Cali
Jugar a la violencia: el ‘guireo’ se expande en el oriente de Cali
Niños se enfrentan a diario con piedras, palos y lo que encuentren. El conflicto ya ha desencadenado en homicidios, deserción escolar y el resurgimiento de fronteras invisibles. Desmonte de los programas sociales en la zona, entre los motivos.
Por Santiago Cruz Hoyos - Editor de Crónicas y Reportajes
Lo llaman ‘guireo’: citarse en alguna cuadra del oriente de Cali, o en un parque, en una cancha, a agredirse con piedras, con palos, a veces con machete o cuchillo y armas hechizas. Lo practican niños de entre 8 y 14 años. Cuando se les pregunta por qué lo hacen no saben qué responder. No hay una razón lógica. Detrás del peligroso ‘guireo’ apenas hay adrenalina al romper las reglas, un deseo de divertirse. La falta de la ocupación del tiempo libre está llevando a los niños del oriente a jugar a la violencia.
El término - ‘guireo’ - al parecer proviene de la salsa, del güiro; el alboroto que genera ese instrumento de percusión.
– Cuando los niños se enfrentan, adoptan una postura como si estuvieran bailando – cuenta el escritor Gustavo Andrés Gutiérrez, director de la biblioteca itinerante Biblioguetto, que les brinda la posibilidad de consumir literatura a los jóvenes de la Comuna 6, barrio Petecuy.
Petecuy es justo una de las zonas del oriente de Cali donde el ‘guireo’ es cada vez más frecuente. Los habitantes del barrio duermen con miedo.
– El ‘guireo’ comenzó a recrudecerse en Petecuy hace aproximadamente un año y medio. Son galladas de niños y jóvenes que se enfrentan por, entre comillas, cuestiones de honor: quiénes son los dueños de una cancha, de un parque, de una cuadra. Es una práctica de niños peligrosa que ha vuelto a levantar fronteras invisibles en el territorio – continúa Gustavo.
Hay fines de semana en los que los niños se citan para enfrentarse hasta dos veces en el día. Por lo regular todo ocurre después de las 7:00 de la noche. Una de las calles más afectadas es la 78 Bis, en Petecuy. Algunos vecinos están poniendo tablas en las ventanas. Se cansaron de reponer los vidrios que destrozan las piedras que lanzan durante el ‘guireo’. En el último año, por lo menos cinco jóvenes han sido asesinados en esa calle.
– Cuando empiezan las peleas a veces la Policía llega con el Esmad para disuadir la confrontación. Pero cuando el Esmad no llega, al cuadrante le queda muy difícil. Son grupos de hasta 30 niños lanzándose piedras y ladrillos o lo que encuentren – comenta Gustavo.
La teniente Adriana Corrales es la jefe de la Policía de Infancia y Adolescencia de Cali. El ‘guireo’, confirma, es un asunto de todos los días en el oriente de la ciudad, aunque a partir de los jueves, y durante todo el fin de semana, se incrementan las llamadas al 123 para reportar las peleas.
– El ‘guireo’ es una práctica que comenzó en el barrio Tercer Milenio y se ha ido extendiendo a El Retiro, Desepaz, Potrero Grande, Petecuy, El Vallado. Hemos identificado que en muchos casos los niños se citan por redes sociales para pelear y es muy complejo para la Policía actuar. Estamos ante niños de 8 años, a veces menos; todos son menores de edad. Por eso procuramos no acudir al Esmad, a no ser que la situación se salga de control – dice la Teniente.
Al principio, recuerda Ricardo Salazar, el director de la Escuela de Fútbol Pumas FC ubicada en el parque lineal de Pizamos 3, todo se trataba de un juego de pepas de almendras. Los niños jugaban a tirárselas. Después tomaron las piedras. Y cuando alguno salía golpeado, buscaba a los “grandes”, a los “padrinos”; en el oriente cada niño tiene un “padrino”, alguien mayor que lo defiende. Y todo se fue saliendo de control. El ‘guireo’ pasó de ser un juego de niños a una confrontación entre barrios.
– La comunidad se está viendo afectada por esta situación. A mi escuela de fútbol ya dejaron de venir cinco jóvenes. Tres eran hermanos venezolanos que viven cerca, en la invasión, otro es de Tercer Milenio y otro de Potrero Grande. A muchos les da miedo pasar a la cancha porque deben atravesar barrios que están enfrentados en esto del ‘guireo’, es decir que se levantaron de nuevo las fronteras invisibles. A mí incluso me amenazaron hace una semana, porque tengo muchachos de varios barrios en la escuela de fútbol. Les expliqué a quienes me amenazaron que no tengo nada que ver con esa confrontación, que solo tengo un proyecto deportivo. Pero cada vez vienen menos niños y jóvenes a jugar fútbol por el miedo a que los agredan – continúa Ricardo mientras dirige un entrenamiento. “Eso no es falta, es carga lícita, hay que pararse duro”, le indica a uno de los muchachos.
Pumas Fútbol Club nació hace seis años en el barrio Tercer Milenio. Todo ocurrió por una situación similar a la de hoy: en una semana hubo siete jóvenes muertos por enfrentamientos entre pandillas. Ricardo, un aficionado al fútbol desde niño, decidió hacer algo: recorrer las calles, invitar a los pelados que estaban por ahí sin nada para hacer, y comenzó a jugar con ellos para prevenir que los reclutaran. Primero eran 6 muchachos. Después llegaron otros de barrios aledaños: Pizamos 3, Sol de Oriente, Potrero Grande. En una ocasión contó 60 jóvenes que, con la pelota, armando equipos, se hicieron amigos así pertenecieran a barrios en teoría en guerra. La amistad desactivó esa guerra, derribó las fronteras invisibles.
Los muchachos, mientras tanto, fueron encontrando su destino. Juan Diego, uno de los ‘canteranos’ de Pumas FC, ahora juega para el Atlas, el equipo de la futbolista Carolina Pineda. Otro de los muchachos estudia derecho y otro más, quien fue noticia alguna vez por enfrentarse a bala con unos guardas de un centro comercial, ahora es productor audiovisual.
– El ‘guireo’ es un fenómeno social que está generando enormes y silenciosas consecuencias en el oriente de Cali. Por ejemplo, esto está llegando a las aulas de los colegios. No son pocos los niños que desertaron de las instituciones educativas porque les da temor ir. Niños que viven en Pizamos pero que estudian en Desepaz, ya no pueden cruzar el barrio por las fronteras invisibles que levantó el guireo, donde también intervienen las drogas: antes era marihuana o pegante. Ahora están consumiendo drogas sintéticas, tusi – advierte Yorli Marcela Urrutia, mediadora de convivencia en la Fundación Alvaralice, que trabaja con los jóvenes del oriente de la ciudad.
Yorli confirma que tras el ‘guireo’, al principio, estaba la música. Y no solo la salsa, de donde proviene el término.
– En el oriente ya es muy popular un género musical que los niños y jóvenes llaman ‘guaracha electrónica’. Es la música que hacía el DJ que asesinaron el 31 de octubre en una caravana de Halloween, Felipe Vásquez. Niños y jóvenes comenzaron a citarse por redes para bailar esta música, que es una especie de combinación de ritmos electrónicos con géneros colombianos. Pero estos encuentros terminaron en riñas. Se citaban en barrios como Mojica, Pizamos, El Retiro, Potero Grande. A veces eran encuentros de solo mujeres, niñas y jovencitas. Pero al final se agredían con piedras y palos.
Hoy en el ‘guireo’ no hay música, solo una peligrosa y permanente confrontación entre barrios, a los que los niños llaman por sus iniciales. PG, es Potrero Grande; PZ, Pizamos. Por las agresiones que ocurren en estas confrontaciones han ocurrido varios homicidios; venganzas.
– Desafortunadamente, detrás de este ‘guireo’ hay diversión no sana en los niños y menores de edad en el oriente que los va de alguna manera preparando para un futuro en el que la violencia es una de sus opciones. Están jugando a la violencia. Todos en algún momento de nuestra infancia rompimos reglas. El problema es acostumbrarse a darle piedra al otro. Eso se va interiorizando. Se pierden los tabúes y más adelante eso termina en una violencia mucho más complicada. También es un fenómeno relacionado con las redes sociales. Los menores se citan por redes y transmiten en vivo esas peleas, o hacen videos y se los comparten, hay como una teatralización, volverlo espectáculo, mostrarse, tener un reconocimiento. Las redes magnifican el ‘guireo’ – explica Juan Camilo Cock, director de la Fundación Alvaralice.
Además de las reiteradas peleas a piedra por parte de los niños del oriente, los más grandes, en cambio, se involucran en asuntos de microtráfico de drogas y otros delitos. Líderes sociales de la zona coinciden en que este contexto de violencia en la que están inmiscuidos los jóvenes del oriente coincide con el desmonte por parte del alcalde Jorge Iván Ospina de los programas sociales que se venían desarrollando en la zona.
La actual administración no continuó con el programa Integral de Tratamiento de Pandillas que venía ejecutando el Instituto Cisalva de la Universidad del Valle en asocio con la Policía, por ejemplo. Además, desmontó la estrategia Territorios de Inclusión y Oportunidades, TÍOS.
Consistía no solo en ir a los barrios considerados más peligrosos, sino a los lugares puntuales donde estaban los jóvenes – un parque, una esquina – para trabajar con ellos en su proyecto de vida, generar oportunidades de estudio, de empleo, mientras los muchachos garantizaban el cumplimiento de unos compromisos. La estrategia, además, vinculaba a los jóvenes de los diferentes barrios, y se iban tejiendo amistades. Así se derribaban las fronteras invisibles.
– Desmontar la inversión social con el programa TÍOS fue un error muy costoso para Cali. Con esa estrategia se logró cambiar totalmente muchos entornos, se mejoraron las escuelas, la iluminación de los parques, y los jóvenes encontraron oportunidades. El programa de Cisalva además trabajaba específicamente con jóvenes vulnerables que estaban en entornos violentos y también se desmontó, pese a los muy buenos resultados que tenía – comenta el exalcalde de la ciudad, Rodrigo Guerrero.
– No quiero entrar a mirar los motivos por los que el alcalde Ospina no continuó con el programa de Cisalva. En mi concepto, sin embargo, a este tipo de intervenciones no se les debe meter política. Son programas en lo que lo importante es el individuo para darle oportunidades de una manera seria, responsable, porque en estas iniciativas se tiene la gran posibilidad de que esos muchachos encuentren un camino de vida y transformar su historia personal, familiar y la de la ciudad – comenta María Isabel Gutiérrez, la directora de Cisalva.
El alcalde electo de Cali, Alejandro Eder, tiene entonces un enorme reto: intervenir la confrontación de los niños y jóvenes en el oriente de la ciudad, y evitar lo que sucedió en la tarde de este viernes festivo, 8 de diciembre de 2023, en el Día de La Virgen.
Muchachos de Petecuy 3 ingresaron por la calle 78 con Cra 2cbis a atacar a los de Petecuy 1; allí mataron Kevin Fory, un menor de edad. El pasado 29 de noviembre, Kevin había publicado en sus redes sociales un mensaje que resultó premonitorio: “Feliz Navidad, por si me matan en estos días”.
“No nos dejen solos”: Policía de Infancia
Tras el aumento del ‘guireo’ en el oriente de Cali, y los enfrentamientos de los niños con palos y piedras, la Policía de Infancia y Adolescencia desplegó un plan dedicado a prevenir estos conflictos.
“Llegamos en las noches con programas de lectura, ciclo paseos y otras actividades lúdicas, para que los niños ocupen de una manera positiva su tiempo libre. Igualmente programamos novenas para realizarlas con ellos. Como autoridad, hemos identificado que gran parte de la problemática obedece a que los menores de edad no tienen mucho por hacer para divertirse u ocuparse y por eso es tan masivo el ‘guireo’”, comenta la teniente Adriana Corrales, Jefe de la Policía de Infancia y Adolescencia.
La teniente igualmente hizo un llamado para que otras entidades que trabajan con los niños apoyen a la Policía en este tipo de iniciativas. “El ‘guireo’ está afectando a diario a la comunidad del oriente y como Policía de Infancia, con las tomas artísticas del Distrito en los últimos días, esas confrontaciones han disminuido. Sin embargo, la Policía de Infancia no puede sola abordar este fenómeno, no solo por capacidades, sino también por competencias”.
El pasado viernes 8 de diciembre, en Petecuy, se registró un enfrentamiento que dejó un menor de edad muerto y varios heridos.
“Los de Petecuy 3 se metieron por la calle 78 con Cra 2cbis a darles a los pelados de Petecuy 1. Había cerca de 5 y a todos los impactaron”, contó un testigo del hecho en el que murió Kevin Fory, quien recibió un impacto de bala. Pese a que fue trasladado al hospital Joaquín Paz Borrero, falleció.
Los heridos, también por impacto de bala, fueron identificados como Joan Camilo Idrobo; Keiber López Gómez y Elkin Fabián Castañeda.
Así funcionaba el plan de atención a las pandillas
El plan se puso en marcha durante la Alcaldía de Maurice Armitage. Se llamaba Proyecto de Atención Integral a Jóvenes en Situación de Vulnerabilidad y Miembros de Pandillas. Para resumirlo mejor le decían TIP: Jóvenes sin Fronteras.
Era una estrategia que consistía en hacer presencia en las ocho comunas priorizadas: 1, 13, 14, 15, 16, 18, 20, 21 y la 1.
En cada comuna se dispuso una Unidad Operativa. Eran grupos integrados por dos gestores de paz, que en ese entonces eran agentes de policía o suboficiales; dos educadores para la vida, (psicólogos), y enlaces comunitarios, líderes de la comunidad.
Cada Unidad Operativa se encargaba de trabajar de manera individual con los jóvenes de su comuna. Los muchachos elaboraban una hoja de ruta, una bitácora de vida. Ahí respondían una pregunta: ¿qué quiero ser?
Después, en la Unidad Operativa se planeaban las tareas que se debía hacer para lograr ese sueño. Desde sacar la cédula, por ejemplo, terminar el bachillerato, ingresar a la universidad. El proyecto consistía en ayudar a los jóvenes a dar los pasos necesarios hacia sus metas, acercarles las ofertas educativas, de salud, de empleo, que ofrece el Estado.
“Los chicos han logrado definir un proyecto de vida. Venían con esa idea de que no hay nada por hacer, me voy a morir joven. Tenían esa certeza. ¿Para qué planear? Una suerte de desesperanza aprendida, que ha ido cambiando. Los chicos han comenzado a soñar. A convertir esos sueños en posibilidades que no son tan difíciles de concretar como al principio les parecía. Nosotros ayudamos a que cada cosa que ellos han decidido cambiar, sea posible”, decía en su momento Leonor Pinto, una de las coordinadora del proyecto en el que los jóvenes entregaron las armas que tenían. En la Navidad de 2016, por primera vez en décadas no hubo en Cali un solo homicidio relacionado con la guerra de pandillas.
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