Colombia
Diego Rosselli, el médico neurólogo y profesor que recorrió todos los municipios de Colombia, se quedará para siempre en Palmira
Se propuso recorrer los 1104 municipios del país. El próximo 14 de julio, cuando llegue a Unguía, en el Chocó, terminará la aventura.
Por Santiago Cruz Hoyos - Editor de Crónicas - Fotos cortesía Diego Rosselli
La aventura comenzó en 2004, en un viaje a Pasto. Diego Rosselli, médico neurólogo y profesor del Departamento de Epidemiología Clínica y Bioestadística de la Facultad de Medicina de la Universidad Javeriana, se dio cuenta que la historia que le contaban los pastusos sobre la ciudad era muy distinta a la que él había leído en los libros escritos desde Bogotá. Entonces se le ocurrió escribir la historia de Pasto desde la mirada de sus habitantes.
Para esa época, el profesor Rosselli daba clases en cuatro ciudades: Bogotá, Neiva, Cúcuta y Santa Marta. Así que, cuando terminó de escribir la crónica de Pasto, pensó que debía hacer lo mismo con esas ciudades. Enseguida concluyó que lo mejor era visitar las 100 principales ciudades de Colombia, ir a las bibliotecas locales, conversar con historiadores y periodistas y reescribir su pasado. De todo ello surgió un libro que se publicó en 2010. Se llama ‘Historias de cien ciudades: crónicas de un viaje fascinante por Colombia”.
Parecía que todo había terminado, pero el profesor Rosselli permanece atento a las estadísticas, los cálculos. Se dio cuenta que, para hacer el libro de las 100 ciudades, pasó por 400 municipios. Un ‘bombillo’ se encendió en su cabeza: ¿y si comienzo a ir a los municipios más lejanos del país, el último rincón de La Guajira, el Chocó, Nariño?, se preguntó. Unos días después ya estaba conduciendo su querido Land Rover modelo 66 en la nueva travesía. El carro, familiar, fue su regalo de grado como médico en 1981.
Esta vez, con su celular, el profesor Rosselli, pese a ser ateo, se propuso tomar las fotos de las iglesias de cada municipio, como una prueba de que había estado en Ituango, Antioquia, por ejemplo. Así fue recorriendo, poco a poco, el mapa del país.
En 2017 volvió a hacer cuentas. Había fotografiado 500 iglesias, casi la mitad de los municipios de la Nación (1104). El profesor se dijo: “bueno, pues sigamos”.
Se trazó un nuevo plan, esta vez con la meta de completar todos los municipios que tuvieran acceso por carretera con su Land Rover. Creía que eran 1064; en realidad son 1067. Los completó en septiembre de 2023.
Cuando terminó, el profesor Roselli se dijo: “mejor recorramos todos los municipios de Colombia”. Ya está a punto de lograrlo. Será el próximo 14 de julio, cuando llegue a Unguía, en el Chocó, en la región del Darién, muy cerca de la frontera con Panamá.
En Unguía sucedió un hecho histórico curioso: fue allí donde se estableció la primera ciudad del país. Se llamó Santa María la Antigua del Darién, fundada en 1510 por Vasco Núñez de Balboa.
— Mi último municipio en visitar será el primero de la historia del país. Tendré recibimiento de los políticos locales, el Ministerio de Turismo y periodistas – cuenta el profesor Rosselli desde Bogotá, donde vive, mientras prepara los detalles del viaje y continúa recordando las anécdotas de su aventura que, para financiarla, pidió un préstamo en el banco de setenta millones de pesos.
No buscó un patrocinador porque privilegia la independencia, pero ahora que está a punto de terminar el recorrido cree que hubiera sido buena idea, sobre todo con los elevados precios de la gasolina, además de los peajes, “ridículamente caros”, y los bloqueos en las carreteras por derrumbes o protestas que hacen que las esperas sean eternas y se eleve el presupuesto.
— Una vez, en la Costa, llegando a Fundación, los maestros cerraron la vía. Me tocó dar la vuelta por Valledupar y Riohacha. Es una pesadilla en ese sentido. Por eso digo que es mejor viajar por las carreteras secundarias. E ir preguntando. Google Maps ayuda, pero no hay que confiarse. A veces lo manda a uno a sitios donde no existe carretera alguna – dice el profesor, y las anécdotas de sus viajes salen a borbotones.
El primer departamento que terminó de recorrer fue Arauca. Para conocer el Valle del Cauca, decidió dejar su Land Rover parqueado en el aeropuerto de Cali (que en realidad pertenece a Palmira).
En ese entonces el profesor Rosselli, cada viernes, viajaba en avión a la ciudad para dar clases en la Javeriana en la noche y el sábado en la mañana. Al mediodía del sábado un carro de la universidad lo dejaba en el aeropuerto y él, en lugar de tomar el avión de regreso a Bogotá, reservaba el último vuelo del día siguiente. Después se montaba en su Land Rover para recorrer el Valle entre la tarde del sábado y el domingo.
En el departamento está justo uno de los municipios que él recomienda visitar sí o sí, un “tesoro oculto”: El Cairo.
— Es una belleza para quedarse y visitar los alrededores. Las cantinitas, las casitas, son hermosas y el parque, un privilegio.
También recomienda Obando, “su parque es encantador”.
Debido a que contaba con pocos días para viajar por sus compromisos laborales, el profesor Rosselli privilegiaba conocer los entornos urbanos. Le gusta sentarse en los parques, caminar por las casas de la cultura, las viviendas de los pueblos, no tanto los paisajes.
— El Lago Calima, en el Valle, sin embargo, es bellísimo.
En su recorrido por el departamento, al profesor le llamó la atención que Buenaventura es un municipio más grande que Risaralda. Revisando los números, los kilómetros, también le llamó la atención que en el Valle del Cauca solo existan 42 municipios, mientras que en Antioquia son 125 y en Boyacá, 123.
— El Valle del Cauca tiene muy pocos municipios teniendo en cuenta no solo el tamaño del departamento, sino su potencial económico. Pueblos como La Paila, en cualquier otro lugar, sería un municipio, o Rozo. También Ricaurte, que es encantador, y es foco de atención de los médicos porque es el lugar en el mundo donde prevalece una extraña enfermedad llamada Síndrome de X Frágil - dice el profesor, quien, pese a los problemas de orden público, también recorrió el Cauca de cabo a rabo.
— Me fue muy bien.
Estuvo en Argelia, Toribío, municipios que los militares llaman “zonas rojas”. López de Micay fue su último municipio del Cauca, y allí tomó una lancha hasta Buenaventura. Fue en ese recorrido donde se encontró con las disidencias de la guerrilla. Hombres con balas colgando del pecho detuvieron la lancha. Llevaban un celular con una foto y miraban a cada pasajero para contrastar la imagen. Hasta que dijeron “aquí no va el que buscamos, sigan”.
— El episodio más complicado con estos grupos lo tuve junto con mi hija viajando por el río San Juan, camino a un pueblo que se llama Sipí, en el Chocó. Nos detuvo el ELN. Nos sacaron a mi hija y a mí aparte, nos montaron a otra lancha, nos interrogaron. El hombre decía por un radio que necesitaba instrucciones de qué hacer con nosotros. Estuvimos ahí diez minutos, pero parecieron mucho más. Nos dejaron seguir.
Al profesor Rosselli le sucede algo curioso: por lo general siente temor en los días previos al viaje. Pero cuando se sube a su Land Rover los miedos desaparecen. Él cree que el miedo de los colombianos a viajar es sobrevalorado. Finalmente, los riesgos se corren en cualquier parte. Alguna vez en todo caso sí se asustó en una noche en la que iba por una trocha con muy poca gasolina. Sucedió en Arauca.
Al profesor, sobre su carro, siempre le preguntan lo mismo: ¿cuántos kilómetros tiene? Él aclara que son dos Land Rover. Uno está estacionado en Nariño; el otro sigue en el aeropuerto de Cali. De esta manera solo requiere de un vuelo, tomar alguno de sus carros y movilizarse por las regiones.
— La red de carreteras del Valle del Cauca es un privilegio, conecta con todo el país, por eso el carro sigue allá.
Pero además, advierte, “a un tinieblo no se le pregunta el kilometraje”. Al carro lo llama así, “El Tinieblo”, “que es un tipo de amante que no cela, que siempre está disponible”. Como en los municipios tomaba las fotos de las iglesias junto al carro, le agregó un apellido: El Tinieblo Rezandero, que tiene la guaya del velocímetro desconectada, así que ni mide kilometraje ni velocidad (por lo que le han puesto dos comparendos en carreteras, foto multas escondidas que el profesor llama “trampas”).
El nombre de su carro está relacionado con lo que será el final de su aventura. Cuando termine de recorrer los municipios, publicará un libro con Planeta que se titulará ‘El tinieblo rezandero: un recorrido por los nombres de los pueblos de Colombia’.
Al profesor le llama la atención que en el país hay pocas publicaciones sobre los pueblos, más allá de esfuerzos regionales. Su idea es narrar la historia de cada municipio a través del origen de su nombre. Tomar el legado indígena, y explicar de dónde vienen nombres como Jamundí; o Guacarí. También hablar de los pueblos que se llaman como santos, o como animales, como El Águila. Y nombres españoles, Andalucía, Sevilla. O los pueblos con nombres de plantas. Palmira se llama así por las palmeras. Es también la tierra que eligió el profesor Rosselli para vivir cuando se jubile.
Muchos de sus amigos le han preguntado por qué tomó esa decisión, si él vive en Bogotá, su padre es de origen boyacense, su mamá antioqueña (fue con ellos que empezó a viajar en el Land Rover, siendo un niño), pero el profesor ya tomó la decisión y compró su tierra en Palmira, levantó la casa.
Le gusta que en Palmira no hay tantos problemas con los servicios públicos, como en la costa Atlántica, donde se quedan sin luz varios días. Además, hay buenos servicios, hospitales. El aeropuerto le queda cerca, pero sobre todo, viviendo en Palmira, solo requiere tomar su Land Rover para en apenas unos minutos estar en carretera y viajar por Colombia.
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