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AVES

Humberto Álvarez López: el hombre que 'vuela'

Es reconocido como pionero de la ornitología en Colombia. Fundó la Sociedad Vallecaucana de esta disciplina. Un pájaro descubierto este año por la ciencia lleva su nombre. “Observo aves para entender el universo”. Perfil.

30 de mayo de 2017 Por: Santiago Cruz Hoyos- Reportero de El País
El profesor Humberto ha sido también consultor para la CVC en manejo de fauna silvestre y desarrollo de reservas naturales. | Foto: Jorge Orozco / El País

El hombre que vuela en realidad camina. Todos los días – siempre y cuando no deba bajar a la ciudad para realizar alguna diligencia - recorre un circuito ya establecido con sus binoculares colgados al cuello. Observa aves.

A su lado siempre está su esposa, María Dolores Heredia, quien se dedica a analizar las mariposas.
- Aprovechamos las caminatas por partida doble.

El hombre que vuela se llama Humberto Álvarez López. Hay quien se refiere a él como “decano de la ornitología en Colombia”. Un pájaro recién descubierto por la ciencia, de hecho, fue bautizado con sus apellidos: ‘scytalopus alvarezlopezi’.

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– Antes de continuar hay que aclarar un asunto que se ha malinterpretado: yo no fui quien descubrió la nueva especie. A las aves se les pueden poner nombre por localidad. Están las chocoensis, que son las que se observan generalmente en el Chocó. O el nombre puede dársele por algunas características, como los pájaros que tienen la cabeza café: Tordo Cabeza Café, Vaquero Cabeza Café... O se puede usar el nombre de alguna persona para rendirle una especie de homenaje por su labor por las aves. Ese fue mi caso. Pero una cosa son las personas que descubren y describen la especie y otra muy distinta es a quien se la dedican.

Es lunes y el hombre que vuela está sentado en una mesa de la Cooperativa Loma Larga. Toma tinto. La cooperativa – que fue creada hace 20 años por un grupo de docentes de la Universidad del Valle, entre ellos Humberto - está ubicada en la vereda El Peón, a 40 minutos de Cali por la ruta que conduce a Pance. Se trata de un proyecto social y de conservación del medio ambiente. Los docentes han reforestado la zona con los mismos árboles que se dan por regeneración natural y los sábados proyectan una película para los niños de la vereda.

- Aunque aquí hay que decir que los que siembran son los pájaros.
Una vez aclarado el asunto del descubrimiento del ave que lleva su nombre, el hombre que vuela toma un sorbo de café y se dispone a contar su historia.

Nació en Medellín el 21 de febrero de 1943, aunque su afición por los pájaros no despertó allí sino en una zona cafetera: el municipio de Titiribí, Antioquia. Era donde quedaba la finca de la familia y tanto a sus tíos como a sus padres se les hacía natural pasarse el día observando pájaros.

- Eran personas con mucha inclinación hacia la admiración de la naturaleza. Independientemente de sus profesiones, se criaron, como yo, en el campo; campesinos.

Humberto salía en ese entonces no con los binoculares que siempre cuelgan de su cuello sino con la respectiva cauchera de todo niño de 10 años de la época. En uno u otro caso – los binoculares o la cauchera - el móvil para utilizarlos siempre ha sido la curiosidad. Con la cauchera materializaba su deseo de tener las aves cerca, en la mano incluso, para poderlas observar. No siempre se utiliza por crueldad, aunque la consecuencia sea la misma.

– Eran muchas las aves que me sorprendían. Diría que todas las que veía a diario. En ese entonces había más cercanía de las personas con el entorno rural, algo que no sucede hoy. Hay gente que ni piensa que el campo existe. O que las incomodidades del bosque las estremecen. Era una cultura diferente. Incluso, las ciudades estaban permeadas por ambientes silvestres. Recuerdo que no tenía sino que recorrer unas cuantas cuadras y ya estaba a la orilla del río Medellín, pescando. O dentro de la ciudad había lotes vacíos repletos de monte. Hoy, en cambio, la crisis del aire de la ciudad donde nací es terrible. Medellín pasó de ser La Ciudad de la Eterna Primavera a ser la más contaminada del país. La Ciudad Industrial de Colombia y la Ciudad de la Eterna Primavera no caben juntas.

Las aves estaban tan presentes en la vida del hombre que vuela, que de hecho determinaron la carrera que decidió estudiar: agronomía, en la Universidad Nacional. Era lo que tenía más relación con el campo. Sin embargo, unos semestres después conoció una carrera aún más interesante que se ofrecía en su misma facultad: ingeniería forestal, el bosque.

Cuando terminó sus estudios hizo una tesis sobre uno de los primeros parques nacionales que hubo en Colombia, el Parque Nacional del río León, en el Urabá, que, sin que nadie lo advirtiera, desapareció y a pocos eso les pareció importante.

- La zona bananera lo absorbió y nunca se supo bien por qué. Eso se quedó así: un parque nacional desaparecido y listo.

La tesis fue publicada por la Secretaría de Agricultura de Antioquia. El libro se llamó ‘Estudio ecológico del Parque Nacional del Río León’ y uno de los capítulos era precisamente sobre sus aves. Fue la primera producción de Humberto en el campo de la ornitología. El hombre que vuela parece ser muy serio, pero en realidad es capaz de burlarse de sí mismo con su melodioso acento antioqueño.

- Esa obra fue ampliamente leída… Por mi coautor y por mí. Pero bueno, ahí está publicada. Cuando me gradué, al poco tiempo me vine a trabajar a la Universidad del Valle gracias a mi director de tesis, el ornitólogo José Ignacio Borrero, quien estaba fundando el Departamento de Biología de la Universidad del Valle.

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El pájaro que lleva el nombre de Humberto fue descubierto en el noroeste del departamento de Risaralda, plenos Andes colombianos. Habita sobre todo en bosques nubosos. Hace parte de la familia de los tapaculos y para hallarla los expertos tardaron 25 años. Es un pájaro negro.

El hombre que vuela en cambio lleva la barba cana y poblada de quien vive tranquilamente en el campo. Usa lentes.

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Durante 40 años, Humberto dictó los cursos de ornitología, ecología y biología de la conservación en la Universidad del Valle. También escribía ensayos para revistas especializadas e hizo un libro más: ‘Introducción a las aves de Colombia’. Es, básicamente, un manual popular de divulgación ilustrado por Dana Gardner, un pintor de aves extraordinario. El libro lo publicó el Banco Popular y tuvo dos ediciones.
El resto del tiempo Humberto lo ocupó fundando la Sociedad Vallecaucana de Ornitología o un poco más sencillo, dictando sus clases y acompañando a los estudiantes de la Universidad del Valle a observar las aves de Colombia.

Eran tiempos, sin embargo, en que muchas de las regiones estaban restringidas por los grupos alzados en armas, así que la paz que se firmó recientemente con las Farc, en teoría, debería permitir explorar lo inexplorado. Por lo menos es lo que Humberto espera.
– El conocimiento de nuestras aves todavía es muy difuso.

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- Observo para entender - dice ahora el hombre que vuela mientras se termina su café.

- No para chulear.

Dentro de los observadores de aves hay, digamos, ese estilo. La tendencia de los chuleadores. Portan una lista interminable de aves que no han visto y generalmente, cuando llegan a un sitio nuevo, chulean dos o tres y pierden interés por las demás. Algunos gastan fortunas, viajan hasta el fin del mundo si es preciso, para terminar su colección de chulos.

- En mi caso no me interesa eso. No soy tan competitivo. Me parece más importante observar qué hace el ave, dónde vive, en qué condiciones está. Se mira para generar conocimiento. La Feria Internacional de Aves de Cali también pretende eso.

El hombre que vuela es, por cierto, el presidente honorario de la Feria. También ha sido presidente de la Asociación Colombiana de Ornitología y Miembro del Comité Ejecutivo del Consejo Internacional para la Preservación de las Aves en el Reino Unido.

Su curriculum vitae es de siete páginas y en él se leen premios, distinciones, cargos importantes pero él no se ufana de nada de ello. Ni siquiera los menciona. En realidad simplemente se ha dedicado a disfrutar la vida y a intentar generar una conciencia particular entre sus estudiantes.

- Observar las aves es para mí una necesidad. Cuando veo un ave no sabría describirlo. Diría que es un gusto muy grande. La sensación se la describo a los estudiantes como una necesidad de gozar de la vida, pero no tanto de la vida de uno, sino gozar de la vida alrededor de uno. Aún en las aves más comunes que veo todos los días en las caminatas con mi esposa tengo la posibilidad de descubrir cosas importantes. ¿Qué está comiendo? ¿Lleva pajas en el pico? ¿Será que está haciendo nido? ¿Y dónde tiene el nido? Un montón de historias y de cosas que te absorben y están estimulando todo el tiempo ese interés y ese deseo de aprender. Yo diría que el gran encanto de las aves es que nos ponen en contacto con los otros organismos. No están solitas. Están en relación con un equilibrio natural. Cuando lo descubrimos empezamos a apreciar lo que conocemos como medio ambiente. Porque entre otras cosas, las aves se te meten, literalmente, hasta en la sopa. Todo el tiempo están a tu alrededor y si estás atento te llevan a pensar el universo.

Tal vez por eso al hombre que vuela se le hace extrañísimo lo que le dicen en este momento: en el mundo existen personas con fobia a los pájaros. Humberto arruga el rostro y continúa con su historia.

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