Una rectificación necesaria, 30 años después de la muerte de Pablo Escobar

Por Diego Arias - especial para El País

Un día de verano de 2008 tuvo lugar en Buenos Aires (Argentina) un encuentro de gran significación. En dicha cita estuvieron cara a cara Sebastián Marroquín, hijo del extinto capo del narcotráfico Pablo Escobar y Rodrigo Lara, uno de los hijos del exministro de Justicia Rodrigo Lara Bonilla, quien fuera asesinado la noche del 30 de abril de 1984, en el norte de Bogotá.

A un encuentro de este tipo no se llega fácil, así que tiene una historia previa. Sebastián, quien en su momento tuvo su nombre de pila como Juan Pablo Escobar Henao, escribió una carta la cual fue leída en el apartamento de uno de los hermanos Galán en donde se congregaron Juan Manuel, Claudio y Carlos Fernando, hijos del sacrificado dirigente liberal y candidato presidencial, Luis Carlos Galán Sarmiento, asesinado por el Cartel de Medellín, en medio de un acto público en Soacha.

Aunque manteniendo como confidencial los detalles de la carta, sus destinatarios hicieron públicos algunos comentarios luego de conocerla en la intimidad: “Es la carta de una persona que está buscando la paz”, “está buscando que todos esos odios y resentimientos no se sigan heredando en Colombia” y “se trata de alguien que ha sufrido mucho por la historia de su padre”.

Y en efecto, se trababa de una misiva en la que en nombre de su propia familia, pedía perdón a las familias Galán y Lara, pero también a la sociedad colombiana, por las graves afectaciones, daños y dolor que las acciones de su padre habían producido.

Aun pudiendo seguir viviendo casi en el anonimato, Sebastián Marroquín decidió salir a la luz pública con un mensaje de rectificación, petición de perdón y reconciliación que se recibió bien en un país que se ha debatido (y aun lo hace) en medio de múltiples expresiones de violencia provenientes del narcotráfico, las guerrillas, los paramilitares, la criminalidad organizada y tantas otras.

Como bien lo dijo en su comunicación “estoy convencido de que si seguimos en este mar de odios, vamos a ahogarnos todos”.

La carta fue como semilla que cayó en tierra fértil y dio frutos. En el 2008, Rodrigo Lara viajó hasta la capital argentina para hablar con Marroquín y meses más tarde se sumaron, en un nuevo encuentro, los tres hijos de Galán.

“El pedido de perdón que yo hago a las familias Galán y Lara no es exclusivo para esas familias. Es para todas las familias colombianas que sufrieron el rigor de la violencia producida por el narcotráfico y concretamente por la que pudo haber ejecutado mi padre”, dijo en su momento Marroquín a la Agencia de Noticias Reuters.

“Este encuentro nos ayudó a liberarnos de esos sentimientos en gran parte por la actitud de Sebastián (...) de reconocer la responsabilidad de su padre en el asesinato de mi papá y de pedir perdón”, comentó Claudio Galán a la misma agencia. “Esperamos que este encuentro sirva en algo para que logremos avanzar hacia un futuro de paz”.

Luego de una intensa persecución policial, Pablo Escobar fue dado de baja en el tejado de una modesta casa en Medellín en 1993. Se creyó entonces que con su muerte y la captura de varios de sus lugartenientes comenzaba el declive definitivo del narcotráfico, que llegó a atemorizar a todo un país y logró colocar en jaque la estabilidad misma de la nación.

Pero luego de la posterior desarticulación del Cartel de Cali, ese fin del narcotráfico no solo nunca llegó, sino que se ha extendido.

Para estas y las demás violencias, se requiere de una gran rectificación…pero colectiva ¡