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Ellos son Carolina  Echeverry  y Daniel Rojas.
Ellos son Carolina Echeverry y Daniel Rojas. | Foto: Foto: cortesía de Carolina y Daniel

Cultura

Turismo en van y viajes solitarios en Colombia: las historias de tres apasionados por las aventuras

Carolina Echeverry y Daniel Rojas, una pareja de casados, viaja por Colombia en su van. María del Mar Agredo lo hace sola, en cualquier medio de transporte. Ellos han hecho del turismo una forma de vida.

25 de agosto de 2024 Por: Redacción El País

Por: Daniela del Mar Peña y Juan Carlos Moreno Urán

En los últimos años, la cultura viajera, tanto a escala mundial como en Colombia, ha tenido un aumento significativo, especialmente después de la pandemia del Covid 19.

La psicóloga clínica Paula Dávila explica que este fenómeno se da principalmente por el cambio generacional, años en los cuales han ido cambiando las prioridades. Probablemente esta sea la razón por la cual, en las últimas décadas, el bienestar mental y emocional ahora tienen un mayor valor a comparación de obtener bienes materiales o de cumplir metas académicas. Además, la globalización ha permitido que las personas puedan adquirir con mayor facilidad tiquetes de viajes, o paquetes turísticos.

“Hoy en día las nuevas generaciones tienen una conciencia arraigada al cuidado del medio ambiente, a sumar experiencias más que objetos físicos, y en especial existe una relación muy fuerte con la ‘No permanencia’. Todos estos ítems son una demostración de que, ahora, tiene más peso los recuerdos emocionales y el sentir en general que el obtener bienes materiales o logros sociales”, asegura Paula.

Una Van por casa

Dicho cambio ha sido positivo para el Colombia, tanto así que en 2021 alcanzó cifras récord en la llegada de turistas internacionales y nacionales. Entre los viajeros que arribaron estuvieron Carolina Echeverri y Daniel Rojas, un matrimonio apasionado por los paisajes y la naturaleza, que decidió conocer su país en una van.

Un turismo poco común en esta parte del mundo, por eso, su primer gran reto no solo fue encontrar un carro adecuado para su viaje, sino también hallar las herramientas e indicaciones de cómo transformar una van en su nueva casa. Esto porque en Colombia, los vehículos destinados a convertirse en carro-casas no están diseñados para tal fin, desde un principio. La mayoría son ambulancias o camiones de comida, “ello nos obliga a realizar modificaciones complejas. Además, a diferencia de otros países, acá no existe la posibilidad de alquilar herramientas para la fabricación; quienes se aventuran en este proyecto deben comprarlas y enfrentarse a la falta de espacios adecuados para llevar a cabo el proceso”, dice Carolina.

Ella, al percatarse de la falta información al respecto, y después de una larga investigación, decidió, junto a su esposo, abrir un pódcast llamado Mundo Camper, en el que cuentan sus aventuras y comparten con la audiencia algunos consejos para realizar este tipo de turismo siendo conscientes y respetando el medio ambiente.

“Salir de turismo en una van no se trata solo de coger el carro y manejar, hay que ser responsables, y tener en cuenta detalles que a veces pasan por alto; por ejemplo, dónde se botarán nuestros desechos o dónde se recargará la energía del vehículo, acá entra otra pregunta: ¿Tendremos energía solar o eléctrica? Y si es la última, qué locura”, cuenta Daniel, quien bautizó a su carro-casa La Pajarera, en honor al pequeño espacio de nuevo hogar, “y porque era nuestro nido de amor”, cuenta entre risas.

Cuando iniciaron su proyecto, el Atómico y la Caracola, como les dicen sus amigos viajeros, planearon hacer un recorrido por Colombia que duraría 13 años; sin embargo, en el camino se enfrentaron a la necesidad de “echar raíces” de Daniel, quien reconoce que la experiencia de vivir viajando es única, pero también explica que esta es una idea que se ha romantizado y tiene muchos retos que asumir, uno de ellos, el vivir estrechos en un espacio, o el no poder establecerse en ningún lugar.

“Mi personalidad me empezó a pedir enraizamiento y sentí que el viaje se convirtió en una constante huida al hábito. Si estábamos en La Guajira y llevábamos diez días en un ambiente, y el sexto estaba cómodo, al séptimo debíamos irnos. Eran como límites mentales. Y es que no salimos de Colombia, porque las personas fueron supremamente amables y generosas”, reflexiona Daniel. Llegó el momento en que sintió que era un infierno estar cambiando de lugar todos los días. “Cuando estamos en la oficina, constantemente decimos: yo quiero viajar. Pero los retos empiezan cuando quieres, por ejemplo, encerrarte a leer un libro”.

Durante el viaje, Daniel y Carolina  toman fotos con dron a los turistas o les venden souvenirs.
Durante el viaje, Daniel y Carolina toman fotos con dron a los turistas o les venden souvenirs. | Foto: Foto: Cortesía de Mundo Camper

Precisamente, fue luego de ver bellos amaneceres como el del cañón del río Chicamocha, que Daniel se dijo: “Ya es lo mismo en todos lados, no nos podemos quedar quietos en un punto”.

Y aconseja que antes de medírsele a la aventura de viajar, hay que preguntarse cuál es el propósito del viaje, para dónde vas, qué quieres hacer. “Conocemos gente que lleva diez años viajando y está feliz y no tienen raíz en ningún lugar, solamente su carro. Pero llega un momento en que las energías de ambos no son las mismas, respecto al viaje, y pensamos que ya habíamos viajado y que era el momento de echar raíces juntos”, dice Carolina.

Uno de los viajes que recuerdan con más cariño es uno de 25 días, desde el desierto de la Tatacoa hasta Cartagena, pero destacan más el camino. Terminaron durmiendo a la ribera del río Magdalena y pasaron por Honda, El Banco Magdalena, Mompox, y el Museo del Río Magdalena, donde su director hace un bello trabajo cultural.

Esta pareja viaja en van por  toda Colombia.
Esta pareja viaja en van por toda Colombia. | Foto: Foto: cortesía de Mundo camper.

Lo más hermoso de su aventura fue reconocer la geografía de su país, experimentar sus diferentes pisos térmicos, pasar del nevado al trópico.

Se sustentaban vendiendo vasos como souvenirs, tomándole fotos con un dron a las familias que estaban de turistas por donde pasaban.

Actualmente, el amante de las bicicletas y la apasionada por la naturaleza decidieron parar su viaje por Colombia y establecerse en una finca en Sasaima, Cundinamarca, llamada Bosque Madre Tierra. Aunque no descartan volver a alzar el vuelo.

El turismo, un estilo de vida

Así como Daniel y Carolina, son muchos los colombianos que han decidido hacer del turismo un estilo de vida, es el caso de María del Mar Agredo, quien relata que descubrió su pasión en su etapa universitaria, cuando estudiaba historia en la Universidad del Valle, en las salidas de campo. “Me encantó ir por carretera, en una chiva, dormir en un campamento, lo que fuera, y dije: quiero seguir haciendo esto”.

En ese momento, pensaba que solo podía viajar en grupo, pero con el tiempo, descubrió que podía hacerlo sola, es por eso que ahora la historiadora viaja sin ninguna compañía. “Siempre viajo sola, no tengo a nadie que me siga el ritmo o que tenga tiempo para acompañarme. Me gustaría, pero tengo la mentalidad de que si nadie puede ir contigo, hazlo de todos modos”, afirma con determinación. La pasión por su carrera y la cultura guía sus viajes. Siempre busca museos, sitios arqueológicos y lugares que estén relacionados con la historia y la antropología.

Aunque ha vivido experiencias de lujo, como un crucero por las islas de Indonesia, confiesa que lo que realmente la atrae es la aventura y salir de su zona de confort. “Mi experiencia como viajera se define por la búsqueda de algo nuevo, de cosas inusuales”.

Por eso ella prefiere descubrir festivales y culturas poco conocidas, en lugar de seguir rutas turísticas tradicionales. Una búsqueda que la ha llevado a destinos como Nepal, Camboya y Vietnam, lugares de donde tiene muchas historias que contar.

Su experiencia en Asia también fue un punto crucial en su vida de viajera. Llegó a Singapur por trabajo y vacaciones, pero la pandemia la atrapó en Laos, país rural del sudeste asiático, donde vivió durante un año. Allí, aunque la barrera del idioma fue un reto, pudo conectarse con las personas locales y vivir la pandemia de una forma diferente, “mientras el mundo estaba en cuarentena, en Laos podíamos salir y yo viajaba en bicicleta, mientras conocía gente”.

Al regresar a Singapur, llegó a la misma conclusión de Daniel y Carolina: el estilo de vida desarrollado y acelerado de la ciudad no era para ella. “Me agobiaba. Es un país muy de primer mundo, algo así como los Estados Unidos de Asia, pero no sentía esa conexión humana que tanto necesito”, dice María del Mar, quien explica que esto la llevó a buscar destinos opuestos, como Nepal, Filipinas y Camboya, donde encontró la esencia que la hace sentir viva y conectada con el mundo.

Ella es María del Mar Agredo, historiadora.
Ella es María del Mar Agredo, historiadora. | Foto: Cortesía de María del Mar

Aunque viajar sin compañía tiene muchas ventajas y es una sumatoria de buenas experiencias, María del Mar confiesa que en algunas ocasiones, la soledad también le juega malas pasadas. “Hay momentos en los que me hace falta la compañía. Salgo, hablo con los locales, con la gente del hostal, pero a veces, a pesar de que es lo que escogí, me entra un sentimiento de soledad. Podría estar en mi casa, con mi familia, mi pareja o mis amigos, pero elijo irme sola y ese sentimiento luego se me pasa”.

Eso no es lo único que la pone a pensar respecto a su estilo de vida. María del Mar, quien actualmente trabaja (de manera remota) en una empresa de Singapur, sufre de diabetes tipo 1, lo que la ha llevado a ser insulinodependiente, condición que no la priva de cumplir su sueño viajero —actualmente está en Latinoamérica— pero que la lleva a tener cuidados especiales, antes de emprender el rumbo. “Tengo diabetes hace 12 años y, aunque es un tema bastante controlado, sigue siendo de manejo. No suelo viajar a ciudades muy desarrolladas. He ido a Los Ángeles, a París, pero prefiero lugares más rurales. Y en dichos sitios es complicado encontrar los insumos que necesito para mi enfermedad, lo que me obliga a prepararme mucho antes de cada viaje. A veces puede ser angustiante”.

María del Mar trabaja remoto  con una empresa de Singapur, desde Cali.
María del Mar trabaja remoto con una empresa de Singapur, desde Cali. | Foto: Foto: cortesía de María del Mar

Cuando estaba en Laos —cuenta— la insulina se acabó y allí no vendían el tipo de insulina que ella requiere. “Me tocó mandarla a pedir desde Tailandia. Antes de ir a un país, tengo que averiguar si venden la insulina que necesito. En Nepal, durante un festival masivo, donde muchas personas mueren aplastadas en la multitud, me dio un bajón de azúcar. Tenía la cámara en una mano, la maleta en la otra, y los síntomas del bajón. Trataba de tomar algo dulce, mientras la multitud venía corriendo hacia mí”.

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