el funcionamiento de la entrega de medicamentos, dijo que había más medicinas además de las exhibidas en los estantes, “pero en cajas guardadas, y por eso es la demora en la atención, porque quienes atienden muchas veces no saben dónde está la droga y tienen que buscarla”.
Humberto Trujillo siguió analizando la situación. La droguería de Ramédicas en El Limonar es tan pequeña, un poco más grande que el garaje de una casa, que no ofrece condiciones dignas para que la gente reclame sus medicamentos y no esté expuesta al sol y a la lluvia. Entonces decidió irse y comprar su droga de manera particular. Antes le agradeció a Dios que su pensión se lo permite ¿Pero los que no tienen con qué hacerlo, qué hacen? ¿Se mueren?, dijo.
Al mismo tiempo, de la droguería salía sonriendo con resignación Hernando Herrera, el segundo en la fila después de llegar a las 2:20 de la madrugada. Abrió su nevera de icopor. Estaba vacía. De nuevo, no le entregaron las medicinas para la diabetes.
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