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Juan Carlos Rincón, autor del libro. | Foto: Foto: Instagram @JKRincones

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'La depresión (no) existe', el libro que busca concientizar sobre este trastorno mental

‘La depresión (no) existe’, de Juan Carlos Rincón Escalante, es una guía para comprender la realidad de este trastorno, y acompañar mejor a quienes lo padecen.

25 de agosto de 2020 Por:  L. C. Bermeo Gamboa, reportero de El País

Hay más de 300 millones de personas que padecen depresión en el mundo, según cifras de la Organización Mundial de la Salud. Entre esta población se encuentran niños, jóvenes, adultos y, también, ancianos.
Además, la OMS, considera que “en el peor de los casos, la depresión puede conducir al suicidio”, un problema de salud pública por el que se pierden 800.000 vidas cada año, más que por la guerra.

Sin embargo, cuando una persona con un trastorno depresivo decide expresar a otra sus padecimientos, con frecuencia a un familiar o un amigo, lo que recibe a cambio es una respuesta brutal, una frase como un golpe que daña aún más su frágil estado.

Enviones de palabras como: “No estés triste”, “Pero si te ves tan bien”, “¿Por qué estás así si lo tienes todo en la vida?”, “Hay gente mucho peor de lo que tú estás”, “La depresión no existe, es una moda: todo está en tu cabeza”, “Tú problema es de actitud: ¡Sonríe! ¡Deja la pereza! ¡Piensa positivo!”, "No se te ocurra buscar un loquero, que eso es para los débiles", entre otras más, demuestran la ignorancia frente a una enfermedad real, la indiferencia por la salud mental, y en general, esa falta de empatía que muchos manifiestan ante el sufrimiento de los otros.

Entonces, como una reacción a toda esta indolencia, a veces inconsciente y otras casi que soberbia,  el periodista y abogado cucuteño Juan Carlos Rincón Escalante, quien vivió en carne propia estas circunstancias, decidió publicar ‘La depresión (no) existe, una guía para no causar daño cuando hables con una persona deprimida’. Se trata de una obra divulgativa, porque se basa en un estudio riguroso de las características médicas de este trastorno mental y de su complejidad, y a la vez contiene recomendaciones muy claras para aprender a ser menos torpes y desarrollar una cultura más empática frente a la depresión. El texto, además, está acompañado de las ilustraciones de la caleña Cecilia Ramos Valencia, ‘La Ché’.

Juan Carlos Rincón Escalante, quien ha investigado sobre esta enfermedad durante 10 años —muchas veces al tiempo que la padecía—,  habla con El País de cómo una comunicación afectiva y efectiva es fundamental para acompañar a quienes luchan contra la depresión.

¿Cómo llegaron a usted esas “pésimas respuestas” que trata en su libro?

Primero por la experiencia personal. Son las respuestas que mi mamá, mi familia y varios de mis amigos me han dicho a lo largo de los años. La segunda, a través del periodismo. Siempre que entrevistaba personas con depresión, les preguntaba cuál era una de las cosas que más los ofuscaba. La respuesta era unánime: estas frases. Ver que eran tan comunes me ayudó a entender que no venían de un mal lugar. Quienes las dicen están intentando, con amor, ayudar. Por eso es tan trágico que cometan esos errores y causen daño. Nuestro libro intenta ahorrar obstáculos y evitar conversaciones tensionantes.

¿En qué medida escribir este libro le ayudó con su propia depresión?

Uno de los síntomas de mi depresión es la confusión mental. A menudo me encuentro con la mente nublada, con los pensamientos descontrolados y sin poder concentrarme. Entonces, cada vez que puedo hacer algo para entender lo que ocurre y ponerlo en palabras, la claridad me produce alivio. Por supuesto, eso no es una cura y hoy tengo más días malos que buenos. Pero haber hecho este libro y ver la reacción tan positiva me da satisfacción. También me renueva las fuerzas para resistir los peores síntomas.

¿Por qué la comunicación es un aspecto clave para resistir la depresión?

Porque lo que no podemos nombrar tampoco sabemos cómo enfrentarlo. Cuando yo hablo de lo que siento, me llegan mensajes que apuntan a lo mismo: “creí que solo me pasaba a mí”. Entonces la comunicación tiende puentes, nos hace sentir acompañados y también nos da herramientas. La depresión nos exige un acto de humildad. Quienes no la sufren deben hacer un esfuerzo de comprender a pesar de que no puedan ponerse en los zapatos del otro. Es un camino largo y tortuoso.  Tal vez lo más importante es comprender que las mentes no funcionan igual. Lo que puede servir para ti no necesariamente es igual para los demás, menos si hay una enfermedad mental de por medio. Las respuestas fáciles, como “¡no estés triste!”, no son productivas. Hay que comprender que la depresión es compleja y no tenemos todas las respuestas. 

El primer paso es dejar a un lado los prejuicios, reconocer que podemos equivocarnos. Por eso hicimos este libro. No es un regaño ni es un juicio. Solo es una explicación sincera de lo que está mal y da pistas de cómo hacerlo mejor.  El mayor acto de amor que pueden hacer por las personas deprimidas es aprender a acompañarlas mejor.

¿Considera que no se presta la suficiente atención a este padecimiento, no solo en la cotidianidad, sino a nivel de medios y salud pública?

Mi intuición es que se trata de una mezcla de factores. Por un lado, la depresión es invisible. Como no podemos verla, tendemos a creer que no existe o que se trata simplemente de una falla de carácter. Eso produce muchos prejuicios e incluso desdén hacia la enfermedad y quienes la padecemos. Por otro lado, el sistema de salud está colapsado y este problema pasa debajo del radar. Las propuestas de política pública dicen que tratan el tema, pero la realidad demuestra que estamos cerca a un abismo. Pedir una cita psiquiátrica por EPS es un proceso tortuoso, que hace que las personas desistan en la búsqueda de ayuda. Eso produce tragedias.

¿Cómo fue la investigación para conocer a fondo la depresión?

Yo llevo investigando la depresión desde hace diez años, a la par que me diagnosticaron. Ha sido un proceso largo de descubrimiento y aprendizaje. Para hacer este libro consulté a psiquiatras y psicólogas, hablé con personas que sufren depresión y con personas que conviven con esas personas. También utilicé mi experiencia personal. En este tiempo he leído libros científicos, relatos en primera persona y también consumí muchos cómics. En internet hay mucho material ilustrado sobre esta enfermedad. De ahí construimos el libro. Lo que más me llamó la atención es que hay un vacío enorme en comunicación sencilla sobre el tema. También hay muchas personas que no saben dónde buscar información. En parte por eso hicimos esta guía lo más sencilla posible.

¿Cómo diferenciar la tristeza de la depresión?

Se trata de una buena pregunta para la que no me siento del todo capacitado de responder. La mejor respuesta que puedo dar es que debería hablarse con una psicóloga o un psiquiatra, quienes saben cómo diferenciar. Algo que dice Andrew Solomon en 'El demonio de la depresión' es que una tristeza continúa y profunda ya cruza los límites y debe prender alarmas. Pero, en últimas, yo creo que cualquier persona,  que sospeche que tenga depresión o no, debería regalarse una cita de terapia. Es un espacio muy útil para pensarse a sí mismo y comprender lo que está sintiendo.

¿Cómo hacerle entender a las personas que la depresión no depende de tenerlo o no todo (dinero, éxito y amor), que es algo más particular que puede afectar a cualquiera?

El argumento más fuerte es la ciencia. Yo le pido a las personas que busquen en Google fotografías de cómo opera un cerebro deprimido. Ahí se puede observar que algo no está funcionando bien. En el libro usamos una cita de Jim Carrey, el actor y comediante, que me gusta mucho: “Pienso que todo el mundo debería volverse rico y famoso y hacer todo lo que alguna vez soñó para que así vea que esa no es la respuesta”.

¿Por qué es importante que las personas comprendan que la depresión no es un problema que depende solo de quien lo padece, sino que implica la participación de quienes lo rodean para superarla?

Porque es una enfermedad que aísla y aplasta a quien la padece. Ante eso, la mejor respuesta es poder contar con una red de apoyo que no juzgue, que comprenda y que acompañe. La depresión produce una falla en la comunicación. Por eso, muchas veces, cuando intentamos ayudar terminamos produciendo daño y haciendo sentir culpable a quien más necesita comprensión. Podemos ser mejores compañías.

¿Cómo considera el tratamiento periodístico de realidades como la depresión y el suicidio?

Yo sé que los periodistas tenemos buenas intenciones, pero en estos temas tan complejos caemos en trampas. A veces los narramos con sensacionalismo sin tener en cuenta que las personas leyendo pueden sentirse mal. A veces lo narramos con ligereza y eso ayuda a promover el prejuicio. A veces no consultamos las fuentes adecuadas, por lo que fomentamos el pensamiento mágico. El reto es educarnos y entrenar nuestra empatía.

¿Qué impresiones ha recibido de personas con depresión que han leído su libro?

A diario estoy recibiendo entre tres y cuatro correos de personas contándome su experiencia. Se me quedó en la mente uno. Es una joven que sufre depresión. En su casa nunca le han creído. Compró el libro y logró que su papá y su mamá lo leyera. Luego tuvieron una conversación larga en la que todos ofrecieron disculpas. Ahora están trabajando juntos por acompañarla mejor. Ese era nuestro sueño. Se me encharcan los ojos recordando esto. Este libro es una puerta a la empatía. Con eso nos damos por bien servidos. También he recibido correos de madres y padres agradeciendo porque por fin pueden entender un poco mejor a sus hijos. Otra persona me dijo que con el libro descubrió que tiene depresión y empezó a ir a terapia.

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