ARTE
Lo cotidiano como obra maestra, el arte de George W. Jiménez
George W. Jiménez ha creado una obra donde los espacios, productos y personajes populares son presentados a la luz del arte pictórico más elevado. Diálogo con un nativo digital que pinta sus óleos como los maestros del barroco.

A mediados del siglo XVII, Rembrandt pintó dos estudios para un ‘Buey desollado’ en una sucia cocina flamenca. En primer plano y bajo una luz blanca se puede observar el torso amputado del animal, colgado de las dos patas traseras y abierto en el vientre, del que ya han sacado las vísceras. Al fondo, en una penumbra, está una mujer, seguro del servicio doméstico, inclinada y, al parecer, limpiando la sangre derramada en el suelo. Se trata de una obra completamente alejada del modelo de belleza convencional, no es una lujosa naturaleza muerta, con bellos animales cazados, porcelanas chinas y platería del Nuevo Mundo. Por el contrario, es un cuerpo despellejado y cercenado, cuya ambigua forma podría confundirse con el de un ser humano, que muestra la carne en toda su cruda obscenidad.
No obstante, el perfecto juego de luz y sombra que logra el artista, con la técnica más refinada posible, convierte esa imagen el algo más que una escena costumbrista, en algo más que un pedazo de carne. Con un dramatismo hecho de claroscuros Rembrandt capturó una metáfora de la vanidad humana que siglos después, cuando su contexto histórico desapareció, todavía nos advierte sobre la mortalidad a la que estamos condenados.
Como Rembrandt, Diego Velázquez y después Goya, aprendieron el arte de convertir escenas cotidianas en metáforas de lo humano, en un “carpe diem” de imágenes. Hasta el siglo XXI esta tradición pictórica se ha conservado, y en Colombia su más reciente exponente es el artista bogotano George W. Jiménez (1992), un millenial que creció dentro de la revolución de Internet y las redes sociales. Y aunque es un destacado ilustrador digital, decidió crear una obra original que reivindicara el antiguo oficio de los pintores barrocos, empleando como en los viejos tiempos, la misma técnica de pintura al óleo por capas.
En un ejercicio de artesanía y paciencia, el artista bogotano ha creado una serie de obras dedicadas a temas populares de la cultura urbana colombiana, y como sus maestros, convirtió escenas anodinas, productos sin prestigio y personajes anónimos en imágenes de gran factura artística que conmueven la sensibilidad más exigente. De esta forma una bolsa de papel periódico que contiene ‘2.000 de buñuelos’, es presentada como un alimento exquisito que cualquier aristócrata pondría en su mesa. O pintar un popular ‘Pan de 300’ con un dorado propio de las joyas reales, así como lo hizo también Salvador Dalí con su maravillosa ‘Cesta de pan’ en 1945.
Aunque la serie ‘3 AM’, que reúne 13 obras de George W. Jiménez está siendo expuesta en varios centros culturales de Bogotá, su trabajo es ya reconocido en las redes sociales, donde algunos de sus óleos y acuarelas ya fueron adquiridos por admiradores de diferentes ciudades de Colombia y otros países de Latinoamérica.
George Williams Jiménez Medina, de 29 años, es un artista graduado de la Academia de Artes de Bogotá (Universidad Distrital Francisco José de Caldas), desde su barrio El Rincón (Suba) que retrató en su obra ‘3 AM’, habla de su particular mirada sobre el arte callejero en tiempos de protestas y el criptoarte no tangible que se vende por miles de dólares.
—¿Cómo nació su interés por el arte?
Desde que estaba en primaria dibujaba, recuerdo que cuando estaba en quinto grado los estudiantes de once organizaron un concurso de dibujo y yo presenté el dibujo de un tigre saltando y me lo gané. Eso hizo que me interesara mucho más por el arte en general, que me comprometiera con ese talento, esta determinación se fortaleció en el bachillerato. Por eso sentí que debía entrar a la universidad a estudiar arte, porque tenía un talento que deseaba desarrollar. En el segundo año de mi carrera fue cuando me interesé particularmente por las técnicas de pintura, para ese momento ya había conocido las obras de grandes artistas y quise emularlos.
—Cuando entra a la universidad y conoce el mundo del arte, ¿qué artistas llamaron su atención?
Uno de los artistas que más me inspiró fue el caleño Óscar Muñoz, sus primeros dibujos, que observé en una exposición del Museo Nacional, eran como de un inquilinato y mostraban los objetos de la vida cotidiana de esas personas, esos detalles me interesaron mucho. También me han interesado otros artistas contemporáneos como Kehinde Wiley que pinta hombres negros y los pone en contextos de poder y trabajos muy caros, como si fueran reyes o príncipes, este tipo de obras fueron referentes importantes en la academia.
—Su obra muestra también una estética muy clásica...
Creo que es una combinación de varias tendencias, me gusta utilizar una luz muy barroca, entonces allí están las enseñanzas de los grandes maestros, para lograrlo utilizo el óleo en varias capas, en un proceso muy similar a lo que hacían ellos en el pasado. Es un tipo de pintura indirecta, y yo escogí las técnicas que se adecuaran mejor a lo que deseaba expresar.
—¿Qué lo motivó a crear estas obras sobre comidas populares como las salchipapas, los milhojas, o los merengones?
Todo empezó en la academia, cuando quise combinar el arte universal que estaba conociendo con mi mundo cotidiano, porque sentía que estaban muy alejados. Entonces, tratando de unir estos mundos creo que he logrado identificarme más con ellos, y también buscaba llevar estás imágenes cotidianas a otros espacios como ferias y museos, del gran arte por así decirlo, donde las personas tuvieran la oportunidad de observar estos objetos desde nuevas perspectivas.
El milhojas, los buñuelos, el pan, las salchipapas y el merengón hacen parte ese proyecto, recuerdo que lo empecé el año pasado con la idea de que este tipo de comidas muchos las usamos para aliviar la tensión en estos tiempos, yéndome por allí intenté crear unas metáforas de lo que pueden llegar a significar estas comidas. Por eso la luz es muy dramática y solo pinto uno, para que se vea como un tesoro, algo de valor inapreciable, que es como lo vemos cuando tenemos mucha ansiedad.
Después se fue transformando en algo más, relacionado ya con nuestra identidad en Bogotá, o en otras partes de Colombia, incluso personas de otros países de Latinoamérica se han identificado.
Por otro lado, mantuve el tamaño real de los objetos en las pinturas, buscando más realismo, muchas personas me dijeron que le parecían muy provocativas, que les hacían dar ganas de comer, y recordaban el sabor de esas comidas.
—Realizar estas pinturas en óleo le exigió mucha dedicación, ¿por qué siendo un ilustrador digital prefirió una técnica antigua?
Realmente me interesaba que las pinturas tuvieran una consistencia material, y el óleo es muy versátil aunque requiere un manejo del tiempo muy distinto a lo digital. En cada una de estas pinturas experimenté con técnicas diferentes del óleo, pero buscando resultados similares. Además al pintar estos objetos en óleo generaba la impresión de prestigio, de que esos buñuelos son más caros de lo que imaginamos. Quise combinar lo exclusivo de una pintura al óleo con una comida completamente corriente.
—Para usted, ¿qué importancia ha tenido el arte dentro de las recientes protestas que hay en Colombia?
El arte es una de las formas que tiene la gente para expresarse, entonces es muy valioso que sigan usándolo para mostrar su inconformismo en la calle, en los muros. A nivel personal, pienso que el artista no debe darle la espalda a la gente, porque debemos ser sensibles con la época y el sentido del arte es devolverle relevancia a la vida.
—¿Qué opina de los NFTs, obras digitales, que no son tangibles como una pintura?
Me interesa mucho ese nuevo medio, porque es una forma más que permite al artista tener rentabilidad con su arte, aunque pienso que aún se encuentra en una etapa inicial, pero es positivo en el sentido que permite la comercialización de un arte que antes no era reconocido.
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