Colombia
“Aquí enterré todos los cadáveres”: Así era el lugar de terror donde Garavito escondía a sus víctimas
En una agenda, Luis Alfredo Garavito documentaba todos los crímenes y abusos que cometía.
En una agenda, la cual fue llamada como “la agenda negra”, Luis Alfredo Garavito, el asesino serial de niños que murió este jueves 12 de octubre de 2023, documentaba cada uno de los asesinatos y abusos contra menores que cometía. Esa agenda fue hallada por las autoridades en la casa de su novia.
Fue gracias a ese libro, que el abusador mostró a las autoridades cada uno de los lugares donde enterraba los cadáveres de sus víctimas.
Vale la pena aclarar que cuando fue capturado, un 22 de abril de 1999, Garavito negó ser el responsable de la muerte de 114 víctimas, pese a que las autoridades ya tenían en su poder la famosa agenda y en ella estaban documentadas cada una de sus atrocidades.
En los interrogatorios incluso, seguía negando las acusaciones pese a que además, en las escenas de los crímenes hallaron las cuerdas con las que maniataba a los niños, restos de su ADN en los cadáveres, además de una botella de brandy vacía, siempre de la misma marca.
Fue solo hasta que un juez le habló de frente y le expuso en detalle todo lo que sabían de la forma en que él mataba a los niños, que el hombre decidió hablar por primera vez y confesar sus escalofriantes actuaciones. Por 12 horas seguidas les contó a quienes estaban detrás de la investigación cómo había sido su ruta criminal.
De hecho, en ese momento pidió su agenda al igual que un mapa y señalando el plano, dijo: “Aquí enterré todos los cadáveres”. Uno por uno desglosó las fechas y las ciudades.
Según los investigadores que se han ocupado del infanticida, Luis Alfredo Garavito llegó a recorrer hasta cinco veces diferentes regiones de Colombia, visitando unas 59 poblaciones en todo el país.
Los departamentos en los que más casos cometió crímenes fueron en el Valle del Cauca, también en Cundinamarca, Boyacá, Quindío, Caldas, Risaralda Caquetá y Tolima.
Durante los interrogatorios, los fiscales le solicitaban a Garavito que llegara con sus mapas. Ellos a su vez llegaban con los expedientes de cada departamento y los registros de desaparecidos para así abordar caso por caso, y constatar si en cada suceso estaban involucradas las manos de Garavito o no. Categóricamente él se encargaba de decir si había sido o no el autor del incidente que le consultaban.
Después de los interrogatorios que los fiscales le hacían, ellos mismos se encargaban de visitar los sitios donde se supone estaban enterradas las víctimas. En algunos casos no hallaban cadáveres, pero a través de una llamada que le hacían a ‘La bestia’, pues eran los únicos autorizados para tener comunicación con él estando en la cárcel, lograban finalmente hallar las fosas. Por medio de un celular, Garavito les daba las indicaciones y los llevaba al punto que era.
Hay un relato de un investigador en Pereira que da cuenta de cómo trabajaban después de que Garavito les daba los mapas.
“Hay un caso en el municipio de Toro, Valle del Cauca. Allí, un menor que lustraba zapatos desapareció y no se había logrado hallar su cuerpo. El interrogado comentó que lo había dejado cerca de un cerro donde está la estatua de Cristo. Le pedí hiciera un mapa de la ubicación. Garavito se ofreció a acompañarme para encontrar con exactitud el cuerpo del pequeño, pero era muy arriesgado permitírselo pues lo podían asesinar, se podía fugar o, quizás, atentar contra mi vida. Tiempo después, decidí viajar a Toro con un equipo de criminalística. Seguimos el mapa y no hallamos rastro alguno. Me comuniqué con Garavito vía celular (yo era la única persona autorizada para este tipo de contacto) y le expliqué que su mapa no nos había servido. Él me dijo que simplemente ampliara la búsqueda cien metros más, tal vez cerca de un pequeño afluente de agua. Horas después lo encontramos. De esta manera empírica logré hallar más cuerpos en otras zonas del país”, contó uno de los investigadores del caso.
A los investigadores también les confesó que la primera vez que mató a una de sus víctimas fue en el Valle del Cauca, cuando después de violar a un pequeño casi es capturado. Después de ese incidente les aseguró que era mejor asegurarse y no dejar testigos. En sus múltiples confesiones Garavito se atrevió a pedir perdón.
“Pido perdón a Dios, a ustedes y a todos aquellos a quienes yo haya hecho sufrir”. Aseguró además que no tenía “ninguna perversión sexual” y que tampoco era “homosexual”, pero sí confirmó ser el “responsable de la muerte de 140 niños.
Sus atrocidades eran confundidos con ritos satánicos
Tuvieron que pasar varios años para que las autoridades descubrieran los restos óseos de los pequeños, víctimas de Garavito. Los primeros se encontraron a finales de 1997 y eran los cuerpos inertes de tres niños, que permanecían juntos, desnudos, maniatados y con las gargantas seccionadas.
A pocos metros de esta especie de fosa localizaron una nota manuscrita con una dirección, precisamente la de la novia de Garavito, que fue donde luego encontraron la agenda negra donde el abusador anotaba todos sus vejámenes.
Según los informes forenses, los cadáveres encontrados presentaban signos de un sufrimiento extremo: atados de pies y manos, los golpeaba y pisoteaba en el estómago, pecho, espalda o cara; los marcaba, cortaba o mutilaba con cuchillos o destornilladores, para después violarlos brutalmente. Solo alcanzaba el clímax de placer cuando los degollaba.
Esos informes forenses coinciden con la forma en que el hombre acechaba y mataba a sus víctimas, tal cual lo relató en una entrevista que concedió relatando su accionar:
“Generalmente voy al hotel a las nueve de la noche; empiezo a sentir esa fuerza extraña que me domina, saco el cuchillo, consigo unas cabuyas, llevo licor y me dispongo a andar por las diferentes calles aledañas a la galería. Había un niño llamado Julián Pinto cerca, él estudiaba en el SENA donde había ido a vender ambientadores el año pasado. Estaba vendiendo tintos, le hablo, lo convenzo para que me acompañe. Deja su termo y se va conmigo.Lo introduzco al cañaduzal, lo amarro, lo acaricio y después lo violo. Julián Pinto grita, lo acaricio, él sigue gritando y posteriormente lo mato. Me acuerdo tanto de este niño por una situación: en ese sitio hay una cruz, regreso para el pueblo y de un momento a otro siento una voz que me dice: “eres un miserable, no vales nada”. Regresé y mire lo que había hecho. En ese momento me arrodillé, me arrepentí, y enterré el cuchillo. También practiqué ritos satánicos con los menores que asesiné, lo hice a mi manera, pero no quiero explicar como lo hice; yo hice pacto con el diablo”
La noticia de su muerte
Vale la pena recordar que fue condenado a 1.853 años por el homicidio y abuso de 172 niños, niñas y adolescentes, según lo confirmó en ese entonces la Fiscalía General de la Nación, sin embargo, la pena máxima en la ley colombiana era de 40 años, que fue la que recibió.
Este año, Garavito cumplió 24 años de condena, lo que significaba aproximadamente 3/5 partes de lo que tenía que pagar ante la ley. Su tiempo en prisión terminaba cuando tuviera 82 años, pero la muerte lo alcanzó debido a un fuerte cáncer.
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