DEPORTES
Jairo Arboleda y Ronaldinho, encuentro de Maestros en el Pascual Guerrero
Jairo Arboleda, a sus 70 años, jugó el partido homenaje de Ronaldinho en el Pascual Guerrero.
Las medias abajo. Camiseta por dentro. El ocho en la espalda. Jairo el ‘Maestro’ Arboleda pone a jugar al equipo cuando toma la pelota. La reparte con la cabeza arriba, elegante, de primera.
Son las seis de la tarde de un domingo de octubre y las gradas del Pascual Guerrero se deleitan, aplauden. Es una lección, una clase de magia treinta y siete años después. Arboleda no puede ser recordado en pasado, por eso este párrafo está escrito en presente.
El partido de exhibición de Ronaldinho en Cali terminó resultando un pretexto para volver a vivir a Arboleda en la cancha de San Fernando como el 17 de mayo de 1970, cuando pisó ese césped por primera vez con la divisa verdiblanca para enfrentar al Junior.
Horas después del encuentro con ‘Dinho’, habla el ocho con alma de diez, habla el ‘Rey del túnel’, habla el ‘Maestro’.
¿Cuál fue el significado de volver a jugar en el Pascual, y hacerlo con Ronaldinho?
Imaginate, es que cuándo uno en su vida pensó que iba a conocer a Ronaldinho. Más allá de que jugué contra él porque en el primer tiempo se puso la camiseta del América, fue muy especial también jugar al lado de futbolistas como Giovanni Hernández, Álvaro Domínguez, Álex Escobar, Jersson González y otros. Pero Ronaldinho es capítulo aparte, un fuera de serie manejando el balón. Además, es muy carismático, esa es otra de sus virtudes.
¿Cómo se sintió al ver a la gente emocionada con su presencia?
Estoy agradecido con los hinchas del Cali y el América. Recordé cuando jugaba los clásicos en mi época y salíamos aplaudidos.
¿Qué se dijo con Ronaldinho cuando se tomaron la foto?
Le dije: ‘Mijo, usted es un fenómeno’. Sonrió como siempre y me dijo que gracias. Luego me acompañó hasta la pista atlética y le pidió al público un aplauso para mí. Eso me dejó contentísimo.
¿Fue volver a recordar los tiempos del fútbol-espectáculo?
Por eso te decía, esto me hizo acordar de cuando uno jugaba. Estaban los clásicos del Cali con América, Millos, Santa Fe, Nacional. Los directivos de los equipos son los que se deben dar cuenta de que la gente ha abandonado los estadios es por eso, porque no hay espectáculo. En cualquier deporte el resultado es primordial, pero también hay que meterle un poquito de magia, ¿cierto?
¿Con qué compañero disfrutó jugar más el domingo?
Con todos. Lo que pasa es que, cuando uno está niño y va a probar a un equipo, ya hay niños que llevan jugando uno o dos años más. Entonces ellos ven que si uno tiene algo, se la dan y se la siguen dando; si no, si el balón te rebota, pues no te la vuelven a prestar.
Y en el partido del domingo fue igual. Ellos saben de mí y no hubo problema, me dieron la confianza. Yo me tiré por el lado de Álvaro (Domínguez), que me dio varios balones. Por el otro sector se estaban juntando mucho Máyer, Giovanni Hernández y Churta (Fredy Hurtado); entonces, cuando me les mostraba me decían ‘hágale, Maestro’. Esa era la idea, que el juego fuera un espectáculo. Acá hicimos lo que no se hizo en Bogotá, que fue dejar jugar a Ronaldinho, que es el del show, porque qué se va a poner uno a decirle al ‘Cocho’ Patiño que vaya y lo siga.
Usted también jugó con muchas figuras. ¿Cuáles son las que más recuerda?
Me tocaron unos fuera de serie que no tuvieron esa suerte de ser transmitidos por televisión y tener patrocinadores como Ronaldinho, eso no existía. Pero, por ejemplo, en el Cali, ver jugar al ‘Mago’ Loayza era otro cuento. Lo mismo que a Mario Desiderio y Willington Ortiz.
Por aquí pasaron jugadores muy buenos como el ‘Turrón’ Álvarez y Mario ‘Pintuco’ Aguirre, solo que la gente no los vio. Dominadores de balón hemos tenido muchos, aquí cerquita tenemos a Norman Emilio el ‘Barby’ Ortiz, que tenía una habilidad impresionante.
Cuéntenos una anécdota como futbolista de esos bellos tiempos.
Es que si me pongo a contar anécdotas no terminamos de hablar. Yo estaba empezando a jugar y ya iban de salida futbolistas impresionantes como Desiderio, que ahora trabaja en la escuela Carlos Sarmiento Lora, y Mario Agudelo, un volante antioqueño que era de los mejores, sino el mejor, en su posición. Recuerdo que cuando era suplente, él me decía: ‘Jairo, pedí el balón, pedí el balón’. Y ya cuando la agarraba me decía: ‘ahora defiéndalo’.
El ‘Mago’ Loayza fue la sensación en los años 70. ¿Cómo fue tenerlo de compañero?
Ese era peruano, y como a los 20 años jugó en el River Plate, que desde ahí era ya uno de los mejores del mundo. Cuando vino al Cali, yo había llegado del Pereira y me tocó debutar en un partido en Bogotá contra Santa Fe. Ingresé por el ‘Burrito’ González, otro gran jugador. El ‘Mago’, entonces, se me acercó y me dijo: ‘cuando te den el balón, se lo das a papá’, o sea, a mí, pero Desiderio me llamó y me dijo que estuviera tranquilo porque yo sabía jugar. Ese día íbamos perdiendo y remontamos. Desde ahí fui titular.
¿Qué le ha dicho la gente luego del partido del domingo?
Me han felicitado y me han dicho que estuvo muy bueno ese espectáculo. Ahora pasó alguien en un taxi y me gritó que me había visto cortar unos 40 balones (risas).
¿Qué jugadas intentó hacer?
Noooo. Es que los contrarios me llevaban unos 20 años, entonces es muy duro ponerse uno a intentar gambetear. Lo que sí puedo hacer es tirar paredes. Por ahí hice también uno o dos buenos pases. Cada balón lo traté de entregar a un toque.
El hincha del Cali que fue el estadio a ver a ‘Dinho’ también lo pudo ver a usted en un mediocampo soñado con Máyer, Giovanni y ‘Caracho’.
Es que el Cali siempre se distinguió por su buen fútbol. Ahora lógicamente que las cosas han cambiado. Antes el juego era más lento, se pensaba más y había más técnica, ahora se ve un fútbol más vertical.
¿Qué representa que el hincha lo recuerde con ese cariño y que los fanáticos nuevos lo tengan tan presente?
Es un orgullo, ¿me entendés? Porque hay mucho muchacho por ahí que no cree lo que hablan de uno. Entonces lo que hice fue tratar de mostrar un poco lo que yo hice cuando jugué y estaba bien de las rodillas. Los niños se dieron cuenta de que me queda algo de esas épocas cuando era joven, porque más de uno, del Cali y del América, me pidió un autógrafo.
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