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“Cacorro sí, viejo no”: las picantes confesiones del controvertido periodista Felipe Zuleta
El periodista Felipe Zuleta, autor de ‘Familia presidencial’ y ‘Si saben cómo soy… ¿Para qué me invitan?’, destacado por su sátira política en Voz Populi y en sus columnas, tuvo una charla franca, abierta y sincera con El País.
Mientras el Congreso de la República busca penalizar las infidelidades que se presentan dentro de los matrimonios registrados legalmente, Felipe Zuleta, con su tradicional humor satírico, pone sobre la mesa una forma distinta de verla, pues según el periodista, “la infidelidad es connatural de los seres humanos”, es decir, está implícita y cada quien deber decidir si está bien o no ese tipo de conducta.
Una posición frentera, clara y directa, tal como es este hombre que “sin pelos en la lengua”, se ha dedicado a compartir sus creencias políticas, sociales e incluso religiosas, y ha sido criticado muchas veces por estas.
En medio de las controversias, Zuleta no teme desnudar sus recuerdos más íntimos, como lo hizo en su libro ‘Familia Presidencial’, y muy a pesar de sus primos, con más risa que vergüenza, en ‘Si saben cómo soy... ¿Para qué me invitan?’.
Felipe no le tiene miedo a la muerte, “pero sí a la moridera”, por eso, confiesa que no quiere llegar a ser muy viejo, una paradoja del destino, pues según su herencia genética está hecho para la longevidad, sus tíos han llegado, por lo menos, hasta los 90 años.
“Algunas veces en Twitter me han lanzado mensajes de odio, cosas como ‘cállese viejo, cacorro’, a lo que yo pienso: ‘cacorro sí, pero ¿por qué me tienen que decir viejo?’”, dice medio en serio y medio en broma el periodista de la Universidad Externado de Colombia, quien en entrevista con esta casa editorial nos permitió dar un vistazo a la historia de su vida.
Se ha interesado por las consecuencias que ha dejado el conflicto armado en Colombia, e incluso realizó el documental ‘La pobreza, un crimen que se paga con la muerte’, ganador de los India Catalina. Cuéntenos sobre este proyecto audiovisual.
Tuve una pelea muy fuerte cuando volví de Canadá —país donde tuvo asilo político—. En ese momento estaba en boca de todo el mundo el escándalo de los falsos positivos, y me metí en el tema por las madres de Soacha, de ahí salió el primer proyecto ‘Falsos Positivos’. Este interesó tanto que llegó un segundo documental, ‘La pobreza, un crimen que se paga con la muerte’, el cual tuvo una acogida internacional.
¿Qué opina de la manera como se ha manejado el proceso de paz?
Los primeros cuatro años del gobierno de Santos, tuvimos algunos enfrentamientos muy duros, pues a mí Santos no me bajaba de payaso (y Uribe no me bajaba de sicario). Pero, en el segundo gobierno pensé que era mejor tener estos tipos legislando que disparando, por eso apoyé realmente el proceso de paz.
Lo que no vi venir es lo que nos está pasando hoy, no pensé que ese proceso fuera a ser tan débil, en el sentido de que muchas de las personas con las que se firmó el acuerdo no se iban a someter al proceso.
Creo que Santos dejó por fuera un tema que era fundamental, el narcotráfico, y ese va a ser el problema que va a tener el presidente Petro con su paz total con las disidencias, con el ELN y con todos los grupos delincuenciales.
Ya van dos libros, ¿Cómo nace la idea de escribir sobre la familia presidencial?
De mis padres heredé mucho, eso sí, nada material. De mi papá, la depresión crónica severa, el trastorno obsesivo-compulsivo, una enfermedad incurable que se llama temblores esenciales, y de mi mamá heredé el hipotiroidismo.
Por esta razón, todos los martes voy donde la psiquiatra —porque si no me medico, entro en una profunda depresión y pienso en barbaridades como tirarme por una ventana, ahorcarme con un lazo—. En una cita con la doctora le dije: ‘Oiga, sabe una vaina, estoy mamado de escribir de política’; llevo 27 años en El Espectador, y todos los domingos escribiendo de política. Ella me dijo que por qué no escribía sobre otros temas, y me dio como ejemplo todas las historias familiares que tenía.
¿Cómo fue el proceso?
Me senté a escribir, pero me enredé. Inicié escribiendo una cosa, y en el proceso me acordaba de otras, cuando leí esa vaina dije: “no, esto es un mierdero”.
Por eso empecé a hacerlo cronológicamente, desde que yo me acuerdo, así que evidentemente todo arrancó en el año 60, los primeros recuerdos de cuando nací, bueno, los cuentos que echaban cuando alguien nace prematuro, que me moría en una incubadora, etc, y así lo fui armando, hasta que acabé. No tenía altas expectativas, llegue a pensar que nadie más allá de mi familia lo leería, y que lo único que lograría era ganar el odio de mis primos. Pero resultó siento un éxito.
Las personas lo reconocen como una figura controversial, ¿para usted, qué ha sido lo más loco que ha hecho?
En definitiva, fue haber dejado mi matrimonio con Juanita Castro, a quien adoraba, para irme a vivir con César Castro, es que dígame usted algo más loco que eso.
¿Por qué ya no tiene Twitter?
La gente empezaba a decirme ‘este hijo de ****’. También surgían amenazas e insultos y lo que me parecía más curioso era que muchas veces me decían ‘viejo cacorro o viejo marico’, a lo que yo pensaba, pues sí, lo de cacorro y marico, por supuesto, ¿pero por qué me tienen que decir viejo? Así que he preferido solo tener Instagram, porque ahí uno solo sube fotos y no le afecta nada lo que la gente dice”.
¿Cómo fue recuperar su relación con María, su hija?
Estuve alejado de ella por diez años, cuando regrese al país mi prioridad era recuperar mi relación con ella. Todo ha sido desde el amor, con paciencia.
Esta fue una relación que hubo que rehacer, porque yo dejé a María chiquita y la volví a ver grande y durante muchos años, eso tocó reconstruirlo, todo con amor, con cariño, con constancia y hoy en día con María ya somos muy buenos amigos. Somos una familia tan moderna que incluso María me dice ‘Daddy’, un apodo especial, esto porque al esposo de mi exesposa, Juanita Castro, le dice “papá”. Algo que no podría ser distinto, ya que él la acogió con amor, como a una hija. María dice que es muy afortunada por tener dos papás (Diego y yo) y dos mamás (Juanita y yo).
¿Qué consejo le ha dado usted a María para la vida? ¿Y ella qué le enseña?
A ella no le doy consejos, porque detesto que me los den, le doy más bien mi opinión, ella sí me enseña. No juzga si el amigo es gay o la amiga es lesbiana, o si sus compañeros no creen en Dios, es empática. Me sorprende siempre, como la vez que la llamé para contarle que mi perro Apolo había quedado tuerto y me contestó: “Daddy, ya son dos en la familia. Mi tío y Apolo”.
Es radical, como el que más, con temas como la eutanasia y el suicidio.
Mi mamá murió a los 60 años de un cáncer muy agresivo en el páncreas, mi hermano tuvo cáncer, no sé cómo se salvó. Si a mí mañana, Dios no lo quiera, me dice mi médico que tengo lo mismo, les digo ‘a mí me mandan a mi casa con oxicodona o con uno de esos opioides bien berracos’, y me siento a tomar trago hasta que me muera, pero el peor defecto que tengo es la impaciencia”.
Para mí siempre son una posibilidad, aunque hay mil maneras de suicidarse, usted se puede encerrar y tomar opioides, ese tema lo tengo claro.
El día que me digan a mí que tengo que quedarme postrado, me vengo a mi casa, pongo unos videos maravillosos que tengo de boleros, ranchera, música clásica, barroca y si la intención es acelerar mi muerte, pondría a J Balvin, solo si quiero acelerar mi muerte, sino no lo coloco; si ya lo que quiero es suicidarme, colocaría a Arjona y ahí sí me arrojaría por una ventana. Eso sí, todo con una copa de vino, porque fíjese que desde hace 20 años yo solo tomo vino blanco en la misma copa, de la misma marca.
¿Qué sueño tiene pendiente?
El piano es mi frustración, pero espero poderla llenar si no me muero antes. Yo no pinto, yo no bailo, mi vida artística es bastante limitada. A mí ya de viejo me gustaría sentarme a tocar piano, lo que salga. Es gracioso, pero tengo un profesor de piano, aunque no tengo este instrumento.
¿Por qué esa pelea cazada con Édgar Artunduaga?
Cuándo salí del closet la prensa no formó un escandalo, y yo me había preparado para una bomba atómica, porque imagínense en el año 1996 un tipo que ya había sido director de revisión, consejero presidencial, Viceministro de Comunicaciones, con un muy buen matrimonio con Juanita Castro.
Aún así la prensa fue muy respetuosa, el único que se metió conmigo fue el Canalla, lástima que no esté vivo para que se defienda, de Édgar Artunduaga, qué escribía una columna en El Diario del Huila, en el que palabras más palabras menos decía que yo me acostaba con César Castro entre la cuna de mi hija. Razón por la cual, yo después lo crucifiqué en varias columnas. No es algo de ahora, porque está muerto.
Hay límites que no se deben cruzar. El periodista no se mete entre las cobijas de la gente, hay cosas que no se hacen y menos si uno periodista.
Hay una línea muy jodida, con la que hay que ser muy cuidadoso, quienes tienen vida pública, también tienen una privada. Los periodistas debemos pensar: “ese es el tema jodido y hace parte de su vida privada”, para no cometer necedades.
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