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Gerardo Bedoya, editor de opinión de El País asesinado por sicarios en 1997. | Foto: Archivo de El País

PERIODISMO

Un místico del ideario conservador, así era en su vida política el periodista Gerardo Bedoya

Al cumplirse dos décadas del asesinato de Bedoya Borrero, El País presenta una semblanza de su vida política.

20 de marzo de 2017 Por: Redacción de El País

Corrían los años 80 y la campaña presidencial estaba en pleno apogeo. Y hasta una oficina de Cali había llegado el candidato conservador Álvaro Gómez Hurtado para reunirse con un círculo muy cercano de colaboradores, entre los que se contaba Gerardo Bedoya Borrero.

La anécdota no tendría mayor trascendencia si no fuera porque los escasos asistentes fueron testigos de un regaño altisonante que el vallecaucano le metió al aspirante presidencial, quien evidenció la especial deferencia que sentía por su discípulo cuando, en lugar de enojarse, atinó a responder: ¡Me iluminas...!

Uno de los presentes, Andrés Arroyo, exgobernador del Cauca, cuenta que esa escena dibuja muy bien la recia personalidad que caracterizaba a Bedoya Borrero y que le permitió asumir la política con el valor civil suficiente para no quedarse nunca sin decir lo que pensaba.

Y es que, recuerda don Andrés, allí surge el otro gran valor de la anécdota: el principal motivo de la visita de Gómez Hurtado era alertar a sus ‘cuadros’ sobre la urgente necesidad de examinar muy bien la procedencia de los amplios recursos que para la época llegaban a la campaña conservadora.

Sospechaban ya que el narcotráfico había empezado a rondar la actividad política y temían por los estragos que ello podría conllevar para el país, lo que constituyó la génesis de una de las grandes cruzadas que el político y periodista inmolado lideraría hasta el final de sus días.
Es por eso que hoy, dos décadas después de que la violencia le arrebatara la vida, sus amigos y sus copartidarios coinciden en cuánta falta le hace al país la forma en la que este laureanista por convicción concebía la política.

De sangre ‘azul’

Si bien es cierto que desde niño ingresó a las lides políticas con mucha fortaleza, muy pronto dejó de ser un conservador por herencia para pasar a ser un convencido de que esa doctrina encerraba el ideario salvador para Colombia.

Pablo Rubén Vernaza recuerda que después de haber estudiado juntos derecho en la Universidad Javeriana de Bogotá ingresaron al Primer Comando de Juventudes Conservadoras Laureanistas, del que también hicieron parte otros grandes amigos como Rodrigo Lloreda Caicedo, Carlos Holguín Sardi y Alonso Lucio.

Despuntaba la década de los 60 y fue entonces cuando empezó a asumirse como un conservador no solo de partido sino de ideología. Pero mientras algunos de sus copartidarios se inclinaron hacia otras tendencias ‘azules’, a Gerardo Bedoya lo convenció para siempre la línea de pensamiento del expresidente Laureano Gómez.

“Su mayor legado es justamente que veía la convicción ideológica como la base necesaria para el ejercicio de la política. También lo marcó mucho la búsqueda del bien común que inspira el conservatismo y los principios que rigen la civilización occidental y especialmente la ética”, explica Luis Guillermo Restrepo, director de Opinión de El País y amigo entrañable de quien lo precediera en ese cargo.

Carrera política

Todo un bagaje doctrinario que Bedoya Borrero llevó a la práctica durante los dos periodos que ejerció como representante a la Cámara, tras ser elegido como segundo reglón del holguinismo y donde, según Germán Villegas Villegas, quien fuera su compañero en la Comisión Tercera, impulsó la Estampilla de la Universidad del Valle, “que ha sido el gran soporte de la inversión en el alma máter”.

Años después el hoy exalcalde de Cali y exgobernador del Valle sostendría “rivalidades amistosas” con su copartidario Gerardo por aquello de que ambos hacían presencia política en el sur del departamento pero desde distintas vertientes ‘azules’.

Es entonces cuando Villegas parece verlo en la tribuna pública: “Su discurso era magnífico, coherente, un fojoso orador que movía mucha ideología política, para nada vacío sino de gran contenido, siempre respetuoso de las jerarquías y de los principios conservadores”.

Lo cierto es que antes de su actividad parlamentaria, durante la gobernación de Raúl Orejuela Bueno, Bedoya había sido secretario de Gobierno del Valle, y también asesor del ministro de Hacienda Pública, Rodrigo Llorente, en la Presidencia de Misael Pastrana.

Luego, durante la Cancillería de Lloreda Caicedo, fue ministro plenipotenciario ante la Comunidad Económica Europea en Bruselas, de donde volvió para instalarse de nuevo en Bogotá y asumir la codirección del periódico El Siglo junto a su amigo, mentor e inspirador Álvaro Gómez.

Legado de honestidad

Para el también exgobernador del Valle Carlos Holguín Sardi, más que el activismo electoral, el gran aporte que Gerardo Bedoya le hizo a la política fue el carácter intelectual que le imprimió y la rectitud con la que la asumió.

“Era un conservador doctrinario puro, y creía que los conceptos fundamentales de ese bagaje debían ponerse en práctica en la política nacional, pero también alimentaba su visión con la lectura de los grandes pensadores conservadores clásicos”, señala con nostalgia quien fuera otro de sus copartidarios.

Y es que Holguín Sardi no solo añora las legendarias empanadas vallecaucanas que cada 26 de diciembre se compartían en su casa para hablar de política y literatura, sino que coincide con los demás entrevistados en que las cualidades tan caras que acompañaron a Gerardo Bedoya hoy están ausentes del quehacer partidista.

“Tenía unas convicciones muy firmes, y era de una rectitud y una honestidad absolutas. No admitía contemplaciones con lo ilegal ni con lo criminal, incluso eso fue lo que le costó la vida”, sentencia el exgobernador.

De igual forma, el abogado Vernaza veía en su amigo de infancia y compañero de colegio a un hombre “de derecha, con ideas conservadoras intactas y una honradez y una honestidad que ya no se consiguen”.

Para hacer política desde esa perspectiva, al igual que para escribir sus aguerridas columnas de opinión y sus ponzoñosos editoriales, le sirvieron su temperamento recio, su gallardía, su sentido de la independencia y su voluntad indomable.

Bien lo concluye Germán Villegas cuando reitera que Gerardo Bedoya Borrero “fue insobornable en todo el sentido de la palabra, y le aportó a la política una transparencia que en la actualidad brilla por su ausencia. Hoy debe estar revolcándose en su tumba, al ver los abismos en los que se ha caído, bajo la óptica de que todo se compra y todo se vende”.

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