Cultura
Habitantes de calle son ‘libros abiertos’ en la FIL Cali 2023
Habitantes de calle son ‘libros abiertos’ que sensibilizan a los caleños y al mundo, en una carpa de la Feria Internacional del Libro de Cali.
Por Isabel Peláez R., editora de cultura de El País
Todos vienen buscando un libro, pero en realidad encuentran un relato, algo que les va a quedar en el alma”, dice Juan Carlos Agudelo Castaño, uno de los ‘libros humanos’ que tiene todo por contar en la carpa ‘El contenido sí importa. Relatos de vida de la calle’, al lado de la Retreta, y que hace parte de la programación de la Feria Internacional del Libro de Cali.
Decenas de personas, padres con sus hijos, amigos y compañeros de trabajo, llegan a encontrarse con historias poderosas de 20 personas que vivieron en situación de calle. Son vidas que son libros humanos con mucho por contar. Aquí, algunos fragmentos de sus valiosas páginas.
Janeth Jaimes, 27 años. Salió de su casa el 15 de febrero de este año y no regresó.
“Mi tía me humillaba por un plato de comida, me pegaba y me dejaba encerrada. Yo había perdido a mi abuelita materna, quien por mí daba la vida. Mi papá murió cuando yo tenía 15 años. Recibí mucho maltrato de mis compañeros en los albergues, no creía en la felicidad.
Un milagro de Dios cambió mi vida, ella me da felicidad solo con la mirada y la batida de cola, es mi perrita, Princesa. Mi Dios me la puso en mi camino, quería que mi vida cambiara. El 16 de febrero viajé de Bucaramanga a Cali, quería acabar con mi vida. Me senté al lado del río a llorar y había una señora con diez cachorros habladores (labradores), raza fina. Cuando iba a coger el MÍO, vi una de las cachorritas sentadita detrás de mí; estaba raspada, tenía sarna, olía feo, tenía un hueco con gusanos, se la fui a devolver a la dueña, pero ya no estaba. Tenía los ojitos cerrados y cuando caminaba se estrellaba. Dormíamos en el andén, sentía el acoso de los hombres, me asqueaban. Mi protección era la perrita. Tengo esperanza de Dios de que me salga un trabajo, soy graduada de bachiller, y quiero ser veterinaria o profesora de infancia”. Libro que recomienda: ‘La culpa la tiene la vaca’.
Adriana Barberena Ocoró, 56 años, desde los 14 años en la calle, 40 años de consumo de drogas. Tres años y medio sana.
“Soy de una familia clásica caleña. Éramos mi papá, mi mamá, mis dos hermanas y yo, pero él nos dejó. No nos faltaba nada, es más, nos sobraba. A los 14 años empecé a ingerir pepas y a andar las calles con amiguitos. Salí de casa, abandoné el colegio. Cuando tuve que enfrentar la vida, dándome con las paredes, me di cuenta de que vivía en una burbuja. Mi mamá me mandó a España a vivir con mi abuelita, me casé allá, de ese matrimonio queda mi hija mayor. Vine a Colombia, le entregué la niña a mi mamá y la crió. Me fui de nuevo a la calle, vendía collares en la Avenida Sexta, para drogarme. La calle es una selva de cemento, donde estás expuesto a cantidad de oprobios, violaciones, que lo vuelven a uno más sensible. Ahora quiero enfocarme en ayudar mujeres en prevención de drogas y a quienes están empezando en el consumo. Trabajo como promotora social del Sistema de Atención Integral para el Habitante de Calle. Tengo dos hijas, un nieto de 8 años, que no sabe que soy su abuela”. Libro que aconseja: ‘Mujeres que corren con los lobos’. Clarissa Pinkola.
Juan Carlos Agudelo Castaño. Natal de Armenia, Quindío, vive hace años en Cali.
“Era vendedor desde los 18 años. Un día me salió un viaje de ventas y me fui un año para Popayán, conocí a alguien que me invitó a un coctel en un casino y me volví ludópata. Empecé con 20, 30 mil pesos apostando y luego me jugaba toda la quincena. Tenía mujer y una hija de 7 añitos, lo aposté todo y lo perdí todo. Habité las calles por cinco años. Gracias a un amigo di con la Fundación Samaritanos. Estudio marroquinería en el Sena para confeccionar artículos en cuero. Quiero un empleo, estoy listo para volver a la sociedad. Mi hija tiene 13 años, es deportista, le gusta el breakdance y la lectura, como a mí”. Libro: El Talismán y el Adriático.
Héctor Fabio Cortés, exhabitante de calle, rehabilitado. 60 años.
“Mi papá era un alcohólico, mi mamá ludópata. Soy el quinto de 11 hermanos. Desde los 7 me tocó robar para mantener un hogar en Cali. Me volví consumidor de basuco, marihuana y alcohol a los 10 años. Me enamoré de varias mujeres, en mi tiempo fui pintica, ahora despinto de lo viejo. Tengo dos hijos, tres nietos y una bisnieta a la que amo demasiado. Llevo cuatro años recuperado, soy ingeniero en planos arquitectónicos, estuco, exteriores. Tengo cinco cartones, estudié en el Sena. Le digo a los jóvenes que sin Dios no somos nada, que pueden salir de las calles y la droga, y a los que no la han probado, que no la prueben. Quiero un trabajo y un plan de vivienda”. Libro: Dios Cambió mi Vida (su biografía).
Carlos Enrique Serrato. 58 años, 35 en consumo, 12 de vida en la calle.
“Me crié en el barrio El Lido, pero terminé consumiendo basuco y coca. Éramos papá, mamá y yo. Mi hermanita murió hace dos años. Tuve un papá ejemplar, pero muy permisivo y una mamá muy estricta. Me volví muy rebelde. Me gradué del Berchmans, estudié en la Nacional hasta quinto semestre, pero papá murió. Un amigo me llevó al Sucre y trabajé en la olla, reciclé, robé. Recibí un dinero de mi familia, y me lo tiré en tres años. El padre José González, quien desde hace 25 años hace recorridos por la Olla, un día estaba yo tirado en la calle 12 con 18 y me llamó: ‘Qué hubo negro, vení, comete el sánduche’, le dije ‘padre, ayúdeme, yo soy católico’. Me ayudó, trabajé en el Dagma, en Gestión Ambiental y Convivencia, y ahora trabajaré con adultos mayores en Samaritanos. Tengo una hija y tres varones, ninguno me cogió vicios raros”.
La iniciativa
Esta es una iniciativa que hace parte de las estrategias de sensibilización que el Sistema de Atención Integral para El habitante de Calle, programa liderado por la Secretaría de Bienestar Social acogió desde el año 2021, bajo el liderazgo de María Fernanda Penilla Quintero y el subsecretario de Poblaciones y Etnias, Mauricio Rivas Nieto.
Con este programa y a través de Samaritanos de la Calle, muchas personas han salido de condiciones infrahumanas.
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