Entretenimiento
Lecciones que deja la nueva película de Netflix, la ‘Sociedad de la Nieve’
Estos son los mensajes que les dejó la película La Sociedad de la Nieve, basada en un accidente aéreo en los Andes, a críticos y cinéfilos consultados por El País.
Por Isabel Peláez r., editora de cultura y entretenimiento
El más reciente largometraje de Juan Antonio Bayona, La Sociedad de la Nieve, aspirante al Oscar, y disponible en Netflix, ha conmovido al punto de no dejar ileso de una lección de humanidad a quien la ve.
La historia se centra en la epopeya de supervivencia de los accidentados (joven equipo de rugby) en el avión uruguayo que se estrelló en los Andes en 1972. Esta ya había sido contada por Frank Marshall en 1993 en ¡Viven!, pero el realizador español la relata con gran realismo, basado en el libro de Pablo Vierci, junto a un equipo técnico y artístico (españoles), actores argentinos y uruguayos y con la colaboración de supervivientes y de las familias de los fallecidos.
Más allá de que los sobrevivientes tuvieron que recurrir a la antropofagia para no morir de hambre durante los más de 70 días que permanecieron varados en los Andes, a Bayona lo que le llama la atención es la manera en la que se sacrificaron y cuidaron los unos de los otros. “A través de eso se llega a una realización inconsciente de lo trascendente, al entendimiento profundo de que tú y yo somos la misma cosa”.
“Esto es un mensaje muy relevante, especialmente hoy en día cuando vivimos en una sociedad en la que nos estamos enfrentando los unos con los otros constantemente. Es revolucionaria esa idea y a la que ellos llegaron de manera inconsciente: la absoluta comprensión de que tú y yo somos iguales; que si tú tienes mejores piernas, andarás por mí, que si necesito entregar mi cuerpo para ti, lo haré. Eso hace esta historia especial y trascendente”.
Y es así, como a cada persona consultadas por El País para este artículo—incluida quien lo escribe-, le llegó un mensaje tangible, profundo y realista de esta sociedad de la supervivencia, que vivió un infierno en el hielo, a 3500 metros sobre el nivel del mar y a menos 30 grados bajo cero, y volvió para contarlo.
Es el caso de Vicky Reyes, periodista y relacionista pública, para quien “privilegiar la esperanza y la fortaleza, ante lo inverosímil pero posible desde la fe, cuando la muerte nos camina a las espaldas, es el mensaje. Tras la aceptación de la vivencia, por terrible que sea, desencadenamos desde nuestro espíritu la llave de la resilencia y esta nos llena —en la delgada línea de la vida y la muerte—, de argumentos profundos para trascender el drama de una situación, a la que pocos le encuentran salida. Así, ante una experiencia en la que tengo todo que perder, un candil interior me iluminará a situaciones que demarcan nuevas posibilidades, que me sacan de hundirme en la tragedia y me llevan a nuevas correspondencias, para uno mismo y los otros”.
Aún a quienes han leído el libro La Sociedad de la Nieve, de Pablo Vierci, como María Antonia González, la película los conmueve. “Cada relato de los 16 sobrevivientes es una historia distinta sobre la condición humana. La mirada desde la fe de Numa Turcatti, la cabeza de Nando Parrado, la agudeza de Roberto Canessa. Y quienes se salvaron lo hicieron porque entendieron que la sociedad de la nieve se creó a partir de la terca lucha por la vida. ¿Qué pasa cuando el mundo te abandona? La película y el libro otorgan la respuesta a través de las voces de personas que sobrevivieron a lo impensable: cuando el mundo te abandona no queda más que cabeza y piernas para trepar los Andes”.
Confiesa la directora de Impacto Social Educambio que “cada vez que hago largas caminatas, ejercicio o trekking, pienso en Nando Parrado y Roberto Canessa, porque si ellos pudieron en esas condiciones ¿yo por qué no?”.
No en vano, la experiencia vivida por estos jóvenes nos confronta, de acuerdo con Jaime Ponce, crítico de cine: “Con la sociedad actual, tan arrogante y soberbia, tan primigenia, que anda pensando en guerras, en crecer en poder y armamento, olvidándose de nuestra esencia humana. Es tanto lo que aportan estos chicos con su sacrificio y experiencia, que después de 51 años, siguen siendo noticia y dando una historia de la cual aprender”.
Historia, considera el periodista Andrés Hoyos, “cimentada en valores como la hermandad, la amistad y la conexión con la mortalidad. Casi todos rezaban, y cuando les tocó asumir la situación, las pérdidas, pudieron haber sentido que Dios los abandonó, pero no, sacan fuerzas, se sobreponen, caminan, buscan soluciones. Pese a tener un respiro y sufrir la arremetida de un alud, entendieron que, más allá de esperar un milagro, debían luchar por sus propios medios”, agrega Hoyos.
Les ayudó ser un equipo deportivo, con roles definidos, conocerse entre sí, y ser amigos, argumenta el periodista. “Si hubieran sido desconocidos, la cosa sería distinta, no faltaría quien asesine al otro por sobrevivir o le robe sus provisiones. Ellos no, porque estaban acostumbrados a ir en busca de un objetivo: ganar juntos sus partidos, aquí se trataba de ganarle el partido a la muerte”. Otra de las luchas que libraron fue con la culpa, “cuando regresan son considerados héroes y al contar cómo sobrevivieron, son juzgados por antropofagia. Uno de ellos relató que cuando volvió a la casa e intentó comer, no podía hacerlo, se sentía enjuiciado”.
El segundo aspecto, anota Romero, es el religioso. “La decisión de la antropofagia tiene elementos religiosos, biológicos y espirituales, que los llevó a pensar que comerse a sus compañeros, amigos y familiares no debía pasar por el devorar a los otros, sino por tomar una vida prestada para que otra pueda surgir. Un tercer momento es la resiliencia o capacidad de sobreponerse a una sumatoria de adversidades que les hubiera podido desterrar la mínima ilusión de pensar positivamente, y sentir que la última alternativa que les quedaba era buscar una salida”.
El crítico de cine José Urbano había visto la película de René Cardona ‘Supervivientes de los Andes’ (1976) y ‘¡Viven!’ (1993), pero la de Bayona lo conmovió. “Recoge los dilemas morales, no solamente frente a la carne humana sino frente a la mortalidad. Una escena que me estremeció es cuando el hombre se para en el pecho de su esposa para salir y eso la mata, pero si no lo hace, no hubiera podido rescatar a tanta gente”.
Es por lo íntimo, estremecedor y fiel del relato sobre lo que eran las víctimas del accidente antes y después de la tragedia, que el periodista César James Polanía valora esta historia sobre “un equipo resiliente, solidario y aferrado a la fe, que no deja de hacerse los planteamientos éticos del ser humano en esas circunstancias y tampoco hace a un lado su instinto de supervivencia”.
Concluye el director de cine Harold Devasten, que “la espiritualidad y fe nos fortalecen, pero en el hacer está la diferencia. Si el hombre no participa en el cuidado de su futuro y el planeta, nadie lo hará. Hay que ir tras el sueño, alimentado de amor y convicción, avanzar en vez de ceñirse a la espera y ver que hay más allá de la cúspide”.
Voz en off
Bayona: “Empecé haciendo entrevistas a los supervivientes y grabé como 50 horas, unas 4 o 5 horas con cada uno. Y ahí me di cuenta de que habían contado todo sobre ellos, pero había una parte de la historia que no se había contado, la de los que no están aquí para contarla. Y pensé que era el momento para que por primera vez los supervivientes hablaran sobre aquellos que no han tenido la oportunidad de contar su historia. Ese fue el ángulo que encontramos y me pareció una idea preciosa: que por primera vez aquellos que no sobrevivieron y que dieron todo lo que tenían por los que sí lo hicieron, tuvieran voz a través de estos”.
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