FUTBOL COLOMBIANO
"Como Miguel Escobar no había otro, ni mejor y ni siquiera igual" (Opinión)
Adentro y fuera de la cancha Miguel Escobar fue siempre un gran señor, un ejemplo digno de imitar.
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La primera vez que ingresé al estadio Pascual Guerrero fue por allá en 1975 a ver un partido entre Deportivo Cali y Millonarios. Creo que era una especie de final del entonces llamado torneo Apertura (el primero del año), no lo recuerdo bien, pero lo que si quedó impreso en mi memoria fue la clase de jugador sobresaliente que siempre fue Miguel Escobar.
Hasta entonces, siendo menor de edad, era un hincha de radio. Sin falta seguía los partidos de cada domingo y al día siguiente compraba EL PAIS para ver fotos y leer la crónica del juego. En la radio, mi padre, también sin falta, hacía otro tanto, escuchando el programa Mirador en el Aire, de José Pardo Llada, para quien el Cali era su equipo amado.
Apenas comenzando el juego vi con asombro una primera jugada. El Deportivo Cali se había ido con todo a la ofensiva y atrás, muy atrás, habían quedado solamente el arquero Pedro Antonio Zape y Miguel Escobar. Eran los tiempos del esquema táctico del 4-3-3 y de una pareja de centrales en defensa: un “líbero” (último hombre) y otro que daban en llamar “Stopper” (encargado de marcar al delantero central contrario), que a la sazón era Henry “La mosca” Caicedo.
Recuerdo que justamente producto de un rechazo del arquero de Millonarios ante un remate de cabeza de Henry Caicedo, que había subido a buscar una oportunidad de gol, se precipitó un veloz contragolpe desde el campo adversario. Y como ocurrió tantas veces, atrás estaba un Miguel Escobar atento a la jugada, la cual seguía con su mirada y una casi pasmosa tranquilidad. Y luego de quizás hacer unos ágiles cálculos mentales ya se ponía rápidamente en movimiento.
Su habilidad como "líbero" era excepcional. Veía venir al atacante, analizaba su velocidad, distancia y trayectoria y le llegaba, de frente o en diagonal, justo a la pelota con su espectacular "tijera", sin asomos de cometer una falta, menos aún un penalti, dado que estas interceptaciones, elegantes incluso, ocurrían casi siempre fuera del área de las 18.
En tiempos en que el fuera de lugar tenía reglas distintas a las complejidades que tiene hoy, recuerdo que era bastante frecuente ver estos duelos cara a cara entre Miguel Escobar y un delantero que esperaba sobre la línea de medio campo y que en los partidos de cancha popular llamábamos a esa posición “un huevero”.
Todas las partidas duelen, más aun sin son definitivas y la de Miguel Escobar sí que llega al alma. Una foto del equipo verdiblanco de la época publicada en El País a propósito de la nota periodística con la cual se registra la muerte de Escobar, trajo a mi memoria el recuerdo de un período memorable del Deportivo Cali; ese equipo del Pecoso Castro, de Umaña, de Benítez, Scotta y Ángel María Torres, y en otros momentos del “pescadito” Calero, Álvaro Contreras y el “maestrico” Arboleda, entre otros.
Fueron tiempos de un Deportivo Cali de verdad grande, con un Director Técnico excepcional como Carlos Bilardo y una dirigencia extraordinaria en cabeza de Alex Gorayeb.
Adentro y fuera de la cancha Miguel Escobar fue siempre un gran señor, un ejemplo digno de imitar. Cuando supe que se dedicaba a la ardua labor de conducir un taxi, anhelé algún día tomar un servicio, abrir la puerta del vehículo y encontrármelo sentado al volante, para decirle lo grande que fue en la cancha y también expresarle, con el corazón en la mano…muchas gracias maestro ¡
Como Miguel Escobar no había otro, ni mejor y ni siquiera igual.
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