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Luis Alberto Posada, cantante de música popular. | Foto: Especial para El País

MUSICA

Luis Alberto Posada: la historia del 'rey' de la música popular

Con El Rey del Sapo, que sigue entre las películas más vistas en Netflix, cumplió el sueño de llegar al cine al mejor estilo de su héroe de infancia, Antonio Aguilar. Esta es la historia de quien aprendió a cantar con bultos de 100 kilos sobre los hombros.

29 de noviembre de 2020 Por: Santiago Cruz / Editor de Crónicas de El País

1. Cotero y artista

Escuchándolo, uno entiende fácil por qué Luis Alberto Posada es llamado el ‘ídolo musical del pueblo’. En cada frase apela a un refrán, a una metáfora, a algún dicho de los que aprendió en el campo y que se transmiten generación tras generación entre los campesinos, los recolectores de café, los coteros de las plazas de mercado, los muchachos en los parques, o mientras se juega al sapo. Todo un repertorio sabio de la cultura popular colombiana.

Para explicar, por ejemplo, que en su infancia pasó muchas necesidades, dice que “tenía más plata una olla de barro”. Cuando enfrenta algún problema, puede afirmar que está “más encartado que una gallina criando patos”; sentir hambre es “tener una leona”, un joven de pelo largo puede parecer “un trapeador de cantina”, un niño travieso “es más cansón que un collar de cocos” y si algo le genera miedo, afirma “que eso es más peligroso que una bacinilla con filo”.

Si de pronto alguien está lejos de acertar una adivinanza, él dirá que “está más frío que pata de muerto”. Además, Cali es una ciudad donde sus canciones se escuchan tanto, “que pego como Tayson”.

Cuando algo le parece lindo, bien sea un paisaje, un río o una mujer, puede decir que es “una bellezera con zeta”, y sobre la pandemia del coronavirus asegura que es real pero que se le ha dado mucha trascendencia, mucha publicidad, “y es como todo: al que lo coja mal sentado un dengue hemorrágico, se lo lleva, lo mismo que el cáncer o la diabetes. El covid, si usted está mal sentado, se lo lleva”.

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Sus seguidores que buscan en Netflix la película que Luis Alberto protagoniza, ‘El rey del sapo’, pretenden sobre todo eso: reírse con sus dichos y ocurrencias, como el chiste que de vez en cuando cuenta: “había un señor de pasto… ¡y se lo comió una vaca!”.

Pese a la fama, el reconocimiento tras más de 40 años de carrera artística, sus seguidores lo consideran tan cercano, uno más de ellos, solo que con el talento para subirse a una tarima a cantar y llegar lo más lejos posible. Es el secreto de su éxito.

Luis Alberto también se siente así: un hombre del campo, nada más. La humildad de corazón, dice, fue la enseñanza que le dejó su padre, don Brocardo.

***

Luis Alberto Posada nació en Cartago el 5 de octubre de 1962. Tal vez fue su mamá la que le inculcó eso de expresarse a través de refranes, dichos o apodos. Doña Clementina Hernández le decía “nariz de olleta” y ambos se reían. Cuando le preguntaba qué quería ser cuando grande, Luis Alberto le respondía: “grabador de discos”. Ella se asustó. “Se necesita mucha plata para ser cantante, mijo”. Fueron las últimas palabras que le escuchó. La mamá de Luis Alberto murió cuando él apenas tenía 8 años, “y ahí empecé a comer tierra”. Sin embargo, se propuso cumplir su sueño de cantar.

A sus diez años ya trabajaba para espantar ‘la leona’ de su vida y de la de sus hermanos menores. A esa edad rastrojeaba en los alrededores de Cartago. O lo contrataban para recoger soya, maíz, algodón. Cuando se acababan esas cosechas se iba para las montañas a coger café, tirar azadón, echar machete. Y era cotero. Cargaba y descargaba camiones que transportaban naranjas, mandarinas, plátano, madera o lo que fuera.

—Estudio no tuve. Apenas tres meses de primero de primaria, que los hice en un colegio del barrio Alberto Lleras Camargo, en Cali. Yo aprendí a leer y a escribir por correspondencia, gracias a Radio Sutatenza.

Con la emisora aprendieron a escribir otros ocho millones de niños en Colombia. Había un profesor –locutor que tenía el apoyo de maestros empíricos para dar las clases.

Gracias a la radio, Luis Alberto también descubrió su amor por la música. En Cartago había dos emisoras, Radio Cartago y Ondas del Valle. Todo el día programaban música popular y él comenzó a escuchar las canciones de Antonio Aguilar, Pedro Infante, Javier Solis, Julio Jaramillo, Olimpo Cárdenas, Gabriel Raymon, Óscar Agudelo, el Caballero Gaucho, entre tantos otros.

—Esa fue la música con la que me arrullaron. Y uno caminaba por el pueblo y en todo lado se escuchaban esas rancheras y esos boleros; en las cantinas, en los billares, en las tiendas, en las panaderías. O los campesinos iban por ahí con su transistor encendido oyendo baladas. Fue una época maravillosa.

Cuando Luis Alberto se iba a coger café, o a tirar azadón, o a cargar bultos, cantaba. Entre los coteros era conocido como ‘el artista’. Así llevara un bulto de 100 kilos sobre los hombros, él iba y volvía al camión tarareando algún bolero. Luis Alberto supone que de esa manera aprendió a respirar mejor para la música.

En los cafetales, cuando dejaba de cantar mientras recogía los granos, sus compañeros le reclamaban. “Cante pues hombre, que lo estamos esperando”, le gritaban desde los lotes cercanos. Lo mismo le ocurría en las fábricas de concentrados.

Hasta que a los 13 años su padre le dijo: “yo no quiero que le ponga más la espalda al sol”. Enseguida sacó 200 pesos, que era parte del sueldo que se ganaba don Brocardo por administrar una finca de Martín, un tío de Luis Alberto, y se los entregó.

Luis Alberto no olvida ese billete: era de los verdes, con la cara de Simón Bolívar adelante, y atrás un recolector de café. Por eso a esos billetes les decían “los cafeteros”.

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Con la plata, Luis Alberto se fue para Medellín por recomendación de su padre, a buscar mejor suerte. Y aunque intentó conseguir trabajo, con 13 años nadie lo contrataba. Cuando le quedaban apenas diez pesos, un hermano de su madrastra (don Brocardo se volvió a casar) le dijo que se pusiera a vender cigarrillos menudeados.

Con los diez pesos compró un cartón de diferentes marcas y recorrió las cantinas para venderlos. Con eso hizo algo de plata, pero se aburrió. Regresó a Cartago y meses después volvió a Medellín. Esa vez puso una venta de papas fritas y platanitos y aunque le iba mejor, las ganancias se le esfumaban. Luis Alberto quería hacer lo que hacían los adultos, así que se gastaba la plata en las discotecas, con las novias de la época. Él, que le gusta pescar, dice en broma que fue un experto en capturar sardinas.

Y así se la pasó, yendo y viniendo por distintas ciudades y oficios, hasta que un amigo suyo, Leonel Betancourt, lo contactó con un grupo musical. Le dijo “aquí está el tren de la música, móntese en esos rieles”. No importó que en su primer gran concierto se le olvidara la canción.

Sucedió en Cartago, en las fiestas de agosto, que se empatan con las fiestas de la Cosecha de Pereira. Luis Alberto salió a cantar con un grupo llamado Los Solitarios una canción de Gabriel Raymon. Era la primera vez que se enfrentaba a un público grande, y aunque la primera parte de la canción la cantó como era, la segunda se le olvidó, así que debió repetirla. Por fortuna la gente no conocía la letra y fueron pocos los que lo notaron. Desde entonces le ha vuelto a pasar eso de que se le va la paloma en uno que otro concierto, pero eso hace parte del oficio del músico, aclara.

El 6 de marzo de 1986, a sus 24 años, ya grababa el que sería su primer disco: ‘Destino Fatal’, con el grupo ‘Los inolvidables de Apía’.

—Y ahí fue donde se me abrieron las puertas del éxito.

2. Destino fatal

Tantos años después, uno se pregunta si acaso esa canción no habrá marcado el destino de Luis Alberto Posada para bien y para mal. Por un lado están sus éxitos, que los enamorados y los despechados cantan en toda Colombia, como ‘Me salió maestra’, ‘Raíces’, ‘El precio de tu error’, ‘Mi pasión recordarás’, ‘Borracho por ella’, y, por otro, un destino fatal, cercado por la muerte de la gente que más se quiere.

A Fixonder Posada, uno de sus catorce hijos, lo mataron en 2006. Se encontraba en el billar de un sobrino de Luis Alberto en el barrio Bellavista, de Cartago, y lo que se conoce es que unos sicarios estaban buscando a dos personas, guiados por alguien. El tipo que guiaba a los sicarios, dice Luis Alberto, señaló también a su hijo porque le caía mal.

—Lo mataron por una mala información. Como yo siempre he dicho: estaba en el lugar equivocado. Ave María, ha sido uno de los golpes más difíciles de mi vida.

Luis Alberto le puso Fixonder después de que escuchara ese nombre en Apía, Risaralda, y en un canal de televisión americano.

Claudia Patricia, la cantante de música popular, una de sus esposas, también murió de manera trágica. Ella estaba en Santuario, Risaralda, y quería aprender a manejar, pues estaba a días de comprar su primer carro. El conductor de Luis Alberto le dijo que le enseñaba, pero él no estaba muy seguro. Santuario es una zona de abismos temerarios, y además no es tan fácil aprender a manejar en un Jeep Willys, por lo que Luis Alberto le pidió que fuera en otro momento. Claudia Patricia insistió y sucedió el accidente: en una trocha no supo maniobrar el vehículo, que rodó por la montaña.

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Dos hermanos de Luis Alberto también murieron de forma violenta, uno asesinado y el otro en un accidente de tránsito, y su papá, Brocardo, falleció justo en el Día del Padre. Ese fin de semana Luis Alberto tenía varias presentaciones que no pudo cancelar, y sintió lo que describe la canción de Javier Solis: “ante el mundo estoy riendo, y dentro de mi pecho mi corazón sufriendo. Payaso, soy un triste payaso”.

En los conciertos que debió dar ese fin de semana su público le pedía dos canciones que hablan sobre la muerte: ‘Sin un adiós’, y ‘Por quién doblan las campanas’. Por más que se esforzó para terminarlas, no siempre fue capaz. Es imposible cantar llorando.

—Mi padre influyó mucho en mí. Era una persona campesina, pero de esos campesinos dadivosos, amable con todo el mundo, amplio. En los momentos de abundancia mi padre era feliz regalando comida, al que llegara a la finca le empacaba un bulto de naranja, de mandarinas, de plátanos, de yuca, siempre fue de esa manera tan linda, tan abierto con la gente, y me lo transmitió. Tal vez por eso cuando comencé a ganar dinerito, ese bicho que se le pega a algunos de cambiar con la gente, con la familia, de creerse más que el otro, no me picó. Cuando mi papá murió, yo iba a la funeraria un ratico, después salía a algún concierto, volvía, y así. Pedí que no lo enterraran hasta que no terminara mis compromisos. Cinco días lo tuvimos en la sala, hasta que hice mi última presentación, en Tuluá. Con todo esto que me ha pasado he investigado tanto sobre la muerte, que terminé por admitir que aquí estamos de paseo, que cuando desencarnamos vamos para una parte más linda, preciosa, un lugar encantador.

3. El rey del sapo

Cuando era niño, Luis Alberto Posada veía las películas de Antonio Aguilar, como ‘El caballo blanco’, ‘El Justiciero Vengador’, ‘La muerte de un gallero’, ‘Lucio Vásquez’, y se dijo que algún día haría lo mismo: además de cantar, actuar en el cine. Cuando se anhela algo con tanta intensidad, está seguro, eso es como darle una orden al universo para que se cumpla.

Pero pasaron más de 40 años y el sueño no se cumplía. Incluso cuando comenzaba su carrera musical, Luis Alberto se atrevió a preguntar cuánto costaba hacer una película, y le dijeron que podrían ser miles de millones. Con los $80.000 que cobraba por presentación, prefirió olvidarse del asunto y seguir cantando.

Además de presentarse en el Parque de la Caña de Cali, en el estadio, en la Plaza de Toros de Medellín, en el Parque Simón Bolívar de Bogotá y en cuanta feria hay en Colombia, a veces lo contrataban tipos como el narcotraficante Pacho Herrera, que lo trajo en un avión solo para que cantara mientras él jugaba cartas.

En otra ocasión alguien lo contrató para que le cantara a un caballo su canción ‘Borracho por ella’. Luis Alberto se sintió extraño, ridículo, pero al parecer era cierto que al caballo le gustaba ese tema. Cuando comenzó a cantar Frente a una botella /repleta de vino/ Me encuentro borracho por una mujer/ Borracho por ella/ Solo en la cantina, junto de la esquina donde perdí su querer, el animal se paró en sus patas traseras y relinchaba.

Fue justo después de una presentación en el Parque de la Caña cuando ese viejo anhelo de actuar en el cine apareció de repente. Era el año 2008, y mientras se tomaban unos whiskeys en un carro, el actor y director caleño Harold De Vasten le propuso a Luis Alberto hacer una película. Él reconoce que no le creyó. Eran días en los que algunos artistas habían sido estafados, y como Luis Alberto no conocía a Harold, no le puso mucha atención.

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Unos meses más tarde su amigo Tony Rodríguez le presentó al director de cine durante una entrevista en el Canal 14, y volvieron a hablar de la película. Harold le dijo que se podía rodar de manera fraccionada, para financiar poco a poco el proyecto, y a Luis Alberto le llamó la atención la idea. Puso parte del dinero, vendió una camioneta, y arrancaron a hacer El Rey del Sapo.

Luis Alberto protagoniza a ‘Cartago’, un camionero que debe hacer un extenso viaje por su hija. El nombre por supuesto es un homenaje a su tierra, y la banda sonora de la película son sus canciones.

El rodaje arrancó por fin en 2017, y Luis Alberto recuerda que, pese al estrés de entonces por sus compromisos musicales, lo disfrutó mucho; al punto que retrasó algunas grabaciones. Sus dichos hacían reír a los otros actores, tanto que hasta les dolía el estómago, y al fondo se escuchaba la voz del director: ¡corten!

Cuando comenzaron a distribuir la película, Luis Alberto recordó otro dicho del campo: “maluco también es bueno”. En Colombia le cerraron las puertas de las salas de cine. Después de mucho insistir les dieron 38 salas, pero a la semana ya eran 28, después 7, después ninguna. Tocaron la puerta de Netflix, y en un principio no se abrió. La quinta fue la vencida, y desde entonces El Rey del Sapo se ha mantenido entre los contenidos más vistos.

En su finca en La Victoria, Valle, donde Luis Alberto ha permanecido desde que comenzó la pandemia del coronavirus –en 40 años de carrera jamás se había dado el lujo de descansar ocho meses – dice sentirse feliz, pese a ser un Libra que duda siempre de lo que hace.

–Imagínate que nadie es profeta en su tierra, y yo lo fui. Eso es un gran orgullo.

Posada íntimo sinfónico

Uno de los proyectos que está alistando Luis Alberto Posada para el próximo año es Posada Íntimo Sinfónico.

La idea es montar una sinfónica, con sus músicos, y cantar sus mejores éxitos.

La estructura del evento incluirá 70 músicos en tarima, además de un espectáculo de luces, “con el mejor sonido posible, y será una invitación exclusiva para mis seguidores”.

Por ahora, debido a la pandemia, Luis Alberto Posada se ha dedicado a descansar, aunque también ha hecho eventos virtuales.

Fueron tres conciertos, uno en Cali, otro en Medellín y uno más en Pereira.

‘Como si no valiera nada’, es su más reciente trabajo musical, lanzado a inicios de este año.

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