SALSA
A la memoria de Johnny Pacheco y su legado en la salsa
Dotado de un talento enorme que le permitió ser multi instrumentista, Pacheco logró destacarse en ámbitos tan diferentes como la percusión y la flauta, pero no fue esa la clave de su éxito.
Fue Pupi Legarreta, violinista cubano y una de las estrellas menos visibles en la formación de Fania, quien mejor supo narrar el aporte monumental de Johnny Pacheco a la música afrocaribeña y resumir la importancia histórica de su figura.
“Se fueron las comparsas, qué triste me quedé; pero al llegar la Salsa, el alma me volvió, mi vida se alegró...”, canta el coro inicial de uno de los más reconocidos temas de su charanga, titulado ‘Pacheco y Masucci’.
Hoy vale la pena recordar, especialmente para las nuevas generaciones, el mensaje que va escondido en esa letra: que sin Johnny Pacheco, ni lo que conocemos como Salsa, ni el legendario sello Fania, habrían tenido la trascendencia que tuvieron. Porque fue él quien supo recoger los elementos centrales de un tiempo que llegaba a su fin - el de las grandes orquestas de la charanga y la pachanga - y unirlos con los sonidos de un nuevo tiempo, para crear una nueva forma de sentir y conectar con el corazón latino en Nueva York.
Antes, mucho antes de los legendarios conciertos de Fania en Cheetah, Yankee Stadium, San Juan y Zaire, sobre los que tanto gustan hablar los salseros, Johnny Pacheco ya había recorrido un largo camino de exploración por la música, que le había dado la sabiduría, la visión y, sobre todo, la claridad para guiar a la Salsa por los caminos que abrió desde finales de los años 60 y hasta bien entrados los 80.
Dotado de un talento enorme que le permitió ser multi instrumentista, Pacheco logró destacarse en ámbitos tan diferentes como la percusión y la flauta, pero no fue esa la clave de su éxito. Tres condiciones muy precisas le permitieron convertirse en la leyenda que fue: su inagotable espíritu creativo, reflejado en una obra enorme como compositor y arreglista; su capacidad casi sobrenatural para encontrar las cosas simples que tocaban el alma del bailador y su innata condición de líder.
Esta última, lastimosamente, fue poco documentada por biógrafos e investigadores de la Salsa. Pacheco, estoy seguro, se llevó a la tumba invaluables lecciones sobre liderazgo y gerencia en el ámbito cultural. ¿Habría funcionado artísticamente un transatlántico como Fania All Stars, lleno de pasajeros tan exóticos, con cualquier otro capitán? Estoy seguro que no.
Hoy, con la noticia de su partida, son muchos los que repiten el mismo coro que ha sonado en los últimos 40 años: “La Salsa se acabó”. Nada más errado. La Salsa está más viva que nunca, especialmente en esta ciudad, a la que él reconoció como “la auténtica capital mundial de la Salsa”. Y él tampoco ha muerto. Como dijo Pupi: Pacheco sigue ahí, “en la Salsa...”
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