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"Todo el mundo sabía que iban a matar a mi papá, incluso él": Hija de Carlos Pizarro

María José Pizarro publica libro ‘De su puño y letra’ de su padre, Carlos Pizarro, asesinado hace 25 años. Su vida fue muy azarosa, por la clandestinidad, dice. “Era como Don Quijote, un hombre de honor, que reconocía el valor de la palabra empeñada”, asegura.

26 de abril de 2015 Por: Nelson Alfredo Hernández | Colprensa.

María José Pizarro publica libro ‘De su puño y letra’ de su padre, Carlos Pizarro, asesinado hace 25 años. Su vida fue muy azarosa, por la clandestinidad, dice. “Era como Don Quijote, un hombre de honor, que reconocía el valor de la palabra empeñada”, asegura.

Gran parte de la vida de María José Pizarro, hoy una mujer de 37 años, la ha pasado en zozobra por cuenta del conflicto armado. Hija de Carlos Pizarro Leongómez, vivió  su infancia en la clandestinidad y parte de su vida adulta en el exilio. Sin posibilidad real de conocer a su padre, pues cuando nació él ya era guerrillero y cada vez que lo veía era en  condiciones extremas de seguridad, María José solo lo pudo disfrutar mes y medio, luego de que él decidiera dejar las armas. Lo asesinaron hoy hace exactamente  25 años. Colprensa la entrevistó en la Feria del Libro y  contó detalles de su vida.  ¿Cuál fue su inspiración para  el libro?Se llama ‘De su puño y letra’, es del género epistolar y está firmado por Carlos Pizarro, porque es una recopilación de sus cartas y escritos, en algunos casos de intervenciones públicas, desde que vivía en la clandestinidad, hasta que se inició en la vida pública. ¿Cómo lo publicó?Yo ya había recopilado la mayoría de cartas y tenía el libro casi listo, cuando me contacté con la gente de la editorial Penguin Random House, que mostró interés en publicarlo. El lanzamiento oficial es este domingo, cuando se cumplen los 25 años de su asesinato, pero ya está disponible en la Feria del Libro, y en librerías del país. ¿Qué significaron esas cartas cuando las leyó por primera vez?De él no me había quedado mucho en la casa. Su vida fue muy azarosa, por la clandestinidad y demás. No pudimos construir una relación cotidiana, sí teníamos un vínculo muy estrecho, pero no era cotidiano. Encontrar estas cartas y atesorarlas significó esa posibilidad de conocerlo  humanamente, fue como el ancla que me ligó a él en esos años en los que no había podido reconstruir esa figura. ¿Qué edad tenía cuando encontró las cartas?Estaban en la casa, las guardaba mi madre y siempre supe que no las podía tocar; obviamente no tenía la edad, están escritas en papeles muy delgados, mi mamá las cuidaba muchísimo, como un tesoro. No me puse en disposición para leerlas. Creo que no habría tenido la comprensión suficiente durante mi niñez. Más adulta, cuando me fueron entregadas, primero las de mi madre, luego las de mis abuelos, ahí me puse a la tarea de empezar a leerlas, a comprenderlas, a emplazarlas en el tiempo y en la memoria y a digitalizarlas. ¿Qué significó leer estas cartas?Logré comprender quién era mi padre, en su dimensión humana, eso permitió hacer una catarsis interior; ahí hay una faceta muy humana, muy personal de mi padre. Pude entender también mi historia, lo que vivimos, lo que sufrieron cuando tenían que separarse de nosotros. Logré encontrar muchísimas respuestas a preguntas que tenía, por la vida en la clandestinidad. ¿Qué sabía sobre su padre cuando él estaba en la clandestinidad? Sabía que él era comandante del M-19, que era guerrillero, siempre lo supe, no fue una sorpresa, creo que en eso mis padres fueron muy asertivos, porque me explicaron lo que sucedía, en lo que estaba nuestra vida, los cuidados que debíamos  tener. Pero los por qué de esas decisiones, era la parte que faltaba completar, no el hecho de que fueran miembros del M-19, sino que hubiesen escogido la lucha armada como opción de vida, cuáles habían sido las motivaciones, las causas, lo que obviamente implica grandes sacrificios para ellos, pero también para nosotros. ¿Qué pasó en el momento en que ellos decidieron dejar las armas para reintegrarse a la sociedad?Fue una alegría inmensa, uno en la inocencia de la niñez cree que todo va a ser feliz, no está muy atento a esas alarmas que se estaban encendiendo, uno está feliz porque por fin vas a poder tener a tu padre en la casa, un hogar completo, verlo muchísimo más seguido y sin todas esas condiciones de seguridad que eran tan impactantes. A nosotras antes nos tocaba llegar a los lugares con los ojos vendados. Para mí implicaba la paz, cosa  que tristemente no se pudo dar, porque fue asesinado 45 días después. ¿Cómo fue conocer ese asesinato?

En la guerra estás preparado de alguna manera para que en cualquier momento lo maten, pero yo pensaba que al firmar la paz ese riesgo disminuía, en la inocencia de la niñez, porque todo el mundo sabía que lo iban a matar, incluso él mismo. Pero para mí el regreso de mi padre implicaba, por fin, la vida.

¿Cómo fueron esos 45 días con su padre por fuera de la guerra? Venía mucho más seguido a la casa, antes no podía hacerlo; de entrada, eso implicaba un cambio muy grande. Él me llevaba al principio mucho en su campaña. Lo tenía al lado, podía descubrirlo, tocarlo y eso era fundamental. Y a pesar de la gran escolta que tenía, que eran cuatro jeeps, motos, carros y un montón de gente cuidándolo, el hecho de poder encontrarnos en unas condiciones diferentes sí aliviaba muchas tensiones que se habían tenido antes. ¿Cómo cambió la imagen que tenía de su padre después de que comenzó a leer las cartas?La imagen no cambió profundamente, lo que pasó fue que se agrandó la dimensión. Tenía una imagen de que él era un ser emotivo, con una sensibilidad particular, que es lo que siempre nos transmitió, pero entender cosas que nadie más me hubiese podido contar sino él mismo, y que todas esas respuestas estuvieran en su propia voz fue muy bueno.  Logré conocerlo a través de sí mismo, era algo importantísimo. Por ejemplo, el tipo de literatura que leía, que no era la que se supondría de un hombre guerrillero, no era literatura política o de izquierda. Él leía a los griegos, muchísima ciencia ficción, historias de piratas, me daba una dimensión de ser humano que me cautivaba.  Pude conocer las angustias que tenía, las dudas, entender que era un hombre como cualquiera otro, con la imposibilidad de responder a las demandas de su tiempo, pero sin tener todas las respuestas de un camino perfectamente estructurado. Era una persona que iba también construyendo el camino, con una rebeldía, pero con unos valores que tenía muy arraigados. Era como Don Quijote, un hombre de honor, que reconocía el valor de la palabra empeñada. Esos valores estaban fuera de su tiempo y su contexto, entonces no pudieron ser entendidos. ¿Cuáles fueron esas causas para hacer la guerra y luego la paz?Creo que los motivos que lo condujeron a la guerra, en su momento, fueron los mismos que después lo llevaron a la paz. En los años 70, con la Guerra Fría y la geopolítica mundial, alzarse en armas no era una cosa descabellada. Lo estaban haciendo en todo el continente, ya la revolución cubana había llegado al poder, los nicaragüenses lo habían logrado, entonces era una opción para hacer transformaciones sociales.  Ya en los años 90, con la caída de del Muro de Berlín, la lucha armada no era el camino, pero  sus razones eran las mismas, una ampliación en la democracia y justicia social. Este país era muy cerrado políticamente, no había posibilidad de hacer presencia en las decisiones del Estado. Esta es una sociedad partida en clases, entonces, cómo hacer que esas diferencias no sean tan grandes. Creo que siguió enarbolando las mismas banderas, pero respondiendo a los momentos históricos. Estamos en  diálogos  con  las Farc y se buscan con el ELN.  Tomando en cuenta el ejemplo del M-19, ¿qué se necesita para que esos grupos armados vayan a la paz?Voluntad absoluta por dejar las armas y viajar por caminos diferentes, pero también una serie de garantías que solo pueden brindar el Estado y la sociedad. Se necesita la garantía de la vida, que fue la que no se le dio a mi padre. La empresa privada tendrá que aportar opciones de trabajo, abrir las puertas para que estos jóvenes que se desmovilicen no reincidan en conductas violentas, ni que puedan conformar grupos como ‘Los Maras’ en El Salvador. Por parte de la sociedad, debemos abrazar y entender que se está decidiendo el futuro de todos, están las generaciones actuales decidiendo el país que vamos a tener para nosotros y para nuestros hijos. ¿Participa en el proceso de paz?He participado desde el primer momento. Acá en Colombia trabajo en el Centro Nacional de Memoria Histórica, coordinando la participación de víctimas y apoyándolas para que puedan estar en procesos de memoria histórica. También dirijo la Fundación Carlos Pizarro, tengo un archivo allí sobre lo que pasó con él y el M-19. Trabajamos proyectos de apoyo a otras organizaciones, desde la perspectiva insurgente, con hijos, con militantes y desmovilizados. Pienso que la construcción de memoria, la experiencia de mi padre, puede acompañar gran parte de los procesos de aceptación de nuestra sociedad. Y desde la Fundación estamos mandando un mensaje a La Habana y a la gente de la selva para que se desmovilicen.

 

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