DEPORTES
El regreso de 'El Capi', Adrián Ramos: viaje a la memoria del ídolo del América
Este sábado, con el posible regreso de ‘Adriancho’, América buscará una nueva victoria ante el DIM en Medellín. Viaje a la memoria del ídolo escarlata.
Adrián Ramos recuerda el día exacto en el que se hizo hincha del América: 16 de diciembre de 1992. Esa noche los diablos rojos derrotaron 3-1 a su eterno rival, el Deportivo Cali, con un gol de Freddy Rincón - un taponazo a quemarropa del arquero Jorge Rayo – y dos anotaciones más de Anthony ‘el Pipa’ de Ávila, con las que el equipo alcanzó su octava estrella en el estadio Olímpico Pascual Guerrero.
Cuando terminó el partido, Anayiber Vásquez, la mamá de Adrián, hincha fiel de América, lo llevó a la esquina de su cuadra en Villa Rica, Cauca, para que viera la celebración.
— Recuerdo que todo el mundo estaba en la calle, feliz. Mi pueblo es 80% americano y ahí, de la mano de mi mamá, hubo un impacto en mí. En ese momento comenzó mi pasión por el América.
Y pensar que el papá de Adrián era aficionado del Deportivo Cali.
¿Nunca pudo tu papá hacerte hincha del Cali, entonces?
¡No! Él siempre decía que era hincha del Cali. Pero curioso: la primera vez que fui al estadio me llevó a un partido del América. Ya era consciente de que yo iba a ser hincha del equipo.
¿Cómo era eso de que jugabas partidos imaginarios en los que América siempre ganaba?
(Risas). Desde niño me gustó mucho el fútbol, mantenía jugando partidos en la calle. Y cuando no jugaba, cogía unas monedas, ponía cinco a un lado, cinco al otro, hacía las canchas con ladrillos en el patio de mi casa y me inventaba partidos en mi mente en los que América siempre ganaba.
En esa infancia, ¿quiénes eran los ídolos de esos partidos?
¡El ‘Pipa’!, Anthony de Ávila. Pero me acuerdo de Alex Escobar, el ‘Polilla’ Da Silva, el ‘Ferry’ Zambrano, Freddy Rincón, Eduardo Niño y después Héctor Hurtado, Franky Oviedo, Óscar Córdoba en el arco. Ellos me incentivaron a seguir con mi sueño de ser jugador profesional.
¿Es cierto que trabajabas en una casa donde los niños iban a jugar videojuegos para tener con qué ir a entrenar?
Sí. Tengo un amigo que administraba una casa Nintendo en Villa Rica. Yo iba algunas veces en la mañana para ayudarlo a atender y en la tarde me iba a entrenar. Me pagaba $1000, $1500, lo que podía. Con eso pagaba el bus para ir a La Troja, la sede del América. A veces llegaba, pero no tenía para el regreso. Ahí tocaba echar dedo, ¡esa no se pierde!
¿Y cómo llegas al América?
El que me lleva al América es don Miro, un profesor que tenía un equipo en Puerto Tejada, Independiente Súper Crack. Allí jugaban unos amigos. Uno siempre va a los equipos donde están los amigos. Allí estuve alrededor de dos años y cuando don Miro terminó esa escuela, dijo: ‘voy a llevar a algunos jugadores a una prueba en América’. Ahí comenzó todo. Ingresé a la sub 17, y unos meses después me ascendieron al equipo profesional.
¿Cómo fue el debut?
Fue marzo de 2004. Jugué 40 minutos de un clásico contra el Cali. Ese día no hice gol, pero, ¡casi! Ya después vinieron muchos.
Tu papá había muerto y debiste tomar su lugar en la familia.
Cuando mi papá muere yo tenía 9 años. Y miro alrededor y siento ese gran vacío, él era el que nos cobijaba a todos. En ese momento me propuse sacar adelante a mi familia. Tengo que estudiar, tengo que trabajar, me decía, y con 16, 17 años, me di cuenta de que el fútbol era el medio para hacerlo, después de vivir ciertas situaciones en la sub 17 con América. Me empezaron a dar viáticos, un buen sueldo. En ese momento dije: me tengo que dedicar en realidad a esto, para ayudar a mi madre y al resto de mi familia.
Me cuentan que uno de los momentos más difíciles en el fútbol lo viviste en 2008, cuando América perdió el título con Chicó. ¿Cómo lo recuerdas?
Cuando perdemos la final con Chicó fue duro para todos en el equipo: éramos casi todos canteranos, habíamos luchado todo el torneo, no nos pagaban, una cosa, la otra, y tuve una jugada donde definía el partido, boté una chance de gol muy clara, y a la respuesta de esa jugada nos hacen un gol. Después nos vamos a penales, boto el penal, y para mi fue muy difícil, América no es solo una pasión que se vive en Cali, es en toda Colombia, y entonces sentía toda esa presión y esos señalamientos encima mío y fue duro, pero dije: tengo que triunfar y la única forma es seguir trabajando, independientemente de lo que digan. Solamente depende de mí, del trabajo, y de Dios. Y tuve la revancha seis meses después, cuando le ganamos la final al Medellín y el hincha me cogió mucho cariño. Fue un desahogo para la gente después de tantos años sin títulos y esos tiempos tan complicados cuando el equipo estaba en la lista Clinton.
¿Cómo es la historia de las danzas del norte del Cauca, que te ayudaron a ser mejor futbolista?
Mi niñez fue una en la que salía a la calle a jugar fútbol con los amigos. Fue en la cuadra donde nació esa pasión. La vida en Villa Rica era fútbol: fútbol en la escuela, después de la escuela, en la noche. Pero tengo un tío que fundó un grupo de danzas del norte del Cauca, y tenía amigos que iban a danzar con él. Eso me causó curiosidad y empecé a ir. En ese momento no me di cuenta, pero con el tiempo entendí que la danza me servía como futbolista. En ese entonces bailaba una danza que se llama el abozao.
En Villa Rica son tradicionales las Adoraciones al Niño Dios
Yo participaba de las fiestas. Veía las coreografías, porque las hacían las abuelas, que son las que organizan el evento, y obviamente hacía los pasos. Villa Rica ha sido un pueblo rico en folclor, y eso ha estado en mí. Varias veces, siendo jugador profesional, celebraba los goles con el movimiento de la danza del pueblo.
¿Cuándo te das cuenta que la danza le ayuda a un futbolista?
Para jugar bien al fútbol se necesita mucha coordinación en los movimientos, en saber correr, en saber hacer un quiebre, una finta, amagar hacia un lado y salir por otro, y eso te lo enseñan en las escuelas de formación, pero falta hay algo esencial; es una especie de ritmo y naturalidad que surge cuando practicas danzas. Lo descubrí muy joven.
¿De ahí la idea de abrir una fundación que combina la enseñanza de danzas y fútbol?
Hace un tiempo yo quería tener la fundación. Me preguntaba, ¿cómo alejo a los niños de mi pueblo de la calle y de la violencia? Les coloco un balón y sé que es la primera opción que van a coger, pero no es suficiente para que se mantengan alejados, necesito darles otra alternativa para, también, formarlos. Allí aparece la danza. Lo que pretendo con la fundación es formar buenos ciudadanos, no necesariamente futbolistas.
Y es una manera de conservar la riqueza cultural de Villa Rica
Exactamente. Yo creo que la generación que me tocó a mí sabe de la importancia de esa cultura y a través de mi fundación se trata de conservar esa riqueza. Porque cuando te deja de interesar algo, se pierde, desaparece. No podemos dejar perder en Villa Rica ese interés por la danza. Aunque a veces es difícil porque los padres van y dicen ‘no, es que mi hijo no vino aquí a bailar’. Ahí es donde yo entro y les recuerdo: aquí no voy a sacar jugadores profesionales, les voy a ayudar para que los niños aprovechen el tiempo libre cuando ustedes no estén en la casa. Actualmente tenemos 84 niños. Y miremos la historia de los grandes jugadores de Colombia, como Cuadrado. Bailaron danzas en su niñez.
¿Qué pasa en Villa Rica con respecto a la violencia?
Se viene arrastrando una problemática producto de la falta de oportunidades para el estudio, para el deporte, y bueno, uno dice: ¿cómo cambiar? Porque siempre nos sentamos a hablar entre familia, entre amigos, y la conclusión es: el pueblo se está dañando. ¿Qué hacemos?, nos preguntamos. No podemos esperar que una persona cambie el pueblo, un alcalde. Parte desde nosotros, desde el rol que nos toca. Cuando eres padre, por ejemplo, tenés una responsabilidad con tus hijos de formarlos. Creo que si cada uno es consiente de su responsabilidad en el rol que tenga, podemos ir aportando a la sociedad. Recuerdo el impacto tan positivo que tuvieron los niños cuando los llevamos al estadio, para el partido entre América y Pasto. Todo el mundo opinó, habló, y los niños se fueron con esa idea: cuando hago las cosas bien, estudio, soy disciplinado, recibo cosas buenas.
Y ese día hacés gol...
Todo se alineó para seguir incentivando a los niños. Para ellos fue muy emocionante estar en un estadio, y le colocamos la cerecita que fui justo yo el que hace un gol para celebrar con ellos, fue muy bonito. Era la primera vez que salían de Villa Rica y me vieron en la cancha y no en la fundación o por televisión. Además Joel Graterol se tomó el tiempo de firmarles autógrafos a todos, ¡casi una hora! Me dijo ‘Becerro’, aunque no pude ir hasta Villa Rica, te cumplí hoy con los niños.
¿Becerro?
Sí, Graterol me dice Becerro, porque tuve como compañero en el Granada de España a otro venezolano. Y ‘becerro’ quiere decir parcero en Venezuela.
¿Qué es el Ikigai, la filosofía que buscas implementar en la fundación?
Me gusta leer, sobre todo de los países que están desarrollados. Y si hay un país donde casi todo es perfecto, ese es Japón. Es una sociedad muy trabajadora, muy disciplinada, muy responsable, y leyendo textos apareció esa palabra, el Ikigai. En el artículo explicaban por qué los japoneses duran tantos años y es porque son fieles a la filosofía del Ikigai. ¿Qué es el Ikigai? me pregunté. Y leí: la razón de ser. El motivo por el que te levantas todos los días con ganas a hacer algo, con un propósito. Entonces digo: bueno, me gusta esto, el por qué y para qué estoy aquí, con qué propósito hago lo que hago, y digo claro: cuando tú haces algo que te gusta, te estresas, pero menos. Hay problemas, pero le ves siempre la solución, no te ahogas en él. Entonces me interesó esta filosofía, se la compartí a mi primo J. Ramos, que para mí es un sabio, y la empezamos a implementar en la fundación. Intentamos que los niños encuentren esa razón de ser, ese propósito por que se levantan.
Volviendo al fútbol, en los momentos difíciles, cuando se pierde, noto que en las ruedas de prensa buscas transmitirle al hincha serenidad...
Cuando pasan estas situaciones difíciles en el fútbol, obviamente te duele y más cuando eres un hincha, un canterano, y vives muchas situaciones que en el fútbol como hincha no te gustan, y es como ese sentimiento del hincha que está allí, metido, pero digo mañana es otro día, mañana hay que levantarse, trabajar independiente de si hiciste tres goles o te metieron tres. Y lo que hago es transmitir eso: hoy nos toca aguantar cuando las cosas no salen, pero mañana nos tenemos que levantar porque hay revanchas. Quiero que el hincha disfrute en la victoria, pero también que vea esperanza en el momento de la derrota. Yo regresé a América y fui campeón y después viví situaciones jodidas, pero siempre hay algo por allá que te mantiene encendido. Hay una llama que nunca se apaga.
¿Para qué está América en 2023?
Desde que volvió el profe Guima se viene haciendo algo fundamental: recuperó jugadores que habían perdido confianza. Y los nuevos jugadores nos van a dar una mano, tienen las condiciones, hay mucha ilusión, sabemos que es difícil, pero vamos a ir partido a partido y ojalá que podamos conseguir los objetivos, que es el título y volver a un torneo internacional.
¿Hasta cuándo va a jugar Adrián?
Por ahora este año. En diciembre ya veremos si estoy o no para seguir.
Sobre el accidente...
En la noche del 5 de febrero pasado Adrián Ramos se vio involucrado en un siniestro vial en Villa Rica, Cauca, su pueblo.
Según pudo constatar El País, el hecho ocurrió entre las 7:00 y las 8:00 de la noche, cuando un motociclista no hizo un pare y estrelló el carro de Adrián por la puerta del conductor.
Adrián apenas tuvo una raspadura en el brazo, leve, mientras que el motociclista fue llevado a un centro asistencial.
Regístrate gratis a nuestro boletín de noticias
Recibe todos los días en tu correo electrónico contenido relevante para iniciar la jornada. ¡Hazlo ahora y mantente al día con la mejor información digital!