CULTURA
Esta es la historia de Américo Mosquera, un partero 'bendito' entre las mujeres
Luis Américo Mosquera es un chocoano que atiende partos. Son pocos los hombres que se dedican a este oficio en el Pacífico y lo hacen por un “Dios le pague”
Luis Américo Mosquera tiene 59 años y lleva 27 como partero. Con él son cinco los hombres que ejercen este oficio en su municipio, Tadó, Chocó.
Y han sido 12 las vidas que este médico tradicional del Pacífico ha ayudado a traer al mundo.
Padre de 10 hijos, de los cuales ya se le murió una, con 12 nietos —ninguno hasta ahora ha tomado la decisión de aprender a partear— cuenta que está en el proceso de “convencer a otros vecinos y vecinas de que aprendan el oficio, para que la tradición no se pierda”.
Este líder en su comunidad, quien trabaja articuladamente con Rediparchocó para visibilizar el trabajo de los parteros que son minoría en este oficio, fue invitado al XXI Festival de Música del Pacífico Petronio Álvarez para hablar, el pasado miércoles, de ‘Los conceptos de salud y reproducción en la partería tradicional afro’, en la Universidad Libre.
A diferencia de muchas mujeres, que empiezan a los 15 años en la partería después de asistir con sus madres, abuelas o tías parteras a atender a parturientas vecinas, Américo inició en el oficio siendo ya un treintañero.
“Inicialmente hice un curso de promotor de salud en 1986 y terminé en 1989. Allí adquirí unos conocimientos en medicina occidental. Luego me di cuenta de que en mi comunidad muchas parteras se habían muerto y algunas se habían ido del lugar y que únicamente había un partero”, relata.
Américo Mosquera es uno de los parteros que lucha para que sobreviva esta tradición. Las parteras consideran que su oficio no es cuestión de género, de lo que se trata es de la experiencia
y la sabiduría de quienes lo ejercen.
Él, que venía prestando a su gente los primeros auxilios, inyectándolos, haciéndoles curaciones, tomándoles la presión, brindándoles tratamientos para el paludismo, le preguntó al partero de su pueblo, su compadre, cómo hacía para ejercer su oficio.
“Me dijo que había que adquirir unos conocimientos y después, todo era cuestión de práctica. Y que a la primera oportunidad me invitaba a un parto”.
El día llegó. “Mi amigo me llamó para que lo ayudara a partear a su propia mujer. Le hice el acompañamiento y de ahí en adelante ya lo hice solo”, cita Américo, quien hasta la fecha dice que ha recibido 12 bebés, hombres y mujeres, muchos de ellos “están ahora creciditos”.
Aunque tradicionalmente siempre han existido hombres parteros, Américo reconoce que “a las mujeres les da mucha pena que les atienda un parto el vecino, que les vea sus partes íntimas. De todas maneras es algo que nosotros no lo hacemos por ver a la mujer, sino por salvarle la vida a la criatura que viene en camino y a la mamá. Uno en ese momento no tiene cabeza para pensar en otras cosas, solo le pide a Dios que le ayude a asistir ese parto, de manera que pueda salvarle la vida tanto a la parturienta como al hijo”.
Dice este partero que “en otras épocas, algunos colegas que tenían experiencia en la botánica eran llamados por las parteras para que les ayudaran con sus conocimientos a asistir los partos pero, debido al pudor de las futuras madres, se hacían en la parte de atrás de ellas
y no adelante, para que las madres no se sintieran mal porque les estaban viendo sus partes íntimas”.
Américo tiene el secreto de un buen parto y es la fe en Dios: “Uno utiliza sus manos, pero la inteligencia se la da a uno Él, para que ese niño nazca sano y que la madre quede bien”. Dice que no ayuda tener nervios y que siempre hay que contar, ojalá, con el apoyo de otros compañeros.
Él, al igual que muchos parteros y parteras, hace uso de las plantas curativas.
“Los baños de asiento son muy buenos para las embarazadas que se quejan de frío. Estos las van preparando para que, al momento del parto, estén en buenas condiciones. Algunos manejamos nuestras botellas para utilizarlas como tomas o frotarlas en el vientre y en la cabeza de la madre y facilitar el parto”.
Revela que después del parto, preparan otras tomas para limpiarle el vientre a la mujer y que no adquiera ninguna infección.
Pese a su experticia, Américo no se ha salvado de un mal parto. “Me tocó el de una señora que se demoró un poco en el tiempo”.
Episodios como esos él no los olvida, pero le queda la satisfacción de ser la tabla de salvación de muchas mujeres “que no cuentan con un servicio médico, ya sea por falta de recursos económicos o porque las vías de transporte no son las mejores y únicamente un partero puede llegar hasta donde ellas están, así sea navegando, con un invierno bien bravo, a plena noche”.
La mayoría de parteros, como Américo, no reciben dinero, solamente un “Dios le pague”. “Uno entiende que si le cobra a la persona de pronto no va a tener para la comida o para la leche del niño, mucho menos para un vestidito”.
Los parteros no viven de la partería de tiempo completo, se dedican a la pesca, la agricultura, la minería o a la panadería. Y en su tiempo libre recolectan plantas medicinales.
Hablan las parteras
Alba María González, a sus 65 años, ha atendido hasta el día de hoy 85 partos, “las mayores complicaciones que he tenido ha sido cuando los niños se han venido de pies o con un manto, como encerrados, y hay que tener las tijeras para cortárselo, pero en la práctica que Dios me ha dado, con mis manos he arrancado la tela cuando los niños han nacido como ahogándose, no he fracasado en ninguno gracias a Dios”.
Ella le aprendió a su abuela. Fue la única nieta que siguió sus pasos. “Mi primer parto lo atendí de 25 años”, dice Alba María, quien en alguna ocasión asistió un parto de gemelas, “se vinieron de nalgas, yo aún no tenía la práctica que tengo. Tocó llevarlas al hospital”.
En un día ha atendido hasta tres partos, tanto de día como de noche. “Yo le digo a la madre: ‘Son las 10:00 a.m., si a las 12:00 del día no ha tenido el bebé, con mucho dolor me la llevo al hospital’. Porque el médico nos dice a las parteras que más de tres horas no puede tener uno a la parturienta en la casa y a veces me las llevo a la clínica o, cuando nace el bebé, después de asegurarle el ombligo a él y a la mamá, me los llevo al pueblo para que los vacunen”.
Ella ha dado a luz a 7 hijos, todos a través de parto natural. “El único que no recibió mi abuela fue el que ahora tiene 15 años, lo tuve en el hospital porque ella había fallecido”. Dice que conoce parteras que han atendido sus propios partos. No es su caso.
La clave para que un parto llegue a buen término está, según ella, en los contactos. “Yo tanteo con los dos dedos a la mujer para ver si el niño viene de pie o de cabeza. Si no lo siento es que todavía le hace falta y le digo que esperemos una hora si está con muchos dolores. Si no ha llenado puerto, como decimos nosotras las parteras, la remito al hospital y si ya llenó espero para que lo tenga en la casa”.
Ella, al igual que Américo, confía en las plantas medicinales.
“Cuando me mandan a llamar para un parto cocino el limoncillo en agua para dárselo a la madre. Y si con eso se le quitan los dolores es porque todavía le hace falta para el parto y si todavía los tiene es porque ya va a tener el bebé”, asegura Alba María. “Por acá les estamos enseñando la partería a las jovencitas, porque nosotras no somos eternas”.
Y es que según Daniela Carabalí Arará, gestora comunitaria en el municipio de Buenos Aires, Cauca —brinda acompañamiento a un grupo de 14 parteras y un partero— la mayoría de parteras como Alba María, que viven en su municipio, tienen entre 55 y 65 años y empezaron en esta labor a los 15 años cuando veían a sus mamás, tías o abuelas ejerciendo esa labor. Actualmente no hay aprendices.
Cuenta Daniela que “desde la época de la esclavitud tanto hombres como mujeres utilizaron la medicina tradicional para salvar vidas y ejercieron la partería”.
Las tildan de brujas
Pese a su origen ancestral, Daniela afirma que muchas personas tildan a las parteras de brujas por el hecho de utilizar plantas como remedio. “Muchas mujeres se han metido esos cuentos a la cabeza y piensan que las parteras son brujas que les van a matar los niños”, revela, y advierte que es por esa razón que hay parteras que hace cinco años no atienden un parto, por las falsas creencias y “porque para los médicos ahora todos los embarazos son de alto riesgo”.
Para ella la partería no es cuestión de género, de si la ejerce un hombre o una mujer, sino de quién tiene más experiencia en el trabajo o quién conoce más de plantas. Y muchas gestantes, por pudor, no quieren que sea un hombre quien les mire las partes íntimas. Por eso, asegura, los parteros son minoría.
Precisamente el único partero de su grupo, Elvin Montaño Arará, empezó yendo con su mamá a atender partos. Y una vez viendo que una tía que estaba a punto de dar a luz y no tenía ni una partera ni un centro de salud cerca, se arriesgó, con los conocimientos que tenía hasta entonces, y la atendió. Todo salió bien y desde entonces se dedicó a esa labor.
Los parteros de toda Colombia libran en la actualidad una lucha para que los médicos dejen que las parteras atiendan a muchas gestantes. Y algunos de ellos están muy interesados en que los médicos tradicionales se articulen a las dinámicas de los hospitales. “En el caso de municipios que son muy distantes, como Buenos Aires (Cauca), antes de que una parturienta llegue al hospital ya una partera la puede haber atendido en lugares donde no llegan las ambulancias o las carreteras están en mal estado, y se está vinculando a los parteros en los Planes de Intervención Colectiva, PIC, municipales, para que aprendan a tomar la presión, los signos vitales, sobre salud social y reproductiva”.
En todo el Pacífico colombiano hay parteros, incluso existen varias asociaciones de partería en Chocó, Pacífico Sur, Valle del Cauca, Nariño
y Cauca. Algunas tienen un nivel de agremiación más fuerte que otras.
Patrimonio nacional
Para el profesor de la Universidad Javeriana Manuel Sevilla, quien coordinó el programa ‘Petronio en las universidades’, dentro del XXI Festival de Música del Pacífico Petronio Álvarez, “lo que se espera con estos espacios de discusión es ampliar la posibilidad de trabajo colaborativo y que más que pensar en un remplazo de las tradiciones de partería por los servicios de salud, los articulemos. En la partería hay una idea de atención integral de salud que no siempre está presente en las SOS.
Como miembro del Consejo Nacional de Patrimonio Cultural, del Ministerio de Cultura, Sevilla considera que “la partería es la manifestación de patrimonio cultural en Colombia que atraviesa todos los aspectos más allá de lo que asociamos con la cultura, hablamos de concepciones del cuerpo humano, sexualidad, profilaxis, entre otras”.
Explica que “en diciembre de 2016 la partería tradicional del Pacífico colombiano, la partería ‘afro’, fue inscrita en la lista representativa del patrimonio nacional de Colombia y esto sin duda generará conciencia y tenderá puentes para que estos hombres y mujeres que apoyan el proceso de partería puedan ser reconocidos como agentes de salud”.
Considera que hay una dificultad grande en la articulación entre el Sistema Nacional de Salud y el Sistema de Partería. “Cuando los niños nacen en Colombia los médicos expiden una certificación de nacimiento que las parteras no tienen autorización legal para expedir”.
Para Sevilla, la partería “es un ejemplo de manifestación cultural transversal que hay que tomar en consideración, no solamente como algo exótico de algunas comunidades sino como una tradición de la que podemos aprender, de los tratamientos con hierbas, con calor, con cantos. No es algo que debería ser exclusivo de comunidades remotas sino al servicio de todas las mujeres colombianas”.