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Miguel Escobar y su esposa María Plácida Acosta conforman una pareja muy sólida. | Foto: Bernardo Peña / El País

DEPORTES

Miguel Escobar, exfigura del Deportivo Cali, juega ahora su 'tercer tiempo'

Miguel Escobar le ganó una demanda de pensión al Deportivo Cali

18 de febrero de 2019 Por: Santiago Cruz Hoyos / Editor Unidad de Crónicas y Reportajes

Miguel Escobar ya planeó lo primero que hará con el dinero de su pensión.

– Apenas llegue mi señora de Estados Unidos, me voy con ella para Santa Marta. Ella trabaja allá desde hace mucho tiempo para mandarme plata mientras yo demandaba al Deportivo Cali por mi pensión. Es la que se ha jodido conmigo en todo este tiempo.

Sobre el comedor de su casa en el norte de Cali, Miguel dispuso una decena de fotos. En ellas aparece con su esposa en el día del matrimonio, con sus hijas en reuniones familiares, en estudios fotográficos. Las fotos, dice, son para solicitar un favor.

Desde que salió la noticia que había ganado la demanda contra el Deportivo Cali —el equipo debe pagarle al Estado los 13 años de aportes a pensión que jamás hizo mientras Miguel jugó allí— lo han llamado de diferentes medios de comunicación y sin embargo, en las entrevistas, el nombre de su esposa no ha salido en ningún lado. Tampoco las fotos en donde aparecen abrazados.

– Y ella es la primera que tengo que nombrar, junto a mis hijas, que me han ayudado mucho en este proceso. Mi señora se llama María Plácida Acosta. Pero no ha salido y está berraca conmigo, así que hermano, colabóreme — dice Miguel y se sonríe travieso.

Enseguida se dirige hacia la sala donde guarda revistas, recortes, periódicos, un tabloide en donde se publicó una entrevista suya y en la que, dice, olvidaron publicar otros datos importantes.

Es, por ejemplo, el jugador que más partidos ha jugado con el Deportivo Cali: 536. En Copa Libertadores registra 52 partidos. Con el Cali jugó entre 1967 y 1980, ganó cuatro campeonatos locales, hizo 8 goles, fue subcampeón de Copa Libertadores enfrentando al Boca Juniors en 1978.

En el tabloide tampoco mencionaron que fue subcampeón de América con la Selección Colombia en 1975, o que la revista Don Juan lo incluyó en la nómina de la que sería la mejor Selección Colombia de la historia, y más recientemente, en el listado de los 50 mejores jugadores colombianos de todos los tiempos.

Es como si Miguel Escobar quisiera agradecer a los cuatro vientos a quienes estuvieron a su lado mientras luchó por su pensión, y al mismo tiempo recordar que le dio tanto al fútbol colombiano y al Deportivo Cali, que no merecía haber estado durante más de una década sin la mesada mensual a la que tenía derecho.

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En su defensa de la demanda interpuesta por Miguel Escobar, dice el abogado León Arturo García de la Cruz, el Deportivo Cali argumentó que en aquella época —los años 60, 70, principios de los 80—, los jugadores de fútbol no eran considerados trabajadores de una empresa, sino que eran personas que se encargaban de “recrear” a los hinchas miércoles o domingos, y por lo tanto no tenían los derechos legales como para que el equipo les pagara la pensión.

“La condición de jugador de fútbol no acarreaba la calidad de trabajador subordinado en los términos de la ley laboral, para con ello estar obligado a afiliarlo a la seguridad social en pensiones”, se lee en los alegatos del caso.

Durante una de las audiencias, incluso, un directivo se atrevió a decir que Miguel Escobar no hizo parte del Deportivo Cali. “No tiene evidencia alguna de lo afirmado por el actor, esto es, que hubiese estado vinculado laboralmente”.

A Miguel le dolieron esas palabras. En el Cali cumplía horarios, recibía ordenes de directivos y entrenadores, se concentraba en las finales de diciembre, era figura, uno de los mejores defensas centrales del país, y encima le pagaban un salario, primas, bonificaciones, como cualquier empleado de cualquier compañía. Por eso, la Corte Suprema de Justicia le dio la razón a sus reclamos.

“Entre las partes —dijo la Corte— y a la luz del principio de la primacía de la realidad, se ejecutó un verdadero contrato subordinado entre Miguel Escobar y el Deportivo Cali”.

El abogado León Arturo García conoce a Miguel desde que estudiaron el bachillerato en el colegio José María Cabal de Buga. Miguel se hizo futbolista, León abogado en la Universidad Santiago de Cali, y cada uno hizo su vida por su cuenta.

Hace 13 años, cuando León supo de la situación de Miguel con su pensión, y el cáncer de garganta que le diagnosticaron, decidió “rescatar” aquella amistad y se hizo cargo de la demanda al Cali. El proceso duró varios años.

– Yo soy abogado laboralista con una particularidad: solo defiendo a los trabajadores, nunca a los patronos – dice y parece cierto.

El martes pasado a su oficina del centro de Cali llegaron algunos trabajadores a quienes sus patronos negaron conocer o por lo menos, haber tenido una relación laboral formal. Sus nombres integraron alguna vez las nóminas de los equipos vallecaucanos de antaño: Hugo ‘Pitillo’ Valencia, Henry la ‘Mosca’ Caicedo, Ángel María Torres, Víctor Lugo, Gabriel Chaparro, José Ramón la ‘Fiera’ Cáceres, Freddy Valverde, el ‘Moño’ Muñoz, Jairo Arboleda.

Todos ellos demandaron a sus equipos para exigir el pago de los aportes a la seguridad social a la que tenían derecho. Solo el abogado León Arturo García lleva, junto al de Miguel Escobar, 20 procesos de exjugadores. Tal vez por eso dejó de ir al estadio. Era hincha del América.

– Imagínese: un expresidente del equipo dijo en una audiencia que no conocía a ‘Pitillo’ Valencia. A los directivos no les importa el ser humano.

Anteriormente los jugadores no tenían conocimiento de sus derechos y por eso los trataron de esa manera. Y era cierto que jugaban por el amor a una camiseta. Incluso aún muchos se niegan a demandar porque sienten que están traicionando a lo que más quieren, pero están perdiendo el tiempo. El caso que ganó Miguel Escobar sienta un precedente para el fútbol colombiano.

Desde su oficina en Bogotá, Carlos González Puche, el fundador de la Asociación de Futbolistas Profesionales, dice estar de acuerdo con el abogado León. La victoria de Miguel Escobar en la Corte demuestra que a los futbolistas los trataron como cosas, mera mercancía, y, sin embargo, aún es posible reivindicar sus derechos. El propio Puche demandó al América, a Millonarios, al Cúcuta, porque no hicieron los aportes a la seguridad social cuando jugó en esos equipos.

– En la Asociación estamos convocando a todos los exjugadores a demandar a los clubes que no les pagaron sus aportes a pensión. Es un derecho que nunca prescribe.

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En su casa, Miguel Escobar se prepara para partir hacia el centro. Es su rutina diaria. En la mañana se levanta a eso de las 7:00 y se prepara su desayuno: café con leche y pan integral, aunque de vez en cuando ‘le mete’ un huevo.

– La doctora me quitó los fritos, entonces trato de mantener la línea.
Después se pone una pantaloneta y sale a caminar en inmediaciones del Parque de la Caña. Al regresar se baña, se pone un pantalón – Miguel por lo regular se viste elegante - y va a almorzar a pie al centro. A las 11:30 a.m., sagradamente, entra a un restaurante ubicado sobre la Calle Novena llamado ‘La cocina como en su casa’.
– Soy el primero en llegar.

Después se dirige a Playa Alta, una sala de billares, y analiza con quién puede jugar. A los buenos los descarta. En cambio busca a los “marranos” – los de bajo nivel – y los reta a un chico. La razón es económica. El que pierde, es la regla, paga. La hora cuesta $9000.

A veces le proponen “jugar miti - miti”, es decir pagando entre los dos el juego, pero a Miguel no le gusta. Es, dice, como salir a jugar un partido de fútbol y decir: “quedemos cero cero”.

Del billar se regresa para su casa, caminando. Pasa por San Andresito, compra el pan en la panadería Montecarlo, atraviesa el parque San Nicolás, toma la 21 y después la octava. Ya en la noche enciende el radio – “soy hincha de Caracol o del doctor Mao al mediodía”, y se queda dormido.

Esta mañana, sin embargo, Miguel continúa conversando sobre su pensión, por lo que es seguro que no alcance a llegar de primero al restaurante.

Miguel, ¿cómo le dieron la noticia que había ganado la demanda?
Yo estaba aquí en la casa cuando me llamó el abogado. Me dio una alegría la berraca. Peleando tantos años… El proceso empezó desde 2009. A mí lo que me salvó fue que le gané al Cali en segunda instancia, el Cali apeló, y le volví a ganar. Ya no hay ‘tutía’.

¿Qué sigue?
El Cali tiene que pagarle a Colpensiones los 13 años que no me pagó la pensión cuando jugué en el equipo, para que el Estado me pague el retroactivo: todas las pensiones que debí haber recibido hasta hoy. Luego me sigue llegando la mesada mensual.

¿Lo ha llamado alguien del equipo?
No, no me ha llamado nadie del Cali.

¿Cuál es su sentimiento hacia el equipo?
Mi papá, desde pequeño, me enseñó a querer al Cali. Tuve la fortuna de llegar al equipo y salir campeón, pero mire la forma como me estaba pagando.

¿Nunca supo que no estaban haciendo los aportes a pensión?
Ellos tenían la obligación de hacerlo, pero uno como jugador no sabía si hacían los aportes o no. A uno le entregan un sobre con la plata y uno ni miraba, pero por ley tenían que descontar la pensión.

Recientemente el equipo le hizo un homenaje en Palmaseca...
Nos llevaron a aguantar hambre. Nos recogieron al ‘Moño’ Muñoz, a ‘Guaracha’, a Jorge Cruz, mi persona, y nos dijeron que no fuéramos a almorzar, que en el estadio nos tenían un refrigerio. Pero llegamos y hasta que se terminó el partido nos mantuvieron con un vaso de agua. Nos entregaron una placa.

¿Qué ha sido lo más difícil de este proceso por la pensión, Miguel?
El momento más difícil fue cuando me dio cáncer de garganta. Porque yo tenía mi taxi, me rebuscaba la vida. Con mi señora teníamos una tienda. Y yo estaba rebuscándome la plata cuando me salió el cáncer. La doctora Obyrne —el papá fue socio del Cali— me operó. A los diez años me revisó y me dijo: “Ya no le sale cáncer, por lo menos no en la garganta”. No hay metástasis. Por esa parte estoy tranquilo. Lo que no me gusta es escucharme en radio. Hace unos días me sacaron al aire y cuando me escuché, me acomplejé. Debido al cáncer me debieron extraer las cuerdas vocales y por eso hablo con este aparato (un laringófono, Miguel se lo lleva hasta el cuello cuando va a hablar) y tengo el tono de voz de un robot. No me gusta.

En la entrevista en el programa del ‘Chango’, contaron una anécdota: cuando Bilardo llegó al Cali, lo mandó a demarcar la cancha. ¿Cómo fue?
En el primer entrenamiento Bilardo me dice: vaya y demarque la cancha. Álex Gorayeb estaba allí y le dijo: ¡él es el capitán del Cali! Con Bilardo tuve que trabajar duro. Me tuvo dos meses en la banca. Él trajo a un jugador argentino, Roberto Rogel, y lo puso de titular. Cuando Rogel salió lesionado en un partido, entré y le quité el puesto. A mí me trajeron a 13 back centro y a todos los dejé en el banco. Yo tengo la lista.

¿Ha vuelto al estadio?
No. Hace 6 años nos quitaron el pase. ¿Usted cree que voy a pagar una boleta después de todo lo que le di al Cali?

Pero mantiene atento al equipo…
Últimamente he dejado de ver los partidos por televisión. Ahora es puro pelotazo. No era como en la época de Arboleda, el toque, ahora no. El central se la devuelve al arquero desde la mitad de la cancha, y el arquero mete un pelotazo. Ya no se divierten en la cancha. Un túnel, un sombrero, una pared. Eso no se ve. Aunque Junior lo está haciendo. Ese pelado número diez es muy bueno (Luis Díaz). Me recordó a Arboleda. Es habilidoso, encarador.

Hay hinchas que aseguran que un central como usted no se ha vuelto a ver.
A mí gracias a Dios me fue bien. Mentalmente era muy rápido. Adivinaba la jugada. Corriendo era lento, pero llegaba a la jugada porque me anticipaba. Y el quite deslizante me salió natural.

¿Qué les dice a los jugadores jóvenes?
Hay que saber elegir a los amigos. Hay unos muy vivos. No te lo nombro, pero en mi época, cuando tenía mi carro, un Renault, yo andaba con él para arriba y para abajo, le daba plata, cuando me concentraba con el Cali le dejaba el carro, y ahora, que está más o menos bien, no me habla. Hay que saber elegir a los amigos. Y cuidarlos. Por eso con el ‘Moño’ Muñoz soy incondicional. Mi mamá lo quería como un hijo, mi señora lo adora, yo lo llamo a la hora que sea, le digo ‘Moño’, estoy enfermo, y él: ya voy pa’ allá. También la voy muy bien con el ‘Barby Ortiz’, con Jairo Arboleda.

¿Y Henry la ‘Mosca’ Caicedo?
Está en un centro de recuperación. La ‘Mosca’ sí ha pasado por las verdes y las maduras. Uno verlo en la calle, pasando dificultades, es muy duro. Él ha tocado fondo. Él me quiere mucho. Me dice ‘gorda’. “Qué hubo mi gorda”. Yo lo jodo mucho: “Henry, mirá, ya estamos viejos, cuídate, dejá el trago”, le digo. Con Henry formé una gran pareja en el Cali. También con Óscar López, que era muy elegante para jugar. Pero mire, todos los de mi época tienen problemas con la pensión. Henry, el ‘Moño’ Muñoz, Joaquín Sánchez, ‘Pipa’ Solarte, Freddy Valverde.

Yo por lo menos ya me quedo tranquilo porque si me muero mañana, le queda la pensión a mi esposa. Ella está joven y la puede disfrutar. Le llevo 16 años. El 18 de abril cumplo 74. Cuando mi esposa supo la noticia que había ganado, se puso a llorar. Se llama María Plácida Acosta. Es la primera que tengo que nombrar. ¡O me pega!

Miguel, en este punto, se carcajea.

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