SAN ANTONIO
La posada de San Antonio que se transformó en una 'trinchera' contra el hambre
El hambre en Cali ya no distingue estratos. Vecinos de San Antonio han pedido ayuda, así como del resto de las 22 comunas. Al principio preferían ocultarlo, pero a estas alturas de la pandemia esa realidad empieza a evidenciarse. Crónica.
La posada es de paredes blancas y puertas grandes de madera. Se llama Magic Garden House. Está ubicada frente al parque San Antonio.
Adentro hay un corredor largo, como los de las casas antiguas, y en vez de un jardín lo que se observa es una huerta que empieza a dar sus frutos. También una terraza contigua a la cocina con una vista espléndida de Cali, y donde se cae en la tentación de tomarse un tinto mientras se recibe la brisa de las 3:00 de la tarde.
En la sala alguien toca una guitarra. Moisés, el gato, reposa en el piso. En el comedor alguien más menciona que vivir aquí es como habitar el paraíso. No hace calor. Y sin embargo, tras ese ambiente apacible de lunes festivo, lo que pocos saben es que desde esta posada se libra una lucha diaria para combatir el hambre en los días del coronavirus.
En un cuarto, rodeando la cama, hay bolsas de mercado apiladas hasta el techo. También panales de huevos, libras de arroz, de lentejas, cajas de leche que serán entregadas entre quienes lo necesiten: habitantes de barrios “vulnerables” como El Calvario, Siloé, Potrero Grande, pero también de sectores donde en teoría nadie necesitaría que le donen un mercado y en esta pandemia de Covid -19 resultó que sí: San Antonio, por ejemplo.
La iniciativa se llama ‘GIVEIT-20 Food Donation Project’: “unidos mitigando el hambre durante la cuarentena en Colombia”.
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Yeimmy Cárdenas es una de las propietarias de la posada, un emprendimiento familiar que dirige junto con su tía, Olga, y su pareja, Maciek Jaroszewicz, un polaco rubio de ojos claros que llegó a Cali con la idea de pasar un fin de semana que se ha extendido por siete años.
En un día cualquiera de mediados de abril, cuando en Colombia recién empezaba la cuarentena por el coronavirus, y todos en la posada miraban por la terraza o veían películas mientras comían pizza gracias a los ahorros, Yeimmy conversó con Julián Ciros, un vecino y líder comunitario de San Antonio, quien le dio una noticia que la dejó de una pieza:
– Hay vecinos del barrio que están aguantando hambre. Trabajaban en hostales, en restaurantes que cerraron, y se acuestan sin comer.
Yeimmy no lo pensó dos veces: ¿qué hay que hacer?, preguntó. Esa misma noche salió a entregar ayudas gracias a las donaciones que había recogido Julián: algunos mercados y sándwiches con aguapanela.
Maciek no olvida el rostro de su esposa cuando regresó a la posada.
– Llegó consternada. Me dijo: “no puedes imaginar lo que está pasando al lado de nosotros. Hay una cantidad de historias durísimas en casas bonitas, casas que uno a simple vista juzgaría: esta persona no necesita ninguna ayuda y resulta que no tiene para comer”. Entonces dijimos: tenemos que hacer algo.
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Lina Martínez, la directora del Observatorio de Políticas Públicas de la Universidad Icesi, Polis, dice que el fenómeno se llama “clase media vulnerable”. Personas que lograron superar las condiciones de pobreza extrema, están en el proceso de transición de ser clase media, viven en estrato 3, incluso 4, pero no son clase media consolidada.
– Es decir que ante choques externos de iliquidez como el que estamos viviendo por la pandemia, con uno o dos meses de no generar ingresos, quedan económicamente muy mal. Y esta clase media es la más susceptible a volver a los niveles de pobreza. Con otro problema: no están en las cuentas de nadie, no figuran en las estadísticas porque no están identificados por el gobierno. No hacen parte del Sisbén ni de ningún subsidio.
Es cierto: en Cali no existen estadísticas para determinar si son mil o 5000 las familias que están en esta condición. Lo cierto es que son profesores que perdieron su empleo, estilistas que debieron cerrar su peluquería, bailarines que no volvieron a bailar, guías turísticos que no tienen a quién guiar, instructores de gimnasio que intentan sobrevivir con rutinas virtuales, señoras que vivían del arriendo de un apartamento y no les volvieron a pagar.
– La clase media vulnerable tiene tasas de ahorro que no llegan al mes o a los dos meses de recursos para superar un choque externo. Es decir, son personas que por diversas circunstancias no tienen ahorrado ni para uno ni para dos meses de subsistencia en caso de desempleo. La mayoría son personas que tienen trabajos informales, y el sector informal es uno de los más afectados por la pandemia – advierte Lina.
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En la posada, a Olga, la tía de Yeimmy, se le ocurrió acudir a unos amigos en Estados Unidos y solicitar donaciones para comprar mercados y preparar comida. Alguno puso 10 dólares, otro 50, el de más posibilidades aportó 100, y al final reunieron $1.200.000 que alcanzaron para 25 mercados, una frijolada para 250 personas que sirvieron en el CAM y 150 sándwiches con aguapanela que prepararon en la posada y distribuyeron gracias al carro que puso a disposición la pizzería de al lado: El Pizzarrón.
Sin embargo, pese al esfuerzo, se dieron cuenta de que aquello que parecía mucho no era tanto. Siempre quedaba alguien más por recibir el mercado, o por lo menos el sándwich. Maciek, junto con sus amigos extranjeros y caleños, se propusieron entonces hacer lo mismo que hizo Olga: pedir donaciones en Colombia y en el exterior.
Abrieron una página web traducida a varios idiomas para recibir el dinero - www.GIVEIT20.com - e iniciaron una campaña en redes sociales.
Hasta el pasado lunes festivo, 240 personas habían donando desde países como Polonia, Alemania, Estados Unidos, Francia, Nueva Zelanda, Suiza. Un cerrajero que supo del proyecto timbró en la posada y dejó algunas libras de arroz y lentejas.
— Ya tengo trabajo, estoy bien, así que puedo ayudar — dijo.
El propietario del restaurante Bendita Costilla, Gerardo Romero, donó el jamón para los sándwiches y preparó un arroz mixto que se sirvió en el centro; Liztman Bejarano, con su empresa de ingeniería Meca Civil, garantizó el transporte de los mercados.
La suma recaudada hasta el momento en la página web asciende a 13,848 dólares. Parece mucho, dice Maciek, pero sucede lo mismo que con el primer millón que recaudaron:
– Son tantas las necesidades de la gente, que no es suficiente. Por eso seguimos solicitando donaciones.
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Fabiola Perdomo, la Secretaria de Bienestar Social de la Alcaldía, confirma que aquello de lo que poco se habla en Cali es cierto: los mercados y los bonos que entrega su despacho también han debido enviarse a las comunas donde algunos al principio preferían mantener oculta la tragedia de no tener con qué comer.
– Comunas 17, 19, 22. Barrios como El Limonar.
Según Fabiola, la estrategia de su despacho tuvo varios momentos. El primero inició el 27 de marzo, cuando comenzó la cuarentena por el coronavirus. Durante esas primeras semanas se entregaron mercados puerta a puerta en barrios vulnerables, en asentamientos y a “grupos poblacionales”: comunidades indígenas, LGBTI, recicladores, herreros, víctimas del conflicto.
A mediados de mayo, sin embargo, comenzaron a recibir solicitudes de músicos, bailarines, barberos, funcionarios de agencias de viajes, peluqueros.
– Una gran parte de la población que no era vulnerable antes de la cuarentena, pasó a serlo producto del cese de actividades. No los teníamos identificados. El Alcalde creó entonces las Comisiones por la Vida y la Solidaridad, para identificar en los territorio cuáles eran esas personas. Y ahí es donde empezamos a entregar ayudas en esta población. Publicamos un link para que aquellos que no están en el Sisbén y no saben cómo acceder a una ayuda, lo hagan. La gente empezó a inscribirse. Personas de la comuna 17, de la 19, vecinos de Capri. Me encontré con testimonios muy dolorosos. Profesores que perdieron el trabajo y no tenían para comer. Peluqueros que ganaban $2.000.000 y tras dos meses sin trabajo agotaron sus ahorros.
Fabiola asegura que desde la Secretaría de Bienestar Social se están documentando las ayudas entregadas para presentar una radiografía social “que en Cali es muy dolorosa y se desconoce, pero que debemos evidenciarla para diseñar de manera eficaz las políticas públicas”.
— Le pongo otro ejemplo: según datos del Sisbén, en un asentamiento había 2700 personas. Llevamos ese número de mercados y cuando llegamos, eran 3800 los que vivían ahí. Los datos de las entidades no responden a la realidad. Hay problemáticas que nadie conoce en Cali y esta pandemia las está evidenciando.
Lina Martínez, la directora de Polis, advierte que la pandemia también demostró la poca inversión que históricamente ha realizado el municipio para recolectar datos sobre la población y caracterizarla, una información fundamental para garantizar que quien reciba la ayuda sea en realidad quien lo necesite.
— Es un problema que no es de ahora. No hay sistemas de información confiables.
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En la posada, Yeimmy y Maciek crearon su propio sistema de información. En cada uno de los barrios donde entregan los mercados cuentan con personas de confianza que conocen a la comunidad y hacen una investigación previa para saber quién necesita la ayuda. De cada zona elaboran una lista de familias.
El sábado se encontraban en Navarro, Sol de Oriente, Villa Mercedes, Remansos de Comfandi y Mojica, donde entregaron 250 mercados. El domingo entregarán 35 más en El Calvario. Cada bolsa incluye arroz, maíz, lentejas, fríjoles, aceite, leche, huevos, alimentos que no solo nutran sino que permitan garantizar las tres comidas diarias de una
familia por lo menos durante una semana.
– El café lo excluimos, es un lujo por su costo. También el atún. Solo incluimos atún cuando nos lo donan. Tratamos de que los recursos nos alcancen para ayudar a la mayor cantidad de personas. Si un proveedor nos vende una libra de arroz $100 más económica, se la compramos a él. Cada peso ahorrado significa un mercado más para una familia, y eso es muy valioso. En Cali hay una pandemia silenciosa de hambre y no se visibiliza. Se habla de cifras de contagiados de coronavirus, de recuperados, de fallecidos, pero todo este ruido tapa la realidad que hay debajo: trece niños ya han muerto de desnutrición en el Valle, y esos apenas son los casos reportados. La pandemia del hambre es tan real como el Covid - 19.