Colombia
De Tumaco a Harvard y al Ministerio de Ciencias: la historia de Yesenia Olaya
La educación, dice Yesenia Olaya, la Ministra de Ciencias, fue lo que le permitió llegar a un cargo de toma de decisiones pese a provenir de una de las regiones más olvidadas del país. Está segura de que la ciencia es clave en la búsqueda de la Paz Total de Colombia.
Por Santiago Cruz Hoyos - editor de Crónicas y Reportajes
Cuando Yesenia Olaya recibió la propuesta del presidente Gustavo Petro de formar parte del Ministerio de Ciencias y Tecnologías de Colombia, trabajaba para la Universidad de Harvard. Allí lideraba un programa dedicado a realizar estudios de justicia racial.
Por eso no lo pensó cuando el Presidente la invitó a regresar al país. “Es la oportunidad para que la teoría que se construye en la universidad, que yo misma construí pensando en las relaciones entre el Estado y los pueblos étnicos, se pueda materializar mediante la acción política”, pensó.
Nacida en Tumaco, una de las regiones más olvidadas por parte del Estado, y proveniente de una familia trabajadora – su padre fue vigilante de la camaronera Mar Agrícola – la Ministra es socióloga de la Universidad de Caldas y doctora en Antropología de la Universidad Nacional Autónoma de México, donde también realizó una maestría en Pedagogía.
En diálogo con El País, contó su historia y manera como plantea alcanzar un propósito: que la ciencia sea el camino en la búsqueda de la Paz Total.
¿Cómo una mujer de Tumaco, una zona históricamente excluida por parte del Estado, logra llegar a Harvard y ser Ministra de Ciencias?
Es importante mencionar que para las comunidades del Pacífico, la educación ha sido considerada un pilar para transformar las condiciones de vida existentes. Las familias introducen desde la primera infancia la semilla de que es a través de la educación como se pueden superar las brechas sociales. De ahí que en el Pacífico el papel de las maestras etnoeducadoras ha jugado un rol fundamental y yo crecí en ese contexto, rodeada de tías, abuelas, madres etnoeducadores y eso fue forjando mi identidad, pero también una visión política del territorio, en el sentido de que su desarrollo va a depender del camino de la educación.
Entonces, en ese entorno se motiva a los niños a terminar el colegio, asistir a la universidad, buscar becas porque la financiación es muy costosa, aspirar a la universidad pública. Ese fue mi camino.
¿Dónde estudió en Tumaco, Ministra?
Yo estudié en el colegio Santa Teresita, y en la Misional Santa Teresita. Es importante mencionar que cuando se habla de la historia de vida de las mujeres afrodescendientes que salen de los territorios, obedece también a unas violencias estructurales, porque hay que colocar en el centro del debate al Estado. La historicidad vinculada a cómo, debido a una débil presencia del Estado, las condiciones para salir en los territorios, para formarse en una carrera universitaria, son mucho más hostiles. Por eso llama la atención cuando las voces de los territorios excluidos llegan a un espacio de toma de decisión.
Tumaco además ha sido un municipio golpeado por la violencia. ¿En su infancia fue víctima de esa violencia?
Ninguna persona en el Pacífico colombiano podría decir que no ha sido víctima del conflicto. Los puntos marítimos han sido utilizados por el narcotráfico. Esa violencia estructural, y el racismo estructural, ha generado una invisibilización, unas puertas de segregación racial de los territorios. Somos víctimas de un sistema amplio de violencias estructurales.
¿Cómo llega a Harvard?
Yo me gradué del colegio, en Pasto. Luego estudié sociología en la Universidad de Caldas en Manizales. En el proceso participé de movimientos estudiantiles, como socióloga escribí una tesis acerca de cómo las universidades constituyen políticas multiculturales que permiten el acceso de estudiantes indígenas y afrodescendientes. Eso me llevó a ganarme una beca en México para estudiar una maestría en educación, y posteriormente realicé en la Universidad Autónoma de ese país un doctorado en antropología social.
He tenido una convicción: para generar conocimiento hay que abrir las fronteras, somos ciudadanos globales del conocimiento, eso me llevó a participar en proyectos de investigación en diferentes universidades, entre ellas Harvard. Cuando termino mi doctorado de antropología con una tesis sobre los procesos de migraciones forzadas, en la frontera colombo – ecuatoriana y colombo – panameña, la Universidad de Harvard me recluta para construir un programa en estudios raciales e incorporarme como investigadora post doctoral.
Así me voy a Harvard durante casi 4 años, a trabajar con los mejores expertos del mundo en temas de justicia racial. Careo y abro un programa académico que facilitó la movilidad de jóvenes de toda América Latina y África, que viajaban a la Universidad para desarrollar estudios en justicia racial.
Y estando en Harvard llega la invitación para ser viceministra primero. ¿Fue sencillo tomar esa decisión?
Depende de la academia en que te has formado es fácil o difícil esa decisión. Yo vengo de la academia donde se construye críticamente la relación del Estado con las comunidades. Como socióloga, mi centro de investigación ha sido las injusticias raciales. He adquirido un componente critico en mi pensamiento que me ha permitido crear una academia militante, donde los académicos nos involucramos en la toma de decisiones políticas que concierten a los derechos humanos y al impacto de la vida social. En ese sentido no fue una decisión difícil dejar Harvard. Más bien fue una oportunidad para que la teoría que se construye en la universidad, que yo misma construí pensando en las relaciones del Estado y los pueblos étnicos en Colombia, pudiese materializarse mediante la acción política.
Su propósito como Ministra es que la ciencia sea un camino para la paz de Colombia. ¿Cómo lograrlo?
Estamos con desafíos enormes para que la generación del conocimiento científico permita encontrar soluciones tecnológicas e innovadoras para las transformaciones que requiere el territorio en materia de transición energética, recuperación de la soberanía alimentaria, pero también reconstrucción del tejido social y comunitario que ha sido devastado por la guerra. Cuando se genera conocimiento, se generan soluciones, se dan respuesta a las problemáticas sociales. Y en ese sentido el método científico es una herramienta fundamental. Existieron y existen unas tecnologías para la guerra: construyamos unas tecnologías para la paz. Para colocar un ejemplo: el tránsito de economías ilícitas a economías lícitas, requiere de ciencia, tecnología e innovación, para reactivar el sector productico de los campesinos.
Siempre se ha dicho que la ciencia no tiene el presupuesto que debería. ¿Cuál es la realidad en este nuevo gobierno?
El presupuesto de la ciencia continúa siendo desafiante. No solo para Colombia, sino para América Latina. Eso se está tratando de reparar, y la perspectiva de los gobiernos progresistas tiene un papel relevante. Es en los gobiernos progresistas donde se comienza a construir una agenda de investigación científica con impacto en lo social para saldar deudas históricas. Construir una agenda que desde la ciencia permita la respuesta a las necesidades de las comunidades en materia de saneamiento de agua, de energías limpias, generación de prototipados de investigación que den respuestas a las necesidades locales pero que también permita un empoderamiento económico. En la medida en que se fortalezca una agenda nacional de ciencia, se fortalece la necesidad de la inversión en ciencia. Y eso es lo que estamos haciendo como Ministerio.
Se está justificando, científicamente, por qué se requiere una mayor inversión en ciencia y cómo eso va a impactar la vida de todos.
¿Cómo reducir la brecha de la mujer en la ciencia?
El programa Orquídeas Mujeres en la Ciencia es uno de los más exitosos que tiene el ministerio de Ciencias y apunta a ello. Por una parte, reconoce el papel, el protagonismo, de las mujeres en la generación del conocimiento científico, pero por otra parte apoya el desarrollo de proyectos de investigación orientados en las necesidades del país. Está construyendo un nuevo contrato social entre el Estado y las mujeres científicas para generar proyectos de investigación por medio de una ciencia aplicada que dé respuestas a las problemáticas que tiene Colombia. Y esto contribuye a reducir las brechas de género, tenemos tasas muy bajas de participación de las mujeres en programas de doctorados, centros de investigación, empresas de base tecnológica, entonces reivindicar el papel de la mujer como generadora de conocimiento es un paso imperativo para construir una sociedad con mayor igualdad de género.
¿Qué ha logrado el programa?
El año pasado sacamos la primera versión del programa y financiamos 117 doctoras que están haciendo su estancia postdoctoral en centros de investigación, universidades, empresas de base tecnológica, y cada una de ellas es tutora de dos jóvenes investigadoras. Encontramos proyectos como el que realizan mujeres del Chocó, doctoras, que, preocupadas por la falta de electricidad, están construyendo paneles solares para llevar la energía a comunidades olvidadas. También tenemos proyectos liderados por mujeres en la Guajira para potabilizar el agua. Y otros proyectos que están diseñados para erradicar las violencias de género, hacen un análisis sociológico de cómo se reproduce la violencia de género en las comunidades y crean mecanismos para erradicar esas violencias.
¿Cómo se aplica el programa en el Pacífico?
Estamos muy contentos porque uno de los compromisos que adquirimos como gobierno en el Pacífico es dar respuesta inmediata a las comunidades afrodescendientes, indígenas, las víctimas del conflicto. Por medio del Programa Orquídeas hemos destinado el 20% de nuestras becas para que mujeres doctoras y jóvenes investigadoras de la región Pacífica puedan ser beneficiadas del programa y puedan ayudar a la transformación de su territorio.
Cambiando de tema, en Cali, Caucaseco fue sancionado por presunto maltrato animal en ciencia. ¿Cuál es su postura frente a la investigación científica en animales?
Ese es un debate nacional. Cuando se suscitó este caso se llevaron las discusiones al legislativo y lo que se ha acordado con las diferentes comunidades científicas es que deben estar claros los pilares éticos y los estándar para la experimentación en animales. El Ministerio de Ciencias, por medio de la política de bioética que lideramos, estamos articulando mesas técnicas con las comunidades científicas y centros que desarrollan experimentación con animales y con universidades para llegar a consensos. Hay una reglamentación muy importante que limita la experimentación. Los procesos de experimentación no deben vulnerar los derechos de los animales. Hay que avanzar en el control y en la supervisión de estos experimentos, porque ahí tenemos fallas importantes, sin embargo, ya se están tomando las medidas. El Ministerio de Ciencias tiene que tener una veeduría constante de los procesos de investigación científica que está financiando, porque son recursos públicos.
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