SALSA
La historia de cómo Larry Harlow y Celia Cruz le dieron a la Salsa la 'Gracia divina' de la ópera
45 años atrás el sello Fania publicó la única ópera salsa que se ha grabado en la historia. Celia fue protagonista de una extraña y magní fica obra
El País recupera este texto, que se publicó originalmente en el año 2018, como tributo a la memoria del maestro Larry Harlow, cuya muerte enluta hoy a todos los amantes de la Salsa.
¿Y si Celia no hubiera aceptado?
A los amantes de la salsa les encanta contar esta historia más o menos así:
“Celia Cruz no tenía nada qué ver con la Salsa cuando a Larry Harlow se le ocurrió que quien mejor podía interpretar el tema ‘Gracia Divina’, de su ópera ‘Hommy’, era ella. Entonces la llamó y le pidió que viniera desde México, donde ella vivía, para grabarlo.
Cuando Celia llegó al estudio en Nueva York no había ensayado el tema, ni siquiera lo conocía. Pero en pocos minutos se lo aprendió y en solo la primera toma de la grabación sacó la versión final que se escucha en el disco. Allí todo cambió para ella. Sin ‘Gracia Divina’, Celia no habría llegado a ser lo que fue”.
Es otra de esas versiones románticas de la historia de la Salsa, que se caracterizan por mostrar grandes acontecimientos más como el fruto del azar y la ‘cheveridad’ de la rumba, que como resultado del trabajo, la inteligencia, la audacia y la ambición de sus protagonistas.
Por eso cabe perfectamente la pregunta del inicio: ¿Y si Celia no hubiera aceptado la propuesta? Pero empecemos por el principio:
‘Hommy’, la obra maestra que fusionó la Salsa con la Ópera y la única de su tipo que se ha grabado y presentado públicamente en toda la historia de la música afrocaribeña hasta el día de hoy, no fue una idea original.
Fue creada por dos grandes artistas: el multi instrumentista Larry Harlow, quien se encargó de toda la estructura musical de la obra, y el cantante y compositor boricua Genaro ‘Heny’ Álvarez Domenech, quien fue el responsable de toda la estructura narrativa.
La idea la tomó 'prestada’ Harlow de otra ópera que se había hecho en 1969, pero en el ámbito del rock, llamada ‘Tommy’. Esta fue concebida y grabada por la legendaria banda inglesa ‘The Who’. Y cuando se convirtió en un gran éxito comercial, a Harlow se le ocurrió hacer algo similar en el ámbito de la Salsa.
Era una idea riesgosa: hacer una ópera para un pueblo conectado emocionalmente con la guaracha, el mambo, el cha cha chá, y tantas otras cosas populares que empezaban a cocinarse juntas para dar paso a una fusión que el mundo conocería después con la marca comercial de ‘Salsa’.
Pero ni Harlow amaneció un día tocado por el genio de la lámpara, ni el asunto le resultaba desconocido.
Fania: el negocio primero
Lawrence Ira Kahn, Larry Harlow, más conocido en el mundo de la Salsa como ‘el judío maravilloso’, había estado expuesto desde niño, y de forma natural, a la extraña conexión entre la música popular y la denominada 'música culta'.
Su madre era una cantante de ópera en Nueva York y su padre un bajista que tocaba con las orquestas del barrio latino.
A los 5 años empezó a tocar música clásica en el piano, estudió en la Music and Art High School, aprendió a tocar el oboe, el corno inglés, la flauta, el bajo, el vibráfono y varios instrumentos de percusión.
Estudió todos los compositores clásicos y creció como un aventajado alumno de la academia, pero dentro de su cabeza todo ello estaba permeado por el estropicio musical del barrio, inundado de notas de guaracha, bolero y son cubano. Y también por los sonidos del Jazz, que se colaban por todos los rincones de Nueva York.
Un viaje y una estancia temporal en Cuba le permitieron entender a fondo los secretos de la clave cubana . Y su visión sobre lo que debía hacer en la música terminó de consolidarse cuando descubrió la obra de un hombre que le resultó casi sobrenatural. Ese hombre era el tresero y compositor cubano Arsenio Rodríguez, el 'ciego maravilloso'.
Pero en 1972, cuando empezó a maquinar la idea de una ópera en Salsa, a Larry Harlow no solo lo movía el interés artístico.
Para entonces, Fania ya era el más lucrativo negocio musical del empresario Jerry Masucci, del cual la Orquesta Harlow era parte, y le disputaba al sello Tico Récords el liderazgo del negocio de la música afrocaribeña en Nueva York.
Masucci basaba su éxito en dos condiciones envidiables que se dieron en el mercado, ambas derivadas del creciente fenómeno migratorio de latinos hacia Nueva York.
Por un lado, tenía a la mano una cosecha inagotable de talentos que florecían silvestres en cualquier esquina. Eso le aseguraba mantener una oferta permanente de producciones musicales.
Y, por otro lado, contaba con una creciente audiencia necesitada de consumir música que le permitiera mantener viva la llama de su identidad, en medio de la dureza de una ciudad donde la discriminación al latino era pan de cada día.
Conectar oferta con demanda era solo cuestión de mantener un flujo permanente de producto fresco y fácil de comerciar, que pudiera ser apropiado rápidamente por las masas de la comunidad latina en Nueva York.
Fue esa la lógica económica detrás de todas sus inversiones en estudios de grabación, producción de discos, conciertos, películas y todo tipo de merchandising basado en el fenómeno de la Salsa.
Aunque una ópera en salsa no era necesariamente un producto que cumpliera con tales características, Harlow tenía la suficiente autoridad ante Masucci para sacar adelante su idea. Después de todo, no era un latino quien lo proponía. Era un judío. Eso bastaba en aquel contexto.
Y apareció Celia...
Las cosas estuvieron claras desde el principio para Harlow y ‘Heny’ Álvarez: ‘Hommy’ no sería una fiel copia de ‘Tommy’. Solo se parecerían en un aspecto fundamental de la narración: la dramática condición del personaje protagonista de la historia.
‘Hommy’ es un niño que nace ciego, sordo y mudo, pero que tiene un talento sobrenatural para la percusión. Y que, contra todas las adversidades, la incomprensión de su padre y la incredulidad de una sociedad dominada por el vicio, logra convertirse no solo en una superestrella de la música, sino también en una especie de profeta que trae un mensaje de salvación divina para su pueblo.
‘Heny’ Álvarez dividió la obra en dos actos y nueve interludios y concibió apenas siete personajes para contar la historia, de los cuales solo uno es mujer y lleva el nombre de Gracia Divina.
¿Por qué sólo una mujer? Seguramente a nadie le surgió tal inquietud en aquel momento, pero la pregunta es totalmente válida hoy, en un mundo cada vez más cuestionado por el movimiento feminista.
Y la respuesta desilusiona a muchas melómanas, pero no se puede ocultar: la Salsa, como todas las demás músicas populares de América, es una expresión artística profundamente marcada por la subvaloración de la mujer y la exaltación del patriarcado.
De hecho, en el primer corte de la ópera Hommy se celebra que el bebé que ha llegado al mundo es un “varón de macho”.
Pero en 1973, cuando todo el proyecto estuvo listo en el papel, Harlow decidió que necesitaba una voz femenina dentro del pequeño grupo de artistas que darían vida a la historia.
Ese pequeño grupo estaba integrado por voces que ya eran consideradas estrellas en el mundo de la música latina.
El único desconocido era Junior González, quien personificó a ‘Hommy’; Pero Justo Betancourt encarnó al padre del niño; Cheo Feliciano tuvo el papel de su tío José; Adalberto Santiago representó al doctor que cuida la salud del niño; Pete ‘Conde’ Rodríguez fue el ‘elemento del bonche’, nombre dado a ese pueblo vicioso que desdeña el mensaje de ‘Hommy’; , Heny Álvarez, además de ser el narrador de la historia, fue el heladero del barrio. Y Celia Cruz fue la encargada de dar vida a ‘Gracia Divina’.
El título del tema es, en realidad, una de las muchas metáforas que utiliza la obra para plantear una reflexión sobre la discriminación que sufren los latinos en Estados Unidos y sobre la necesidad de acoger el mensaje bíblico de la salvación, en una ciudad donde el alma del latino puede perderse fácilmente.
‘Gracia Divina’ es la mujer que se enamora del genio de ‘Hommy’, pero ante todo es la personificación del Don que Dios le dio a un hombre llamado a ser un profeta de la palabra sagrada.
Celia, es cierto, hasta entonces no había tenido contacto con lo que hoy conocemos como el sonido de la salsa comercial. Pero en 1973 no era ninguna desconocida para el mundo de la música.
Ya era un referente obligado de la música cubana para toda Latinoamérica. Había labrado un rutilante camino de triunfo junto a la Sonora Matancera y ya había iniciado en Nueva York una nueva y exitosa etapa como solista junto a grandes orquestas como la de Tito Puente.
Pero hasta entonces, no era la reina. Ese título, en el ambiente de Nueva York, lo ostentaba de tiempo atrás otra cubana de canto aguerrido que, como Celia, también había sabido abrirse camino propio en un mundo dominado por los hombres: La Lupe.
Masucci y Harlow tenían claro que si el sello Fania quería arrebatarle a Tico Récords el dominio del mercado de la música latina en Nueva York, debían apostar por una figura femenina capaz de hacerle contrapeso a La Lupe.
Celia no sabía muy bien lo que podría significar para su carrera cantar un solo tema en un experimento de ópera salsa, pero sí tenía claro que ella no iba a cantarlo si no le ofrecían un contrato de largo plazo.
Harlow contó mucho después, en diversas entrevistas, que previamente le había enviado a Celia a México un ‘cassette’ con la maqueta de ‘Gracia Divina’. Y reveló que ella se enojó porque cuando llegó a Nueva York no la llevaron a las oficinas de Fania para discutir un negocio, sino directamente a los estudios Good Vibrations Sound, donde el ingeniero Jon Fausty tenía todo listo para que grabara.
El negocio para tenerla en el disco estuvo a punto de fracasar, pero finalmente Celia y Masucci negociaron ese mismo día.
Y Harlow contó así en una entrevista lo que pasó con su participación en el proyecto: “Esa versión que está en el disco fue la primera y la única que se grabó. Celia no ensayó nada, se disparo todo el numero desde arriba, completo, sin equivocarse, sin repetir nada. Yo nunca vi a alguien igual, sólo ella hace eso… Olvídate, Celia es única, la mas grande”.
La ópera salsa ‘Hommy’ es un gigantesco, magnífico y extraño 'edificio musical' que sobresale en el paisaje de la historia de la Salsa. Pero ‘Gracia Divina’ es la joya más valiosa que guarda. Es allí donde el experimento de fusionar una orquesta que suena en clave cubana con una orquesta sinfónica, alcanza su máximo brillo.
El poderoso montuno creado desde la orilla de la Salsa, el soneo preciso y sabroso de Celia, el explosivo arreglo creado por Larry Harlow y Marty Sheller para fusionar cueros, timbal, vientos y violines durante un mambo de casi minuto y medio, le confieren una potencia ciclónica que no se alcanza en ningún otro corte del disco.
Algunos teóricos sostienen que la ópera Hommy refleja la admiración que Harlow siempre tuvo por la música de Beethoven. Pero al escuchar ‘Gracia Divina’, resulta inevitable asociarla con otras fuentes de inspiración, como el épico cuarto movimiento de la Sinfonía del ‘Nuevo Mundo’ de Dvorak. Quizá muchas más que nunca contó.
¿Y si Celia no hubiera aceptado?
Es cierto que el contrato que firmó ese día la convirtió en la reina, única, definitiva y eterna, del universo de la Salsa. Pero si no hubiera cantado en la ópera ‘Hommy’ de Harlow también lo habría logrado.
Porque en ese momento Fania necesitaba más de Celia, que Celia de Fania. Y bastó esa grabación sin ensayos para que Masucci supiera que ella, solo ella, tenía la ‘Gracia Divina’.
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