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El curso de lanceros de Colombia se divide en cuatro fases: la primera fase es de adaptación, la segunda de fundamentación táctica, la tercera denominada de alta montaña y la cuarta de selva. | Foto: Foto: Álvaro Tavera | Colprensa

EJÉRCITO NACIONAL

Así se convierte un soldado en un lancero de Colombia

Este curso forma a militares para estar en primera línea de guerra. Es apetecido en el exterior.

19 de octubre de 2020 Por: Fernanda Torres Tovar | Colprensa

‘El salto de la roca’ es una de las últimas pruebas de confianza que debe pasar un soldado del Ejército para convertirse en un lancero de Colombia. “Un segundo de decisión por una eternidad de gloria”, es lo que se escuchó por parte del lancero instructor, quien estaba a 21 metros de altura del soldado que debía lanzarse por su propia voluntad a un río que tenía más de 10 metros de profundidad.

A más de 25 grados centígrados, con camuflado, caras pintadas de verde y negro, en una roca, se preparaban para el salto 66 hombres que decidieron hacerle frente a la primera línea de guerra y portar el distintivo de lancero en su pecho. La prueba era definitiva, si se rehusaban a lanzarse perderían el honor de tener la lanza, y más de 10 semanas de entrenamiento que les costó sangre y sudor.

La tenacidad de los hombres lanceros es reconocida a nivel internacional, pues el país es de las únicas naciones que tiene el entrenamiento físico y psicológico para enfrentar una guerra irregular, que no es otra cosa que atacar de frente cada uno de los eslabones de las estructuras que hoy están al servicio del narcotráfico.

Más de 23 países han tomado el curso de lanceros de Colombia, pues se dice que no  hay mejor entrenamiento que el que se ofrece en territorio nacional por parte del Ejército.

Lealtad, valor y sacrificio es el lema de los lanceros en Colombia, pero una vez están en uno de los puntos más altos de la roca, invocan a Dios, a su familia y a su propia patria para tener el coraje de lanzarse al vacío. “Entran al agua como alumnos y salen como lanceros”, es lo que se encargaba de gritarle el lancero instructor para que no perdieran la confianza en si mismos y vencieran los miedos.

Y no es para menos el grito de aliento de uno de los instructores más veteranos y, como se conoce en ese argot militar, un ‘cacao’ en el tema, pues él más que nadie sabe a lo que se enfrentan los soldados cuando deciden enlistarse en ese mundo en el que atacar el crimen, por su país, se convierte en su prioridad.

Los 66 soldados que fueron calificados como lanceros, en esta época de pandemia, tuvieron que pasar cuatro etapas muy fuertes de entrenamiento físico y psicológico. De acuerdo con el coronel Walther Giraldo, director del Centro Nacional de Entrenamiento del Ejército conocido como el Fuerte Militar de Tolemaida, ubicado en límites de Tolima y Cundinamarca, las fases corresponden a adaptación, fundamentación de táctica, alta montaña y fase de selva.

Para el oficial, todas las etapas tienen su grado de complejidad debido a que durante las pruebas los soldados están sometidos constantemente a entrenamiento físico y psicológico muy riguroso. Por ejemplo, en la primera fase, los militares se encuentran con acondicionamiento básico de supervivencia de combate en el agua, trotes, marchas, polígono y combate cuerpo a cuerpo.

Las pruebas de confianza son exigentes pues, por lo general, deben adecuarse al entrenamiento incluso con sus equipos de combate, es decir, fusil y equipo en donde llevan sus implementos personales, que en conjunto llegan a pesar alrededor de 25 kilos, fuera de su dotación personal, sus proveedores y sus municiones.

En la primera fase, los soldados se enfrentan a la ‘noche de lanceros’, que no es otra cosa que poner a prueba su destreza en el agua, aprendiendo diferentes técnicas de nado, sistemas de flotabilidad, así como también habilidades en asalto aéreo, soga rápida, descenso de pared y de aeronave.

El comandante del fuerte militar recordó que otra de las pruebas de confianza de extrema exigencia que se realiza en el río Magdalena es el ‘salto a lo desconocido’, que con el solo nombre da luces de que los soldados no saben a lo que se enfrentarán. Una venda en los ojos y una soga cortada con caída directa al torrente hídrico es lo que tienen que superar.

La segunda fase, que es desarrollada en el Centro de Entrenamiento de Lanceros ubicado en Nilo, Cundinamarca, está diseñada para que el soldado tenga experiencia en planeamiento táctico a la hora de estar en una operación, sea en zona rural o urbana. Allí aprenden a identificar y establecer los procedimientos que se siguen en cada misión. Las pruebas de confianza en esta etapa son estratégicas.

Durante el curso, los soldados son instruidos en cuanto a derechos humanos, esto porque si bien deben enfrentarse al enemigo, a quien identifican como objetivo militar, también deben tener en cuenta que sus misiones se desarrollan en zonas donde habitan civiles, de ahí que la exigencia en ello es a que siempre prevalezca la integridad de la población civil.

Ya en la tercera fase, que se desarrolla en el Batallón de Entrenamiento y Reentrenamiento, ubicado en Bogotá, y denominada de alta montaña, los soldados tendrán un incremento de peso en su equipo, pues la etapa de páramo los obliga a llevar utensilios que les permita cubrirse del frío al que se enfrentarán en varias ocasiones de sus operaciones, de ahí que para el coronel Giraldo los lanceros estén totalmente preparados para cualquier situación.

En cuanto a la cuarta fase, que se desarrolla en el fuerte de Amazonas II, el oficial aseguró que los soldados están entrando a la recta final de su entrenamiento, no obstante, no por ello la exigencia disminuye, por el contrario se enfrentan quizá a una de las fases más fuertes. Desde extensas marchas con su equipo al hombro, hasta estar sumergido en la selva, y simular un secuestro, es de las pruebas que tienen que pasar.

Tras su paso por la espesa jungla, el agua, los páramos, entre otros escenarios, los militares están casi listos para tener su distintivo de lancero en el uniforme que portan a diario. Los 66 que fueron calificados como lanceros, no tocaron la campana, esa misma que daba por hecho a sus instructores que se estaban rindiendo.

La ceremonia siempre esta presidida por el coronel Giraldo, quien es un lancero veterano, pero con alma de guerrero y es un convencido en que sus pupilos le seguirán dando victorias y triunfos no solo a la Institución, sino a un país entero.

El oficial, quien presume su instintivo, aseguró que el curso de lanceros de Colombia, por excelencia, ha sido uno de los más apetecidos en el exterior. La tenacidad como forman a los hombres para estar en la primera línea de guerra hace que al menos 23 países certifiquen a sus soldados en territorio nacional como los mejores combatientes.

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Más del curso

El 6 de diciembre de 1955 se creó la Escuela de Lanceros de Colombia, base de la creación de las demás escuelas de combate del Ejército.

Se enseñan técnicas y tácticas de combate, formación de líderes de pequeñas unidades con capacidad de planear y ejecutar operaciones militares.

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