CALI
Siloé: así es el histórico drama social que vive la ladera
El emblemático barrio pide soluciones de fondo a la pobreza, la inseguridad, y la exclusión. Pandemia profundizó crisis: Líderes.
Detrás de sus centenares de casitas colgando de la montaña y calles empinadas, y que en las noches se asemejan a un gigantesco pesebre iluminado, Siloé, uno de los barrios más antiguos de Cali, arrastra una compleja situación social por cuenta de la pobreza, la marginalidad y la violencia. El reciente estallido de protestas y el descontento ha sido un reflejo de las dificultades que allí enfrentan a diario sus 14.649 habitantes, la mayoría jóvenes entre 14 y 28 años sin oportunidades laborales y educativas.
Se trata de un drama histórico desde cuando las primeras familias mineras del Viejo Caldas llegaron en 1920 para asentarse en esa zona montañosa del occidente – ubicada entre los cerros de Cristo Rey y Bataclán- donde antes predominaba la explotación carbonífera en terrenos de alquiler.
Tras años de angustias y tragedias, las generaciones que precedieron a los primeros colonizadores lograron que Siloé tuviera algunos servicios públicos en esa agreste colina como resultado de la expansión urbana y demográfica que registró Cali luego de los VI Juegos Panamericanos de 1971.
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Hoy, esa infraestructura es obsoleta, incluso hay sitios donde no hay agua, ni alcantarillado y algunos pobladores se abastecen de las quebradas cercanas y toman la electricidad mediante conexiones ilegales, según Juan Carlos Moreno Marulanda, presidente de la Junta Administradora Local, JAL, de la Comuna 20. De hecho, el 53,4% de las viviendas tiene cobertura de acueducto, el 49,9% alcantarillado, el 70,9% de energía eléctrica y en gas natural domiciliario apenas alcanza el 54,5%.
Pero la situación va más allá. Siloé, al igual que sucede en el Distrito de Aguablanca, reúne una amalgama de culturas migrantes del Cauca, Nariño y la Costa del Pacífico. Esa mezcla demográfica acentuó de alguna manera los problemas de inseguridad, violencia intrafamiliar y exclusión en ese viejo sector que hace parte de la Comuna 20 que la conforman once barrios con una población de 100.000 habitantes.
El panorama preocupa, pues a pesar a los programas desarrollados por numerosas fundaciones, estos resultan insuficientes, ya que el barrio presenta un índice de pobreza del 23%, uno de los más altos del país, y que, según algunos líderes como Johny Rojas, director de la Fundación Crealo, es mayor respecto frente a las cifras oficiales.
Precisamente los pocos recursos en la mayoría de sus hogares, el desempleo, y la ausencia de oportunidades laborales y educativas, ha llevado a que muchos jóvenes y adolescentes sean reclutados por los grupos delictivos que se disputan ese territorio de ladera con fronteras invisibles.
Todo ello, anota el presidente de la JAL, Moreno Marulanda, “obedece al abandono del Estado en lo social y en la seguridad que hemos vivido especialmente en los últimos 40 años, incluyendo la falta de oportunidades articuladas para la recuperación de las familias, y donde los jóvenes han sido los perjudicados en Siloé, el barrio más estigmatizado de la Comuna 20”.
Reconoce que esa estigmatización se estaba superando antes de que llegara la pandemia con demostraciones artísticas, culturales y deportivas, entre otras. Pero todo cambió.
El impacto del covid y el paro
Si bien los problemas sociales de Siloé han sido suficientemente diagnosticados, la pandemia del Covid profundizó esa realidad. De allí, que Siloé fuera considerado como el actor emblemático de la protesta y la resistencia durante el trascurrir del paro.
De acuerdo con Steven Ospina, abogado y líder del colectivo Soñadores de Siloé y la Red Latiendo, lo que pasa en el sector es el resultado de la desigualdad social “y por lo es necesario romper con ese modelo de Gobierno y las causas estructurales donde los barrios populares son los que viven las peores condiciones de marginalidad y pobreza”.
Relata que en los sitios de bloqueo, hubo jóvenes sin empleo, sin nada que perder, que protestaron para reclamar soluciones, en especial por la falta de alimentos, pues en el sector habita un alto número de trabajadores informales y vendedores ambulantes.
Un ejemplo, de ello, dice, es que “durante la pandemia el colectivo trabajó en la entrega de mercados donados para atender a las familias más necesitadas y mediante una interlocución constante con instituciones para que apoyen con educación y recursos”.
Por su parte, el director de la Fundación Crealo. Johny Rojas, señala que al menos 5000 personas, casi el 40% de los habitantes de Siloé enfrentan dificultades para sobrevivir debido al impacto de la pandemia, pues la mayoría vive del ‘rebusque’, mientras otros quedaron desempleados.
Como parte de esta problemática, también está ahora muy marcado el problema de la inseguridad, que protagonizan unas 14 pandillas presentes en el sector. “Todo esto afectó y empeoró la calidad de vida en Siloé”, dice.
El lío de la inseguridad
Siloé está rodeado por barrios como Alberto Lleras Camargo, creado en 1957 y Brisas de Mayo en 1981, como también por El Cortijo, Belisario Caicedo, Brisas de Mayo, Pueblo Joven, Belén, Tierra Blanca y La Sultana, que también acusan problemas de pobreza, exclusión e inseguridad.
Y hay un dato que alarma. Según el Observatorio de Seguridad de Cali, la ocurrencia de homicidios sigue aumentando en la Comuna 20. Entre enero y junio 16 de 2021 se han presentado 35 muertes violentas, 19 más que en igual periodo del 2020, lo que arroja un crecimiento del 118%. La mayoría están ligadas a microtráfico y al ajuste de cuentas entre bandas que se disputan ese territorio de laberintos y callejones sin salidas.
A esas muertes deben añadirse las presentadas en el marco del paro durante choques entre el Esmad, manifestantes y civiles, y que los colectivos comunitarios piden que se esclarezcan pronto para llevar a los responsables ante la justicia.
Frente a esta coyuntura, el exasesor de seguridad, investigador e historiador de la Universidad del Valle, Alberto Sánchez Galeano, indica que “Siloé ha sido un escenario históricamente muy complejo por la falta de oportunidades y de exclusión de su gente, y por el estigma social que le cae encima a la Comuna 20 por sus niveles de violencia”.
El experto se pregunta el porqué Comunas que fueron críticas en el pasado lograron avances mientras “en Siloé pareciera que eso no ha ocurrido”, y preocupa que “haya una capacidad de control criminal para atacar las estaciones de Policía e intimidaciones a las personas que están en las protestas, provocando incluso un éxodo de algunos residentes”.
Lo segundo, agrega, es que pese a los muchos esfuerzos por concentrar el trabajo social por parte de fundaciones como Sidoc del ex alcalde Maurice Armitage, entre muchas otras, “los recursos no alcanzan para equilibrar la balanza en favor de sus habitantes”.
Recuerda Sánchez Galeano que la administración anterior realizó inversiones en infraestructura y de corte social, “pero uno observa una insuficiencia frente a necesidades muy grandes, a pesar de que allá llegaron el MíoCable, los nuevos Centros de Desarrollo Infantil, más un polideportivo, y algunos nuevos colegios”.
Frente a esa realidad, Juan Carlos Moreno Marulanda, presidente de la Junta Administradora Local, JAL, de la Comuna 20 indica que “mediante el diálogo se han logrado superar los bloqueos, pero no el actuar delictivo, pues este se agravó al no contarse con fuerza pública” luego de los ataques a las estaciones de Policía. Pone de presente que esa situación obedece a que “no hay confiabilidad en las garantías de las autoridades para proteger al comercio, a la comunidad y los jóvenes de la primera línea que están expuestos en las protestas”.
Frente a las soluciones sociales, el concejal Milton Castrillón, dice que los anuncios en ese sentido no deben quedar “solo en un titular de prensa”, sino en acciones concretas. Siloé, anota, es un sector que amerita toda la atención, ya que es fundamental para la vida de los caleños.