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Paola Alzate  sigue estudiando las especies de flora y fauna que alberga el Parque Nacional Natural Los Farallones de Cali y guiando a las nuevas generaciones.
Paola Alzate sigue estudiando las especies de flora y fauna que alberga el Parque Nacional Natural Los Farallones de Cali y guiando a las nuevas generaciones. | Foto: El País

Medio ambiente

Tres líderes ambientales del Valle a quienes las aves les dieron alas

Tres mujeres transformaron sus vidas, gracias a las aves. Una de ellas, Paola Alzate, dejó de generar un impacto negativo en la naturaleza, para ser el hada madrina de los Farallones de Cali.

28 de enero de 2024 Por: Redacción El País

Por Isabel Peláez R., editora de entretenimiento y cultura de El País

Cali será nuevamente sede de Colombia Birdfair, del 15 al 18 de febrero, días durante los cuales habrá conferencias y salidas de pajareo, y recibirá invitados de España, Perú, México, Brasil, Argentina, y por supuesto, Colombia.

Esta décima edición lleva como lema “las aves transforman vidas” y hay un puñado de mujeres, madres trabajadoras, algunas víctimas del desplazamiento forzoso, otras que dejaron de impactar negativamente sus entornos, a través del aserrío o la extracción de minerales, que gracias a muchas especies, hoy en día le dan alas a sus sueños de salir adelante con sus familias, y con el apoyo de esta feria.

La guardabosque

Una de ellas es Paola Andrea Alzate Cerón, líder ambiental y comunitaria de 45 años, quien a pesar de permanecer gran parte de su vida en los Farallones de Cali —desde los 10 años—, por mucho tiempo no supo que habitaba un Parque Nacional Natural y una de las áreas más biodiversas del planeta, que alberga oso andino, variedad de aves, venados, guatines, guaguas, pumas, yaguarundí (gato moro) y serpientes.

Sus primeras interacciones con su entorno estuvieron relacionadas con la extracción ilegal y el uso irracional de los recursos naturales. “Con mi esposo vivíamos del aserrío. Nos levantábamos a las 4:00 a.m., con cuatro caballos, para ir al bosque, cortar los árboles, sacar la madera más fina, llevarla a la ciudad y comercializarla, la vendíamos por pulgadas. Sin saber que había especies de gran importancia para la conservación a las que estábamos afectando”.

Confiesa que aunque dicha actividad la realizaban para el sustento suyo y de sus hijas, vivían en constante zozobra, escondiéndose, en una lucha diaria con instituciones como la CVC y Parques Nacionales. “A veces no teníamos ni para el mercado, porque aunque trabajábamos muy duro, en los retenes nos quitaban la madera. Al final, mi esposo tuvo que vender nuestra herramienta principal de trabajo, la motosierra, que habíamos comprado con mucho esfuerzo”.

“Cuando el papá de mis hijas se fue a trabajar a la mina de oro, estaba yo en un proceso de cambio de conciencia y no estuve de acuerdo con que dejara todo el proceso de conservación que habíamos iniciado. Ese fue el punto final”, anota. Para después reflexionar: “La minería generó una descomposición social de la comunidad, trajo drogas, prostitución y muchas cosas que la gente no conocía”.

Motivada por personas que hacían labores de investigación y avistamiento en la zona, como Carlos Mario Wagner, cofundador y director científico de Colombia BirdFair, Paola se animó a adquirir más conocimientos sobre el entorno en el que vivía. Se adentró en el bosque, hizo senderismo, aprendió empíricamente a conocer las especies y las aves le fueron enseñando el camino.

Paola Alzate, armada de binoculares y libros de especies de flora y fauna, cumple labores de monitoreo en el Parque Nacional Natural Farallones de Cali.
Paola Alzate, armada de binoculares y libros de especies de flora y fauna, cumple labores de monitoreo en el Parque Nacional Natural Farallones de Cali. | Foto: El País

Para ella, el punto de quiebre entre su vida anterior y la presente fue entender el impacto negativo que generaron las minas del Socorro, y cuando se fue involucrando más y más en el trabajo con las entidades ambientales, no hacía más que llorar y pensar “por Dios, esto está acabado, este páramo sin frailejón, que alberga especies como el oso de anteojos, un sinnúmero de orquídeas, de musgos”... Estaba impactada.

Otros padrinos de esta mujer en su búsqueda del conocimiento de la naturaleza fueron Francisco Piedrahíta, el profesor Jorge Orejuela y Róbinson Galindo, quienes la apoyaron para que se capacitara; hizo muchos cursos en el Sena y con diferentes entidades y una carrera técnica. “Aprender sobre mi entorno, me motivó a cuidar este hábitat de tantas especies, a conocerlas, a entender su comportamiento, y me animó a seguir en este proceso de la conservación”. Hoy hace parte de un grupo de guardabosques de la zona, cinco de ellos exmineros, incluyendo una señora que trabajaba en la mina cocinando.

Mujeres a quienes las aves transformaron sus vidas | El País Cali

Paola también lidera procesos de conservación a través del turismo de naturaleza, ha emprendido campañas de educación y gobernanza ambiental. Además, acompaña procesos sociales de desarrollo sostenible, investigación biológica y restauración ecológica. Precisamente ella hizo parte del grupo de investigadores que halló recientemente nuevas especies de orquídeas en los Farallones de Cali.

Recuerda que en sus inicios, sus tres hijas estaban pequeñas y se las llevaba a sus recorridos y avistamientos, y fue tal la pasión que las niñas vieron en la madre, que una de ellas inició la carrera ambiental, solo le faltan dos semestres para terminarla.

Generosa como es, no se quiso quedar con sus conocimientos, y los llevó a las escuelas de su territorio, donde dio clases a los niños, “para hablarles de todas las especies que alberga esta zona de páramo sin frailejón, única en Colombia, para enseñarles que las orquídeas no se pueden sacar de su hábitat, porque necesitan de un clima especial para vivir”.

Todo esto nos lo contó en medio de un receso de su labor. Un día de trabajo suyo inicia a las 8:00 a.m. Entre sus tareas como guardabosque está hacer monitoreo de las especies de flora, observar cúales están en floración y cuáles en semilla, recolectar las semillas, trabajar en las barreras cortafuego y en viveros, llevar a cabo recorridos de control y vigilancia en la parte alta. Durante 15 años lo hizo en los predios de conservación del Dagma, ahora espera el llamado del gobierno actual.

Doña Dora

Dora Londoño, más conocida por pajareros, locales y turistas, como ‘Doña Dora’, nació en el municipio de Sevilla, Valle del Cauca, pero al ser desplazada por la violencia, tuvo que volar, de nido en nido, por varias regiones de Colombia, durante muchos años, hasta que en 1998 encontró el que ha sido para ella su refugio de paz, la zona del Cañón de Anchicayá, en Dagua. Esta inicia en el municipio de Dagua y termina en el Distrito de Buenaventura.

“Yo nací en Sevilla, pero me crié en los Llanos Orientales, en Puerto Rico, Meta, en medio del conflicto armado que nos llevó a irnos hacia Cajamarca, Tolima, nos devolvimos para los Llanos y luego regresamos al Valle del Cauca, a la vereda Bolo Azul, pero allí también llegaron los grupos armados, hasta que nos asentamos en el Queremal —donde tampoco estuvieron exentos del conflicto—.

La finca El Descanso, de doña Dora, está ubicada en el kilómetro 55 antigua Vía al Mar, en el municipio de Dagua, Valle.  Para visitar el lugar, se le puede contactar 
 en el Whatsapp: 3167996929.  Y en redes:  @donadorabirding
La finca El Descanso, de doña Dora, está ubicada en el kilómetro 55 antigua Vía al Mar, en el municipio de Dagua, Valle. Para visitar el lugar, se le puede contactar en el Whatsapp: 3167996929. Y en redes: @donadorabirding | Foto: Colombia Birdfair

“Hace 20 años llegamos acá -al Cañón de Anchicayá- a un ranchito de plástico, luego lo construimos en bahareque y después, en barro”, relata Doña Dora sobre su nuevo hogar.

Un hogar que se fue convirtiendo en refugio de tangaras doradas, primavera y coronadas; del gallito de roca y del tucán barbudo o compás, que llegaban en busca de sombra y alimento. Esto empezó a ocurrir en el año 2010, cuando Doña Dora instaló un pedazo de tabla con dos plátanos para alimentar a las aves de la zona, por recomendación de unos expertos. Lo hizo sin saber que estaba creando una novedosa estrategia para potencializar su negocio de venta de café y hojaldras de harina de trigo al pie de la carretera.

Así fue como, asesorada por otros observadores y fotógrafos y con el apoyo de su familia, Doña Dora adecuó su finca El Descanso como un emprendimiento de observación de aves, el cual tomó una dimensión internacional gracias al apoyo de Colombia Birdfair y de su director Carlos Mario Wagner. En la actualidad, a Doña Dora la visitan allí, en el kilómetro 55, observadores y fotógrafos de aves “chinos, hindúes, alemanes, belgas...”, enumera ella.

Uno de esos padrinos que, como por arte de magia, obraron aquello fue justamente Wagner. “Llegamos con un grupo de amigos a la cuenca del río Anchicayá a observar aves. Era una época muy compleja, por temas de orden público, pero éramos locos y atrevidos. Esta es una zona que está en transición entre los Andes y los bosques del Pacífico, posee una gran biodiversidad y un gran número de especies de aves. Doña Dora tiene una tienda al lado de la carretera y allí parábamos a tomarnos un café y a comprar empanadas. Por muchos años buscábamos aves raras como el compás. Un día nos encontramos en el camino con Gilberto Collazos, odontólogo de las comunidades del Pacífico, interesado en las aves, y junto a él convencimos a doña Dora de poner alimentadores para colibríes y comederos para las aves en su casa”.

Ese recuerdo permanece nítido en la mente de ella: “Don Carlos y don Gilberto me aconsejaron: ‘Doña Dora, colóqueles cebaderos, que le pueda llegar variedad de aves y detrás de estas llega mucho turista. Yo lo dudaba, ¿viene gente a ver pájaros? Pero con el tiempo lo pensé y dije, voy a convertir este lugar en una buhardilla”.

Doña Dora - Vídeo Oficial Colombia BirdFair 2019

Fue tal la convicción de Doña Dora que no solo puso la tabla con plátano guayabo y papaya, sino que terminó robándosele los bananos que su esposo, Luis Cortés, tenía para alimentar a los cerdos, hasta crear varios comederos”. Para su sorpresa y la felicidad de Carlos y sus amigos, empezaron a llegar a la finca tangaras y el compás -una especie que todo observador de aves quiere ver y fotografiar-, y eso motivó más el interés de los turistas. Otro atractivo del lugar eran los árboles de ficus, cuando sus frutos maduran, llegan muchas aves, incluso algunas en peligro de extinción.

Un total de 200 especies de aves se pueden observar en la zona, algunas muy especiales como el clarinero o tangara del Pacífico, asoma candela, tangara platinada, tangara collareja, frutero pechirrojo y torito cabecirrojo, entre otras.

“Durante Colombia Birdfair hicimos rutas de avistamiento que incluían la finca de Doña Dora, y ella, con lo amorosa y generosa que es, empezó a recibir y acoger a los turistas, quienes pueden desayunar y almorzar allí, y mientras lo hacen, sin moverse siquiera, hacer los avistamientos”, testimonia Carlos Wagner.

Doña Dora empezó su emprendimiento de turismo de aves junto a su esposo y cuando a su finca empezó a llegar mucha gente, sus nietos (tiene 5 y una bisnieta) empezaron a ayudarla, y luego sus hijos (4: 2 mujeres y 2 hombres). Precisamente, uno de ellos,

Elberth Sánchez Londoño, artista plástico, ha adecuado el lugar con sus murales de aves de la zona.

“Este Cañón es muy rico en flora y fauna, eso nos motivó a cuidar no solo a los pajaritos, también las aguas y los bosques. Aprendimos que las aves se alimentan además de proteínas, como huevos, insectos, reptiles y frutas”, dice Doña Dora, quien se siente como las aves, “libre en este lugar, donde respiro aire puro a diario y puedo salir a caminar, a escuchar sus cantos y el rumor del agua, no hay un sentimiento igual”.

Jenny, la líder

Jenny Fernanda Jordán Muñoz es madre cabeza de familia de dos hijos. Es miembro de la familia Muñoz, los primeros colonos que llegaron a la zona de La Leonera —que hace parte del Parque Nacional Natural Los Farallones de Cali— donde se crió y ha pasado gran parte de su vida, allí en la cuenca media del río Cali.

Desde temprana edad decidió que iba a dedicarse a conservar su territorio, con la ayuda de sus vecinos y comunidad. Con ese propósito de vida, se convirtió en líder ambiental y social, y a través de la educación, la sensibilización y la restauración ecológica, ha aportado significativamente al desarrollo de su comunidad y a la conservación.

Gracias a su sensibilidad y amor por su territorio, trabaja con niños en temas de educación ambiental desde hace más de 20 años, motivando el amor de los más pequeños por la naturaleza y compartiendo su conocimiento con ellos sobre las aves. Ha formado pequeños y jóvenes que hoy en día son adultos y observadores y guías en recorridos de avistamiento.

Jenny Fernanda Jordán Muñoz,  directora ejecutiva de la Asociación Río Cali.
Jenny Fernanda Jordán Muñoz, directora ejecutiva de la Asociación Río Cali. | Foto: Colombia Birdfair

Asimismo, ha contribuido a la conservación del Parque Nacional Natural Los Farallones de Cali y del bosque de niebla San Antonio, área de importancia para la conservación de las aves.

Es líder de un ambicioso programa de restauración ecológica, mientras desarrolla estrategias económicas de uso y aprovechamiento sostenible de la biodiversidad.

“Actualmente es la directora ejecutiva de la Asociación Río Cali -entidad privada de base comunitaria y sin fines de lucro—, desde donde ha motivado todo un trabajo de restauración ecológica en su cuenca, recuperando áreas degradadas que se están convirtiendo en bosque para las aves y la biodiversidad. Esto ha aportado al desarrollo de su comunidad, y ha sido motora para la promoción de la conservación del Valle del Cauca, siendo una de las líderes más reconocidas”, la describe Carlos Mario Wagner.

Es observadora de aves desde 2001 y considera que estas “son como una medicina que aporta a la paz y nos devuelve esa capacidad de asombro”. Para ella, las aves son la excusa perfecta para hablar de conservación y hacer educación ambiental con las nuevas generaciones.

Jenny ha participado en varios procesos del cuidado de la naturaleza, ha trabajado con Parques Nacionales, CVC, Dagma y casi que con todas las instituciones ambientales que tiene Cali.

Para Wagner: “Las aves han transformado las vidas de muchas mujeres. Muchas de ellas, desplazadas por la violencia, encuentran un lugar donde comienzan labores de emprendimiento o conservación. Familias, antes separadas, por distintas circunstancias, se volvieron a unir alrededor del aviturismo. Mujeres que eran taladoras, a través de la sensibilización y educación ambiental, han reconocido la importancia de los bosques como hábitat, motivadas por el amor y conservación”.

Son mujeres a quienes las aves les dieron alas para sacar adelante a sus familias y restaurar su entorno.

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