cultura
El Quijote que convierte la chatarra en arte, en el barrio San Antonio de Cali
Alexander Libreros es el creador de un museo donde la literatura y el cine se funden en metal.
Subiendo una loma en el barrio San Antonio, de Cali, en la casa con la nomenclatura ‘calle 4#12-91′, cuyas puertas permanecen abiertas a diario, la gente se encuentra de frente con los personajes de Miguel de Cervantes Saavedra, ‘esculpidos’ en chatarra. Un Quijote en ‘bici’, un Sancho Panza subido en elíptica y una Dulcinea llevando en su vientre de hojalata un hijo, y rodeados de molinos de viento, péndulos, robots y aeroplanos.
Alexander Libreros, el artífice del museo Mundo Chatarra, es haga de cuenta Geppeto, el papá de Pinocho, solo que en vez de trabajar la madera, este apasionado por los libros, representa los personajes de un mundo futurista a través de piezas recicladas, donadas por la comunidad.
Estudiante de derecho, exfutbolista —entrenó con el América—, taxista durante 25 años, este Quijote de la Chatarra, como también podrían llamarle, se encontró un día rodeado de repuestos en desuso, los de su taxi, un Mazda 323, y empezó a darles vida, desde hace 7 años, en el garaje de su casa que convirtió en taller y museo.
“Yo no compro chatarra, son las personas que me traen cosas de metal que guardan, porque quieren que de ese objeto, que atesora un recuerdo, salga algo bonito, y lo donan para mi obra. Cada vez que llega alguna pieza, la adecúo a algo que está en proceso. El universo habla a través de las figuras”.
Es el caso de una bomba de agua, que fue utilizada al comienzo del acueducto en el barrio San Antonio y cuando la cambiaron, se la donaron al artista. También están unos estribos antiquísimos, que hoy sirven de zapatos al Quijote. Mientras en ese clásico literario, su protagonista va a caballo y Sancho en burro, Alexander montó al personaje en ‘bici’, por pura conciencia ambiental, “los animales ya nos cargaron, transportaron y acompañaron suficiente, en trabajos y en mil batallas, en la era medieval”. Sancho, quien era gordito, bajito y bonachón, va en estática, haciendo ejercicio, como un tributo a la salud.
En cada centímetro de este museo, al que se entra sin pagar —vende camisetas y molinos—, hay objetos curiosos, como un viejo violín que recicló el artista, después de tomar clases de luthier, en una fundación italiana y al que en lugar de cuerdas le instaló alambre de púas. También salieron de la chatarra dos extraterrestres, detrás de quienes hay una historia, “ellos se reúnen a los presidentes de la tierra, para decirles que aprovechen que les van a dar tecnología, pero a cambio deberán dejar de trabajar con su cuerpo, todo será virtual, incluso el sexo”. Y es que en este mundo distópico del artista, cualquier similitud con la vida actual no es mera coincidencia.
Están el observador y el observante, personajes milenarios o futuristas, hasta un aparato que mide el tiempo. Son incontables las creaciones de Alexander. Para hacerse una idea, en su cuenta de Instagram tiene 370 publicaciones de sus obras. Eso sin contar que suele desbaratar muchas de sus esculturas, por cuestión de espacio.
Espacio le falta, sí, pero nunca sobra la materia prima. Hace poco llegó a visitarlo un señor con un contador de energía de Londres y una tarea en mente para el artista: “Quiero que tú hagas algo con él, porque yo no lo voy a usar”. Y como, por arte de magia, salió un Walle —sí, un robot, como el de la película infantil de ciencia ficción de Disney, de 2008—.
Alexander valora en cada objeto que llega a su taller, el material, las formas, la geometría, e incluso las teorías de muchos científicos, que permanecen escondidas allí, y que cobren una nueva vida.
Todo su proceso artístico es amigable con el medio ambiente, desde la labor de reciclaje: las personas donan sus objetos en desuso, para darles una nueva interpretación con el arte y se resignifican. Además, no utiliza soldadura, ni realiza fundición, ni hay desechos.
El Quijote de San Antonio es muy visitado, recibe a diario turistas que llegan a Cali a aprender a bailar, a tomar fotos de aves, o a conocer sitios curiosos como el suyo, y terminan sumergiéndose en todo un ensayo sobre el uso de la tecnología. “Si bien doy un mensaje de lo que nos espera con la tecnología, que ya lo estamos viendo y hay ciertos indicios de lo que va a suceder más adelante, no soy un antievolucionista”, aclara.
Chatarra, para él no solamente significa desechos metálicos, “le doy una connotación de un mundo nuevo, porque el siglo XX nos dejó una cantidad de teorías con mucha luz, pero también oscuridad. Doy a conocer que hay una nueva manera de pensar, a través de la observación, y un mensaje, que no hay que dividirnos, sino conservar la unidad”, advierte.
Su anhelo es hallar benefactores que quieran que su trabajo se perpetúe. Y es uno de los más entusiasmados con la COP-16, Conferencia de las Naciones Unidas sobre Biodiversidad 2024, que se realizará en Cali del 21 de octubre al 1 de noviembre, es un convencido de que “la sostenibilidad es posible, poniendo cada uno de nuestra parte, siendo amigables con el planeta. Así se puede obtener un equilibrio en lo económico y social. Es necesario que se haga una a convocatoria a crear, extensiva a las personas que quieran contribuir con alternativas eficaces para salvar la biodiversidad de nuestra ciudad, nuestro país y nuestro planeta”.
El Dato
Más de 370 creaciones han surgido de la mente y las manos de Alexander Libreros en su mágico espacio del barrio San Antonio. Informes: 3113938452.
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