Colombia
“Descansa en paz, alma mía, solo querías reír”: esto dijo la Gorda Fabiola en una de sus últimas entrevistas
El entretenimiento colombiano y sus seguidores lamentan el fallecimiento de la humorista.
En el escenario del humor colombiano pocos nombres resuenan con la calidez y el cariño que inspira Fabiola Posada, mejor conocida como la Gorda Fabiola. Nacida en Santa Marta, supo desde pequeña que su vida estaría llena de historias y risas, aunque el camino para llegar a la cúspide no fue el que ella inicialmente imaginaba.
Su infancia fue un mosaico de juegos de barrio y sueños. Entre ellos, uno destacaba: estudiar Medicina. Sin embargo, el destino tenía otros planes, y tras descubrir su fobia a la sangre, decidió estudiar Comunicación Social.
La vida de Posada cambió radicalmente cuando, en un giro inesperado, fue descubierta por el productor de Sábados Felices mientras caminaba por las calles de la capital. Comenzó con un papel pequeño que tuvo la fuerza de catapultarla al estrellato en uno de los programas más emblemáticos de la televisión colombiana.
Su humor, caracterizado por una mezcla única de picardía y ternura, conquistó a generaciones enteras, convirtiéndose en un ícono del programa por más de 38 años. Sin embargo, detrás de las carcajadas, la vida de la humorista ha sido un recorrido lleno de desafíos y momentos de introspección.
Quizá uno de los episodios más impactantes de su vida fue cuando estuvo al borde de la muerte, tras varios infartos y una operación a corazón abierto que la dejó en coma por 23 días.
En entrevista con La Opinión, de Cúcuta, y publicada por Colprensa, reveló algunos secretos detrás de la risa, los retos de la vida y las enseñanzas que solo la experiencia puede brindar.
-En su infancia, entre juegos de barrio y sueños de grandeza, ¿qué fue lo que más la inspiró a ser la mujer que es hoy?
Lo primero es que como comediante, cuentachistes, humorista, como se le quiera llamar, a mí me inspiraron mi mamá y mi papá, que tenían un sentido del humor único; tanto, que llegué a ser la reina de la simpatía del colegio. Donde estudiaba, todos los días esperaban el chiste de la Gorda Fabiola, me invitaban a todas las fiestas, porque quien más los hacía reír si no la gorda Fabiola.
A mi mamá le encantaba mirar la revista Vanidades y vestirse como la farándula y mandaba a hacer cosas, y yo me interesé, porque algún día iba a ser famosa, lo que no me imaginé es que fuera por el lado del humor y pertenecer a un programa del que me siento orgullosísima.
-¿Alguna vez se ha preguntado cómo habría sido su vida si hubiera seguido tu sueño inicial de estudiar Medicina, superando su fobia a la sangre?
Dios mío, no. Afortunadamente hice todas las huelgas del mundo y me paré en rebeldía frente a mis padres para decir no. Hoy, lo único que lamento es no ejercer el periodismo que fue lo que estudié, pero indudablemente soy demasiado buena con la mano, o sea, tengo una relación mente-mano, y escribo divino; tengo cuentos, tengo escritos, poemas, novelas, ensayos, cosas escritas que se vienen a mi memoria y tengo una redacción que nadie me gana en eso. Durante toda la carrera fui una de las mejores cronistas de la universidad.
Al estrellato
-Su primer acercamiento a la televisión fue por pura casualidad, pero ¿cuál fue el momento exacto en que supo que el humor era su verdadera vocación?
Sí, fue una casualidad que estuvieran necesitando una gorda, y una gorda chistosa pasó por el frente de los estudios. Grabé donde se grababa Sábados Felices y casi toda la programación de la televisión nacional.
Cuando entré, hice la extra, me pidieron el teléfono y me siguieron llamando a la siguiente semana y a la siguiente, hasta que un día Jacqueline Enríquez renunció al programa, y me llamó Alfonso Lizarazo y me dijo voy a ensayarla a usted.
Lizarazo tenía un ojo clínico para saber dónde había humor. Un defecto físico se convirtió en la fortaleza más grande a la hora de hacer humor; por eso él tenía un flaco, un feo, un mocho, un rabioso, un calvo, tenía la flaca, la bonita, la Boba Pía y al irse ella, entró la gorda, él mismo me puso el nombre de la Gorda Fabiola.
Me dijo, ‘tenga este libreto, apréndaselo y miramos a ver si usted es capaz de hacerlo’, lo hice y fue tan chistoso que me fueron llevando todas las semanas, hasta que me entraron al elenco. Luego me di cuenta que en la primera página de una revista decía ‘al rey muerto’, que supuestamente era ella (Jacqueline Enríquez) que se había ido, ‘rey puesto’ y estaba yo, y me convertí en la famosa Gorda Fabiola. Ahí supe que ese era el camino y el nuevo panorama que me había abierto el Dios del cielo. Su experiencia cercana a la muerte fue un episodio que marcó su vida.
-¿Cómo ha cambiado su perspectiva sobre la vida y el humor después de ‘conocer el cielo y el infierno’?
El vuelco fue de 180 grados, conocer un inframundo tan horrible como el infierno y ver todo el sufrimiento, la angustia, el llanto que hay allá, es un sitio donde no quiero ir y después de haber sido sacada por ángeles y llevada a un sitio maravilloso lleno de paz y de luz al que podemos llamar cielo, lógicamente, hoy mi vida mide cada uno de mis actos para no equivocarme, para no lastimar a nadie, para no llenarme de rabia ni de rencor ni de ningún sentimiento que pueda arrugar mi corazón ni mi alma.
Ahora, trabajo para ganarme mi espacio en mi parcela del cielo, este episodio cambió mi vida. Hoy día veo todo tan hermoso, lo más elemental, lo que para cualquier persona pudiera resultar lo más pobre de este mundo, para mí es lo más divino, comerme un arroz con un huevo frito resulta divino, si no hay carne, no importa, ya hay muchas cosas que no importan y Dios me pone a prueba cada día de mi vida. Yo me devolví con una misión y me la dijeron muy clara, oración, adoración, proteger y servir. Ahora vivo para eso, sigo haciendo humor, sigo acercándome a la gente y sigo sirviendo a quien pueda ayudar, fundaciones, abuelos, familia. Todo ahora lo veo tan lindo.
Anécdota en Cúcuta
-¿Cuál es el chiste o anécdota que más disfruta contar, ya sea en el escenario o en la intimidad de su hogar?
Todos los disfruto, pero los que son con Polilla me encanta contarlos. Hay una anécdota. Siempre, los actores antes de entrar al escenario, nos deseamos suerte diciéndonos ‘mierda- mierda’. ‘Mierda’ es una expresión que viene de la Edad Media, cuando los bufones hacían teatro y se asomaban por una ventana, si había mucho popó de caballo por ahí en las calles, quería decir que habían muchos carruajes yendo a ver la obra, y que se iba a llenar de mucho público, entonces ellos miraban por la ventana el popó de los caballos y decían “mierda, mierda, mierda”.
Eso quería decir que habían llenado. Nosotros nos deseamos mucha suerte así también, antes de salir al escenario diciéndonos “mierda-mierda”. Pues resulta que un día estábamos en plena función en Cúcuta y de repente a mí me dio un fuerte dolor de estómago, en el Teatro Zulima, y uno de esos dolores de estómago, pero fulminantes, que enseguida te viene esa agüita caliente.
Ay, Dios mío, y yo trataba de apretar mis nalgas, y nada, Dios Santísimo, me he hecho en pleno escenario, en plena función. Hubo un momento en que le dije a ‘Poli’ sostenla solo, me fui para el baño, cogí papel, me limpié, bote el cuco, me lave muy bien la cola, las manos y seguí actuando y fue la mejor presentación de este mundo, luego entonces “mierda mierda” funciona.
-Si pudiera revivir un solo momento de su tiempo en Sábados Felices, ¿cuál sería y por qué?
Reviviría a los compañeros que se han ido con la vida, el Flaco Agudelo, el mocho Sánchez, y los que ya no están también, Lemon y Ariel Grand sketch, que hacíamos antes de ‘Los Costeños’ que era tan bueno y tan divertido y con esa esencia de los Caribe, muy lleno de ánimo. Su familia siempre ha sido su mayor apoyo, especialmente en situaciones difíciles.
-¿Qué significa para usted el respaldo incondicional que siempre ha recibido de ellos?
Mi familia es mi motor, mi razón de ser. En primera instancia mis hijos, mi Polillita, que en las buenas y en las malas siempre ha estado ahí, igual que mi familia, mi única hermana, mi única sobrina, mis nietos Samuel y Emilia de los cuales me siento orgullosísima.
Es una familia muy unida, de la que yo me siento la columna vertebral, celebramos fechas, eventos, nos reunimos de cuando en vez, nos reímos, nos encanta hacer karaoke con Polilla, salir a viajar junto con David (hijo) y también disfrutamos mucho las películas en casa. Mi familia significa para mí todo. Es lo que más amo en esta vida.
-¿Qué consejos le da a su hijo David ahora que ha decidido seguir sus pasos en el mundo del humor, pero en su propio estilo y sin formar parte de Sábados Felices?
Siempre le pido autenticidad, originalidad, ser orgánico, y bien respetuoso de todos; si va a reírse de algo primero que lo haga de él mismo. Durante todos estos años ha crecido viendo el humor respetuoso que hacemos desde casa y él lo entiende. Tiene como un don, cae muy bien. Salimos juntos y ya le piden fotos, autógrafos, le cuentan que lo siguen, que les parece muy simpático, y yo me lleno de orgullo, porque realmente, gran parte de lo que él es, lo aprendió viendo el ejemplo de papá y mamá, así que siempre le doy el consejo que sea muy original, muy transparente, muy respetuoso y muy orgánico. La comedia a veces implica hacer reír a costa de uno mismo.
-¿Cómo maneja el balance entre el humor autocrítico y mantener una autoestima saludable?
Todo esto significó hace mucho tiempo un proceso de aceptación, de darme cuenta que era gorda pero también mirarme al espejo y decir no soy fea, entonces busqué las fortalezas dentro de mí e hice de este defecto físico, para algunos, mi mayor potencial a la hora de hacer humor. Yo me río de una gorda sin ofender a las gordas, yo hago de esposa celosa, grosera, posesiva, celosa, sin necesidad de tener que burlarme de ninguna otra persona, sino simplemente conmigo y de mí.
Esto ha sido una cosa que no ha sido tan difícil y por eso quizá, no cuenta con ningún rechazo de parte de nuestro público. Además, valorar mi autoestima para luego si poder hacer el humor que yo quiero hacer y llegar a todas partes y sacar esa sonrisa, que pelen los dientes sin sentirse ofendido. Ese es el humor, que siempre estamos tratando de hacer polilla y yo, ese humor que agrade a todo el mundo, no importa de quién se trate etnia, color de piel, religión, creencia o físico, y es maravilloso poder hacer esas cosas con ese equilibrio de no dañar. Ha sido un ícono del humor colombiano por casi cuatro décadas.
-¿Qué legado le gustaría dejar en el mundo de la comedia y cómo le gustaría ser recordada?
Siempre he soñado con que mi tumba tenga un epitafio que diga ‘Descansa en paz, alma mía, solo querías reír’, ese me gustaría. Pero quizá el gran legado que quisiera dejar es que entendieran, primero todas las mujeres de tallas plus, que tienen sobrepeso, es que ellas también son bellas, que para todos los gustos hay y que no tienen que sentir ningún complejo.
Busquen sus fortalezas y saquen provecho de ellas, llévense el mundo por delante, que para nosotras también hay espacio. Y el legado para todo el mundo es que hay que reír pese a la adversidad, reír llorando es lo más bello que puede pasar. La risa indudablemente es remedio infalible. Siempre que estén tristes, que estén deprimidos, que estén agobiados, busquen algo de que reírse y verán cómo cambia su vida como una sonrisa.
Regístrate gratis a nuestro boletín de noticias
Recibe todos los días en tu correo electrónico contenido relevante para iniciar la jornada. ¡Hazlo ahora y mantente al día con la mejor información digital!