¿Por qué fracasa Colombia?, el escritor Enrique Serrano lo cuenta en su más reciente libro
El santandereano acaba de lanzar un libro que navega entre la controversia y la provocación. Entrevista que confronta mitos y vuelve a los orígenes.
12 de jun de 2016, 12:00 a. m.
Actualizado el 19 de abr de 2023, 06:10 p. m.
El santandereano acaba de lanzar un libro que navega entre la controversia y la provocación. Entrevista que confronta mitos y vuelve a los orígenes.
Más que un buen lector es un buen ojeador, así se considera Enrique Serrano, el escritor santandeareano que ha sorprendido con un libro cuyo título ha sido tan controversial como provocador: ¿Por qué fracasa Colombia?
Y esa condición de ojeador fue la que lo llevó en los años 80 a explorar el mundo como marinero de la desaparecida Flota Mercante Grancolombiana. Tres años recorriendo puertos llenos de leyendas comenzaron a afianzar su pasión por la historia, por los comienzos, por la interpretación de los hechos a partir de las realidades olvidadas.
Ahora, este comunicador, filósofo, analista de política internacional y profesor de antropología, vuelve sus naves para que se desplacen por las sinuosas aguas de la historia de una nación que se desconoce a sí misma.
En un confrontador ensayo de 277 páginas, Serrano revela de cuáles poblaciones de España vinieron las primeras familias que se asentaron en lo que hoy conocemos como Colombia, en qué sitios de la geografía vivieron, qué papel jugó el río Magdalena, cómo era la convivencia con los nativos, por qué del carácter de las personas de ciertas regiones. Es decir, ¿Por qué fracasa Colombia? es un viaje a la colombianidad, a volver a la génesis, a encontrar las razones de porqué somos así.
¿Qué lo motivó a adentrarse en este ensayo, casi que desde una perspectiva revisionista, para abordar los inicios de la nación?
Llevo más de 20 años investigando sobre la relación de la España medieval tardía y el mundo de América. En este caos del mundo colombiano esto me ha llevado, incluso, a escribir novelas sobre el tema, a revisar en archivos en Colombia y en España sobre la escasa bibliografía y el tratamiento, digamos impreciso, que hay de los siglos 16 al 19, en los que se formaron las comunidades que ahora llamamos colombianas.
Esa falta de curiosidad de la gente, la debilidad además de los estudios historiográficos sobre la materia, todo eso indica que algo importante y relativamente traumático hay en esos siglos de formación lenta y silenciosa de la nación.
Usted llega a la conclusión de que los españoles que arriban a Colombia son de Extremadura y Andalucía...
Lo que me llama la atención es de dónde proviene la cultura que nos conformó a nosotros porque el mestizaje racial es innegable y hay elementos indígenas y africanos mezclados obviamente con los colonos blancos, incluso los blancos que venían originalmente de Andalucía también ya estaban mezclados con norafricanos, entonces desde el punto de vista racial no pretendo nunca defender ningún tipo de pureza ni nada de eso, pero en cambio desde el punto de vista cultura sí hay una distinción que hay que hacer: es la del origen de las costumbres, la estructura familiar, las pautas de crianza, los elementos constitutivos de la nación en el sentido más antropológico del término, dónde se formaron.
Todo eso ha sido poco o nada investigado y ya era hora de investigar eso con la profundidad necesaria. Colombia como nación está en mora de comprenderse a sí misma.
Incluso, hay algo particular en su investigación y es que usted dice que ese mestizaje más profundo empezó a tener sus frutos en Cali.
Prácticamente en todas las regiones colombianas y de manera muy particular en Cali, pero de ¿dónde viene esa mentalidad tan extraña, tan peculiar que conformó la sociedad y la vida hasta hace muy poco tiempo y que la convirtió en una suerte de isla, no solo de hispanidad, sino una isla de cierta peculiaridad política y genética que nos ha llegado hasta el presente?
A mí me han acusado de ser un nostálgico hispanista, como los de comienzos de siglo o hasta comienzos de Luis López de Mesa, que reivindicaban una cierta hispanidad, muy castellana, muy lejana y que en verdad tiene que ver muy poco con nosotros, entonces lo que yo investigué y hallé en España, en primer lugar, es que no era una sola, en esos siglos 15 y 16 había varias España y algunas de ellas fueron expulsadas literalmente como cristiano-nuevas y conformaron la comunidad indiana en América, que fue por lo menos la mitad de la población española.
Estas comunidades originalmente vivieron en Andalucía, Extremadura, en alguna región de Murcia, quizás en Valencia, en todo caso se fueron de España para siempre y se establecieron en un lugar misterioso que nadie investigó durante 300 años.
En su ensayo también se encarga de desbaratar varios mitos y uno de ellos es ese que dice que culturalmente somos violentos.
Exacto, además porque hay que entender qué tipo de aborígenes vivían en la región colombiana, eran de la familia lingüística Chibcha, de la Arawak y muy pocos en el sur de la familia quechua Amaral, pero nunca conformaron naciones unificadas ni densas sino que tenían una existencia nómada o seminómada, tenían cacicazgos, pero eran itinerantes.
Para los que llegaron, eso resultó favorable porque no había oposición real, cada uno tenía sus tierras y procuraban no pisarse las cabuyas ni presionarse mucho y como la estructura económica de estos conversos cristiano-nuevos era la pura economía de subsistencia, no hubo necesidad de una confrontación con los indígenas.
Entonces hemos sido una sociedad más pacífica que violenta, por lo menos durante la mayor parte de la formación como nación
Postulo que esas comunidades vivieron en paz por conveniencia, por necesidad, para evitar persecuciones y conflictos con la Corona mientras fueron súbditos del Rey de España, es decir los siglos 16, 17 y 18. Es más, las ideas de independencia venían de Venezuela y de otros lugares de América y contagiaron a algunos criollos como Nariño, Torres, Caldas, pero incluso esas ideas fueron impopulares durante largo tiempo después de los acontecimientos de 1819.
Lo único que sí ha modificado de modo estructural a la sociedad y que efectivamente explica la violencia de finales del siglo 19, y sobre todo la del 20, es la urbanización porque allí sí se cambió el modelo de vida, de la estructura de la sociedad, de la dimensión económica, política, todo eso mutó y como en otras muchas sociedades del mundo, eso manifiesta unos puntos muy agudos de violencia interna. No pretendo negar la violencia, lo que digo es que durante los 300 años de conformación silenciosa de la nación, la violencia fue un elemento distante y remoto, más allá de algunas escaramuzas, la nación se mantuvo esencialmente en paz.
Otro mito que derrumba es que la idea de la disputa por la tierra haya sido detonante de conflictos.
La lucha por la tierra no fue decisiva ni fundamental Ese ha sido un mito que el marxismo introdujo en los años 30 y 40 del siglo 20. Primero, porque la esencia fundamental para el poblamiento en Colombia fue el minifundio y había tanta tierra sobrante, incluso tierra de diversos climas.
Estos aldeanos no tenían la aspiración de construir latifundios para agricultura extensiva, ni siquiera para agricultura intensiva, los cultivos que a la postre nos volvieron famosos, como el tabaco y el café, llegaron en el siglo 19, antes todo era agricultura de subsistencia, de arroz, garbanzos, lentejas, fríjoles y esa fue la base de alimentación por 300 años, como en el sur de España.
Usted plantea un aspecto fundamental y es que Colombia termina siendo un país de muchas ciudades, pero sin un proyecto común de nación.
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Yo creo que por eso, entre otras cosas, ha sido tan difícil que se conforme un estado nacional unitario, por eso la credibilidad de las leyes es estrictamente regional. Esas regiones, en virtud de su carácter aislado y de lo abrupto del terreno, desarrollaron una vida cerrada, de microcosmos, y durante mucho tiempo no necesitaron del exterior.
Su cultura y su economía fueron esencialmente autosuficientes, y esa vocación, un poco inercialmente, marca la pauta del presente y por eso tenemos tantas dificultades para hacer consenso o una sola cultura, porque incluso hay que recordar que aunque Bogotá ahora ejerza un liderazgo innegable, durante siglos no lo hizo, era solo una capital remota con la cual nadie tenía que ver.
Pero, ¿por qué razón otras naciones latinoamericanas como México o Argentina han logrado construir de una mejor manera las apuestas de país?
México o Argentina tienen una fuerte experiencia de capitalidad que viene desde el siglo 16 o 17, ya tenían una capital o un horizonte y desde allí se daban los lineamientos fundamentales de la nación, se tomaban grandes decisiones, en cambio entre nosotros esa estructura fue muy débil, apenas sutil.
Incluso Venezuela tiene más coherencia como nación, es decir, que decidir y optar por un proyecto colectivo es lo que ha marcado la pauta de algunas naciones latinoamericanas que usted menciona, eso fue fundamental en la historia de Argentina, Chile, Perú, México.
Aquí eso solo se hizo a partir de los tiempos de la revolución en marcha de López Pumarejo, es decir, muy tardíamente y con las conmociones y contradicciones que eso supuso, que implicó, por ejemplo, abandonar el paradigma del río como eje de la nación y el proyecto de los ferrocarriles que se había adelantado desde el siglo 19 con grandes proezas para intercomunicar una nación aislada.
Qué hace falta para construir esas apuestas nacionales, de proyectos en conjunto, puesto que ni siquiera uno, como los diálogos de paz, une, sino que por el contrario divide a los colombianos.
Hay tres aspectos que designo con convicción. Mientras no haya una ocupación real en la zona de Puerto Carreño, mientras no sepamos qué hacer con la selva del Amazonas ni con la selva occidental del Chocó, Cauca, Valle del Cauca, Nariño, mientras el territorio no esté ocupado en forma plena con una perspectiva de totalidad y de apuesta holística estas falencias que hoy se ven seguirán existiendo.
La segunda cosa es gobernar y legislar para la totalidad de los ciudadanos, es decir, construir un proyecto nacional, de larga duración, a cincuenta o cien años. Lo tercero es constituir una élite que represente a Colombia ya integrada al mundo, que hable varias lenguas, científica, investigadora, que no tenga miedo de las contradicciones.
Eso haría que el país cambiara en pocos años, las discusiones también cambiarían, en vez del reproche pasaríamos a grandes acciones, a grandes apuestas como lo han hecho otras naciones.
Y le agrego otra que menciona tangencialmente, pero que se puede percibir desde los orígenes de la nación: la excesiva desconfianza y el individualismo crónico.
Yo creo que eso, precisamente si se dieran las variables anteriores, empezaría a atenuarse hasta desaparecer, porque efectivamente la desconfianza se deriva de vivir siempre aislado y el aislamiento es el que produce el recelo, una condición sicológica natural propia del aislamiento y de la inexperiencia.
Lo curioso es que yo digo allí que los colombianos nos sentimos muy vivos, muy astutos, y lo somos desde el punto de vista individual, pero en términos colectivos y de consenso no somos muy fuertes y preferimos soluciones improvisadas, por eso yo insisto en que uno de los asuntos que más se debe atacar es la provisionalidad, la costumbre muy acendrada de que todo es para mientras tanto, que no hay apuestas perpetuas, de larga duración, como lo han hecho otras naciones.
Bueno, doctor Serrano, y después de toda esa investigación ¿qué tipo de nación somos entonces?
Yo enfatizo en el carácter adolescente de la nación, es una nación joven, que no ha fracasado, pero que si no desarrolla sus potencias y no establece consensos puede fracasar. Somos una nación vacilante, todavía le faltan elementos de unidad y cohesión, materiales y mentales.
Seguimos actuando en compartimentos cerrados, sin una cultura auténtica nacional, de gobernar para la nación entera, es necesario coordinar el presupuesto de manera equilibrada para que las regiones más pobres salgan del atraso, desnivelar los baches y desigualdades ya no solo entre las redes sociales de la población sino las desigualdades regionales que son muy marcadas.