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¿El piropo callejero es parte de la cultura latina? O un acto no consentido, unidireccional, que resulta invasivo para la mujer y territorial para el hombre. | Foto: Especial para El País

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El piropo en debate: ¿hasta dónde debe tolerarse?

¿El piropo callejero es parte de la cultura latina? O un acto no consentido, unidireccional, que resulta invasivo para la mujer y territorial para el hombre.

2 de octubre de 2018 Por: María Camila Cardona, reportera de El País

Como “dicho breve con que se pondera alguna cualidad de alguien, especialmente la belleza de una mujer”, es definido el piropo según la RAE. Y aunque para muchos esta práctica es parte de la cultura popular, hay quienes ven en esta manifestación una señal de acoso sexual que puede minar la autoestima de una mujer.

Este debate ha sido tendencia en redes luego de que, en el marco del Festival Ideas Al Barrio, dos de las estrellas más icónicas de la televisión colombiana, Alejandra Borrero y Amparo Grisales, protagonizaran una fuerte discusión en torno a sus diferentes ideas sobre el rol de la mujer en la sociedad.

Para la actriz Alejandra Borrero “el piropo se ha malentendido y se usa para decir cosas horrorosas. Las mujeres son ofendidas, viven asustadas por los piropos que les dicen en la calle”.

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Una opinión con la que no está de acuerdo la diva de la televisión colombiana Amparo Grisales, quien afirma que “el piropo como tal es una frase o palabra que se dice en admiración o halago a otra persona. Si son palabras feas, entonces ya no es un piropo”.

Con lo que concuerda la psicóloga clínica Frauky Jiménez, quien considera que son válidos si se hacen con prudencia y respeto. “Hay unos muy ingeniosos, poéticos y hasta chistosos. Depende del tipo del piropo y de la intencionalidad”.

Ana María Díaz Collazos, doctora en lingüística hispánica, explica que “los piropos son un género discursivo propio del folclor popular latinoamericano, al igual que el chiste y la trova. Existen piropos que todos nos sabemos porque se nos han transmitido por tradición oral, con una poética y una construcción metafórica”.

Y considera que “se han estigmatizado recientemente por ser propios de la clase baja, y por influencia de la cultura blanca anglosajona, donde no existe la tradición del piropo. Como dice el filósofo Michel Foucault, desde la esfera de poder se busca criminalizar la actuación propia de la clase baja. Y se persigue menos, por ejemplo, el acoso sexual en el ámbito corporativo”.

Díaz añade que hay que entender que existen clases de piropos. “El piropo callejero, que es el que expresa un desconocido en la calle; el piropo romántico, que forma parte del cortejo. También se puede distinguir entre el piropo tradicional, que hace uso de la metáfora, y el dicho vulgar, que al no seguir la tradición discursiva pierde el carácter lúdico del piropo”.

Toda una estudiosa en esta materia es la profesora universitaria e investigadora Sofía Carvajal, autora del libro ‘El Piropo Callejero’, para quien esta práctica cotidiana “regularmente agrede a las mujeres respecto a su cuerpo, y al uso del espacio y de la ciudad”.

Sin embargo, advierte que bajo el término “piropo se albergan palabras halagadoras y ofensivas al mismo tiempo”. Una misma cobija cubre a los agresivos y sataniza a los corteses. Pero la distinción no siempre es tan obvia.

“El principal inconveniente —dice Carvajal— es que ambas se nombran como piropos. Se debe evaluar el efecto y también en qué contexto se ha dado. Muchas personas entienden, cuando se dice que el piropo callejero es una forma agresiva hacia la mujer, que se está quitando la oportunidad de coquetear, de galantear y de conquistar. Cuando realmente el galanteo no ocurre nunca en la calle”.

“A lo largo de mi trabajo me he podido dar cuenta de que los piropos en la calle se hacen por cualquier razón, menos por tener una relación de tipo sentimental. Realmente responden más a unos intereses personales de reafirmar, en algunos casos, una masculinidad. Incluso, hay gente a la que se le ha enseñado que el piropo debe darse, por cultura”, dice Carvajal, y añade que el piropo permite que un desconocido “acceda a mi espacio íntimo, sin que yo se lo haya permitido”. Es una acción unidireccional, no consentida, “que no invita ni espera respuesta del otro, por lo tanto se torna agresiva o violenta”.

Para mujeres como María Teresa Arizabaleta, que luchan por la igualdad de género, hay piropos de piropos. “Hay algunos atentos, otros son muy patanes. Soy arquitecta, he trabajado con maestros de obra que se creen muy gallitos y nos dicen a las mujeres comentarios como: ‘Si como camina cocina me le como hasta el pegao’. Este tipo de piropos son machistas y hacen daño. Un piropo amable, en cambio, no es malo, y es de un hombre galante, como el que me hizo un amigo mío: ‘Estuve pensando si seguir gozando mirándola o acercarme para gozar de escucharla’”.

“Voy en un carro lleno de feministas, vamos a ver qué opinan de los piropos”, dice Arizabaleta mientras varias de ellas dan respuestas como: “Algunos son expresión de acoso”, “invaden nuestra privacidad”, “siempre son con doble sentido”, “los piropos se han degenerado”. “¿Por qué no nos pueden decir cosas bonitas sobre nuestra inteligencia?”.

Para tener en cuenta. Piropear en la calle a una desconocida sí puede hacerla sentir acosada, icómoda, expuesta; es invasivo y territorial. Otra cosa es el piropo galante con una mujer con la que haya cercanía, respeto, confianza y cariño. Ellas también pueden piropear a un hombre, lanzarle un elogio cariñoso. Pero antes de hacerlo, piense: ¿Seré invasivo? ¿Resultará incómodo? ¿Es pertinente? ¿Qué palabras elijo? ¿Ante quiénes lo digo? ¿Hay relación de autoridad de por medio? ¿Cabe en la situación?

Voces

Origen: “La palabra piropo significa en latín ‘oro de color rojo brillante’, que tiene relación con el griego ‘piros’, que significa fuego. También se relaciona con rubí, por su color rojo. A mediados del siglo XIX se documenta la palabra como ‘elogio romántico’. Lanzar un piropo, pues, es lanzar un metal precioso a la persona. Tiene una connotación positiva y curiosamente, los casos que salen en la base de datos de la Real Academia son de mujeres que dicen piropos a los hombres, en el siglo XIX”, explica Ana María Díaz Collazos, doctora en lingüística hispánica.

Cómo reaccionar: ”Cuando es un piropo callejero, funciona mirar a los ojos a quien te dice el piropo y saludar con cortesía. De esta manera alteras el esquema discursivo, y logras un empoderamiento que te permite salir vencedora de aquel cruce verbal. Pero todo depende de la situación”, añade Díaz.

En voz de una sexóloga: “El piropo callejero no es más que una demostración de poder. No es que un tipo está pensando en tu autoestima, al contrario está tratando de intimidar. Tenemos que quitar esa tara de que es bonito o romántico. Tú recibes un piropo cuando ya hay un consentimiento. Debemos tener el derecho de usar la ropa que queremos porque tenemos la libertad de ir y venir sin ser molestadas o cosificadas”, asegura la sexóloga Flavia Dos Santos.

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