Cultura
El aclamado director Wim Wenders sigue su relación amorosa con Tokio, esta vez desde los ojos de un humilde trabajador
Una obra maestra reflexiva, austera e intercultural del gran Wim Wenders, un poeta de la cámara.
Wim Wenders (Alemania, 1945) es un animal cinematográfico. Su obra, monumental, abarca clásicos imprescindibles: ‘Alicia en las ciudades’ (1975), ‘París, Texas’ (1984), ‘Tan lejos y tan cerca’ (1993), Documentales delirantes: ‘Tokio Ga’ (1985), ‘Buenavista Social Club’ (1999), ‘Pina’ (2011), ‘La sal de la Tierra’ (2014), proyectos ambiciosos y disruptivos: ‘Lumiere y compañía’ (1995), ‘Mundo invisible’ (2012).
Wim Wenders ha hecho del cine su medio para observar, desde múltiples estados de ánimo, su país de origen, pero también ha dejado películas sobre Estados Unidos, Japón, el cine, la pintura, la literatura, la fotografía, las artes escénicas, siempre acompañado de una forma de ver sofisticada. Wenders es un entomólogo de la especia humana y su microscopio es la cámara.
‘Días perfectos’ (2023) es la continuación de su relación amorosa con Tokio. Ganadora y nominada a los premios importantes de la temporada 2023. Esta cálida obra es la vida, plácida y austera del señor Hirayama, trabajador del sistema de baños públicos de la populosa Tokio.
La interculturalidad es una constante en el cine de Wenders. Miramos una cultura, la japonesa, a través del uso y disposición laboral en torno a los baños públicos de la ciudad. Limpiar baños públicos es el trabajo del señor Hirayama. Lo seguimos, lo vemos y sentimos la excepcional rigurosidad con la que hace este difícil trabajo.
El poder de ‘Días perfectos’ está en el desafío que la película le impone al espectador, ser capaz de seguir su rutina. Seguirla e ir sumando los pequeños, pero profundos cambios, que la vida le depara a Hirayama, y por extensión a nosotros, en ese largo viaje que llamamos vida.
El señor Hirayama nos va revelando su esencia a través de sus gustos. Los días perfectos de este personaje se llenan de música, lecturas y fotografías. La soledad del protagonista está invadida por una rutina sensible que lo lleva de su duro trabajo a disfrutar las melodías, gloriosas, de los años 80 en cassettes análogos y tomando fotografías de majestuosos árboles que acompañan sus almuerzos solitarios.
Esta tranquilidad se altera cuando aparecen dos chicas jóvenes, Aya y Niko, quienes alteran el presente y pasado del señor Hirayama. Es una constante en cine de Wenders, el choque generacional y las diferentes formas de vivirlas.
Majestuosa es la escena en la que la Joven Aya escucha emocionada ‘Redondo Beach’ de Patty Smith, una conexión mágica que solo la música, la buena música, provoca en el cine, dos épocas unidas por la emoción de unos sonidos y unas letras en otro idioma.
Wenders nos propone una historia hermética. Un universo cerrado, circular, rutinario. Y esta construcción está soportada en el valor poético que en el cine tiene la imagen, los actores, lo que dicen, lo que escuchan.
‘Días perfectos’ es un viaje sensorial para ingresar a un mundo ordinario. Un mundo tranquilo que logra la perfección a través de viejas canciones, de ser un trabajador excepcional, de buscar la belleza en las pequeñas cosas. ‘Días perfectos’ es una invitación a pensar en nuestra vida. Así, de manera sencilla, sublime como el señor Hirayama.
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