Juan Carlos Uribe, el dandy caleño
La cara que más se repite en las páginas sociales es la de Juan Carlos Uribe. Perfil de un galán con dos metros de irreverencia.
La cara que más se repite en las páginas sociales es la de Juan Carlos Uribe. Perfil de un galán con dos metros de irreverencia.
Para caminar al lado de Juan Carlos Uribe hay que andar sin afanes. Poco se puede avanzar junto a él pues, a cada paso que da, la gente lo detiene para saludarlo, para estrechar su mano, para abrazarlo, para preguntarle por su salud, en fin.
No es actor, no es modelo, no es cantante, no es estrella de reality, no es deportista. No es un pájaro, no es un avión. Es el no famoso más famoso de Cali.
Un día su mamá, la elegante y refinada doña Chila, le pregunta: ¿Quién es esa señora que te saludó con tanta efusividad, esa a la que le dijiste mi corazón y mi vida?. A lo que Juan Carlos responde: No tengo idea.
Por alguna razón la gente siente que lo conoce de toda la vida y él, incapaz de responder con un desaire, es siempre asequible y afectuoso con los extraños. Una posible hipótesis para este fenómeno es que su cara es la que más veces se repite en las páginas sociales y en la revista Gente. Es tan popular que ya le preguntan si tiene acciones en El País.
La editora Catalina Villa lo confirma: Puede asistir de tres a cuatro veces por semana a eventos sociales. Lo que ocurre es que la gente lo invita a los eventos porque él rompe el hielo con su sentido del humor, une a los grupos, es una figura integradora.
Ese es Juan Carlos Uribe, el fashionista de dos metros de altura al que la gente voltea a mirar cuando se sube a un avión, el que mata a todos de risa en los almuerzos de prensa y al que le cuesta pasar inadvertido no solo por su tamaño sino por su pinta de galán de Telemundo.
Un día, un psiquiatra le dijo: Te gusta demasiado llamar la atención, y le recomendó pasar desapercibido, caminar rápido sin saludar a nadie y con la mirada fija en el suelo.
No lo logró ni tres días, pues mantener el bajo perfil no está en su naturaleza. Tiene un desparpajo natural que decidió usar para las relaciones públicas y por eso ha sido tan exitoso como director de protocolo y relaciones públicas de la Alcaldía de Cali y la Gobernación del Valle, de la Biblioteca Departamental, la Secretaría de Salud y un sinfín de instituciones públicas y empresas privadas con las que se ha ganado la fama de perfeccionista.
Elegante como siempre, enfundado en ropa Perry Ellis y luciendo las más recientes gafas de Cartier, acudió a su cita con El País en el Hotel Marriott al que asesora en materia de relaciones públicas.
¿Su vida es tan V.I.P como parece?
La gente me ve salir en las páginas sociales y se imagina que yo vivo la vida loca, que me la paso de farra, de fiesta en fiesta, y la verdad es que no necesito el trago para estar contento y mi único vicio son los postres.
También se imaginan que soy millonario, el hijo de Aristóteles Onasis, pero lo cierto es que tengo dos pesos en la billetera, soy malísimo para el ahorro porque tengo debilidad por lo bueno, vivo de mi sueldo, tengo el carrito chichi de siempre y a mis 51 años aún vivo con mi mamá.
¿De quién heredó su habilidad social?
Yo creo que de mi madre, una dama bugueña que siempre fue regia, con mucho garbo, elegante y a la vez con un carácter muy fuerte. Ella era el centro. Donde quiera que llegaba dominaba la escena y aún hoy lo hace. Mi madre tiene un sentido del humor muy fino, está llena de frases, de chispazos y de cuentos, nos enseñó a reírnos de nosotros mismos y por eso parezco una Mini-Uzi.
¿Se considera un hombre bello?
Me parezco mucho a mi papá. Él tuvo mucho éxito con las mujeres en su momento. A él no le importaba si nacíamos vivos o muertos, sanos, enfermos o con tres ojos, solo le interesaba que fuéramos bonitos. Se asomaba a la cuna y si nos veía buena pinta, respiraba tranquilo. (Risas).
Dios lo castigó con presencia. ¿Y qué tal le va con la salud?
He tenido una salud muy frágil, me han operado del apéndice, de las amígdalas, del corazón, de la sinusitis dos veces. Tengo esteatosis hepática heredada, me hicieron sleeve gástrico y tuve un infarto hace poco pero sigo dando lora. Mi mamá dice que al concebirme me completaron con miaos.
Entonces ha pasado buena parte de su vida en una camilla...
No. He pasado la mayor parte de mi vida en el diván de un psiquiatra (risas). Mis papás me llevaron porque veían que era un niño distinto, diferente a los demás, y se preocupaban. Yo no sabía que era distinto, era un niño feliz que jugaba a la lleva, a las escondidas, con los carritos de mis hermanos o las muñecas de mis hermanas, era libre, inocente y no entendía por qué los niños en el colegio me agredían, eran muy crueles conmigo, me decían palabras muy duras. Guardo dolores muy profundos de esa época.
¿Cuál es el mejor consejo que le ha dado un psiquiatra?
He pasado por muchos psiquiatras y psicólogos a lo largo de mi vida, en el intento por comprenderme mejor. Me han dado dos buenos consejos: Uno, que me goce mi diferencia y la lleve con la frente en alto, siendo regio. Otro fue un consejo de tipo sentimental: que aprenda a leer mejor a las personas, porque tengo un defecto, soy inmediatista, quiero todo ya y me enamoro rápido.
Pero hoy en día decidí no ir más al psicólogo y me cansé de que me recetaran pastillas para el estrés, para la ansiedad, para todo. Ya no necesito eso.
Y entonces, ¿qué le da paz ahora que no va a terapia?
Soy muy devoto de la Virgen, rezo el Rosario con mucho fervor, tengo mucha fe en Dios y adoro a los ángeles. Entré a los retiros de Emaús y eso me ha permitido sanar muchas experiencias duras de mi vida. No es que haya cambiado mi forma de ser, yo sigo siendo el mismo de siempre. Mis amigos me dicen: Cuáles retiros espirituales si sos el mismo imprudente, el mismo burletero, esa platica se perdió (Risas).
¿Cómo llegó a ser el director de protocolo de la Alcaldía de Cali?
Yo trabajaba organizando eventos y un día tuve que planear una cena a la que asistió, entre otros, Mauricio Guzmán. Cuando estoy a cargo de un acto social siempre procuro ser espléndido, me ocupo hasta de los más pequeños detalles, quiero que todo sea perfecto, así que al final se me acercó Mauricio Guzmán y me dijo: Juanquita, si algún día llego a ocupar un cargo público tú vas a estar a cargo del protocolo. Yo me desentendí del asunto, hasta cuando un día, en efecto, se convirtió en el Alcalde de Cali y cumplió su promesa.
Algún chascarrillo ha tenido que ocurrirle al comienzo de su carrera...
Hay uno que recuerdo mucho. Un día yo tenía que entregar tres condecoraciones muy importantes en un acto solemne de la Alcaldía. Yo no descuido nunca las medallas porque al fin y al cabo son joyas muy preciadas y, para que no se pierdan, las llevo conmigo.
Resulta que el evento estaba por comenzar cuando sentí algo extraño en el estómago y fui al baño. Y allí estaba ocupado cuando oí la voz de la presentadora que decía: A continuación, el señor Juan Carlos Uribe entregará las medallas al mérito a los homenajeados. Yo no sabía qué hacer, no podía salir en ese momento y oí: Segundo llamado a que el señor Juan Carlos Uribe salga y entregue las medallas....
A la tercera vez que dijeron mi nombre no tuve más opción que subirme los pantalones y salir corriendo y el alcalde al verme me llamó con el dedo, como solía hacerlo cuando estaba muy bravo.
Me reclamó: Juanquita, usted dónde estaba, yo me acerqué con disimulo y le conté lo que me pasó en el baño, con tan mala suerte que le hablé directo al micrófono que el alcalde tenía en la solapa del saco y todo el mundo escuchó.
La gente no paraba de reír, el presidente Ernesto Samper se destornilló de la risa, cuando pasé al frente a entregar las condecoraciones la gente se seguía riendo, cada vez que yo iba a hablar se carcajeaban...
¿De qué se enorgullece?
Siempre ha prevalecido mi buen trabajo. Nunca he tenido padrinos políticos, todos los trabajos los he conseguido por mi talento y nadie puede decir que fui pícaro o que me enriquecí. Hasta los recibos los guardo y las monedas las devuelvo porque en mi casa me enseñaron honestidad a toda prueba. La plata que consigo, paradójicamente, nunca es para mí.
¿Cómo es eso?
Tengo talento para pedir, pero siempre para otros. Si me dicen que unos niños necesitan 300 helados yo no tengo problema en llamar al presidente de una compañía y conseguirlos. Eso sí, nunca abuso de la confianza de la gente, siempre que pido algo lo hago con todo el protocolo y todo el respeto del mundo. Obtengo donaciones para eventos benéficos, recursos para campañas culturales, ayuda para niños de escuelas públicas, hospedajes, tiquetes, en fin, soy mejor para ayudarles a otros que para ayudarme a mí mismo.
¿Qué le ha hecho falta por hacer?
Me pesa haber dejado pasar muy buenas oportunidades, hay muchas cosas que he dejado de vivir porque siempre he antepuesto, por encima de mis propias necesidades, a mi familia. Me ha preocupado mucho lo que piensen, pero me quedan unos años para intentar ser más libre y salir a comerme el mundo.
Ojo al detalleQuienes conocen a Juan Carlos Uribe saben que nada le hace perder esa compostura de lord inglés. Nada, excepto una rata. Un día, en una cena que ofreció Pardo Llada al lado del río Cali, con invitados especiales entre los que se encontraban Yamid Amat y Ricardo Alarcón, Juan Carlos Uribe vio venir una rata y entró en pánico. Era enorme, peluda, del tamaño de una pierna mía, así que comencé a gritar y a pedir auxilio, me subí a una silla finísina para que la rata no me tocara, pero rompí la malla y pasé derecho. Yo no entendía por qué era el único que gritaba, cuando se me acerca la esposa de Pardo Llada y me dice: Tranquilo, Juan Carlos, no es una rata, es nuestra mascota la chucha que siempre viene a buscar comida. Pasé tal vergüenza que mi familia no me habló en un mes. En otra ocasión, cuando comenzó a trabajar para la alcaldía de Mauricio Guzmán, le correspondió a Juan Carlos coordinar un evento social muy importante pero, de repente, vio a un intruso que se subió a la tarima y se sentó en la mesa principal sin permiso. Fui hacia él y le ordené que se parara de la mesa y se sentara en otra parte. Pero resulta que el sujeto desdeñado no solo tenía un cargo importantísimo sino que era uno de los invitados principales al encuentro. Cuando todos ocuparon sus asientos el alcalde lo llamó con su dedo y le dijo: Juanquita, por qué ese señor está abajo, dígale que suba. Yo sudé frío, tuve que ir a suplicarle de mil maneras que por favor subiera a la mesa principal, casi me le arrodillo pero se puso de pie y se marchó delante de todos. Al otro día el alcalde me mandó llamar y me mostró una carta que había llegado, donde ese señor decía que jamás en la vida se había sentido tan humillado. Aprendí la lección, confiesa. Lo cuenta con tanta gracia que su amiga Ivette Mejía le dice: Ojalá me llamaras todas las mañanas, estaría flaca pues los mejores abdominales los hago muerta de risa con tus historias. Pero también ha recibido grandes reconocimientos, como la medalla que le otorgó el ex presidente Ernesto Samper, quien lo condecoró al lado de María Emma Mejía, cardenales y empresarios de relevancia nacional. La medalla que recibió es la Orden del Coronel Guillermo Ferguson, y le fue entregada el 16 de septiembre de 1996,en Bogotá, en reconocimiento por su excelencia en materia de protocolo. Es que, durante las visitas presidenciales a Cali que tuvo que coordinar, jamás descuidó un solo detalle y hasta sabía qué dulces, qué empanadas, qué peluqueros y qué requerimientos hacían más fácil la vida de los mandatarios y sus comitivas. Trabajó en protocolo en la Secretaría de Salud, durante la alcaldía de Ricardo Cobo. Luego laboró hasta el 2005 como relacionista público de Aviatur, donde su trabajo consistía en recibir a altos personajes y a presidentes de compañías pero donde también usó su influencia para ayudar a personas comunes y corrientes que, por ejemplo, sufrieron la muerte de un familiar en el extranjero. Un día recibió la llamada del recién electo gobernador Juan Carlos Abadía, quien le pidió que manejara las relaciones públicas y el protocolo del Departamento. Por fortuna, su trabajo estaba completamente alejado de los escabrosos terrenos políticos y cuando vino la destitución de Abadía y varios gobernadores se sucedieron, Uribe fue ratificado en el cargo por todos y cada uno de ellos. Una ventaja del cargo mío es que no manejo presupuestos ni pertenezco a partidos políticos, me han contratado por mérito, he dejado en alto a Cali y el Valle en los actos de protocolo y no me he comido ni un pandebono indebido por cuenta de la Gobernación, expresa. Ha aprendido a conseguir helicópteros, a obtener permisos imposibles y hasta es capaz de salvar un evento que está a punto de naufragar por la falta de puntualidad de los invitados. Lo único que no sabe hacer bien es bailar: Soy tieso como un palo de escoba y prefiero no hacer el ridículo, confiesa. Sin embargo, se mueve como pez en el agua en las relaciones públicas. Manual de estiloEl pecado capital de Juan Carlos Uribe es la vanidad. Lo confiesa. Es impecable al vestir y obsesivo con el corte de pelo y las uñas. Se aplica mascarillas naturales de aguacate y vitamina C para cuidar el contorno de ojos, recomienda la línea Vichy de productos franceses para la piel, una vez al mes se hace una limpieza profunda en el rostro y usa la misma colonia desde que era un bebé regordete que jugaba con los patos en el patio de su casa. Me preguntan qué colonia uso y me da pena. Me gustaría decirte que me aplico la nueva fragancia de Van Cleef & Arpeles pero en realidad uso La colonia de mi bebé, que me traen de España, dice con gracia este fashionista cuyo estilo para la moda es admirado por hombres y mujeres por igual. Lo único que no uso es bloqueador, porque el único brillo que quiero es el de mi personalidad, añade entre risas. Algo extraño le ha estado pasando en los últimos tiempos gracias a las redes sociales, y es que muchas marcas se desviven porque Juan Carlos use su ropa y sus accesorios. Incluso le regalan ropa y le envían productos para que los pruebe y los reseñe en su cuenta de Instagram. Se ha convertido en el It Boy caleño, término que se usa para designar a los nuevos influenciadores de consumo. Lo que se pone, se vende. Adorado por las mujeres, tiene más amigas fieles que cualquier otro hombre pero sabe que la belleza física puede llegar a ser un arma de doble filo: Porque no deja de generar antipatías y envidias. Preferiría ser yo mismo, pero de bajo perfil, dice. La personal shopper Consuelo Guzmán elogia su estilo: Siempre sabe qué ponerse, usa bien el color y se viste con osadía sin ser víctima de la moda. Hoy en día, algunas personas cometen excesos para llamar la tención y en cambio Juan Carlos no ha caído en eso, se arriesga en materia de moda, pero siempre acierta. Pero quizá el rasgo más importante de su estilo es que, trabajando en un terreno tan espinoso como las relaciónes públicas, jamás presiona para obtener un resultado ni un beneficio. Según sus jefes, una de sus grandes habilidades es que siempre está tratando de ayudar a la gente y conectándola con otra que tiene la respuesta para su necesidad. A diferencia de lo que la gente podría pensar de alguien que debe pedir favores, no es lagarto. Es devoto de su mamá y adora a sus hermanos, cuatro hombres y cuatro mujeres. Su padre murió hace 35 años, cuando Juan Carlos tenía 16 años y si hay algo que extraña es que le quedó debiendo un abrazo. Y aunque tiene miles de amigos, conocidos y seguidores en redes sociales, confiesa que en el fondo se siente muy solo cuando se apagan las luces. No he sido exitoso en lo afectivo, qué rico poder enamorarme, hallar a alguien para toda la vida. Quiero vivir en pareja y estoy listo para eso, dice. Mientras encuentra lo que busca, seguirá gozando las cosas buenas de la vida.
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