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Moisés Fuentes (c), paraatleta colombiano. | Foto: Prensa Comité Paralímpico Colombiano

DEPORTE PARALÍMPICO

¡Salvado por las aguas! Moisés Fuentes, único colombiano en ganar 4 medallas en Juegos Paralímpicos

En 1992 fue víctima de un atentado que le causó una lesión medular, y en la natación adaptada reconstruyó la vida. Defensor del proceso con las Farc, dice que la paz no depende de una firma, sino de cada colombiano. Testimonio de un campeón.

26 de diciembre de 2021 Por: Santiago Cruz Hoyos - Reportero de El País

Moisés Fuentes se sonríe tras la pantalla del computador. Cuenta que después del atentado del que fue víctima por parte de los paramilitares, lo que le impidió volver a caminar, debió reconstruir la vida desde cero. Entonces estudió sastrería. Hace silencio unos segundos, y continúa:
– Me convertí en un de - sastre…

Mientras se carcajea, observo que atrás, en una de las paredes de su apartamento en Bucaramanga, hay un cuadro con las fotos de sus gestas deportivas. Moisés es el único deportista colombiano que ha ganado cuatro medallas consecutivas en natación adaptada en los Juegos Paralímpicos. La más reciente fue la medalla de plata en Tokio, donde rompió su marca. La meta es lograr el oro en el Mundial de Portugal en 2022, y en los Paralímpicos de París 2024. Si a los 47 años está en el mejor momento, y es uno de los deportistas colombianos de mejores resultados, ¿por qué no intentarlo?

Moisés, hablemos de los orígenes.
Nací en un municipio de Santander que se llama el Valle de San José , en 1974. Soy el sexto entre seis hermanos. Cuando tenía 5 años, la familia se trasladó hacia otro municipio de Santander que se llama Betulia. Ahí pasé mi infancia y mi adolescencia, hasta los 18 años, cuando me fui a trabajar con mi hermano mayor, Rodrigo, que era comerciante. Fue cuando sucedió el atentado de los paramilitares. A mi hermano lo estaban extorsionando, y se negó a pagar. Esa fue la causa por la que le arrebataron la vida. A mí me dieron seis disparos, uno afectó la medula espinal generando un trauma raquimedular, lo que causó una paraplejia, dejándome en condición de discapacidad.

¿Por qué el nombre de Moisés?
Mi papá se llama así. Quería ese tocayo para compartir. Lo que pasó es que, después de nacer Rodrigo, nació mi hermana Cleotilde, luego Alcira, posteriormente llegó otro hermano que se llamó Moisés, y pensaron no tener más hijos. Pero mi hermano se ahogó cuando tenía dos años, entonces mi papá quería ese sucesor de la dinastía Moisés, y así fue como llegó mi hermana Magdalena y posteriormente yo.

¿Y con lo que le pasó a su hermano, a sus padres no les dio temor que se dedicara a la natación?
La verdad, nunca me demostraron temor, tal vez por la forma de ser mía, decidido. Pero qué buena pregunta, no la había pensado. Mis padres no me hicieron sentir que tenían miedo, o que se hubiera generado algún trauma por lo sucedido con mi hermano.

¿Cuándo comienza en la natación?
A los 6 años, cuando nos trasladamos a Betulia, había una quebrada donde la familia iba a pescar. Aprendí a nadar con una pimpina en la espalda como flotador. En la quebrada fui desarrollando ese gusto por el agua, sin técnica. Y a los 18 años, después de la discapacidad, empiezo a sentirme libre en el agua, sin ataduras, la piscina me hacía sentir bien conmigo mismo, me generaba meditación, relajación, olvido de todo, siempre ha habido una conexión con el agua, más allá de lo que dice la Biblia sobre Moisés: salvado por las aguas.

¿Cómo sucedió el atentado?
Fue el martes 13 de octubre de 1992. A mi hermano le habían dicho: tiene tres opciones: paga, se va o se muere. Él no lo tomó en serio. Pensó que no era un grupo organizado. Y ese martes, en la tarde, nos fuimos a visitar un socio de él. Estábamos en Santa Marta. Y cuando veníamos del barrio El Yucal, nos estaban esperando unos individuos. No sé si mi hermano los identificó. Lo cierto es que estábamos esperando en la carretera, y al frente había una casa, casualmente de amigos de mi hermano. Secaban café, cacao, que mi hermano compraba. Entonces dijo venga, entremos y saludamos. Y al rato entraron esos individuos, agarraron a mi hermano, le dispararon, y mientras lo agarraban a él, me dispararon.
Posteriormente llega la Policía y dice que había un individuo muerto, me imaginé que era mi hermano porque, ¿quién más? Me llevaron al hospital, donde me hacen una laparotomía exploratoria, para mirar uno de esos impactos de bala que había afectado la parte interna del organismo. Al otro día llega el médico y me dice que había una lesión medular, la bala fracturó la vértebra y cortó la médula espinal. El médico dijo, creo que por darme un poquito de motivación, que tenía el 10% de posibilidades de volver a caminar.

¿Cómo se asume esa noticia?
Uno no cree lo que le están diciendo, genera incredulidad, negación. Piensa que lo que pasa es que en el hospital no están los aparatos para volver a caminar y pasa por un duelo en el que se empieza a renegar de todo y por todo y a echarle la culpa a los demás, hasta a Dios. Pero es un proceso normal que se da en la pérdida de algo del ser humano. La negación de lo que nos pasa es parte del duelo. En mi caso no era solo perder la movilidad, sino la pérdida de la sensibilidad, el control de esfínteres, tener que estar pendiente cada dos o tres horas para ir al baño, y quedar como un niño grande, todo eso es fuerte psicológicamente.

¿Cómo se sale de ese momento?
La aceptación. Hay situaciones a las que te tienes que adaptar sí o sí o de lo contrario te vas a convertir en un muerto viviente, una carga para la familia y la sociedad. Aprendí que no se debe gastar energía en lo que no se puede cambiar, y enfocarse en lo que corresponde. Es un aprendizaje que lo genera uno con el tiempo. Al principio estaba encerrado en cuatro paredes, creía que era al único al que le pasaban cosas malas, me preguntaba por qué me pasó si era buena persona. Y sí: no somos culpables de la vida que nos ha tocado vivir, pero llega el momento de empezar a ser responsables de construir ese futuro que nos merecemos. Entonces tuve que empezar de cero, en condiciones diferentes. En ese reconstruir hice un año de sastrería. Y me convertí en un de – sastre…

¿Qué pasó después?
No me veía en la sastrería. En cambio el deporte era esa fuente que me mantenía conectado a algo, me daba fuerza, me hacía feliz. Y esa conexión me llevó a querer estudiar. Primero terminé el bachillerato. En el campo, donde yo vivía, no había colegios para estudiar la secundaria. Después de terminar la primaria lo que hice fue una especialización en el manejo del machete y la pica y a trabajar. A los 18 años tenía una finca, 25 cabezas de ganado, me proyectaba como un hacendado, porque uno genera la expectativa de lo que quiere ser en el futuro en lo que está viendo, el entorno. También hice una carrera profesional, contaduría pública, en la Universidad Cooperativa, a la par del deporte, aunque no tenía mucho apoyo. En el deporte competitivo empecé en el año 1995, y en 2004 vine a recibir apoyo del Estado.

¿Cómo empezó a competir?
Iniciamos en baloncesto en silla de ruedas. Fue un espacio muy importante dentro de ese proceso de adaptación, de aceptación, de dejar de buscar culpables. En el baloncesto me encontré con compañeros en condiciones similares o en algunos casos peores, entendí que no era el único que estaba en esa situación y eso me permitió adaptarme a esa silla de ruedas, disfrutar por una o dos horas, olvidarme del tema de la discapacidad, y simplemente disfrutar de ese espacio para reír, gritar, pelear, todas esas emociones que se generan en el baloncesto. E iba a la piscina, no a nadar sino a tomar el pelo. Hasta 1995, cuando empiezo un proceso de formación. Todo comenzó cuando participé en los Juegos de la Policía.
Había la posibilidad de participar en dos deportes: uno en conjunto, baloncesto, y otro individual, natación. Yo dije que más o menos sabía nadar. Me mandaron al agua, a representar a Santander, y gané una medalla de plata y dos de bronce. El entrenador de baloncesto me dijo: ¿si conseguimos una persona que lo pueda orientar, le gustaría la natación? Y dije claro. Hicimos contacto con el profesor William David Jiménez. En 1997 participamos en un evento en Inglaterra, en 1999 en los juegos Parapanamericanos en México, que nos dio la clasificación para Sídney, los primeros Paralímpicos.

¿Cómo le fue?
Regresé siendo séptimo, y la respuesta fue: cuando usted sea quinto posiblemente lo apoyemos. Eso es frustrante para algunos, para mí fue retador. Me dije no voy a ser quinto, sino primero. Algunos de mis compañeros renunciaron al deporte por esa falta de apoyo. Dijeron: si no me pagan no sigo porque el que pierde es el dirigente. Hoy me los encuentro en un semáforo vendiendo dulces y pidiendo monedas. Y digo: este hombre no hizo lo suficiente. Se rindió, mató sus sueños. ¿Quién perdió realmente? La pregunta que debemos hacer es: ¿he hecho lo suficiente para estar donde estoy?

Y ya son cuatro medallas consecutivas en los Paralímpicos…
La primera medalla fue en los Juegos de Beijing, en 2008. Fue una medalla histórica para Colombia. Y el inicio de empezar a creer en mis capacidades y fortalecer la mentalidad para lograr mejores cosas. Este 2021 ha sido una bendición. Me certifiqué en coaching deportivo internacional. Y llegar a los Juegos de Tokio, vencer mi marca, hacer una de las mejores pruebas por el control emocional, la atención plena de lo que estaba haciendo, entender que el único responsable era yo... hice una prueba perfecta que disfruté muchísimo, en unos Juegos que serán recordados por haberse organizado en medio de una pandemia, que es también una oportunidad para todos.

¿Por qué?
Es una oportunidad para darnos cuenta que cuando salimos de situaciones tan adversas como el covid, tenemos otro nivel de mentalidad, de confianza, de preparación. 2022 y 2023 serán años de grandes bendiciones por lo que hemos sabido superar. La pandemia nos ha enseñado la importancia de no resistirse al cambio, porque ahí nos quedamos; la importancia de adaptarnos a las situaciones que vivimos.
También hay que levantarse con un motivo para hacer las cosas, un objetivo. Y encontrar un plan de acción. Y disciplina, que es hacer lo que usted se comprometió. Cuando la motivación se apaga, la disciplina lo levanta. Y debemos creer en nosotros mismos. Dios nos mandó con un paquete completo para alcanzar lo que se quiera. En mi caso ganar el próximo campeonato mundial de Portugal, que hace parte del camino a los Juegos Paralímpicos de París en 2024, donde quiero obtener la medalla que nos falta, el oro.

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