Cali
La biblioteca soñada por 18 años en el barrio Petecuy de Cali es una realidad: crónica del escritor que lo hizo posible
Después de 18 años, Biblioghetto, la biblioteca itinerante de Petecuy que le lleva literatura a los niños y jóvenes en las esquinas, tiene sede propia. Crónica de un sueño cumplido de su fundador, el escritor Gustavo Andrés Gutiérrez.
Por Santiago Cruz Hoyos - Editor de Crónicas y Reportajes
Era 2011, lunes, en la tarde. Yo había llegado al barrio Petecuy de la Comuna 6 de Cali para conocer la historia que me habían contado: un escritor joven publicaba sus libros en cartón. Además, tenía una biblioteca ambulante – Biblioghetto – con la que recorría las esquinas y las canchas del barrio leyéndoles a los niños y jóvenes. Donde se consumían drogas, él llegaba para que se consumiera literatura.
Mientras caminaba por el barrio en busca de su dirección, vi jóvenes en las esquinas con el cuerpo tatuado que miraban con rabia. Algunos, supe después, formaban parte de las pandillas. Entonces leí un dato que tradujo su ira: en Petecuy, en sus tres etapas, según el Censo de 2005, había 1.918 niños y adolescentes que no sabían leer ni escribir. Según un censo cultural de 2008, más del 15% de toda la población del barrio seguía en la misma situación. Cientos de niños y jóvenes en Petecuy no tuvieron la oportunidad de estudiar.
Por eso el escritor, con su biblioteca itinerante, además de salir a las calles y al jarrillón del río Cauca a narrarles las historias de los libros, también les enseñaba a leer y escribir. Cuando lo veían, los muchachos dejaban de mirar con rabia y en cambio le sonreían, le estrechaban la mano, no importaba lo temidos que fueran en sus cuadras. ‘Gustavo, el que cambia las miradas’, titulé la crónica de entonces. Era un referente del barrio. Un espejo, distinto al de los que andaban por ahí armados, en el que los jóvenes podían reflejarse.
Después de dar vueltas por el barrio – por lo regular nunca encuentro una dirección – Gustavo Andrés Gutiérrez, el escritor, me dijo por teléfono que mejor nos encontráramos en la panadería. Allí empezó a contar su historia.
— La única manera de mantenerse alejado de la violencia en el barrio es tener una pasión por algo. Y mi pasión, desde niño, son los libros – dijo.
El amor por la literatura le nació cuando hacía la primaria en el colegio la Era Moderna y el bachillerato en el César Conto. Hubo semanas en las que devoró hasta cuatro libros al tiempo.
Después, cuando se graduó del colegio, no tuvo la manera de ingresar a la universidad así que, con todo el tiempo del mundo libre, empezó a vender chance, a repartir volantes y también a escribir novelas y cuentos sobre el desplazamiento forzado, el suicidio, los problemas del barrio. Las portadas de sus libros eran bellas, brillantes, metalizadas: las hacía de manera artesanal, en cartón, y las reproducciones del manuscrito eran fotocopias.
En una ocasión se desbordó el río Cauca, frontera con el barrio Petecuy, y lo inundó todo. Cientos de familias resultaron damnificadas. Gustavo y un grupo de amigos se organizaron para entregar donaciones: colchones, ropa, comida, implementos de aseo. Pero no solo eso.
Gustavo se dirigió a la Biblioteca Departamental y pidió prestado un libro en formato gigante para llevarlo al barrio y contarles historias a los niños que, debido a la inundación de las calles, no tenían nada para hacer.
Él les leyó en voz alta durante varios días. Cuando se superó la emergencia, un jovencito le preguntó: ¿tenemos que estar inundados para que vos y tus amigos vuelvan y nos lean? Fue así como, el 29 de septiembre de 2005, nació Biblioghetto, la biblioteca itinerante.
El día que nos conocimos, Gustavo y los integrantes de Biblioghetto llegaron hasta el jarillón del río Cauca, en un tramo conocido como Cinta Larga, territorio prohibido para desconocidos.
Bajo un árbol, Gustavo, de pie, leyó en voz alta la Leyenda de Guillermo Tell, ese personaje que era hábil en el oficio de lanzar flechas con su arco, que vivía en cantones suizos y que fue sometido por un gobernante a una prueba temeraria: atravesar, con una flecha, una manzana puesta en la cabeza de su hijo.
Al frente, sentados, lo escuchaban 20 niños que jamás habían oído de Guillermo Tell. Se reían con el cuento mientras pensaban en cosas distintas a sus juguetes preferidos, las pistolas.
— Lo que intentamos con los libros, sobre todo con los que son ilustrados, es darle una idea de vida diferente a los niños, sacarlos, así sea por un momento, de ese entorno de guerra, de vicio, de violencia en la familia en el que viven – decía Alexander Girón, otro joven de Petecuy que se había vinculado a Biblioghetto.
Mientras leía bajo aquel árbol, Gustavo tenía un sueño: tener una sede propia para su biblioteca, para Biblioghetto. 18 años después, con el apoyo de su esposa, la bibliotecaria y escritora Zeidy Riveros, lo logró.
***
Era julio de 2021. En Cali la situación estaba tensa debido a la crisis económica que generó el confinamiento a causa de la pandemia del covid. En Petecuy había un problema serio: no solo muchas familias no tenían los recursos para garantizar su alimentación, sino que los comedores comunitarios de la Alcaldía dejaron de funcionar por varias semanas.
Lo que pasaba a diario en el barrio confirmaba un dato del Dane: el 30% de los hogares colombianos dejaron de comer tres veces al día, a solo dos, incluso una.
Gustavo decidió actuar: montar un comedor nocturno infantil, pensó. No eran pocos los niños que se estaban acostando con hambre. Enseguida se dedicó a buscar donaciones. Con el apoyo de líderes comunitarios como Ricardo Salazar, abrieron un primer comedor en el barrio Tercer Milenio. Allí, de lunes a viernes, se les garantizaba la comida a 60 niños. Antes de comer se sentaban a leer un rato, a conversar, a jugar con los amigos. El comedor se convirtió en una forma de aprovechar el tiempo libre.
Gustavo pretendía hacer lo mismo en Petecuy. La iniciativa la conoció Sebastián Gaon y su esposa, Stella Cardona, los propietarios del restaurante Gaón Artesanal Burger, y decidieron apoyarlo. Sebastián y Stella abrieron una ‘Vaki’, la plataforma de financiamiento colectivo, para reunir $7.500.000. Los recursos se invirtieron en sillas, mesas, platos, cucharas, vasos, ollas, ventiladores, delantales, cubiertos, kits de bioseguridad, la comida del comedor comunitario nocturno.
Para apoyar la iniciativa, publiqué una columna en El País que se titulaba ‘Una ‘vaki’ por los niños del oriente’. Ahora recuerdo las palabras del cronista Alberto Salcedo Ramos, cuando me dijo en una entrevista sobre su libro de columnas, Botellas de Náufrago: “Arrojar botellas de náufrago al mar es un acto propio de ilusos. Crees que alguien las encontrará y de pronto vendrá a rescatarte. Pero la gran verdad, como decía García Márquez, es que al escribir nos dedicamos a una cosa que no se puede ver ni tocar, una cosa que, si se mira bien, no sirve para nada. La mayoría de las botellas que uno lanza al mar se pierden, no le interesan a nadie. Es una aventura quijotesca”.
Sin embargo a veces alguien nos rescata. ‘Una ‘vaki’ por los niños del oriente’ fue una botella de náufrago que recogieron los filántropos Thomas Kheller y Lía Scarpetta. Cuando leyeron la columna, se interesaron en el trabajo social que hacen Gustavo y su esposa Zeidi y, gracias a María Victoria Caicedo, hermana del escritor Andrés Caicedo, se conocieron.
'Biblioghetto', una biblioteca móvil en medio de la pobreza y la violencia del barrio Petecuy en Cali.
Posted by El País Cali on Sunday, March 6, 2011
Thomas y Lía no solo apoyaron los comedores comunitarios. También les preguntaron a Gustavo y a Zeidy cuál era el sueño que aún querían alcanzar. Entonces les contaron de ese anhelo de tener una sede definitiva para la biblioteca itinerante Biblioghetto. Un espacio cálido donde la gente del barrio tuviera dónde encontrarse.
Thomas y Lía prometieron ayudarlos. Les pidieron que buscaran una casa para la biblioteca. Gustavo y Zeidy recorrieron Petecuy de palmo a palmo. Querían una vivienda esquinera, pero las cifras para comprarla eran inalcanzables. Hasta que, en un clasificado en las redes sociales, encontraron la casa perfecta, en la Carrera 2cbis No 73ª 54.
Es de dos pisos. También tiene una terraza. Thomas y Lía donaron los recursos para comprarla y adecuarla. El dinero fue gestionado a través de la Fundación Bibliotec, que además diseñó el mobiliario.
La biblioteca es tan acogedora, de paredes azules, verdes y blancas, que los vecinos que pasan se detienen a mirar desde la puerta y preguntan si acaso es una heladería. Todo se aclara cuando ven las pilas de libros.
A la entrada, en una pared, se leen palabras escritas en colores como ‘comunidad’, ‘diálogo’, ‘escucha’, ‘cultura’, ‘oralidad’, ‘paz’, ‘vida’, ‘raza’, ‘transformación’.
Más adelante hay una sala infantil con obras como los ‘Pequeños relatos de grandes historias (Ana Frank)’, o ‘Cuentos para niños que se atreven a ser diferentes’. En un pasillo hay libros de crónicas, o novelas como ‘La banda de los niños’, de Roberto Saviano, una historia trágica sobre cómo ascienden los niños en Italia en la Camorra. Los libros de la biblioteca hablan del barrio, de los problemas cotidianos de su gente, de sus historias.
Próximamente llegará la obra ‘Jóvenes narrando el territorio’. Son crónicas producto de los talleres de escritura que Zeidy realiza con los jóvenes del oriente. Será lanzado en la Feria del Libro de Cali.
Pero aún se requiere más títulos para la biblioteca itinerante de Biblioghetto. La zona donde está ubicada es altamente poblada. En Petecuy viven 8.500 personas. Y en toda la comuna hay una sola biblioteca pública. Así que quien desee donar libros puede escribir al correo biblioghetto@gmail.com.
La inauguración de la biblioteca fue este sábado, 30 de septiembre de 2023, a las 4:00 de la tarde. Decenas de personas llegaron para conocer “el negocio nuevo que van a poner”. Se sorprendieron al enterarse de que era una biblioteca donde podrán entrar gratis y donde además, como sucede en las bibliotecas públicas de Estados Unidos, las impresiones de tareas y trabajos no tendrán costo. Por lo menos esa es la idea. En Petecuy son contadas las familias que tienen computador e impresora en su casa.
El grupo del adulto mayor de la señora Marina anunció que asistirá en las mañanas a hacer lecturas o charlas.
Entonces volvió a suceder: el barrio fue noticia no por la violencia, no por los homicidios, sino por la literatura y el poder de las historias; la de un escritor capaz de cambiar las miradas.
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