ANEMIA
Óscar, un joven trasplantado de médula ósea, cuyo sueño es vivir para llegar a ser chef
La madre cultiva el campo en Sibundoy, Putumayo, mientras el padre se ha convertido en el cuidador del hijo, después de haberle donado la médula ósea.
Óscar Mutumbajoy Jiménez, a sus 17 años, padece anemia ablásica, una enfermedad huérfana de la sangre. Su padre, Juan, le donó su médula ósea, y ha sido su apoyo y su fuerza, mientras su madre, Cristina Espinoza, cultiva lulos, tomates y fresas, en Sibundoy, Putumayo, para seguir sosteniendo el hogar y cuidando de su hija de 10 años. Entretanto, su hijo mayor recibe quimioterapia en la Fundación Valle del Lili, en Cali, siempre contando con el apoyo de la Fundación La Divina Providencia, que ha sido un hada madrina en este proceso.
Cuenta el papá que en diciembre de 2021 Óscar empezó a presentar cansancio físico, fiebres muy altas y frecuentes, dolor de huesos y eso no cambió durante tres meses. “Fuimos al hospital de Colón, después nos remitieron al Hospital Infantil de Pasto, donde le hacen tratamiento, y lo mandan a un hogar de paso. Le hacen el trasplante de médula ósea y sufre una recaída. Estuvo tres meses en cuidados intensivos. Luego lo remitieron a Cali, salimos a las 6:00 p.m. en ambulancia y llegamos a las 4:00 a.m. No conocíamos nada de esta ciudad, solamente el nombre”, dice este agricultor, quien nunca ha perdido la fe en la recuperación de su amado hijo.
Pese a que vivió días de angustia al ver que a su hijo lo tenían un mes en la UCI y dos más en recuperación, de verlo padecer una trombosis, la inmovilización de sus manos y pies, y de que no lo reconociera ni a él, porque también perdió por un tiempo la memoria, hoy da gracias a Dios de verlo mejor. Es él quien tres veces al día le hace terapias para que mueva los brazos, las piernas y camine.
A propósito
Fundaciones de Cali y señales de alarma
El 15 de febrero es el Día Internacional del Cáncer Infantil. Pilar Carbonell, directora de la fundación La Divina Providencia, explica que hace cuatro años empezó la campaña en Cali a la que se unieron diez fundaciones que ayudan a niños con cáncer, para difundir las señales de alerta y sensibilizar a la comunidad sobre la realidad del cáncer infantil. “Teniéndolas claras, se puede detectar temprano del cáncer y aumenta el porcentaje de sobrevivencia en los niños”.
Señales de alarma: dolor de cabeza, vómitos en la mañana varios días; palidez, cansancio, sangrado de nariz o encías; dolor persistente en huesos o moretones; fatiga y cambios en el comportamiento; fiebre, pérdida de peso inexplicable, tos persistente y dificultad al respirar; mareos, pérdida del equilibrio y coordinación; abdomen que crece rápido; masa o hinchazón, en especial si hay dolor, fiebre u otras señales de infección; mancha blanca en el ojo cuando le da la luz.
Dicen que los niños con cáncer experimentan un proceso similar al del oro al ser sometido al fuego, al generar fuerza y resistencia en medio de un tratamiento, sin duda, difícil y doloroso. De ahí que a los pacientes de cáncer más jóvenes del mundo los represente el lazo dorado.
Se estima que en Colombia se registran cerca de 2200 casos de cáncer infantil anualmente, de los cuales 750 son mal diagnosticados o no son diagnosticados a tiempo, lo que conlleva a la muerte. Los tipos de cáncer infantil más comunes son las leucemias, el cáncer cerebral, el linfoma y los tumores sólidos como el neuroblastoma y los tumores de Wilms.
La mayoría se pueden curar y, en gran medida, depende de un diagnóstico acertado y oportuno, acompañado de un tratamiento eficaz.
Afortunadamente, niños y jóvenes no dejan de soñar. El sueño de Óscar es convertirse en chef o en médico y eso es lo que hace que su ánimo no decaiga. A su lado cuenta con un gran apoyo físico y espiritual.
Además de su mamá, está don Juan, su padre, quien lucha a la par con él por su vida. “No pierdo la fe, sé que vamos a salir adelante, si Dios quiere”. A su vez, Juan ha contado con el valioso acompañamiento de la gente de la Fundación Divina Providencia, de las auxiliares de enfermería, con apoyo psicológico para toda la familia, e incluso con las voluntarias.
Al comienzo, Óscar tomaba como 20 píldoras diarias, su padre se encargaba de suministrárselas en el horario que tocaba, desde las seis de la mañana hasta las 11 de la noche. “Gracias a Dios ahorita ya le mermaron casi la mitad”, dice el hombre, quien lo acompaña a la terapia física y le donó a su hijo la médula ósea que le trasplantaron el 17 de mayo del año pasado.
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“Tengo que agradecer a todos en la Fundación Divina Providencia, porque nos han dado la mano desde que nos dieron salida de la Clínica de Fundación de Valle del Lili, no sabíamos dónde llegar, pero allá nos recibieron muy bien, nos proporcionaron comida, productos de aseo, alojamiento, han sido como una familia”. La Divina Providencia es un hogar de paso para acudientes y pacientes cuando salen del hospital, según la directora de dicha fundación, Pilar Carbonell. “Incluso cuando terminan tratamiento y vuelven para chequeos mensuales, los seguimos recibiendo, mensualmente o cada año. Y cuando los niños y jóvenes trasplantados de médula ósea requieren habitaciones de aislamiento mientras les suben los niveles y los chequean cada semana. Nuestras auxiliares se convierten en apoyo para madres y padres, que tienen tan solo la educación básica o no entienden muchas veces el idioma o los horarios, porque provienen de comunidades indígenas donde manejan otros dialectos”.
“Las familias tienen en la fundación también tienen un hogar, cuando llegan a la ciudad, para que su hijo reciba un trasplante y van a seleccionar el donante. Se quedan 23 días, mientras esto ocurre, se hacen los chequeos y se van de nuevo; queda el paciente con su cuidador”, agrega.
Cada año son diagnosticados con cáncer 400.000 niños y niñas entre 0 y 19 años. El cáncer infantil es la segunda causa de muerte en Colombia.
Pero no todo son quimioterapias, trasplantes, medicamentos, también hay que brindarles diversión a los chicos. Por eso hay fundaciones como una en Cali que brinda recreación en los hogares de paso, Pasos, que hace terapia con perros entrenados exclusivamente para ese fin.
En La Divina Providencia cuentan, además, con voluntarios, alumnos de últimos grados de colegios que van por las tardes a hacerles actividades a los niños, como prácticas de yoga. También tienen música una vez a la semana. Y como la deserción educativa en los pacientes con cáncer infantil es muy alta, hay aulas hospitalarias que ofrece la Fundación Anhelo de Vida, en las que los chicos se ponen al día en sus conocimientos académicos. Muchos siguen recibiendo guías escolares vía virtual, por teléfono o correo electrónico por parte de su colegio.
La recompensa para el equipo de La Divina Providencia es ver a sobrevivientes que ya son mamás, como la niña que llegó de 15 años con un diagnóstico de cáncer por el que iban a amputarle una pierna, y su médico quien ya falleció, le hizo un trasplante de fémur, hoy tiene 26 años y es madre de dos hijos. “Hemos atendido a más de dos mil niños en 23 años.
Uno de ellos es Christian, joven del Cauca, diagnosticado a sus 14 años con leucemia, vivió en un hogar de paso nuestro, estudió Gastronomía en el Sena con el apoyo de los jefes de su mamá, y cocinó hace poco en la Fundación en un evento para 80 personas. Tiene 21 años y una promisoria carrera como chef. “Ayer lo conocí”, dice el papá de Óscar, quien anhela para su hijo un final así.
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