CALI
Lo que habita en el perdón: así fue la memorable actuación de Juana Acosta en Cali
La actriz caleña Juana Acosta terminó su ciclo teatral ‘El perdón’, con una ovacionada función en el Jorge Isaacs. Una catarsis de pura piel.
Como el cierre de un ciclo vital, así catalogó Juana Acosta su última función en Cali con la obra El Perdón, la conmovedora puesta en escena que enmarcó su vida en la trágica muerte de su padre, el sentimiento de venganza tras su pérdida, y el naufragio y posterior reencuentro con su propio proceso de sanación.
Una representación catártica con la que la caleña visitó varias ciudades de España y Colombia, y que sorprendió al mundo, cuando el dolor se transformó en poesía.
Fluyendo como lo hacen las plumas, Juana sobrevoló su propio duelo en escena, y lo partió en dos. Lo llamó el antes y el después: un antes donde la danza contemporánea ocupaba su mente, y el tiempo corría sin pena. Era familiar, cálido y optimista. Pero el después, fue quietud, odio y resentimiento.
“Esta fue una obra intimista y estremecedora, que nos transportó a esa Cali de los 90 marcada por la violencia. Imposible no sentir el dolor de la artista, que narra esa pérdida del padre a sus 16 años. Una narrativa del cuerpo, la danza y la palabra para interpretar su propia historia y catarsis. Al final te sientes conmovido y a la vez orgulloso de una artista caleña que ha llegado tan lejos con disciplina y talento”, manifestó Paola Gómez, periodista de esta casa editorial y asistente a la obra.
Y es que para Juana, cerrar ciclos era tan importante como abrirlos, un camino que recorrió en su propio andar, y al que llegó, luego de meditarlo por años, para darle forma junto al director y coreógrafo Chevi Muraday, (Premio Nacional de Danza) y Juan Carlos Rubio, su dramaturgo.
Junto a ellos, decidió incluir en su obra fragmentos de poetisas colombianas que hubieran escrito sobre la violencia, como una manera de universalizar la pieza y sacarla de su propio drama personal.
“Para mí era fundamental cerrar el círculo en mi tierra natal, donde vivió mi padre, donde viven mis hermanas y gran parte de mi familia y amigos; fue muy emocionante presentarlo aquí, cerrar un acto casi psicomágico y con él, hacer un homenaje a mi padre, quien este año cumple 30 años de fallecido”, mencionó la artista a este medio, poco antes de su llegada a la ciudad.
Con este espectáculo testimonial, Juana quiso romper la cuarta pared, permitiendo que el público conectara con la experiencia real de su vida, relegando al actor a su tarea, y encontrándose de cara con el ser humano.
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Durante la obra, la actriz compartió además su danza, esa pasión que pausó tras aquella noticia dolorosa, y dejó escuchar su llanto. Se mostró al “desnudo” y vulnerable, evocando el profuso amor que aún siente por su padre.
Comparó además, a manera de metáfora, su ser con el ‘kintsugi’, la milenaria técnica japonesa que repara los objetos rotos, rellenando sus grietas con oro, como una manera de mostrar belleza en el daño. Prueba de la imperfección y la fragilidad, pero también de la resiliencia.
Y por último, se preguntó ante el público, ¿dónde habita el perdón?, para responderse a sí misma, que este era independiente de cada quien, y que en su caso, fue una elección de vida.
“Fue una puesta en escena poética, casi etérea como contraste con la dureza del tema: la muerte del padre a manos de la violencia. Juana Acosta transmutó el dolor con cada centímetro de su cuerpo. La obra es una reconciliación de ella con el pasado de Cali, y Cali la aplaudió a rabiar como si ese amor fuera una potencia sanadora y reivindicadora”, concluyó Paola Guevara, directora de la Feria del Libro de Cali.