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Barbie Rodríguez, la modelo colombiana que le ganó la lucha a la depresión

Barbie Rodríguez lleva tiempo abriéndose camino en el modelaje a punta de perseverancia: nació lejos de las capitales de moda –es caucana-, y su historia reciente es también la historia de una lucha ganada a la depresión.

3 de junio de 2019 Por: Jorge E. Rojas / Reportero de El País
Barbie Rodríguez, modelo colombiana. | Foto: Especial para El País

Las muñecas también se deprimen. Barbie Rodríguez, la hermosa morena que hasta hace un par de meses eclipsaba la pantalla del ‘prime time’ nocturno del Canal Caracol como parte del reality ‘La Agencia’ –una convivencia de modelos que mostraba las intimidades del oficio que lleva el glamour como supuesto cotidiano-, dice ahora que ese programa de televisión la salvó de varias formas, aunque ella no resultara ganadora del formato.

Los seis meses previos a la convocatoria, Barbie estuvo hundida en un túnel que todos los días se hacía más profundo en consecuencia de distintas razones. La más poderosa fue la muerte de su primo-hermano, que falleció en un accidente de tránsito. Para ese momento ella intentaba sobrellevar una ruptura sentimental, así que de repente todo el dolor la envolvió a la misma vez, hasta incluso ahogarle el sueño y los sueños. Y este no es un eufemismo, sino la literalidad de las cosas.

“Sentía que no había salida...”, dice hoy, recordando la depresión como el episodio más atroz de sus 26 años.  Exteriorizarlo en una entrevista puede ser en sí mismo un ejercicio terapéutico que habla de una etapa superada, aunque más bien sea un reflejo de la responsabilidad que siente al haber ganado aquella lucha personal. Porque ahora mismo un montón de chicas y chicos, o de personas de cualquier edad, o de colegas suyos en ese oficio donde la pose feliz es un requisito permanente, pueden estar desesperados en el encierro de su laberinto o resbalando por su propio túnel.

De modo que reconocerse públicamente vulnerable, sin filtros ni ‘photoshop emocional’, es una forma de ayudar a desmitificar un padecimiento que no es exclusivo de los mal llamados enfermos mentales: cualquiera puede quedar atrapado por una depresión, y ya no parece haber profesiones vedadas para ese, tal vez el sufrimiento de la modernidad.

Ya no es solo un mal de desempleados en bancarrota, o de pacientes terminales, o de existencialistas sin remedio. Ahora se deprimen Justin Bieber, que debió cancelar conciertos para tratarse, y Britney Spears, que hace pocas semanas se internó en una clínica buscando ayuda. Ahora se deprimen Brad Pitt, Alejandro Sanz, Mariah Carey, Angelina Jolie, chefs convertidos en celebridades fuera de sus cocinas, y modelos como Gisele Bündchen. O como Barbie.

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Confesarlo en un periódico, es pues una forma de decir que también es posible salir del túnel. Que buscando ayuda es posible abandonar las cavernas del miedo, acorralar la soledad, rodearse de luz, perseverar en la fe de recuperar los sueños. Y el sueño.

La perseverancia ha sido quizás uno de los verbos conjugados de forma más común en el camino de Barbie. Porque a ella no la pusieron un día en una casita de muñecas con el modelaje como accesorio a su disposición.
Fue todo más bien al contrario. Para empezar, nació muy lejos de las capitales de la moda, en Buenos Aires, Cauca, un pequeño municipio de campesinos y mineros rebuscadores de oro, cuya carretera de entrada conoció el pavimento hace tan solo un par de años, calcula ella.

Allí empezó a crecer con sus abuelos, Simona y Juan Bautista, quienes la cuidaron mientras su mamá -que la había tenido siendo una muchachita de 15 años-, viajó a Cali para darle vuelta al destino de abandono que intentó dejarle su papá.

De manera que en Buenos Aires vivió su primera niñez, un tiempo luminoso junto a los viejos, que transcurrió simple y en calma mientras crecía acompañándolos en tareas diarias como recoger café o cortar paja. De la tierra no solo brotaban los alimentos para nutrir la mesa, sino también sus juguetes: “Yo no tenía nada comprado porque ellos me lo hacían todo con sus manos. Mi abuelo me hizo un columpio de guadua, y también un caballito de madera donde cabíamos los tres…” El recuerdo de Barbie debe ser un chorro de luz sacudiéndole la memoria: al regresar a esa época, su sonrisa es pedazo de luna asomándose en la noche.

A los 8 años se mudó a Cali, junto a su mamá, que después de otros trabajos consiguió empleo en una casa de familia del sur más silencioso de la ciudad. Con ese empleo la pudo enviar al colegio, y con ese ejemplo enseñarle la honesta conjugación de la perseverancia.

Después de graduarse, Barbie quiso estudiar Comunicación Social, así que tramitó un crédito y empezó los estudios hasta que ya no pudo responder con la deuda. Sin embargo, mientras esa puerta se iba cerrando, ella iba abriendo la del modelaje, siguiendo el consejo de un amigo que la animó para asistir a un casting que hacían en Unicentro.

Entonces ella le pidió unos tacones prestados a una tía y se presentó con la convicción de que allá daría los primeros pasos de su nuevo camino.
Lo que ocurrió de alguna manera: porque a pesar de no quedarse con el casting, interesó de inmediato a una agencia de modelos que la invitó para hacer un curso. Cuando lo recuerda, lo primero que recuerda, es que para llegar a la agencia se bajaba de un bus frente a Comfenalco de la Calle Quinta, y desde ahí caminaba hasta el barrio El Peñón: “Me ponía los tacones dos cuadras antes de llegar. Para mi familia era medio raro, un mundo ajeno, pero yo sabía que ahí había algo para mí…”

Y así fue. Porque desde allí siguió abriendo las puertas de la nueva vida. Allí empezó a formarse como modelo. Y desde allí buscó la forma de seguir perseverando, con el ejemplo que le había enseñado su mamá: mientras le salían los contratos, por ejemplo, se empleó como secretaria en un bufete de abogados y de esa manera logró retomar el sueño de terminar Comunicación Social.

Hace unos cinco años el modelaje se fue formalizando en su vida, hasta convertirse en modelo de tallaje para la firma Studio F. Sus compañeras de esa casa de modas, de hecho, fueron quienes la alentaron a inscribirse en la convocatoria de ‘La agencia’.

Y la exigencia personal que se hizo para poder hacer parte del reality, fue la que terminó por salvarla de varias formas, justo cuando caía por el túnel. Trabajar, exigirse a trabajar, reflexiona ahora Barbie, fue parte de la terapia instintiva que intentó para no resbalar más. “Estando en ‘La agencia’ enfrenté los miedos que me dejaba la crisis; cuando entré, tenía la autoestima por el suelo y estando allá tuve que reencontrarla…” Esa fue su manera de superar la depresión. Que no es la única, claro.

Fue la suya. Y tal vez contarla de esta forma pueda darle la mano a alguien. “Todo se puede superar”, dice ella, dejando que la luna se asome en su cara y se vaya la noche.

Lo contó en ‘La agencia’

Los problemas que Barbie tuvo con la depresión se hicieron públicos durante su participación en el ‘reality’ de Caracol, ‘La agencia’. En una de las prubas, en la que los participantes debieron contar algunas de sus experiencias más traumáticas, la modelo contó que estuvo a punto de suicidarse luego de pasar por una fuerte depresión que le duró seis meses.

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