El baúl insondable de Fernando Pessoa
Al cumplirse 80 años del fallecimiento del poeta portugués se ha renovado el interés universal por conocer más detalles acerca de su vida y su obra. Pero ¿cuál es su verdadero legado? Quizás los 136 heterónimos que hasta hoy se le conocen y a los que les desarrolló su propia voz, estilo y técnica de escritura.
Al cumplirse 80 años del fallecimiento del poeta portugués se ha renovado el interés universal por conocer más detalles acerca de su vida y su obra. Pero ¿cuál es su verdadero legado? Quizás los 136 heterónimos que hasta hoy se le conocen y a los que les desarrolló su propia voz, estilo y técnica de escritura.
Fernando Pessoa, considerado el más grande poeta en lengua portuguesa de todos los tiempos después de, o junto con, Luís de Camões, el gran escritor del siglo XVI autor de la epopeya en verso Os Lusíadas, dejó al morir a sus 47 años un solo libro publicado en portugués y un baúl enorme del que no paran de salir páginas memorables y hallazgos inusitados.
Al cumplirse 80 años de su fallecimiento el pasado 30 de noviembre, con lo cual el conjunto de su obra ha pasado al dominio público, se ha renovado el interés universal por conocer más detalles acerca de su vida en su aspecto exterior signada por la soledad, la monotonía burocrática y las rutinas cotidianas salpicadas por el alcohol y la escritura nocturna y en particular por adentrarse en aquel legado en forma de baúl aparentemente sin fondo, de cuyo interior se han contabilizado, que no clasificado del todo, alrededor de 30.000 papeles de escritura mecanografiada o manuscrita de la autoría de alguno de los nombres diferentes con los que firmó aquella miríada de textos, 136 según se ha logrado dilucidar hasta la fecha.
Nacido en 1888 en Lisboa y bautizado Fernando António Nogueira Pessoa, el escritor perdió muy niño a su padre y pasó buena parte de su infancia y adolescencia en la ciudad de Durban, actual Sudáfrica, donde su padrastro era cónsul de Portugal. Después de que a pesar de sus excelentes calificaciones le fuera negada una beca para cursar estudios superiores en Inglaterra la gran aspiración de su juventud regresó a los 17 años a su país natal, de donde no volvería a salir, y donde después de un intento fallido por sacar a flote una pequeña tipografía, dedicaría el resto de su vida laboral a la traducción de correspondencia comercial del inglés y del francés, idiomas que dominaba a la perfección y en los cuales dejó una nutrida obra poética.
A su muerte solo había publicado el poema patriótico Mensagem (Mensaje) y dos colecciones de poemas en inglés, sus relaciones eran muy escasas y solía aislarse de sus familiares y sus poquísimos amigos, no dejó descendencia y se le conoció un solo amor: Ofélia Queiroz, una joven que conoció de 19 años cuando él tenía 31, y quien en unos cuantos meses se hastió de sus extravagancias literarias y de las notas que le llegaban bajo distintos heterónimos de su enamorado, y en especial las que le enviaba con la firma del temperamental e irascible Álvaro de Campos, a quien Ofelia detestaba.
Muy probablemente Pessoa habría sido olvidado del todo y por todos de no haber sido por la recuperación del mencionado baúl de los tesoros, un arca enorme en la que iba guardando los miles de papeles que contenían escritos suyos que no había publicado y que a lo largo de su vida acarreó de un lado a otro. A su muerte, el arca quedó en la casa de su hermana Henriqueta Madalena, quien la conservó casi intacta durante décadas.
Allí acudían los investigadores portugueses en los años cincuenta y sesenta muchos casi de tapadillo a causa de la dictadura de Salazar a expurgar entre los papeles del poeta en busca de tesoros literarios, señala el novelista y periodista español Antonio Jiménez Barca. Los había Entre otras cosas, el arca encerraba hojas sueltas, cartas, carpetas con libros inconclusos, poemarios, escritos inclasificables, reflexiones, cuadernos, semidiarios, confesiones, estrofas y hasta un arranque de novela policiaca que Pessoa no terminó, inspirada en cuando, en 1930, ayudó a un mago famoso de la época a fingir un suicidio para que éste recuperara a su mujer.
Hoy en día los estudiosos de la obra de Pessoa ya no tienen que ir a la casa que fuera de la hermana del escritor, abrir el arca y explorar entre aquel desordenado montón de papeles. Aquel insondable legado literario se encuentra cuidadosamente dispuesto desde 1979 en la Biblioteca Nacional de Portugal y el arca fue subastada en el 2009 y vendida por 60.000 euros a un particular anónimo. Pero los papeles del poeta presentan las mismas dificultades para descifrarlos y ordenarlos que en los años sesenta y setenta: en una misma hoja, Pessoa solía escribir, además con una letra intrincada y diminuta, un poema y al lado un bosquejo de ensayo o una carta, y por detrás la corrección del anterior poema o varias versiones del mismo.
A estas dificultades hay que añadir los 136 nombres utilizados por Pessoa e identificados hasta la fecha por el profesor e investigador colombiano Jerónimo Pizarro, uno de los especialistas más reconocidos de la obra de Pessoa en todo el mundo y una de las personas que mejor conoce los manuscritos del escritor portugués. Por si fuera poco, estos nombres son mucho, muchísimo más que seudónimos. Los heterónimos, como Pessoa los denominaba, tienen cada uno su propia voz, su estilo y su técnica de escritura bien diferenciada, y poseen una biografía individual compleja, así como influencias literarias y políticas bien distintas, por lo cual cada cual cuenta con una existencia y una realidad propias. De cierta manera, aquellos heterónimos implican una negación de la noción de autor y de toda verdad incuestionable en la literatura, ya que ponen en tela de juicio la propia identidad, al tiempo que nos permiten aproximarnos a Pessoa en toda su diversidad y dispersión. Él es, como se ha afirmado repetidas veces, cada uno de esos poetas y al mismo tiempo el poeta total que los contiene a todos.
El libro Eu sou uma antologia: 136 autores fictícios, una colaboración entre el profesor Pizarro y el lingüista Patricio Ferrari publicado en el 2013 y recientemente traducido al español, resulta una fuente invaluable para acercarse al universo de los heterónimos o autores paralelos de Fernando Pessoa. Alexander Search, el autor número 72 de la antología, puede presentarse como ejemplo de la complejidad del fenómeno de la heteronimia, afirman los autores. Empecemos por el hecho de que no solo Alexander, sino también su familia, están registrados en el archivo de Pessoa. Puede encontrarse en él a Charles James Search, John C. Search, Anthony Search, Catherine Search y Augustus Search. De todo el grupo, el único (o casi el único) que cuenta con una labor artística o intelectual relevante es Alexander. Alexander Search escribe fundamentalmente en inglés, pero también se encuentran de él obras en francés y en portugués. Surge formalmente en el mundo de Fernando Pessoa en 1906, cuando Charles Robert Anon, otro heterónimo, otro autor imaginario, se convirtió en Alexander Search. Para complicar más las cosas, y quizás para aliviarle un trabajo ímprobo, Pessoa atribuyó a Charles James Search, uno de los hermanos de Alexander, la traducción al inglés de la parte inicial de El estudiante de Salamanca de José de Espronceda.
Entre todos aquellos heterónimos quizá los más conocidos, y también los más prolíficos son el mencionado Álvaro de Campos, ingeniero naval asociado al advenimiento de la era mecanicista; el poeta campesino Alberto Caeiro, partidario de la vida sencilla y bucólica y quien rechaza de plano la metafísica; el doctor Ricardo Reis, sinónimo de epicurismo, latinista, monárquico y claro portador de la herencia clásica en la literatura occidental; y Bernardo Soares, a quien se le ha atribuido la autoría del Libro del desasosiego, la obra más célebre de Pessoa, y a quien el poeta llegó a catalogar como un semiheterónimo, porque no siendo su personalidad la mía, es no diferente de la mía, sino una mutilación de ella. Soy yo, menos el raciocinio y la afectividad.
Como nada es diáfano ni irrefutable en el universo de la creación pessoiana, resulta complicado llamar a Bernardo Soares autor del Libro del desasosiego e incluso no se puede tener certeza de la existencia propiamente dicha de ese libro: cuando años después de la muerte de Pessoa se empezó a indagar a fondo en el contenido del ya legendario baúl, se encontraron un gran número de páginas marcadas con las letras L.D.. Pasado un tiempo se llegó a la conclusión de que esas iniciales hacían referencia a un proyecto que el escritor había denominado Libro del desasosiego. Después de un inmenso trabajo de edición subjetivo, por decir lo menos se llegó a la publicación en 1982, 47 años después de la muerte de Pessoa, de un volumen con ese título.
Por supuesto, era tan solo una propuesta de edición, a la cual le han seguido varias, entre ellas la muy aclamada versión del profesor Pizarro, publicada en el 2014, y traducida al castellano este año por el filólogo español Antonio Sáez Delgado para la editorial Pre-Textos.
Pessoa es un constante work in progress, un proceso inagotable de creación y actualización de textos, explica Sáez en una reciente entrevista concedida al diario El País de Madrid. El Libro del desasosiego un libro construido con la acumulación de fragmentos y al que su autor nunca llegó a dar forma definitiva aunque sí título y autoría, ambas cosas muy extrañas en su mundo, con un ciclo de escritura muy amplio y que sigue de cerca la evolución estética y vital del autor real de la obra, Pessoa, y los autores ficticios por él creados Pessoa es el mayor milagro de la literatura de los últimos 30 años. Murió bastante olvidado; los únicos que le publicaban eran sus amigos. Solo 50 años después de su muerte, sus restos fueron trasladados al monasterio de Los Jerónimos, y reconocido por su propio país como se merece. Yo le colocaría al lado de Borges como el mayor escritor del siglo XX.