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Luis Eduardo Valencia es uno de los 80 jóvenes que residen en el Instituto San José, del Icbf, mientras estudia comunicación social en la Universidad Autónoma. | Foto: Luis Eduardo Valencia, especial para El País

EDUCACIÓN

'Hijos del Estado', historias de jóvenes que crecieron bajo la protección institucional

Un joven que creció sin sus padres y al abrigo del Icbf habla de las motivaciones para volverse un profesional cuando, en vez de lazos parentales, lo soportan los estatales.

25 de agosto de 2019 Por: Luis Eduardo Valencia, integrante del Semillero Universidad Autónoma de Occidente (UAO)-El País

"Cualquier destino, por largo y complicado que sea, consta en realidad de un solo momento: el momento en que el hombre sabe para siempre quién es". Jorge Luis Borges

Mamá nunca se fue —No estuvo.

Pienso desde mi cama ajena en la Fundación San José. Hará unos ocho años ya desde que yo resido aquí, y unos diecinueve bajo el amparo del Icbf. ¿Mis padres? Bien, no lo sé. Mamá nos montó en un taxi hace veinte años y nos llevó a un lugar lejos de casa para siempre. ¡En serio! No la volvimos a ver.

Desde ese día ‘Bibi’ y yo no hemos vuelto a fracasar. ‘Bibi’ es mi hermano menor de 18. Él no sabe pronunciar la ‘r’ y antes tampoco sabía decir la ‘s’. Ahora estamos separados, yo por el sector de La Luna y él en La Buitrera. Todos los lunes, en plena clase de la universidad, me timbra para saludarme. Hace poco presentó el Icfes y, al parecer, le interesa la abogacía.

Eso es todo, no tengo nada qué perder. Un gato ajeno que se coló en mi casa ajena del Estado, donde, al igual que yo viven cerca de 80 niños y jóvenes que no entienden su presente, y que no tienen nada qué perder, pero que igualmente se la juegan toda por conseguir qué. También tengo una educación superior, en una universidad que me paga el Estado. Sí, por no tener padres a los qué. Y eso no me preocupa en lo absoluto. Si lo hiciera, perdería demasiado.

Para nosotros, los hijos del Estado, salir adelante representa un cargo mucho más emotivo. Nadie reconocería el fracaso tan bien al punto de nacer con él y durante su formación defender en silencio su condición de abandono.

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Un estudio de la National Organization for Non-Parents (NON) En Palo Alto, California, estima que al año 400 millones de niños son abandonados en todo el mundo, de los cuales, según cifras del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (Icbf), 1225 casos se registran en Colombia. Factores principales: condiciones económicas precarias, la soledad eterna de los niños en casa mientras sus padres trabajan, embarazos no deseados, padres con dependencia de drogas o alcohol, casos de abuso sexual o violencia de pareja. Consecuencias: infantes ambulando las calles y otros que nunca llegan a la adolescencia.

Acá, los niños entran tristes, los he visto cruzar la puerta, desprovistos de una mano guía —los he visto—, en sus caras traen la tristeza de su casa: el rechazo. Acá, como en muchos lugares del Icbf, los niños juegan solos, guiados por su instinto, desoídos por quienes, sin razón aparente, decidieron dejarlos a merced del destino: su propio destino. Acá, los jóvenes entienden, queremos entender, que salir adelante sin una familia es posible.

En Colombia, desde hace un lustro, los jóvenes que crecemos bajo protección estatal, en instalaciones públicas del Estado, contamos con la oportunidad de recibir una educación superior y, a pesar de habernos formado en un núcleo familiar alternativo, por el que pasan muchos niños y jóvenes con situaciones múltiples de abandono —porque como todo, el abandono se da de muchas formas—, nos vemos en la obligación de adherirnos a un espacio muy proclive al rechazo, como lo es la universidad.

Sin embargo, algo que nos caracteriza, y por lo que el Icbf ha luchado desde su fundación, en 1968, es la capacidad y manera cómo enfrentamos la situación. Actualmente cerca de diez millones de colombianos somos asistidos por dicha entidad y, por supuesto, todos vinculados al sistema educativo, aprendiendo a hacer de todo y, lo más importante, a superarnos.

La tasa de egresados del Icbf supera los cinco millones, cuando digo ‘egresados’, me refiero a quienes culminan su proceso formativo con el Instituto y un día cualquiera, por obviedad, se ven en la tarea de salir, saltar del nido para volar a la vida independiente, y darse cuenta de que, en este, un país cribado de todos los tipos de abandono, el desempleo y otra clase de circunstancias, muchas veces, presiona a renunciar.

Un día, ‘Bibi’ ya estaba grande y me preguntó por nuestra madre. –Dónde está–, me dijo. Y yo, ausente a una respuesta justa, porque los hermanos menores son muy inteligentes, le dije que no sabía. Ambos, hicimos la promesa de, una vez hubiésemos terminado nuestros estudios superiores, reconstruir nuestro árbol genealógico.

‘Bibi’ y yo nos vemos los domingos. A él le gusta la música y el deporte. A veces, cuando el desespero nos aleja, y los domingos sin dinero rompen el curso de nuestro vínculo —único vínculo—, lejano pero afable, ‘Bibi’ y yo nos abrazamos fuerte y nos hablamos al oído. Él me dice que todo está bien, y yo pienso que sí. A él, los 18 (años) le han caído bien. Ha aprendido a amenizar situaciones problemáticas y me habla de Bradbury con la emoción y la llamarada encendida de quien lo descubre. Te amo, le digo prolongando el abrazo.

En promedio, 22 niños al día son abandonados por sus padres, siendo Bogotá la ciudad con más casos: 255 al año. Las políticas públicas de Gobierno cada vez tienden más a socorrer este tipo de situaciones, creando etapas de desarrollo que acompañen al niño en su formación, y políticas penales que aseguren la justicia plena ante cualquier situación que atente contra el menor.

También brinda capacitaciones, con el ánimo de prevenir la pérdida del cuidado parental y apoyo a las familias que viven situaciones de desprotección infantil, para que se conviertan en entornos protectores de la infancia.

La inversión en matrículas a la educación superior para jóvenes bajo protección estatal supera los siete mil millones de pesos en todo el país. Este año, en el Valle del Cauca varios jóvenes de la primera generación de beneficiarios del sistema de educación superior están culminando con éxito su carrera universitaria y muchos, agradecidos con el Instituto y el Estado, dan cuenta de su historia de vida en espacios como la Fundación San José, donde, con seguridad, gran parte de los 80 sueños que gravitan ahí, un día serán tan reales como el futuro de quienes pertenecen.

Jóvenes que hablarán de su pasado como un síntoma que alimentó sus ánimos de superación y de querer ser su mejor versión —gente capaz de actuar bien—. De acá, de la Fundación San José, egresó Apolinar Salcedo Caicedo, único alcalde invidente que ha tenido la ciudad, también del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar, quien para gobernar, contaba con un mapa mental de todo Cali.

La historia se ha vuelto un remoto recuerdo del actual director, Antonio Valencia, quien escarba en su memoria para recordar: recordar a los chicos que sí se puede.

Actualmente el Icbf cuenta con más de 3000 jóvenes vinculados al sistema de educación superior en diversas universidades del país. Las llamadas ‘Casa Egreso’, que dan lugar a su estancia mientras los jóvenes culminan su proceso académico, cada vez se extienden más.

El Valle del Cauca se encuentra entre las regiones con mejores resultados, según la Asociación Colombiana de Universidades (ASCUN), que, desde los inicios de esta propuesta, ha funcionado como aliado estratégico, logrando, cada año, motivar a los jóvenes haciendo que sus estudios se den de la manera más adecuada y aceptada por los funcionarios de las entidades académicas.

Cuando entré a la Universidad Autónoma, para estudiar periodismo, aun no tenía claro lo que quería. Había hecho un semestre en la Escuela Nacional del Deporte y había decidido cambiarme de carrera por motivos personales. El maestro Gerardo Quintero, quien en un principio destruyó mis textos por ser muy narrativos, debido a la influencia de los talleres de escritura creativa a los que asistí gran parte de mi infancia, me inmiscuyó en el periodismo enseñándome el valor del dato y el equilibrio que se logra al tener imágenes.

Un día, escuchando ‘The Hard Times’, de Ray Charles, me dijo que esa canción le había servido para sobrellevar los momentos duros de su vida. Ahora, cada vez soy menos ajeno a mí y a las cosas que me rodean. Mi hermano menor me llamará mañana y, motivado me hablará con determinación de lo mucho que ansía entrar a la universidad, conocer, aprender y, al final, interrumpido por una voz lejana para mí, se despedirá y me dirá te amo.

50 años protegiendo y educando la niñez

El Icbf celebra sus bodas de oro de la labor de protección de los derechos de los Niños, Niñas y Adolescentes (NNA).

Fue fundado en 1968, en el Gobierno de Carlos Lleras Restrepo, mediante la Ley Cecilia, por ser iniciativa de la primera dama, Cecilia De la Fuente de Lleras.

El Icbf, en alianza con el Icetex, costeará 2646 matrículas nuevas para formar adolescentes bajo protección del Instituto, en 2019.

Los jóvenes seguirán carreras técnicas, tecnológicas y de pregrado y estudios de formación para el trabajo y desarrollo humano, en 265 instituciones educativas de 28 departamentos del país.

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