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Las ‘Novelas ejemplares’ de Cervantes cumplen cien años

Cuando solo le quedaban tres años de vida y luego de una larga censura estatal, Miguel de Cervantes Saavedra pudo ver publicadas sus ‘Novelas ejemplares’, en las que describe historias de vidas que están al margen de la sociedad, como las de pícaros y renegados.

19 de marzo de 2013 Por: Maria Antonia Garcés? Especial para Gaceta

Cuando solo le quedaban tres años de vida y luego de una larga censura estatal, Miguel de Cervantes Saavedra pudo ver publicadas sus ‘Novelas ejemplares’, en las que describe historias de vidas que están al margen de la sociedad, como las de pícaros y renegados.

En 1613, después de un largo periplo en manos de la censura estatal, salieron de la imprenta de Juan de la Cuesta, en Madrid, las ‘Novelas ejemplares’ de Cervantes, una colección de doce novelas cortas que tuvieron un éxito inusitado tanto en España como en otros países europeos. Su autor contaba entonces con sesenta y seis años; a todas luces era un anciano en los ojos de sus contemporáneos. A Cervantes solo le quedaban tres años de vida, pero en ese febril periplo creador llegó a dar a la imprenta el ‘Viaje al Parnaso’ (1614); la segunda parte de ‘Don Quijote’ (1615); y sus ‘Ocho comedias y ocho entremeses’ nunca representados (1615). De igual forma logró terminar en ese intenso periodo de trabajo su novela más querida, ‘Persiles y Sigismunda’, que firmaría en su lecho de muerte el 19 de abril de 1613. Elprólogo a esta obra encantadora contiene su conmovedora despedida a sus “amantísimos” lectores: ¡Adiós gracias; adiós donaires; adiós regocijados amigos; que yo me voy muriendo y deseando veros presto contentos en la otra vida!”.Por lo demás, cuando Cervantes dio a la luz sus ‘Novelas ejemplares’, ya era reconocido y admirado en Europa como el célebre autor de la ‘Galatea’ (1585) y, en especial, de la primera parte de ‘Don Quijote’ (1605), novela que había tenido un éxito asombroso en España, Inglaterra y Francia, e incluso, en Las Indias occidentales. Hoy sabemos que cerca de 300 ejemplares de la primera edición de ‘Don Quijote’ partieron para América en 1605. Aunque parte del tiraje se perdió en dos naufragios, al menos setenta y dos ejemplares de la obra magna de Cervantes llegaron a Lima, e incluso al Cuzco y otros pueblos andinos.Cervantes, genio y estrellaCervantes tenía ya para esa época un numeroso grupo de admiradores, lectores y lectoras con quienes había establecido vínculos de sincera cordialidad desde la publicación de la primera parte de ‘Don Quijote’. Consciente de su valor como creador literario, el autor declara, en el Prólogo al lector de sus Novelas ejemplares, que estas obras no solo son una novedad para él, sino para toda España: “Es así como yo soy el primero que he novelado en lengua castellana, que las muchas novelas que en ellas andan impresas, todas son traducidas de lenguas extranjeras, y éstas son mías propias, no imitadas, ni hurtadas: mi ingenio las engendró, y las parió mi pluma, y van creciendo en los brazos de la estampa”. Esas novelas “traducidas de lenguas extranjeras” eran las obras italianas que circulaban entonces por Europa, entre ellas, las de Boccaccio, Giraldi Cinthio y Matteo Bandello. Por tanto, las de Cervantes no eran traducciones ni adaptaciones de relatos extranjeros, sino creaciones propias, originales y dignas de ser imitadas. Por ello las llamó “ejemplares”. Cabe añadir que el significado de la palabra “ejemplar”, en relación con las novelas cervantinas, ha sido largamente discutido por los críticos. Basta indicar que, a pesar del título de su colección -‘Novelas ejemplares’— estas obras no son precisamente de catecismo: sus representaciones de raptos, seducciones, adulterios, alucinaciones y brujerías no solo desafiaban las ideologías dominantes del Imperio español sino que constituyeron atrevidos experimentos literarios que subvierten el estatuto de la ficción.Cervantes sabía, pues, perfectamente que había creado algo original, y que sus novelas eran ejemplos de innovación. “Pasa raro inventor, pasa adelante”, diría después de sí mismo en su Viaje del Parnaso. No cabe duda, su uso del término “ejemplo” se ajusta a la definición de su contemporáneo, Sebastián de Covarrubias, en su Tesoro de la lengua castellana o española (1611): “Ejemplo [es] lo que se copia de un libro o pintura, y ejemplar, el original”. Fueron ejemplares las novelas de Cervantes precisamente porque podían servir de ejemplo y de modelo a las nuevas generaciones de artistas españoles. Esto lo tuvo que confesar, aunque a regañadientes, el propio Lope de Vega, en su primera novela corta, ‘Las fortunas de Diana’ (1621), donde afirma: “En España también se intenta, por no dejar de intentarlo todo, también […] libros de novelas, dellas traducidas de italianos, y dellas propias, en que no faltó gracia y estilo a Miguel de Cervantes”. Solo después de la muerte de Cervantes, fallecido cinco años antes, pudo Lope reconocer la ejemplaridad de las novelas cervantinas, en el sentido de que el único modelo a seguir en España —el único que Lope puede recordar y citar— es el de Miguel de Cervantes y sus Novelas ejemplares.Historias de pícaros y renegadosPero hay otro modo de ejemplaridad que quisiera destacar: más allá de su estilo ameno, y de lo nuevo y extraño de estas historias, Cervantes enfoca vidas que están al margen de la sociedad, ya sea porque han huido de una vida cotidiana prefijada, carente de imaginación y de libertad, ya sea porque han ingresado, voluntaria o involuntariamente, en ámbitos inhóspitos y foráneos, donde los personajes enfrentan situaciones difíciles, como el cautiverio o la locura. Alonso Quijano y su hermano menor, el licenciado Vidriera, son ejemplos patentes del interés de Cervantes por la exploración de los estados límites del alma, por el significado de la locura.Entre los rasgos más significativos de la novela cervantina se encuentra, por tanto, la fascinación con el ‘otro’, a menudo ubicado en la periferia del Imperio español. Así, ‘Don Quijote’ no solo señala el eclipse de una edad heroica; también destaca el nacimiento de una nueva era mediante su incorporación de grupos marginados y ambiguos, como los moriscos, pícaros y renegados que pueblan el universo literario de Cervantes. En ese sentido que casi todo el corpus literario cervantino comparte una situación de “frontera” en el borde exterior de la cultura occidental. De hecho, una nueva lectura de las obras más relevantes de Cervantes revela su audaz examen del cruce de culturas en los límites entre civilizaciones y lenguas heterogéneas.La novela más atrevida‘El amante liberal’ es, desde esta perspectiva, la más atrevida de las ‘Novelas ejemplares’. Su audacia geopolítica está parcialmente basada en su intensa articulación con el Mediterráneo musulmán, como sugiere la escena inaugural en la que un cautivo anónimo se lamenta de su amargo destino como prisionero de guerra ante las murallas derrumbadas de Nicosia, Chipre —ciudad recientemente conquistada por los turcos. Justamente, el ataque de los otomanos a Chipre, en 1570, condujo a la Batalla de Lepanto (1571), en la que Cervantes participaría como soldado en las armadas de Felipe II. Lo demás es historia.Ubicada en el Mediterráneo oriental, ‘El amante liberal’ fluctúa entre dos ejes geográficos: el reino español de Sicilia, frontera entre las provincias otomanas del norte de África y los dominios de los Habsburgo en la Europa occidental, y la isla de Chipre, último enclave de la República de Venecia en el Mediterráneo del este. Chipre también representaba una encrucijada de civilizaciones, donde turcos, griegos, judíos y renegados se mezclaban con esclavos cristianos. En ‘El amante liberal’, los constantes desplazamientos de los protagonistas de un lado a otro del Mediterráneo se equiparan con los intercambios entre musulmanes y cristianos en los márgenes de ambos imperios.Esta novela cervantina esconde un arriesgado programa político. El texto oscila entre una rigurosa historicidad y una explosión de creatividad que gira en torno a dos grandes temas: el cautiverio y la hibridez cultural, en un juego de revelaciones y ocultamientos que destaca las polifacéticas identidades de las sociedades fronterizas mediterráneas. En este texto, sin embargo, el cautiverio pierde su acento trágico para ser remplazado por el papel central concedido al renegado siciliano Mahamud [Mahmud] —cristiano convertido al Islam o “turco de profesión”, como se decía entonces. Este “turco” no solo resulta ser amigo de infancia del cautivo Ricardo: también domina la exposición narrativa y lidera el desenlace fantástico de la novela. El hecho de que los cristianos en esta obra se vistan continuamente como “turcos” o como moros enfatiza la porosidad de las fronteras entre el Islam y la Cristiandad en el Mediterráneo de Cervantes. Pero hay algo más: esta novela pone de manifiesto la secreta vena orientalista que fluye, sinuosa, bajo el texto del autor alcalaíno. De modo que las imágenes que presenta de las identidades híbridas de españoles e italianos “islamizados” —y su apertura a nuevos ámbitos culturales y políticos— constituyen una redefinición de los límites ideológicos de la España áurea. Razón de más para volver a leer las ‘Novelas ejemplares’ de Cervantes.

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