Economía
Así construyó su emporio en Colombia Luis Carlos Sarmiento Angulo, uno de los hombres más ricos del país
Esta semana el líder empresarial, de 91 años, anunció su retiro del mundo de los negocios.
Por Colprensa
Esta semana ocurrió uno de los hechos económicos más trascendentales de los últimos años, el empresario Luis Carlos Sarmiento Angulo, cabeza del Grupo Aval y considerado uno de los hombres más ricos y poderosos de Colombia, anunció a los 91 años de edad que se retiraba a sus “cuarteles de invierno” y dejaba al frente de su emporio a su hijo Luis Carlos Sarmiento Gutiérrez.
En otro tiempo y en otras circunstancias políticas, el anuncio de Sarmiento Angulo habría tenido una resonancia mayor, pero no fue así, dada la actual coyuntura política local, sofocada por el sin fin de ataques a diestra y siniestra que se dedicó a lanzar esta semana el presidente, Gustavo Petro.”
Luego de una profunda reflexión, he tomado la decisión de retirarme del cargo de presidente de la junta directiva del Grupo Aval, posición que he ocupado desde su fundación hace 30 años y desde la cual he tenido por todo este tiempo una visión completa, permanente y oportuna de todas nuestras empresas lo que me ha permitido dirigir activamente su desempeño”.
Así fue el anuncio del empresario en la mañana del miércoles, durante la asamblea de accionistas del Grupo Aval, y aunque la noticia generó ruido informativo, rápidamente fue opacada por los titulares provocados por los mensajes de todo tipo del Jefe de Estado desde su cuenta de X, una suerte de trinchera donde todo parece valer, hasta la mala ortografía.
Sarmiento Angulo nació en Bogotá, fue el penúltimo de nueve hijo de una familia encabezada por Georgina Angulo y Eduardo Sarmiento. Estudió ingeniería civil en la Universidad Nacional de Colombia y fundó lo que después sería un emporio de construcción y bancario a los 26 años, con la liquidación que recibió luego del fin de la empresa de construcción Santiago Berrío y Cía. donde trabajaba y en la que llegó a ser el subgerente.
El empresario, en su discurso de despedida, recordó que en 1956 creó su compañía, en un edificio en el centro de Bogotá y que para entonces solo eran tres los empleados: el contador, el mensajero y él, que hacía las veces de gerente.
El banquero, que en la actualidad se posiciona como el tercer hombre más rico de Colombia, deja su cargo en un momento en el que su fortuna personal es estimada en US$7.300 millones.
Hoy, durante la Asamblea Ordinaria de Accionistas, anunciamos una transición significativa en nuestra dirección. Luis Carlos Sarmiento Angulo, quien ha servido con distinción como presidente de la Junta Directiva de Grupo Aval, dejará el cargo. pic.twitter.com/512dm5r0tX
— Grupo Aval (@grupoaval) March 20, 2024
¿Cómo empezó?
Sarmiento Angulo empezó su compañía tomando pequeños contratos para la construcción de obras civiles en lugares remotos del país, algunos incluso en zona roja y empezó a amasar su fortuna como constructor de viviendas en sectores populares de Bogotá a inicios de los años 60.
Cuando obtuvo el dinero suficiente compró a principios de los años 70 la mayoría accionaria del Banco de Occidente; en 1973 estableció la Corporación de Ahorro y Vivienda Las Villas y un año después la Corporación Financiera de Los Andes.
En 1980 se hizo con las primeras acciones del que es una de las joyas de su conglomerado, el Banco de Bogotá, que adquirió ocho años después. En 1996 salió de compras y regresó dueño del Banco Popular y en 1999 fusionó varias corporaciones que había adquirido y creó la Corporación Financiera Colombiana (Corficolombiana).
En una entrevista en el programa ‘Los Informantes’ hace un año, Sarmiento Angulo redujo todos esos años de adquisiciones y compras para hacerse con el mayor conglomerado bancario del país, a una reflexión pragmática: era mejor ser dueño de los bancos que deudor de ellos como constructor.
Los cálculos de este ingeniero le quedaron tan bien hechos que 68 años después de abrir su pequeña oficina de tres personas era el dueño de un emporio y una fortuna que se calcula en unos 9.900 millones de dólares, lo que le ha dado credenciales para hacer parte del grupo selecto de multimillonarios globales, de acuerdo con la afamada revista Forbes, que suele calcular fortunas y mover nombres en su tablero del ranking de los dueños mundiales del capital económico.
Pero no todo ha sido alegría para Sarmiento Angulo. El 15 de enero de 2008 se desplomó ante los ojos del país el puente del Chirajara, construido por su firma de ingeniería en la vía que de Bogotá conduce a Villavicencio. En el accidente perdieron la vida nueve personas y siete más resultaron heridas. Con ese acto no solo se fue al piso una estructura, también se agrietó la imagen intachable hasta ese momento de su compañía.
Además el nombre de su hijo Luis Carlos Sarmiento Gutiérrez se vio envuelto en el escándalo de corrupción de la firma brasileña Odebrecht, que se hizo con múltiples contratos para obras civiles en el país y pujó por una ampliación de carretera, que al final reveló la verdadera cara de la empresa extranjera, que sabía más de repartir coimas que de asfaltar.
Sarmiento Angulo, en su discurso de retiro, lamentó que algunos hubieran cuestionado la “integridad” de su compañía por “haber sido socios minoritarios en el desarrollo de un proyecto vial”, con una firma que para entonces gozaba “de gran prestigio internacional” y que “al final resultó ser de delincuentes internacionales hoy confesos”. Su hijo salió limpio de toda acusación.
Antes de retirarse a sus “cuarteles de invierno”, el banquero construyó y puso al servicio uno de los complejos médicos más importantes del país, el Centro de Tratamiento e Investigación sobre Cáncer Luis Carlos Sarmiento Angulo (CTIC), en el que invirtió unos 400 millones de dólares de su bolsillo, destinado a atender a personas con diferentes tipos de esa enfermedad.
“Casi uno no conoce una familia que no tenga un problema de cáncer”, aseguró el empresario.
Sarmiento Angulo edificó ese centro médico y de investigación en un espacio de 30 mil metros cuadrados en el norte de Bogotá, en un lote que había adquirido años atrás y estuvo al frente de la obra pendiente de cada detalle, como lo hizo a lo largo de su vida.
“Yo no tengo como darle gracias a la vida por todo lo que me ha dado”, sostuvo el empresario, que también es propietario del diario El Tiempo, una compra que él admitió no le iba a ser rentable, pero que tampoco iba a afectar sus cuentas.
Ese mismo hombre que los políticos el país han venerado, que ha sido ejemplo de los empresarios locales; el egresado de la Universidad Nacional que le donó un edificio que ahora es sede de las distintas ingenierías en su alma mater; ese mismo banquero decidió esta semana dejar su posición como capitán de un buque trasatlántico, que empezó siendo una embarcación de remos, de la que siempre supo ser capitán.
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