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Chilindrina, la niña de la vecindad, cuenta su historia

María Antonieta de las Nieves, la querida Chilindrina, habló con El País, desde México, sobre su vida y su libro ‘Había una vez una niña en una vecindad’.

7 de junio de 2015 Por: Isabel Peláez | Reportera de El País.

María Antonieta de las Nieves, la querida Chilindrina, habló con El País, desde México, sobre su vida y su libro ‘Había una vez una niña en una vecindad’.

María Antonieta de las Nieves no se conformaba con ser una actriz anónima.  A los 12 años ‘Toni’, como la llamaban, dejó de hacer televisión infantil y se preparó para ser protagonista de telenovelas. 

Su sueño era hacer papeles dramáticos. “¡Jamás seré cómica!”, juraba la mujer que no llegaba ni a los 1,50 metros de estatura.  Sí, odiaba la comedia, “fíjate, fíjate, fíjate”, como diría su entrañable personaje de Chilindrina. 

Pero en aquella época, como ella misma describe, “las damas jóvenes eran altas, buenonas y tenían nariz de resbaladilla”.

Así que no hubo estudio óseo al que no se sometiera, tratando de hallar una fórmula para ganar esos centímetros que le faltaban para ser protagonista de novelas.

Menos mal, piensa ella hoy en día, que no tuvo dinero para mandarse a hacer unos injertos de hueso que hacían en España, “cortaban arriba de las rodillas y los colocaban. Ahora mediría 15 centímetros más, pero parecería zancudo en zancos”.

A pesar de sus 1,48 metros, dice que contaba con “un físico agradable. Claro, sin llegar a ser una belleza”. Pero a los 17 años ya había cometido dos grandes errores, según ella “por terca”. El primero, operarse la nariz a los 14 años y el segundo, inyectarse las piernas con un silicón, dos veces en cada pantorrilla, porque sentía que eran muy delgadas. 

Para ella “las operaciones de cirugía plástica son como los partos, cuando las estás viviendo dices que nunca más lo volverás a hacer, pero cuando vez el producto, se te olvida todo y vuelves a caer”. 

Agradece a Dios haber tenido el busto grande, porque si no, en lugar de inyectarse las piernas, lo hubiera hecho en sus “bubis”, dice.  

Su primer papel en una obra de teatro para adultos fue en ‘La Pecadora’. Le dieron el rol de una niña jorobada que les vendía agua a las famosas mujeres del pueblo. “¡Con el físico que tenía, qué otro papel podría realizar!”, dice. En la telenovela ‘Juventud pino tesoro’ dio su primer beso (en escena solo la han besado en tres ocasiones).

Admite que a los 16 años quería aparentar 20. “Usaba peinadote fijado con crepé, pestañas  postizas y zapatos con una plataforma enorme”. Hoy reconoce que se veía ridícula. 

Como no conseguía estelares en telenovelas, decidió ser cantante. Cantó ‘Eddie Eddie’ de Armando Manzanero, hizo varios discos de cuentos. 

Pero su sueño se vio frustrado por Jaime Ortiz Pino, de CBS Columbia, quien la despachó con cajas destempladas. “Seguro pensó que trataba de imitar a Angélica María y era cierto, todas las muchachas la imitábamos y admirábamos”. 

Incluso creó un grupo con tres amigas, Las Chicks. Querían con ser tan famosas como Los Beatles. Pero cuando le contó a su papá que pediría trabajo en cafés y en cabarets, casi se desmaya y le advirtió que nunca permitiría que su hijita trabajara en ‘centros de perdición’.  

María Antonieta de las Nieves nació el 4 de diciembre de 1949, en Santiago Ixcuintla, Nayarit, cuando su mamá pasaba de los 40. Hija de Estanislao 'Tanis' y Deifilia 'Pilla', fue la última de siete hijos: Raúl, Edmundo, Sergio, Olga Elena, Pillita y José Luis, y por poco muere al nacer. Tenían dos tiendas pequeñas donde vendían ropa de maternidad. Vivían en Lagunilla. Años después comprarían casa propia en la colonia Prado Vallejo.

Nunca llevó una vida acorde con su edad. De niña se la pasó entre las tiendas de ropa de la familia y trabajando en cine, teatro, televisión, doblaje, locución y en radionovelas, y de hospital en hospital, pues su hermana ‘Pillita’ era muy obesa y requería de costosos tratamientos.

Las ganancias de las tiendas y el sueldo de María Antonieta servían para pagar a los médicos y las medicinas de su hermana, a quien antes de cumplir 20 años una gripa le congestionó los pulmones y su corazón graso no resistió. Su muerte fue un terrible golpe para la actriz y para su mamá, quien permaneció sin habla por 240 días. Hasta que reaccionó. 

“Todo mi sueldo se lo entregaba a mi mamá. Para mi edad percibía más dinero que cualquier actor adulto”. Pero ella dice que fue una niña feliz. “Pensaba que éramos ricos porque vivíamos mejor que los de la vecindad. Fuimos los primeros en tener televisor y comíamos estupendamente bien”, cuenta la actriz, a quien los vestidos más lindos de las revistas se los confeccionaba su mamá. 

No le tenían paciencia por “hablantinosa”. A los 5 años su mamá la llevó a ver la película ‘Las Zapatillas Rojas’ y se prometió que bailaría en el Palacio de Bellas Artes de Ciudad de México, y que al cumplir 30 tendría su propia Escuela de Danza. 

Su maestro murió en un accidente aéreo cuando tenía 6 años.  Su sueño de ser bailarina parecía desvanecerse como pasó con el deseo de ser actriz de su mamá, cuando el abuelo de ‘Toni’ sentenció: “En la familia nunca ha habido ni habrá cómicos, somos gente decente”. 

Contrariándolo, María Antonieta entró a los 6 años a la Academia de Andrés Soler en la Asociación Nacional de Actores,  pese a que la edad de admisión era 8. Recibió clases de ballet, canto, esgrima y teatro. 

Su hermano José Luis ingresó con ella, y salían de fiesta con amigos que le llevaban más de diez años y que le hacían rueda cuando bailaba rock and roll o les cantaba boleros y tangos.  

Pero José Luis solo trabajó de extra, se cansó de esperar una oportunidad, y se dedicó al comercio como todos sus hermanos.

María Antonieta recibió como primer sueldo de actriz $32 pesos, al debutar como enfermera en la obra ‘El Pájaro Azul’, dirigida por Enrique Alonso ‘Cachirulo’. En un peso su mamá escribió ese dato y los otros $31 se los ofrecieron a la Virgen de Guadalupe. 

Pero fueron muchas las veces que no le pagaron en otros trabajos:  “El poco dinero que me pagaron en muchos programas, incluyendo los de Chespirito, no me alcanzaba para cubrir lo que había gastado y terminaba poniendo de mi bolsa (bolsillo)”.

Cuenta que “en televisión, como los programas eran en vivo, los niños así no fueran bonitos podían trabajar; porque si no tenías talento, no destacabas”. Y ella lo hizo en las obras infantiles en el Teatro Fantástico de Enrique Alonso y en las telenovelas ‘Senda Prohibida’, ‘Estafa de Amor’, ‘La Leona’ (hija mala) y ‘Encadenada’. Su primera oportunidad en cine fue ‘Pulgarcito’, a los 8 años. 

Lea también: La Chilindrina aún sueña con El Chavo

Hizo doblajes para la Cinematográfica Interamericana S.A., de series estadounidenses: la ‘Familia Adams’ (Merlina), ‘Los Monsters’ (Eddie), ‘Hechizada’ (Tabatha) y hasta hizo de Pebbles en ‘Los Picapiedra’.   

Le dio su voz en cine a Judy Garland (‘El Mago de Oz’), a Shirley Temple y a Elizabeth Taylor. El doblaje fue su escuela y un alivio para su maltrecho ego como actriz, pues los  estelares en cine se los daban a las protegidas de los productores, “niñas rubias y bonitas, o a los hijos de las mamás que eran muy, pero muy amables con los directores”.

No más drama

La voz de María Antonieta de las Nieves suena dulce, tierna, al otro lado de la línea telefónica. Ríe mucho mientras responde y envía un gran saludo a los colombianos, a quienes agradece el cariño y los invita a leer su libro ‘Había una vez una niña en una vecindad. Esta es mi historia’. 

¿Quién es más sensible, usted o  La Chilindrina?

Es una niña muy sensible, pero creo que yo soy más. Y entre más pasa el tiempo soy más sensible. 

¿Es muy estricta como mamá?

Fíjate que tuve que serlo, porque estaba muy joven y me veía muy joven. Y todo el mundo, por mis personajes, me veía como una  niña y   no me hacían mucho caso mis hijos, entonces tenía que ser más fuerte y dura, pero por un ratito nada más, porque no puedo estar fingiendo algo que no soy. Cuando les debía llamar la atención, los llamaba muy seria y a los cinco minutos los estaba abrazando. 

¿Cuándo empezó a amar la comedia?

Dios me ha llevado por el camino que ha querido. Un día me presentaron a  un señor y yo no sabía que él, Chespirito, me iba a cambiar mi vida. Cuando me dijo que si no sabía hacer comedia no era buena actriz, dije: “¡Ah, caray! Eso sí no me gustó”, porque los actores somos muy ególatras y si estamos en esto es porque creemos poder hacer  las cosas bien y él me dio esa gran lección y me dijo:  “Si a ti no te parece buena actriz Shirley MacLaine, que hace tan bien la comedia como el drama, está bien, quédate para hacer nada más drama”.

Me di cuenta de mi gran error, acepté el reto y fue algo maravilloso. Porque no es actuar como lo haces en televisión, que tienes un script, un libreto, un apuntador y es más fácil. No, este era un programa en vivo, sin apuntador y con público. Y sientes la reacción de este.  Y cuando reacciona mejor de lo que esperas, es una emoción increíble.  

Hay que hacer la comedia en serio, no tratando de ser chistoso ni riéndote de tus chistes. Me encantó esa forma de actuar. Y gracias a Dios sigo en estas después de 44 años.

Cuando conoció a Florinda Meza, usted le aconsejó cómo actuar, ¿cómo fue?

La vi en un programa, ella estaba concursando con otras actrices por un papel. Me comentó que le gustaba mucho lo que yo hacía, preguntó cómo lo podía hacer y, aunque no me siento capacitada para aconsejar, si alguien está empezando y te pide una orientación, se la das. Ella ganó el concurso, después se la presentaron a Chespirito y ustedes saben la historia...

¿Cómo fue su relación con ella?

Al principio era buena, ¿eh? Después no había.  Nunca fuimos amigas de ir al teatro, al cine o a mi casa, a tomar un chocolate o una nieve,  o que nos contáramos cosas,  para nada. Fuimos compañeras de trabajo nada más, porque ella es muy profesional y yo también. 

¿Su relación con Don Ramón fue como la de un padre y una hija?

Fíjate que a mí me ha tocado la suerte, en doblaje, televisión y en cine, de tener papás con los que nos hemos llevado muy  bien. Con todos he tenido un cariño especial, pero como Don Ramón, quien fue tantos años mi papá y  me caía tan bien, no ha habido otro papá, ni siquiera el mío.

Era tan simpático, tan espontáneo, tan natural, que lo quise mucho. Yo siempre he hablado mucho y un día me dice: “Hijita” y  se pone las manos en la boca como si fuera un cierre y me hace: “¡Shh! ¡Ay! A esta niña la vacunaron con aguja de fonógrafo”.

Lo quería mucho, tanto que fue mi testigo de la boda civil. Imagínate lo que él me quería, que en sus giras no más llegaba ponía en su cuarto las fotos de sus seis hijos y al final, la de La Chilindrina.

¿Aquí entre nos, La Chilindrina sí tuvo amores con El Chavito?

¡Ay, cómo! La Chilindrina siempre ha estado enamorada del Chavo. Su primer amor es él y lo seguirá siendo.

¿El Chavo sí la quería?

Creo que sí, lo que pasa es que los hombres son más tontos,  no saben distinguir  el cariño fuerte que le pueden tener a una persona. Pero en el corazón de El Chavo la que más entró fue la Chilindrina, fue su amiga más cercana. Lo iba a entender cuando creciéramos, lo malo es que nunca crecimos.

'Había una vez una niña en una vecindad. Esta es mi historia’

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350 páginas, editorial Planeta

Esta historia empieza en una vecindad de La Lagunilla, en Ciudad de México, cuando unos padres atestiguan la recuperación milagrosa de su hija, a punto de morir. En los años venideros, esta pequeña de carácter inquieto daría vida a uno de los personajes más queridos y entrañables de  la televisión en América Latina: La Chilindrina.

Desde sus primeras clases de actuación bajo la dirección de Andrés Soler, el doblaje de series emblemáticas de los sesenta, su inclusión en el teatro, el cine y las telenovelas mexicanas hasta el legendario encuentro con Roberto Gómez Bolaños, María Antonieta de las Nieves logra un recuento revelador de su vida (con fotografías inéditas), sobre la fama, la industria del entretenimiento y la verdad detrás de uno de los programas humorísticos más impactantes de los últimos tiempos.  La familia, su matrimonio, los momentos difíciles,  la popularidad inesperada, las giras internacionales y el show circense, los desencuentros al interior de ‘El Chavo del Ocho’ y la disputa por los derechos de los personajes.

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