Charla salsera con Alfredo de la Fe, quien presenta nuevo álbum musical junto a grandes artistas
El violinista cubano Alfredo de la Fe celebra su trayectoria como leyenda viva de la salsa en ‘Legado’, su nuevo álbum musical junto a artistas como Gilberto Santa Rosa. Un homenaje a grandes salseros que hicieron historia.
Cuando el blues, el jazz y el son cubano hicieron fusión, dos grandes de la música en la actualidad, Alfredo de la Fe y Gilberto Santa Rosa, no imaginaban que aquel ritmo estridente llamado salsa, los iba a convertir en leyendas.
Era 1960 y el mundo apenas comenzaba a conocer sus acordes y con ellos, los grupos emergentes se tomaban los escenarios de Nueva York.
Allí, De la Fe hizo parte de las primeras orquestas en difundir ese espíritu salsero, –gracias a su talento para tocar el violín y adaptar su sonido a la música latina–; militó desde los 12 años de edad, junto a exponentes de la charanga como José Fajardo, la Típica Ideal, La Charanga América, Charanga 76, y luego entró en la orquesta de Eddie Palmieri, se unió a la ‘Típica 73’ y tras dos años de trabajo, a la Fania All-Stars.
Desde entonces, su nombre acompañó, por más de 50 años de carrera musical, a artistas como Celia Cruz, Tito Puente, Héctor Lavoe y Cheo Feliciano, entre otros, y aunque lo sigue haciendo para grandes estrellas del género; como forma de honrar aquella historia musical, hoy esta leyenda viva de la salsa busca continuar con el ‘Legado’, nombre con el que recientemente tituló su producción número 20.
Un nuevo trabajo musical donde la salsa dura es protagonista, y donde importantes músicos latinoamericanos, entre ellos Alexander Abréu, José Alberto ‘El Canario’, Gaby Zambrano, Fausto Chatela, Edwin Gómez ‘El Fantasma’, MC Killer, y su gran amigo Gilberto Santa Rosa, ponen a sonar once temas bailables.
‘Salsero al Mango’ es el primer corte de este nuevo trabajo musical, sencillo que llega de la mano del Caballero de la Salsa: Gilberto Santa Rosa, y que ya tiene videoclip grabado en el icónico Salón Andaluz del Hotel El Prado de da ciudad de Barranquilla.
“‘Legado’ es estar ligado con ese camino que nos da la vida para que, precisamente, aprendamos. Legado a Celia, legado a Tito, a Patato, legado a Mariate ‘La Conga’. Este es un documento musical que quiero, perdure en el tiempo, y que enlace todo el ayer de ‘La gloria de la Salsa’ con el hoy, y que pueda seguir viajando en el mañana. Ese es mi Legado”, expresó el artista nacido en Cuba, pero nacionalizado en Colombia, sobre su nuevo proyecto.
El músico habló con El País sobre su trayectoria durante aquellos años dorados de la salsa junto a grandes exponentes del género, su vida personal y su amor por Colombia.
Cuénteme sobre ese legado musical al que hace honor en su nuevo trabajo discográfico.
Quise hacer un disco actual, pero que tuviera la esencia de esa salsa de los años 70 y 80, mezclada con el modernismo de hoy. Y lo logré grabando un disco análogo, con invitados especiales, de esos que ya quedan pocos. Además, a este nuevo álbum le pusimos un poco de sabor urbano, con la intención de llegar a esa nueva generación que pregunta qué es salsa, y se entera ahora que no es ni siquiera lo que escuchaban sus padres sino sus abuelos. ‘Legado’ es mi historia en Nueva York, donde me hice artista, y también es el legado de amigos y colegas: Celia Cruz, Tito Puentes, Ismael Rivera, Fajardo... con ellos me críe, juntos empezamos a hacer música, una música que tiene raíces cubanas, y que después se llamó salsa, y hoy sigue estando vigente.
Fue durante cinco años consecutivos uno de los mejores violinistas del mundo, y en retrospectiva, ¿cómo ve hoy su carrera, siente que ha logrado todo lo que se ha propuesto a nivel artístico?
Jamás. Celia Cruz cantó hasta los últimos días de su vida. Yo fui la persona que creó el violín eléctrico, cuando empecé a tocar, este no existía. Fui el primero en añadir una quinta, sexta y séptima cuerda al violín y que le puso pedales de guitarras eléctricas al instrumento, siempre buscando hacer una cosa diferente, y eso seguirá siendo así.
Con Eddie Palmieri conocí la raíz de la música salsa, con José Fajardo, con Pupi (Félix ‘Pupi’ Legarreta)... pero después empecé a explorar y a buscar otras sonoridades y descubrí desde ese momento que es una fuente inagotable que se sigue abriendo. Hoy en día la música es un reto, porque las redes sociales van tan rápido que lograr que una persona se detenga 30 segundos a ver algo, es muy difícil, pero lo estamos logrando. Tengo montones de seguidores orgánicos. Tengo un Live todos los viernes donde cuento cómo fue mi vida, anécdotas con Celia y Héctor y sobre mis viajes, mis andanzas musicales y la idea es que hasta que el creador me dé fuerza para seguir, voy a continuar conquistando metas. Mi violín está más sonoro que nunca. (Risas).
Llegó a Colombia en los años 80, ¿qué lo motivó a quedarse en este país y a dedicarle un álbum musical?
Cuando llegué a Colombia el tema ‘Somos los Reyes del Mundo’, una de mis canciones estaba de número uno en la radio en todo el país, ya había venido a tocar en otras ocasiones y amaba venir. Este país era mi aroma, mi sabor y me identificaba con él. Me ha dado tantas cosas lindas, me dio una ciudadanía, me dio cariño, un hogar, una tierra, así que el primer disco que hice se llamó ‘Made in Colombia’ en honor a esta tierra. Me dio un folclore increíble, vasto, tiene tanta diversidad de ritmos, climas, comida y gente que, ¿uno cómo hace para no enamorarse? Y ustedes los caleños me hicieron sentir en casa.
Hablemos de un capítulo oscuro en su vida, su adicción a las drogas, ¿Cómo lo superó?
Esta es una historia paralela en mi vida. A los 12 años empecé a tocar como músico profesional, pero también comencé a consumir, y ese consumo casi me cuesta la vida. Empecé a drogarme muy joven, junto a Héctor Lavoe, y se volvió una tortura, quería dejarlas, pero no era capaz. Así que en el año 1986, cuando el Papa Juan Pablo II vino a Colombia, me dieron la oportunidad de tocar para él. Me convencí de que cuando él pusiera sus manos sobre mi cabeza, iba a dejar mi adicción a las drogas, pero la noche antes, fui a tomarme el último trago y nunca llegué. Cuando me desperté de esa rumba, cinco días después, me miré al espejo y me vi como lo más asqueroso del mundo, y en ese momento decidí que iba a parar, se hizo el milagro. Hoy en día vivo limpio y con esto paso un mensaje a los adictos que están sufriendo y a sus familias: sí se puede salir; si yo lo logré, cualquiera puede.
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